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El ideal de lo colectivo

Fuentes: Rebelión

Tras el colapso económico del año 29, el keynesianismo sentó las bases del papel interventor del Estado en la sociedad norteamericana. El «New Deal» de Franklin Roosevelt definió la orientación a seguir y Lyndon Johnson, con su «Gran Sociedad», amplió la vocación ductora e incluyente del Estado. De su lado, al finalizar la Segunda Guerra […]

Tras el colapso económico del año 29, el keynesianismo sentó las bases del papel interventor del Estado en la sociedad norteamericana. El «New Deal» de Franklin Roosevelt definió la orientación a seguir y Lyndon Johnson, con su «Gran Sociedad», amplió la vocación ductora e incluyente del Estado. De su lado, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la Social Democracia y la Democracia Cristiana proyectaron sobre la Europa continental al Estado asistencialista, promotor y regulador. Otro tanto haría el laborismo en el Reino Unido. Todo ello entrañaba una alta valoración del sentido de lo colectivo.

Para el momento en que se produce el colapso del comunismo, sin embargo, el mundo occidental venía de regreso de las visiones sociales incluyentes, así como de la concepción de un Estado que intervenía para preservar el interés colectivo. El binomio Reagan-Thatcher puso en marcha un retorno a las raíces del individualismo liberal y la hegemonía económica de Estados Unidos, traducida en una globalización que hablaba con lenguaje norteamericano, hizo de este nuevo liberalismo -neoliberalismo- un fenómeno mundial.

Al comenzar el siglo XXI el mundo giraba alrededor de un agresivo individualismo que había hecho del lucro su valor más emblemático. Desde que Konrad Peutinger se transformó en el primer gran cultor del lucro, a comienzos del siglo XVI, nunca se había llegado a tales extremos. De acuerdo a Cynthia Crossen, Editora Senior de The Wall Street Journal: «Deepak Chopra exhorta a sus seguidores a pensar en términos de prosperidad y a dejar que sus espíritus se dejen imbuir por la conciencia del lucro. La riqueza ha dejado de ser un hecho para transformarse en un estado de ánimo, en una apertura mental proclive a su materialización, tal como escribe Suze Orman en su obra El Coraje de ser rico. Otros autores han producido títulos como Piense y transfórmese en rico, La guía del completo idiota para hacerse rico, Dios quiere que usted sea rico, Juegue y hágase rico y, por supuesto, Rece y hágase rico…En algún momento Como transformarse en millonario en quince días, ha debido parecer atractivo. Pero en la medida en que la prosperidad se expandía comenzaron a aparecer otros títulos: Millonario en cinco días y, finalmente, Hágase millonario instantáneamente. De hecho, pareciera que en estos días no hay nada más difícil que el no hacerse millonario» (The Rich and How They Got that Way, London, 2001).

El resultado del individualismo y del afán de lucro desatados fue una permisividad ética que recompensaba socialmente al éxito material, independientemente de su origen. Esta absoluta laxitud de principios sirvió de sostén primigenio al timo generalizado y a los excesos de todo tipo. La crisis devastadora que hoy vive el capitalismo se tornó inevitable ante la ausencia de valores a los que condujo la desconexión con el ideal de lo colectivo. El rescate indispensable de este ideal pasa la revalorización del ser humano como objeto fundamental de toda actividad económica.

 

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.