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Raíces, coincidencias y futuro

El jazz… en la encrucijada de dos culturas

Fuentes:

La música que hoy llamamos jazz es una expresión singular de simbiosis de raíces y creación de un fenómeno sonoro multiplicador. Lo africano y lo europeo, lo rítmico y lo melódico, la hibridación y el reflejo de realidades y sentimientos populares estuvieron en su origen y potenciaron su desarrollo.  Muchos de esos factores lo emparentaron […]

La música que hoy llamamos jazz es una expresión singular de simbiosis de raíces y creación de un fenómeno sonoro multiplicador. Lo africano y lo europeo, lo rítmico y lo melódico, la hibridación y el reflejo de realidades y sentimientos populares estuvieron en su origen y potenciaron su desarrollo. 

Muchos de esos factores lo emparentaron desde sus primeros tiempos con la música cubana. 

La tradición oral de los antepasados africanos y el intercambio libre, desinhibido y sin formalidades, desembocaron en los bailes y cantos marcados por la percusión. 

En ese entorno recibió Cuba un concepto de arte que identificó luego la forma de crear y percibir la música que pueblos de otros mestizajes no pueden producir. 

Un relevante intelectual como Alejo Carpentier hermanaba fenómenos al hablar de la existencia de dos clases de música  popular en el mundo, «una artificial, reconstruida a base de documentos sin existencia real ni vigencia como ciertas danzas latinoamericanas que nadie baila espontáneamente… La otra… es la viviente, actual, en continuo proceso de evolución, surgida del pueblo de las ciudades, de las cuales los más fuertes y legítimos exponentes en el siglo XX son el jazz y la música cubana».

Hay que advertir que en toda relación caben las ausencias de elementos con méritos suficientes para ser incluidos. La única justificación al olvido es la falta de suficientes textos documentales que testimonien las diferentes épocas. 

Surgimiento 

La aparición en Cuba de esa forma de hacer y sentir la música sincopada, que creara términos que no vale la pena castellanizar como swing, beat y bop, fue un proceso simultáneo a la presencia de nuestros instrumentistas y creadores en su casa matriz: EE.UU. 

Música de los músicos, como algunos le dicen, el jazz fue enriquecido con nuestros timbres por instrumentistas y creadores que desde principios de siglo XX se integraron al nuevo fenómeno sonoro que comenzaba a formarse en el cercano  territorio norteño. 

Las afinidades ―expresó en una ocasión Leo Brouwer― llegan por la estructura musical interna: «Los módulos composicionales de  que está conformado el jazz son enteramente afines a las formas cubanas o  afrocubanas… Tienen el mismo sistema escalístico, con  pequeñas variantes; el mismo sistema de montaje; incluso se proyectaban con las mismas funciones, hasta que pasó después de ser música  funcional, de acompañamiento, a ser música para escuchar, intelectualmente más elaborada, en los primeros años del siglo».

Chano Pozo, Mario Bauzá y Machito representan un primer hito, aunque antes que ellos hubo otros como Alberto Socarrás y Alberto Iznaga que buscaron fortuna en el mercado musical estadounidense luego de forjarse y foguearse en escenarios nacionales.  

Y otros muchos les siguieron después, entre ellos los percusionistas Mongo Santamaría, Cándido Camero, Patato Valdés, Armando Peraza, Francisco Aguabella y músicos como Arturo «Chico» O’ Farrill. 

Un investigador poco reproducido, Jesús Blanco, le dijo al periodista Omar Vázquez que en tiempos más remotos, un trompetista llamado Jesús Pérez causaba admiración en el mítico Storyville de New Orleans. 

Ellos eran portadores de una singularidad profunda, nacida quizá en la distante Nigeria y sus alrededores, cuya herencia cultural marcó a sus descendientes ―no solo de sangre― con un sentido diferente del sonido. 

En Cuba 

Del lado de acá, el aporte fue primero de asimilación. Desde décadas tempranas del siglo XX varias orquestas asumieron la llamada «música americana» o se estructuraron en formatos de «gran banda» para ejecutar sus propias ideas. 

Los primeros indicios de jazz en nuestra Isla son resultado de importaciones. Anticipados fueron el dúo Blanco y Negro, integrado por un marinero español y un afronorteamericano que  llegó con los soldados interventores a finales del siglo XIX. 

Para profundizar en el tema, es muy recomendable «Raíces del jazz latino. Un siglo de jazz en Cuba», de Leonardo Acosta.

Las pretensiones ―y extensión de esta nota― no permiten bosquejar la rica trayectoria de enlaces y recíprocas influencias que hermanan al jazz y a nuestra música. Baste como muestra significar que, en música popular bailable, el mejor ejemplo fue Beny Moré, a cuya formación le llamó «banda gigante» y en la que contaba con reconocidos jazzistas como el trompetista Jorge Varona. 

