La mayoría de los partidos hablan de transición ecológica en sus programas, pero omiten el abandono urgente y ordenado de la energía nuclear, pese a que es una exigencia de seguridad, y una parte obligada de dicha transición. Desde la ciudadanía sólo nos cabe pedir responsabilidad, compromisos firmes y sin ambigüedades en las políticas de […]
La mayoría de los partidos hablan de transición ecológica en sus programas, pero omiten el abandono urgente y ordenado de la energía nuclear, pese a que es una exigencia de seguridad, y una parte obligada de dicha transición.
Desde la ciudadanía sólo nos cabe pedir responsabilidad, compromisos firmes y sin ambigüedades en las políticas de transición ecológica, procesos democráticos, justos y transparentes. Por eso denunciamos que el abandono urgente y ordenado de la energía nuclear debería figurar en los programas electorales de manera explícita y detallada.
Las centrales nucleares nunca debieron haber sido construidas. Sus elevados costes, averías y problemas técnicos, impactos sobre la salud, y riesgos para la seguridad del planeta y los seres vivos que lo habitamos, se hacen más y más evidentes en su estado actual de deterioro técnico tras años de funcionamiento.
Recordamos las implicaciones:
1.- El incalculable coste ecológico y humano de la producción eléctrica nuclear no puede ser contemplado ni cuantificado en términos económicos: la gestión de residuos radiactivos durante cientos de miles de años, y la contaminación del agua, de la tierra, de los alimentos, y los impactos sobre la salud que provienen de las emisiones radiactivas en su funcionamiento cotidiano.
2.- Los peligros, la falta de seguridad. Aunque se presentan como «instalaciones seguras», Chernobil y Fukushima demuestran que un accidente, bien por un «fallo humano», o por un evento natural impredecible o inevitable, puede derivar en una catástrofe irreversible.
El resultado es cientos de miles de personas desplazadas, y zonas arrasadas y contaminadas a las que ni se ha podido, ni se podrá, regresar en cientos de años.
En los últimos 10 años se han registrado más de 250 averías en los siete reactores que funcionan en España, situación que empeora por su deterioro; sin entrar en su condición de objetivo potencial de posibles ataques terroristas.
3.- La producción de todo tipo de residuos radiactivos sin posibilidad de gestión. En la actualidad ninguna tecnología es capaz de reciclar estos residuos de cientos de miles de años de actividad. Por ello, dejar de producirlos de inmediato es la única opción. Redactar el 7º PGRR (Plan de gestión de residuos radiactivos) debería ser una prioridad, ya que el actual lleva sin actualizar desde 2006.
4.- La minería de uranio, de la que se obtiene el combustible nuclear, es otra fuente continuada de contaminación radiactiva, que se une a las emisiones cotidianas de los reactores, cuyo elemento más abundante es el Tritio.
5.- La dependencia exterior, ya que el cada vez más escaso mineral de uranio y el combustible que se obtiene deben ser importados.
6.- El uso militar de la energía nuclear civil. El uranio empobrecido, residuo de la fabricación del combustible nuclear, se usa para fabricar proyectiles de penetración que se han empleado en todas las guerras desencadenadas en los últimos 20 años, dispersando radiactividad por el mundo y provocando muerte y enfermedades. Las armas nucleares tácticas, en proceso de desarrollo, y las de destrucción masiva, son otros ejemplos de amenazas potenciales para la humanidad vinculadas a la energía nuclear.
7.- La barrera que supone el mantenimiento de las centrales nucleares para avanzar hacia un nuevo modelo energético basado en fuentes renovables, y para cumplir con los compromisos urgentes en la mitigación del cambio climático. Hay que recordar que la fabricación y gestión del combustible nuclear es una importante fuente de emisión de gases de efecto invernadero, cosa que se oculta.
Estos siete aspectos hacen que la falta de participación social y de transparencia en la negociación que se ha desarrollado entre el gobierno y las compañías eléctricas se aún más vergonzosa.
La negociación ha culminado con un calendario consensuado de funcionamiento nuclear, en base a criterios exclusivos de beneficio económico, con desprecio de los impactos sociales, ambientales y de salud aparejados.
Esto supone una grave falta de democracia: las negociaciones se han mantenido en secreto entre elites políticas y empresariales al margen de la participación de la ciudadanía; es una consecuencia natural de que la Ley de energía nuclear, aprobada en 1966 en plena dictadura franquista, y los decretos y reglamentos que la desarrollan, se encuentre todavía en vigor.
Incluir el cierre urgente y ordenado de los siete reactores nucleares en funcionamiento en España no supone ni problemas de suministro para la cobertura de las necesidades eléctricas, ni incremento del coste de la electricidad.
Denegar cualquier tipo de prórroga, y no extender ningún permiso de explotación, desde ya. Limitando las inversiones a las justas y necesarias para realizar un desmantelamiento seguro de los reactores.
Se ha convertido en una rutina política que los programas electorales se redacten al margen de la ciudadanía, y que su existencia no vaya más allá del día de las elecciones. Pero el silencio mantenido en torno a la energía nuclear, una energía que afecta a la totalidad de la sociedad y que suscita un rechazo ciudadano mayoritario es algo más grave; indica que los discursos sobre la seguridad, el mantenimiento de la calidad de vida en el planeta, y la responsabilidad hacia las generaciones futuras, sólo son figuras retóricas vacías de contenido.
Es nuestra obligación como personas denunciarlo para que, al margen del sentido de tu voto, interpeles a los representantes políticos a los que vas a apoyar sobre todo esto, antes, durante y después de las elecciones.
@AntinuclearF
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