El nombramiento del nuevo portavoz parlamentario incide, una vez más, en la estrategia del Gobierno dirigido por Rajoy y Sáenz de Santamaría. Se trata de mantener en la imagen de los espectadores, de los ciudadanos, a unos miembros del Gobierno -ministros y otros altos cargos- que se hagan visibles más por sus actuaciones comico-teatrales ante […]
El nombramiento del nuevo portavoz parlamentario incide, una vez más, en la estrategia del Gobierno dirigido por Rajoy y Sáenz de Santamaría. Se trata de mantener en la imagen de los espectadores, de los ciudadanos, a unos miembros del Gobierno -ministros y otros altos cargos- que se hagan visibles más por sus actuaciones comico-teatrales ante los medios, que por su capacidad como administradores de las áreas sociales encomendadas.
Sabemos que el símbolo gráfico es la concreción más fuerte de la emotividad, de una idea. Eso de más vale una imagen que mil palabras. Rafael Hernando es la imagen, la encarnación de la mentira y la bravuconería. La propaganda reconocida como mentira y bravuconería sigue surtiendo su efecto si se tiene la cara dura de practicarla sin inmutarse. Se trata de suplantar la lógica por la emotividad del espectáculo, la realidad de los hechos por la representación para ocultar lo conflictivo. Ocultar la realidad de lo intolerable, que se manifiesta en la aplicación de la política del Gobierno.
El Gobierno, al presentar su actuación administrativa a través de unos representantes que se muestran como meros perfiles cómicos de la incompetencia, apela a la masa que se mueve por motivaciones instintivas. Esta mayoría, refugiada en sus casas, oculta tras la pantalla de la televisión, obedece a sus instintos de defensa. Se defiende del oscuro mal que acecha como le dicen, le muestran, esos ministros-payasos, apoyados en y por esos medios-comics de masas que se denominan medios de comunicación. La mayoría social del país sabe que estos medios de comunicación mayoritarios pertenecen a dos grupos empresariales con intereses capitalistas muy concretos. ¿Hay libertad de prensa? Sí, dentro del orden de los intereses de dichos grupos empresariales. La información que nos transmiten es pagada, interesada. Mienten por encargo. Lo sabemos. Y, sin embargo, una mayoría de consumidores de tal información, la creen a pies juntillas.
Las actuaciones de ministros como Montoro, dado a una comicidad que sólo entiende él, Fátima Báñez, cuya mejor y más creíble intervención política fue su encomendación del paro a la Virgen, la ex-ministra Mato, con su aparente fragilidad y evidente incompetencia en la gestión de la sanidad, los exabruptos e incoherentes razonamientos del ministro Fernández, entre otros más oscuros en sus actuaciones, no ofrecen una lógica en sus representaciones frente al público. El ciudadano opina en las encuetas que el propio jefe del ejecutivo se muestra como un incompetente, lleno de tics cuando miente, rehuyendo permanentemente las ruedas libres de prensa. Todos ellos, al mismo tiempo, evidencian la mentira con descaro cuasi cómico cuando transmiten información de sus respectivas áreas. No se trata de inculcar al ciudadano unas ideas lógicas. Contra una lógica se puede confrontar otra. Lo eficaz es hacer vivir al espectador algún tipo de emoción que le lleven a pensar que las ideas que se transmiten son ideas propias, derivadas de su propia vivencia. Una persona no puede rechazar su propia vida sin negarse a sí mismo. El más puro instinto de vida. Dice Manuel Castell que todos somos hijos de una estirpe de cobardes. Si estamos aquí, es porque nuestros ancestros fueron los que más corrieron al huir de las alimañas que les perseguían para comérselos. Y quien dirige en la sombra a este Gobierno, lo sabe.
Por ello, mientras unos miembros de este Gobierno, hacen el payaso, otros miembros más oscuros del Gobierno siguen trabajando entre sombras contra los intereses del pueblo español.
En una campaña propagandística permanente como la que mantiene este Gobierno, tras la imagen, el segundo mecanismo en importancia es el eslogan. Una frase que resuma una o muchas ideas a través de una formulación que, incluso, puede ser absurda, pero que sugiere una larga explicación gracias al poder de sus posibles múltiples significados, su polisemia. Se redunda en solicitar a los instintos del espectador, que siempre cree descifrar el pensamiento que se le quiere endosar.
Con esta sustitución de las ideas por actuaciones tragicómicas de los componentes del Gobierno, la general utilización del eslogan por los mismos actores, más el apoyo sectario de unos medios de comunicación fuertemente condicionados por la subvención gubernamental y la ideología de sus dueños, se pretende que el ciudadano prescinda de la realidad. El ciudadano está inerme ante los poderes fácticos, que a través de sus medios de comunicación dominantes, son quienes le muestran la realidad, quienes le descubren y clarifican las actuaciones del propio Gobierno y de cada uno de sus componentes. Quienes con burda y burlesca pedagogía nos dicen cuales son nuestros intereses.
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