Joan B. Culla i Clarà [JCC] es un historiador de la Universidad Autónoma de Barcelona con notable influencia en ambientes nacionalistas catalanes. El pasado viernes 15 de noviembre público en El País un artículo con el título «El Raval y las cuatro barras» [1]. Vaya esto por delante, señalaba de entrada: «si de las investigaciones […]
Joan B. Culla i Clarà [JCC] es un historiador de la Universidad Autónoma de Barcelona con notable influencia en ambientes nacionalistas catalanes. El pasado viernes 15 de noviembre público en El País un artículo con el título «El Raval y las cuatro barras» [1].
Vaya esto por delante, señalaba de entrada: «si de las investigaciones en curso sobre el llamado caso Raval resultasen probadas malas prácticas policiales o conductas penalmente punibles, espero y deseo que caiga sobre los agentes eventualmente responsables todo el rigor del reglamento disciplinario y, en su caso, todo el peso de la ley». ¡Qué menos! Dicho lo cual, prosigue JCC, «añadiré con la misma rotundidad que me parecen inadmisibles la presunción de culpabilidad, el linchamiento mediático y la manipulación política que aquel desgraciado episodio está alimentando.»
Veamos la justificación de sus críticas sobre la presunción de culpabilidad (vean las imágenes de lo sucedido), el linchamiento mediático (¿de qué medios? ¿De 8TV por ejemplo?) y la manipulación política (¿de qué fuerzas, de qué instituciones?).
Los antecedentes y las circunstancias de la detención de Juan Andrés Benítez, el ciudadano que murió tras una brutal paliza de los Mossos d’Esquadra el pasado 5 de octubre, muestran bien a las claras, en opinión de JCC, «que no se trató de una más entre las casi 8.000 que practican cada año Mossos y Guàrdia Urbana en Ciutat Vella». ¡No se trató de una más entre las 8 mil! Tres días antes de su fallecimiento (¡tres días antes!), recuerda JCC, «Benítez organizó una zapatiesta en el inmueble donde vivía, a cuenta del supuesto robo de un perro; atacó a una vecina al grito de «¡os voy a matar, os voy a matar!», golpeó el coche de esta con las manos y con la cabeza y se enzarzó en una pelea con el marido de la agredida, pelea de la que resultó con ‘sangre en la cara y los ojos hinchados». ¿Cómo habrá obtenido esta información don JCC que, desde luego, no vive en el Raval? ¿Quién se la habrá facilitado? ¿Es esencialmente pertinente en este caso lo ocurrido el 2 o 3 de octubre para aproximarse a la paliza policial del día de la muerte? Curiosamente, añade JCC sin explicar el fundamento de su curiosidad, «después de haber declarado todo esto no solo a la prensa, sino también en sede judicial, el vecino con el que Benítez se había liado a puñetazos se desdijo en el preciso instante en que la juez le desimputó del caso». ¿Dónde está la extrañeza?
Si no valiesen las observaciones de diversos testigos, sigue comentando el historiador catalán, «basta leer la trascripción del diálogo entre Benítez y la operadora de la Guardia Urbana a la que él llamó esa madrugada para percibir el grado de incoherencia y de alteración psíquica de la futura víctima, que por otra parte no era precisamente un alfeñique». ¿Que no era un alfeñique? ¿Y? El paso que le impulsa a JCC a hablar de alteración psíquica: «La inicial desaparición del perro se convierte ahí en «tengo un ladrón en casa; está aquí toda su familia; me han robado de todo», con una confusa alusión adicional a algo que «te hace perder la visión momentáneamente, pero después la recupera»».
Una duda: ¿suena o no suena todo lo señalado a justificación de la actuación policial de los Mossos el pasado 5 de octubre, la que finalizó con la muerte de Juan Andrés Benítez?