El interés y reconocimiento por nuestros valores y calidad de intérpretes se puso de reflejo en los Jazz Plaza, festivales de altísimo rango. Hasta que absurdas prohibiciones de Washington lo impidieron a finales del siglo XX; a ellos concurrieron leyendas como Dizzy Gillespie, Max Roach, Carmen McRae y Jack Dejohnette, entre decenas de sobresalientes jazzistas estadounidenses. 

Casi concluyendo el 2010, un joven icono del jazz mundial, el trompetista, compositor y líder Wynton Marsalis, le ha dado seguimiento a la saga de los mencionados, concretando un entusiasmo que ya reflejó en su primera visita a Cuba, en 1997.

Fui de los testigos de su magisterio en el diminuto club La Zorra y El Cuervo, cuando invitó al escenario al juvenil Yasek Manzano y dio una virtual clase magistral sobre el uso de la sordina en la trompeta, utilizando una copa. 

Con el concepto minimalista de que «menos es más», mostraba ya entonces su sobresaliente utilización de notas, silencios, sonidos atemperados y atmósfera blues para llevar al público a disfrutar del jazz profundo, del surgido en su natal New Orleans muchas décadas antes de que él naciera en 1961. 

Ahora mostró mucho más, al frente de la orquesta de jazz del Lincoln Center, que fundó en ese centro cultural de New York. 

Wynton es el músico de jazz de su generación que más honores ha recibido, y al que la revista Time incluyera en 1995 en su lista de jóvenes más prometedores y en 1996 en la de los 25 norteamericanos más influyentes.

Nombrado en 2001 por Naciones Unidas como Mensajero de la Paz, con su nueva visita a Cuba convirtió al jazz en un nuevo puente cultural que trasciende obstáculos y se proyecta como una forma de entendimiento de culturas que tienen mucho en común. 

El multinstrumentista cubano fue anfitrión de Wynton Marsalis en su primera visita a Cuba. Al recordar ese pasaje, me dijo: «Elegancia y sofisticación, dominio técnico y pureza de sonido le caracterizan. Es un virtuoso que saca música del espacio. En Marsalis resalta su interés por conocer a fondo la llamada ‘clave cubana’. Ese interés de Wynton por la música cubana y su nada prejuiciada actitud hacia nosotros explica en buena medida su nueva visita». 

Su mensaje sonoro, enraizado en la New Orleans de orígenes musicales y familiares, está «siempre cargado de sentimientos, de verdades y espiritualidad».       

Yasek Manzano ya es uno de los grandes trompetistas contemporáneos cubanos de jazz. Surgido a la luz pública en el semillero de talentos de Bobby Carcassés, este pupilo de Wynton Marsalis recibió clases de él durante más de un año en New York: «sus consejos y magisterio me ayudaron a trazar mi propio camino», expresó. 

A pocas horas de reencontrarse con Marsalis, recordó que con solo escucharlo y verlo tocar en La Zorra y El Cuervo, en 1997, y sumársele a su invitación al escenario, sintió el impacto de sus enseñanzas. 

«Es algo difícil de explicar porque te trasmite una especie de energía, de convicción, de madurez y maestría de mucha fuerza, máxime si entiendes su lenguaje musical.» 

Él tenía 17 años entonces e integró el jam session o descarga organizada para agasajar al visitante. Desde aquel momento considera que «comencé a tocar diferente». 

Wynton es una especie de «fuente de sabiduría» matizada de «honestidad, sinceridad y trascendencia». Sus mensajes nacen del corazón, enraizado en su natal New Orleans, aunque con una visión contemporánea.

Manzano resalta el amor de ese tutor por la música cubana. Mientras se encontraron en New York le pedía que le explicara la improvisación en nuestra música y se declaraba admirador de un trompetista llamado «Florecita», que tocaba en una grabación que tenía de una agrupación tradicional cubana. 

Yasek explica que hay muchos puntos comunes entre la música de nuestro país y la de New Orleans, cuna de los Marsalis: «frases en la bandas populares cubanas que se semejan a las de allá». Son como «vecinos que coincidimos en el surgimiento y que luego cada uno asume sus propias características». 

Y pone de ejemplo al gran Louis Armstrong y nuestro inolvidable Chapotín, cuya síncopa y forma jaranera de asumir el fenómeno musical fueron tan parecidas.

Está seguro de que sus enseñanzas, como las de Bobby, Roy Hargrove y otros muchos, continuarán ayudándole a seguir superándose y animándole en sus búsquedas de un mensaje musical cada vez superior.

Fuente: http://www.lajiribilla.cu/2010/n492_10/492_05.html