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El gobierno de Petro entre lo fundamental, lo peligroso y lo cambiante

Fuentes: Rebelión

Popayán, 7 de septiembre de 2023

Algunos analistas descalifican la acción política que encabeza Gustavo Petro en Colombia desde una “visión crítica”. Plantean unas supuestas “contradicciones del progresismo”, no a partir de las condiciones concretas que vive la humanidad y la sociedad colombiana, sino de lo que “idealmente” debería ser un “gobierno del cambio”, que para ellos tendría que ser de “izquierda”.

Por ello, en vez de aportar con ideas o iniciativas a las luchas sociales y políticas que actualmente están en desarrollo en este país y el mundo, terminan –tal vez sin querer– contribuyendo con las campañas mediáticas que la oligarquía impulsa a todo nivel para desgastar al gobierno y a Petro, y sobre todo, para generar incertidumbre, desconfianza y desánimo entre las comunidades y sus dirigentes que –en medio de errores y aprendizajes– intentan avanzar por nuevos caminos de cambio y transformación.

Esa mirada esquemática, centrada en la valoración del denominado “progresismo” como si fuera –en verdad– una corriente ideológica y política homogénea y diferente a las que tradicionalmente han existido (conservadoras, liberales, socialistas, comunistas y anarquistas), los lleva a desconocer la vida real y concreta que viven los sectores populares colombianos en el momento actual.

Así, se cuestiona a Petro de correrse al “centro” y abandonar su condición de izquierda; de adjudicarle al Estado un papel determinante en la acción política; de renunciar a la aspiración de trascender o superar el capitalismo; de “pactar por arriba” a cualquier costo; de incumplir lo prometido y traicionar las expectativas de cambio; de instrumentalizar, cooptar y subordinar a los movimientos y organizaciones sociales; de improvisar en el tema de la paz; de vacilar en lo relativo a la transición energética; y de no ser consecuente con la política de integración latinoamericana. ¡Nada más y nada menos!

Dichos analistas pasan fácilmente de posiciones críticas a descalificaciones y ataques infundados. Tales actitudes sólo se pueden explicar como resultado del fenómeno de la transferencia en donde una persona descarga su frustración y busca la culpa en el otro (Petro). En mi caso, trataré de mostrar algunos hechos que desvirtúan esas miradas totalizantes y apresuradas que tienen que ver con no entender que la época de los “sueños insurreccionales” y los “asaltos a los palacios de invierno” son cosa del pasado. Veamos:

Supuesta corrida al centro. Petro impulsa una especie de revolución agraria pacífica apoyándose en lo más avanzado de la población rural (campesinos mestizos, afros, indígenas, cocaleros, proletarios del campo, etc.), y en el punto 1 de los acuerdos de paz firmados entre el Estado y las guerrillas de las Farc-Ep. Esa iniciativa está en pleno desarrollo, enfrenta todo tipo de obstáculos y dificultades, pero apunta a resolver el principal problema que históricamente ha impedido que Colombia avance por senderos democráticos y de justicia social. De igual manera, no ha renunciado al conjunto de sus propuestas de cambio y avanza en medio de la tormenta y las dificultades propias de la vida.

El papel determinante del Estado. En sus intervenciones públicas y acciones gubernamentales, Petro plantea que desde la institucionalidad existente (Congreso, Fiscalía, Procuraduría, etc.) se intenta sabotear y detener el “proceso de cambio” y recuerda a diario que el verdadero poder lo sigue ejerciendo la oligarquía financiera. Así, enfrenta al Grupo Aval, Argos y demás conglomerados capitalistas, tanto por ser corruptos como por su parasitarismo económico y su cultura mafiosa. En esa dinámica, define su la acción institucional como un instrumento necesario para enfrentar ese poder fáctico, pero insiste que la continuidad del proceso transformador depende de la sociedad y de los movimientos sociales.

Renuncia a superar el capitalismo. Petro ha propuesto una estrategia concreta para enfrentar el inminente “colapso ambiental”. Por ello, trata de convencer a los pueblos del mundo (y a sus gobernantes) de cambiar las prioridades económicas (crecimiento, consumismo, etc.) haciendo énfasis en abordar la tarea de “descarbonizar la economía” y avanzar por nuevos caminos en la tarea de evitar la extinción de la vida humana en la tierra. Y aunque para Colombia ha propuesto –tácticamente– “desarrollar el capitalismo” (industrialización de nuevo tipo y cambio de la matriz energética), sabe que esa lucha, si se realiza y profundiza, tendrá importantes consecuencias en la naturaleza de las relaciones sociales.    