Pero no es sólo eso en opinión de JCC. «Se ha sabido después que, la víspera de los hechos, empleados del metro hallaron a Benítez en un estado tal, que ni siquiera controlaba los esfínteres». No añado nada por mi parte, no cambio nada.. Sorprendentemente (sic), añade JCC, «el informe toxicológico de la autopsia parece corresponder más a un querubín que a alguien con el perfil del fallecido». ¿Conoce el doctor Culla i Clarà cómo se elaboran los informes toxicológicos? ¿Está poniendo en duda l veracidad del informe? Ni que decir que el informe toxicológico de la autopsia hace referencia al estado de Benítez en el momento de su fallecimiento, no a su situación el día anterior, «el día que encontraron al fallecido en un estado tal que no podía controlar los esfínteres». ¿No es este paso del artículo una información ad hominem con evidente intención de descalificación? ¿El control de los esfínteres del acusado el 4 de octubre, el día anterior a su muerte, es punto nodal de lo sucedido? ¿Es razonable hablar de ello al analizar la actuación policial del 5 de octubre?
Si es así, añade el doctor Culla i Clarà, un sin duda excelente conocedor de las tramas y traumas psicológicos del ser humano, «si la excitación y la agresividad de aquel no tenían orígenes químicos, ¿no resulta plausible un trastorno psicológico como origen de la tragedia?» ¿Trastorno psicológico de la víctima como origen de la tragedia, como origen de su muerte tras la paliza policial? En cualquier caso, admite JCC, lo que ocurrió la aciaga noche del fallecimiento en la calle de Aurora está rodeado de contradicciones y puntos oscuros. ¿De quién, de quienes, dónde su ubican esos puntos ennegrecidos? En cambio, señala indignado JCC, las reacciones político-sociales «han sido de una linealidad y de un simplismo extremos». Ejemplos de esa simplicidad: «fue la brutalidad de los agentes lo que causó la muerte de Benítez; el director general Manel Prat debe dimitir o ser cesado; y el conjunto de los Mossos está bajo sospecha, hasta el punto de que cualquiera puede paralizarles sólo esgrimiendo un teléfono móvil y amenazándoles con grabar sus actuaciones». ¡La policía catalana en manos de la ciudadanía, a manos de la infamia de cualquiera! ¡La brutalidad policial fuera del ámbito de la causalidad de lo sucedido! ¡Manel Prat como ángel protector de la ciudadanía!
¿Quiénes han abonado este infame discurso? No le cabe ninguna duda a don JCC: en este discurso han confluido, 1) los antisistema de capucha y los de salón (patada a los movimientos sociales críticos y a intelectuales que no son de su gusto y de su estilo); 2) los nostálgicos de la feliz época de Joan Saura y Joan Boada al frente de Interior (patada en el trasero a todas las actuaciones del tripartito, especialmente a sus controles sobre torturas en la comisaría de Les Cortes); 3) «seudoexpertos con el carnet en la boca» (es decir, ¡gentes politizadas que arremeten sin base urbi et orbe, no como él siempre prudente e informado!) Y, 4), desde luego, los viejos progres (no como el doctor Culla, por supuesto), los que no desdeñan ocasión para redorar sus blasones. ¡Cuatro en uno batallando en la misma causa del desprestigio de los Mossos d’Esquadra catalanes! ¿Por ser catalanes? No estamos muy fríos. Más bien caliente, caliente
Faltaba la guinda y viene a continuación. Recuerdan ustedes, señala JCC, «el cuartel de Intxaurrondo? ¿Les suena el nombre del entonces coronel Rodríguez Galindo? ¿Saben que, solo entre 1977 y 1982, al menos 146 personas murieron en España, víctimas de violencias policiales?». España, por supuesto, incluye aquí a Catalunya. Pues bien, señala un intelectual que suele tener a gala recordar que él es un historiador, «ni siquiera en tales circunstancias a nadie solvente se le ocurrió cuestionar la legitimidad de la Guardia Civil o de la Policía Nacional». ¿A nadie? ¿Nada llegó a cuestionar, nadie llegó a hablar de disolución de los cuerpos represivos del franquismo? ¿Solvente? ¿Qué quiere decir aquí solvente? El discurso hiperdominante, continúa JCC, «fue que se trataba de hechos aislados, de conductas individuales que no afectaban a la reputación del colectivo». ¡Que no afectaban a la reputación del colectivo! ¿No recuerda el historiador catalán el miedo que sentía la ciudadanía de izquierda en los setenta, ochenta y en años posteriores ante la actuación de esos cuerpos de golpe y orden? ¡Que no afectaban a su reputación la salvaje actuación de esos cuerpos! ¿Cuándo han tenido reputación esos cuerpos entras las gentes de izquierda no cegada ni transformada?
