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El fútbol y otros excesos

Fuentes: www.puntofinal.cl

Lo global, la aldea global, es también lo nacional, lo más íntimo de lo local. El fútbol es un espectáculo global que se consume como lo más propio en decenas de lenguas, etnias, nacionalidades y tradiciones. Es el paroxismo de los medios de comunicación, pero también del comercio, la economía y también de la política. […]

Lo global, la aldea global, es también lo nacional, lo más íntimo de lo local. El fútbol es un espectáculo global que se consume como lo más propio en decenas de lenguas, etnias, nacionalidades y tradiciones. Es el paroxismo de los medios de comunicación, pero también del comercio, la economía y también de la política. Todos compitiendo por un espacio simbólico en este circo mundial.

 La globalización, a través de sus medios también globalizados, amplifica y enfatiza. Y distorsiona. Porque modela, empuja y condiciona desde arriba. Si su función es transmutar la realidad en diversión, como hace con la política, el deporte, las tragedias, el Mundial de Fútbol es espectáculo en sí mismo. Un rito completo, que resume y abarca deseos y aspiraciones, pero también hace emerger frustraciones y miserias. En esta extraña doble vinculación que es lo global-local, coloca sobre el deporte creencias, símbolos y la más rústica mitología nacional. El deporte pasa a ser un mero vehículo, un soporte para otros fines.

Uno de ellos es la movilización de las masas, en el peor sentido de «la masa inconsciente» acuñado hace más de cien años por Gustave Le Bon. Los chilenos somos empujados cual ovejas a un carnaval de irracionales pasiones, en que no están ausentes ni el comercio ni la política. Tras la exaltación corren los diversos poderes, arreando al ganado a sus interesados refugios. El presidente en una mediagua, la ex presidenta en Sudáfrica junto a la Roja, los parlamentarios y ministros ante las pantallas con los rostros en tricolor y chillando de euforia, el comercio ofreciendo las herramientas necesarias y accesorias para participar en la fiesta… Ante la locura institucionalizada por los poderes y amplificada por los medios, nadie puede quedar fuera. La pena es la exclusión. Una afrenta a los valores de la patria.

Aquella dualidad global-local es traducida no siempre fielmente por los medios, pero sí por las grandes empresas. Adidas es global al ser la creadora del balón Jabulani, pero es local al auspiciar y vestir a la selección de doce países. Lo mismo Nike, Reebok, Coca-Cola, que auspician, como si fueran parte de la chilenidad, a la selección nacional. Es una fuerza global que se reproduce y se amolda, bajo complejas estrategias de mercadeo, a los hábitos y tradiciones más locales.

Son las grandes corporaciones las que empujan esta fiesta a través de los medios. Y en Chile, el principal portavoz ha sido la televisión pública, TVN, que ha puesto en marcha una maquinaria publicitaria de características totalitarias. Es la doctrina del espectáculo, una disciplina del fervor patrio, el nacionalismo sin límites sin moderación ni reflexión. El espectáculo hasta los últimos rincones y pliegues, hasta las últimas consecuencias. Como si en ello se nos fuera la vida.

La siembra ha dado su cosecha. TVN registró un rating de 58 puntos promedio para el partido de Chile contra Honduras. Comparativamente, el resto de los canales no alcanzó a marcar más de cuatro puntos. Porque TVN ya venía adelantada: desde comienzos de junio, que marcó el inicio de la programación del Mundial, el rating promedio del canal público ha superado los 14 puntos, muy por encima de los otros canales todos por debajo de diez puntos. Le han denominado «efecto mundial», que se inicia cada día por las mañanas y no da tregua hasta la noche.

TVN, que pagó los derechos de transmisión de la Copa del Mundo, impulsa también su señal digital, que ha venido publicitando desde hace meses en sus informativos con efectos favorables para todo el andamiaje comercial. La venta de televisores de plasma y LCD se elevó un 186% en el primer trimestre de 2010. En las frecuentes notas de prensa que transmitía TVN, las grandes casas comerciales, que son sus auspiciadores, se frotaban las manos.

El 16 de junio, cuando la selección chilena venció por un gol a cero a la de Honduras, el informativo de TVN tuvo una duración de 90 minutos. Aquella noche hubo sólo fútbol. El país fue exclusivamente fútbol. No hubo otra noticia: en las oficinas, la calle, las fábricas, los bares, los regimientos, hospitales, en la Antártida, en una ruca mapuche, entre los damnificados del terremoto. Le han llamado efecto mundial. Pero se trata de una creación de los medios. Inventar de un día a otro un nuevo país que sea alegre, apasionado, divertido, un país de ganadores. Una creación publicitaria no muy disímil a la del país solidario y generoso tras el terremoto.

El efecto mundial ha trascendido a los hinchas. Hoy podríamos hablar de un efecto país construido e impulsado por la televisión pública y orientado a toda su audiencia. Sus objetivos en el corto plazo son el rating y la publicidad. A corto y largo plazo, la reproducción de una espuria mitología nacional. El fútbol es sólo un pretexto: no tiene nada que ver con eso.

(Publicado en «Punto Final», edición Nº 712, 25 de junio, 2010)

rCR