Está de moda hablar de despoblación, de España vacía o de invierno demográfico. Paradojas del destino, nunca hemos estado en España -como país- mejor de lo que estamos ahora demográficamente. Mirando desde una perspectiva histórica la evolución demográfica entre el año 1900 y el año 2016, observamos las diferencias de evolución entre Teruel capital y […]
Está de moda hablar de despoblación, de España vacía o de invierno demográfico. Paradojas del destino, nunca hemos estado en España -como país- mejor de lo que estamos ahora demográficamente. Mirando desde una perspectiva histórica la evolución demográfica entre el año 1900 y el año 2016, observamos las diferencias de evolución entre Teruel capital y la provincia. Teruel capital tenía en el año 1900 una población de 10.797 personas. En el 2016 un total de 35.564 personas. La provincia no puede contar la misma historia, pues ha pasado de 251.994 habitantes en 1900 a 136.260 habitantes en 2016. Fijándonos en los fríos números pensaríamos que hay un problema, pero en ese periodo de tiempo han ocurrido muchas cosas. Las principales serían la revolución verde y la revolución urbana.
La revolución verde es la aplicación de tecnología intensiva al campo: automatización, tractores, abonos, etc. Esta transición ha eliminado las hambrunas periódicas con las que convivieron nuestros abuelos. Eso sí, a costa de reducir el número de personas trabajando en el campo y, por lo tanto, residiendo en el mundo rural. Por otro lado, la revolución urbana es la concentración de los habitantes en núcleos, fenómeno que se observa en Teruel capital con el incremento de población en ese periodo. El acceso a la sanidad, a la universidad, a la cultura o al empleo, ha desplazado la población desde los núcleos pequeños a las ciudades.
Hablar de demografía es hablar de nacimientos y defunciones. Es impresionante la evolución en la esperanza de vida de los turolenses y españoles. Vivimos más, somos más que nunca. No me gustaría volver al pasado, cuando había muchos nacimientos y muchas defunciones, y largas jornadas de trabajo en el campo.
¿Y qué pasará en el futuro? Imaginar el Teruel rural en el 2040 o en el 2050 desde la perspectiva social y demográfica actual es visualizar pueblos abandonados o convertidos en segunda residencia de verano. Hay una tendencia que nos conduce a pensar que la solución a esta situación es demográfica, cuando no los es. El problema, cuanto menos, es político y económico.
El invierno demográfico de la provincia es la manifestación secundaria de un sistema económico que no es capaz de crear riqueza en una provincia como Teruel. La emigración ha despoblado la provincia. La economía de escala asociada a la globalización conlleva que el crecimiento se haga alrededor de grandes cinturones industriales: el corredor del Ebro, Madrid, Barcelona, etc.
Sin embargo, desde una perspectiva ecológica, considerando que Teruel está dentro de España, aumentar la población de la provincia tendría que darse, si se da, como redistribución de la población del país (para no aumentar el impacto sobre el medio ambiente de nuestra sociedad común). Aunque aquí hay una gran parte de elección, de decisión de lo que quiere hacer el sector de población más joven.
Dentro de una visión de España como conjunto, el invierno demográfico realmente peligroso es el que se produciría si sucede a escala de país. Aquí hay un dato curioso que puede aportar pistas para que nuestra sociedad no caiga en este problema. Un dato medible es el proporcionado por las encuestas entre menores de 40 años: aunque solo entre el 5 y el 10% de personas afirma no querer tener hijos, el número de personas sin descendencia se sitúa en la horquilla 30% a 40%. Claramente, interpreto el resultado, como un efecto de la injusta distribución salarial. Es en este sector donde el paro o los empleos mileuristas se ceban.
Y el reto es claramente político y económico, para evitar caer como sociedad en este pozo. Las acciones se tienen que dar en decisiones como: (i) facilitar el acceso al mercado laboral de los jóvenes (frente el continuo incremento en la edad de jubilación); (ii) abrir las fronteras a la inmigración (frente a políticas anti-inmigración); (iii) facilitar un mercado de vivienda a precio regulado que facilite la emancipación (frente a las burbujas inmobiliarias).
Sergio Chueca. Colectivo Sollavientos.
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