“Pactos por arriba” a cualquier costo. Es evidente que Petro ha realizado pactos y alianzas, que no surgen de ahora, sino que hacen parte de lo que denomino “alianza interclasista”, que va mucho más allá de las coaliciones partidistas y que refleja las relaciones de poder existentes en este país. Todo ello hace parte de la lucha política y sin esos acuerdos ni siquiera hubiera sido elegido. Es cierto que esas prácticas entrañan numerosos riesgos y peligros de tipo ético, que son aprovechados por la oligarquía para justificar sus intentos de golpes (blandos y duros), pero todo indica que como ocurrió con Lula y otros gobernantes latinoamericanos, la verdad saldrá a flote y los procesos sociales y políticos que se desencadenen con ese ejercicio dentro de las instituciones existentes, tendrán continuidad y desarrollo a todo nivel.

Incumplimiento de lo prometido. Es cierto que las expectativas son grandes y que las realizaciones han sido, hasta ahora, relativamente limitadas. Sin embargo, a pesar de los errores y deficiencias, lo vivido durante este primer año no sólo significa un aprendizaje importante para los dirigentes del Pacto Histórico y de los movimientos sociales, sino que el conjunto de la sociedad colombiana ha empezado a experimentar un ambiente político muy diferente al existente bajo el dominio de gobiernos oligárquicos. Claro, incluyendo la pugnacidad y las tensiones propias del “primer gobierno de izquierda”.

Instrumentalización del movimiento social. A diferencia de algunos gobiernos de países vecinos que autodenominaron a sus gobiernos como expresión de los movimientos y organizaciones sociales, Petro le da gran importancia a lo que se denominaba en Colombia como “el pueblo liberal”. Sabe que las “fuerzas de izquierda” son muy limitadas, que cargan con la herencia del conflicto armado y de unas concepciones que no se corresponden con la realidad, pero reconoce la potencialidad del movimiento social, ha visibilizado e integrado a su gobierno a algunos de sus dirigentes como funcionarios de alto nivel, pero siempre está llamando a que se unifiquen y superen sus visiones sectoriales y estrechas.

Improvisación en el tema de la paz. Sobre este aspecto escribí hace meses un artículo crítico, pero no descalificador. Hoy, la mejor respuesta la podemos encontrar en una entrevista a Gonzalo Sánchez realizada por El Espectador en donde afirma: “Las negociaciones inconclusas y al menudeo, no son otra cosa que la condición de reproducción inexorable de la violencia. Es lo que hace necesaria la Paz Total. Pero las dificultades para juntar lo negociable y lo no negociable, lo criminal y lo político, lo narco y lo social, no son argumento contra la Paz Total. Ese es justamente el reto principal: partir de la complejidad. Hasta hoy hemos partido de lo simple y nos ha ido mal. Partamos ahora de lo complejo, que es lo real”.

Vacilaciones en la política de transición energética. Es indudable que en este tema han existido errores y pronunciamientos precipitados, fruto de la inexperiencia y desconocimiento concreto de las realidades energéticas del país y su relación con la estructura económica existente. No obstante, el gobierno rectifica y ajusta su política en esta materia sin renunciar a sus objetivos programáticos como se puede comprobar en los pronunciamientos del nuevo ministro y en la intervención de Petro en Belém (Brasil).

Inconsecuencia con la política de integración latinoamericana. No existe ninguna evidencia que demuestre esa afirmación. Claro, para algunos sectores la condición sine qua non para impulsar esa integración es distanciarse y enfrentarse con el gobierno de los EE.UU. En este tema Petro ha demostrado que ha aprendido de las experiencias anteriores intentadas por Fidel y Chávez y que, de acuerdo a los objetivos y prioridades establecidas frente al colapso ambiental, la política de “no alineamiento” es indispensable para construir espacios de integración de los pueblos y naciones a todo nivel.

Finalmente, es necesario decir que nada tienen que ver las 17 contradicciones planteadas por David Harvey con las “contradicciones del progresismo” expresadas por los críticos de Petro, más allá de confundir lo fundamental con lo peligroso y lo cambiante. Lo fundamental siempre será poner los pies en la tierra y desechar tantos esquemas idealistas que hace rato fueron desechados por la vida.   

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