Pasan dos años desde que la actriz demócrata de Hollywood Alyssa Milano lanzara la campaña «#Yotambién» para denunciar la violencia sexual que había sufrido en su trabajo e invitara a otras mujeres romper su silencio; y lo consiguió: miles de mujeres de todo el mundo y en decenas de idiomas se animaron a revelar y compartir sus secretos más dolorosos y humillantes haciendo historia: romper en pedazos el maldito concepto de honor, uno de los pilares de la familia patriarcal.
- Desde la derecha la campaña fue atacada con los siguientes argumentos:
- Las mujeres son cómplices de los abusos: utilizan sus encantos para escalar en su trabajo. Aunque en ínfimos casos fuese así, ¿por qué los hombres no necesitan hacer lo mismo?
- El deseo sexual masculino es imposible de controlar por estar incrustado en sus genes, no en una mente que considera a la mujer un ser creado para satisfacer las necesidades de los hijos varones de Adán. ¡Falso biologismo! ¡No hay registro histórico de la violación colectiva de mujeres en biquini o bañador en ninguna playa por los hombres bañistas, pero los hay y millones sobre el acoso y los abusos de los jefes a sus empleadas en los 195 países del planeta! La diferencia es que en un lugar carecen del poder para hacerlo y en el otro sí. En el trabajo ellas aguantan la agresión sexual porque dependen de la voluntad del hombre para ser contratadas, ocupan puestos de menor categoría en la jerarquía de poder y son las primeras en ser despedidos.
- Si no resisten, significa que les gusta, sino «se irían»: pero no «se van» porque la mayoría tiene todas las puertas bloqueadas y no pueden permitirse el lujo de perder su trabajo mientras tienen bocas que alimentar, y aunque se vayan, en el segundo, el tercero y el último trabajo encontrarían el mismo problema.
- El tipo de ropa que llevan es una autorización a ser tocadas, asaltadas: Es lo que pensó un tribunal de Irlanda al absolver en 2018 a un violador después de que su abogado mostrase el tanga que había llevado su víctima de 17 años. El hashtag #ThisIsNotConsent con las fotos de tangas invadieron las redes sociales. ¿Por qué, entonces, a ninguna mujer se le ocurre manosear ni mucho menos violar a los hombres que andan sin camisa y con los pechos expuestos en la Rambla de Barcelona?
Millones de mujeres musulmanas que obligadas (por Dios, el Estado o la familia) se cubre con el velo también sufren tocamientos e incluso violaciones en los espacios públicos. Una encuesta a las mujeres egipcias (que hoy al contrario de lo que pasaba en los años setenta ninguna se atreve a ponerse minifalda), casi todas con el velo, realizada por la ONU en 2013, mostró que el 99,4% había experimentado acoso y abusos sexuales.
2.Desde la extrema izquierda se alega que #MeToo:
- Es una campaña de mujeres burguesas. ¡Vale!, porque ellas tienen medios para expresarse y su voz llega. Pero esta lacra, y otras incluidas en la violencia contra la mujer, la sufren todas (en diferentes grados y formas) independientemente de su clase, raza o religión. Las temporeras marroquíes de Huelva también denunciaron en 2018 el acoso, los abusos sexuales (tocamientos en pechos y genitales) y coacción del empresario, pero el juez instructor lo archivó. La presión social hizo que la justicia ordenase reabrir el caso. Luego están las amordazadas, como millones de madres en los campos de refugiados de Kenia, Somalia, Sudan, Siria, Jordania, Turquía y otros, que cada vez que tiene que pedir una barra de pan para sus hijos son manoseadas, incluso violadas por los vigilantes o proveedores de alimentos.
- Se centra en el dolor de una misma, no en discriminación integral de la mujer como colectivo. «Yo también», es una pieza más de una causa común y tiene el potencial de construir una solidaridad en base del sufrimiento compartido y no hay que pedirle más.
- Su objetivo no es desmantelar el neoliberalismo patriarcal. ¡Cierto! Pero esto no debe impedir hacerle un «apoyo crítico». Reclamar la libertad personal de expresión de mujeres que incluso hoy están forzadas a callarse significa romper los tabús creados durante milenios que hacen de mordaza. La campaña cuestiona la normalidad del abuso del poder, y ha planteado la necesidad de expresar el consentimiento en una relación sexual.
Los males de MeToo
- Al carecer de un enfoque ideológico para analizar el problema, cuestiona la «actitud poco moral» de algunos hombres, que no la estructura del poder, el monopolio de los hombres sobre los recursos y medios económicos, y una milenaria cultura misógina legitimada por muchas religiones. La superioridad es el concepto que el sexismo comparte con el racismo y también con el especismo.
- Carece de respuestas incluso para suavizar la opresión multidimensional a la que están sometidas todas las mujeres que trabajan.
- Comparte la visión con quienes abogan que el empoderamiento individual conduce a la liberación colectiva, pidiendo más puestos para las mujeres «valiosas» en el poder, que no es otro que participar en la gestión de la explotación, legitimando y reproduciendo el sistema y liberarse ellas, no las mujeres. El modelo individualista del feminismo, que achaca la disfunción de una sociedad fundada en la explotación y la lamentable situación de mujeres a la falta de ambición de ellas, les propone atiborrarse de libros de «autoayuda», ser «agresivas» y «emprendedoras». Si aun así, y matándose en el esfuerzo, no consiguen triunfar será porque no lo merecen.
Si el «feminismo de Twitter» no acaba con una complejo y milenario sistema de explotación de unos sobre otras, la «lucha armada» tampoco lo consigue: Phoolan Devi, la Reina Bandida, una mujer india que había sido violada en varias ocasiones por una manada de hombres, creó un grupo armado de mujeres que mató a una veintena de depredadores sexuales, todos de castas superiores. Después de pasar 11 años en prisión -sin ser juzgada- la heroína de los pobres fue elegida diputada. En 2001 fue asesinada a balazos por defensores de la supremacía masculina.