Desembocamos en el nudo, la tesis central del artículo del historiador nacionalista: en Cataluña ocurre lo contrario. ¿Qué es aquí lo contrario? Cualquier intervención polémica de los Mossos d’Esquadra (añadido nada inocente de JCC: «hoy día, pocas actuaciones policiales no lo son»), por ejemplo, la que hizo que Esther Quintana perdiera un ojo (el añadido es mío, no de JCC), «pone en entredicho al cuerpo entero y permite cuestionar su misma existencia». ¿Y eso por qué? Lo entenderemos, apunta, si leemos «la carta que apareció aquí mismo el pasado viernes, donde la lectora Carmen Blanco tenía el mérito de verbalizar aquello que muchos otros piensan pero no dicen: «Creo que aquel capricho que obsesionaba a algunos nacionalistas de tener una policía con las cuatro barras en el uniforme nos está costando demasiado dinero y no pocos disgustos»». ¡La carta de una lectora de El País como premisa sólida a partir de la cual generalizar lo que muchos otros piensan! ¿Muchos otros? El fantasma españolista en el puesto de mando y a conveniencia para justificar cualquier actuación desmedida de la policía de casa nostra. ¡No se meten con la de ellos, sólo con la nuestra! ¡Osan criticar que una intervención de los Mossos acaba en la muerte de un ciudadano!
¡Acabáramos, exclama don JCC! «Una policía catalana es un experimento caprichoso y caro que además, al no depender del poder central… estaba abocado al fracaso». Si además, añade, «los Mossos sirven a las órdenes de un Ejecutivo nacionalista que quiere crear estructuras de Estado, ya son un remedo de las SS». ¿Hay alguien que haya hablado en estos términos? ¿Los Mossos como remedo de las SS? ¿Quién, dónde? ¿Ejecutivo nacionalista que quiere crear estructuras de Estado? ¡Por fin, ya está! ¡Los comentarios críticos la actuación policial, en el fondo, son un ataque interesado a las posiciones independentistas!
Los pasos finales del más que temperado artículo del historiador nacionalista abonan el mismo sendero: «Para cuándo una manifestación bajo el lema: «Disolución de los cuerpos represivos…, pero sólo los catalanes»? Habría hasta ministros y delegadas del Gobierno dispuestos a sostener la pancarta.» ¡A qué es ajustado, a qué es ecuánime, a qué es una justa aproximación a la actuación de los Mossos, a qué no se intenta justificar ninguna infamia policial! ¡A que no es señalar otras dianas para ver si reina el desconcierto! ¿Por qué no disolución de todos los cuerpos represivos, incluidos los catalanes? ¿Se apuntaría don Culla i Clarà?
Mientras tanto, tras la chulesca y semifascista demostración de fuerza de algunos Mossos en el Palau de Justicia de Barcelona la pasada semana (un evidente golpe de fuerza en el interior del cuerpo policial catalán), el conseller Espadaler, en su comparecencia parlamentaria del pasado jueves 14 de noviembre, señaló que barajaba anular la suspensión de los Mossos que intervinieron en el caso del Raval. Llegó a sostener que cree improbable que la juez mantenga todas las imputaciones. ¿Cómo lo sabe el conseller? ¿Se imaginan a las presiones a las que estará sometida la magistrada del caso?
En la otra cara de la aproximación, el abogado David Aineto, el abogadp de la familia Benítez, ha señalado cosas como las siguientes [2]: «El primer atestado de los mossos, si lo analizamos desde un punto de vista estrictamente jurídico, es una falsedad documental como una casa. De lo que se dice a lo que pasó, no hay ninguna relación. No sé si fue voluntario porque ya sabían que iba a morir el señor Benítez cuando se redactó el atestado… Sí, la agente femenina refiere que le mordió Benítez, pero curiosamente ni su compañero vio la mordedura, ni el conductor de la ambulancia. Cuando fue la mossa a la mutua Asepeyo, el médico tampoco vio la mordedura… Cuando le detienen materialmente, esa orden es ilegal, porque el altercado anterior ya estaba calificado por todas las partes, y por los propios mossos, como un delito de faltas, y en las faltas tú no puedes detener a nadie, lo que puedes hacer es que se acredite y saber quién es esa persona. El señor Benítez… se dirigía a su casa cuando la mossa lo retuvo, y esa retención era ilegal, y a partir de ahí se desencadena todo. ¿Intentaron los policías ocultar pruebas?.. Hay testigos que dicen que una Mosso d’Escuadra acudió a su domicilio para preguntar si habían grabado la escena en vídeo. La testigo dijo que sí. No estoy diciendo que la agente le dijera que lo borrase, pero la testigo borró la grabación en presencia de la agente, y ésta no le dijo que no borrase una prueba gráfica de un presunto delito… Que el hombre estaba fallecido antes de que lo trasladaran al hospital, podemos decir que sí, que estaba muerto en el momento del traslado, pero se le mantuvo con vida artificialmente y murió oficialmente en el hospital. Yo no creo que esté en las funciones de la policía limpiar la sangre de la calle, para eso hay otro servicio… Para nosotros es un indicio de la intención de tapar unas lesiones o encubrir un homicidio, eso ligado a lo del vídeo… [Murió] por los golpes. Los golpes por sí solos no matan al señor Benítez, los golpes provocan tal estrés al corazón que se para. Falta la autopsia definitiva, pero ya hay algunas conclusiones que hablan de homicidio…. En el primer informe de la guardia urbana ya se dice que el señor Benítez, en el altercado con los vecinos que le estaban robando, tenía un poco de sangre en la cabeza, pero no la cantidad que ya le he contado… Sí, dijeron exactamente por la radio: «El malo que es muy malo, está súper drogado»… y se estuviera drogado, ¿qué? ¿Eso justificaría lo que se hizo? Además no iba drogado, ni súper drogado. Ahora, curiosamente ya no hablan de drogas, aunque las defensas intentaran buscar drogas de diseño no detectadas en un primer análisis… Pero lo dicho, y si saliesen, ¿qué?… Sí, ocho, y de esos ocho, dos no quisieron declarar ante la comisión de investigación interna de los propios mossos. Por cierto, permítame decirle que me parece vergonzosa la forma en que los imputados se presentaron en el juzgado, eso no ayuda mucho a la imagen de los mossos. Como ciudadano, creo que alguien, quien gestiona a los mossos, ha perdido el norte… Este juicio no se gana nunca, porque el muerto está muerto. Vamos a llegar hasta el final. Nosotros entramos en este asunto para estar presentes en el proceso y poder ver el cadáver. En las primeras declaraciones de los testigos llamé a la familia y les dije que el atestado era falso. Llegaremos hasta donde sea, después la sentencia ya no nos compete».
Notas:
[1] http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/11/14/catalunya/1384456169_468815.html
[2] http://www.publico.es/482665/este-juicio-no-se-gana-nunca-porque-el-muerto-esta-muerto
Salvador López Arnal es miembro del Front Cívic Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra, director Jordi Mir Garcia)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.