La duración del verano, que ha pasado de dos meses a casi tres, el aumento de las noches tropicales y la extensión de las regiones semiáridas en la Península son algunas de las evidencias del cambio climático.
Las causas y los efectos generales del cambio climático son conocidos desde hace décadas por la comunidad científica y, desde la publicación del cuarto informe del IPCC en 2007, han ido calando poco a poco en el imaginario colectivo. Sin embargo, no ha sido hasta el último lustro cuando diversos organismos de investigación han realizado un esfuerzo por divulgar sus efectos concretos a escala regional y estatal. Que este esfuerzo haya sido causa o consecuencia del aumento de la preocupación pública no está del todo claro. En cualquier caso, se trata de una herramienta fundamental para ponerle cara a lo que durante demasiado tiempo ha sido una amenaza etérea, además de para guiar las políticas que deberán llevarse a cabo para mitigar los daños del que es el mayor desafío político del siglo XXI.
A finales del pasado marzo, el segundo más seco en España desde que tenemos registros, la agencia estatal de meteorología (AEMET) publicó su informe [2] más completo sobre las consecuencias que el cambio climático ha tenido en los últimos cuarenta años en nuestro país. El estudio se centra en los efectos en temperatura y precipitación. Las conclusiones principales, que comentaremos en este artículo, son tres: los veranos son cada vez más largos, las temperaturas máximas y mínimas han aumentado, especialmente durante los meses más cálidos del año, y las regiones semiáridas de la península están creciendo.
El estudio deja claro que, de media, la precipitación ha disminuido y las temperaturas han aumentado, sobre todo en los meses más cálidos del año. AEMET define el inicio y final del verano climatológico como:
«El inicio del verano vendría determinado por el periodo en el que temperatura máxima, durante 7 días consecutivos y a partir del 1 de mayo, iguala o supera la media de las máximas registradas entre el 18 y el 24 de junio del periodo 1981-2010. El final de verano se obtendría registrando el periodo en el que temperatura máxima, durante 7 días consecutivos y desde el 31 de octubre hacia atrás, es igual o superior a la media de las máximas registradas entre el 18 y el 24 de septiembre del periodo 1981-2010».
Más calor
Según esta definición, y para la estación de medida de Retiro, en Madrid, el verano ha pasado de durar dos meses en 1971 (desde el 15 de julio al 16 de septiembre) a extenderse casi tres meses y medio en 2017 (11 de junio a 22 de septiembre).
Los veranos son cada vez más largos, las temperaturas máximas y mínimas han aumentado, especialmente durante los meses más cálidos del año, y las regiones semiáridas de la península están creciendo
No solo ha crecido la duración del verano, sino que la cantidad de noches tropicales (noches en las que la temperatura no baja de un cierto umbral, que depende de la localización), ha aumentado, al igual que las temperaturas máximas diurnas. Mencionamos estos dos parámetros por ser de gran importancia para la salud humana. Las noches tropicales son aquellas en las que, aunque se duerma, el calor impide un descanso provechoso [3]. Antes solían ser poco frecuentes y no causaban problemas de salud importantes. Su incremento, y el que se den varias seguidas, ha aumentado ya la mortalidad, sobre todo en los grupos más vulnerables (ancianos, personas con problemas respiratorios, niños) [4].
De igual forma, el aumento de las máximas diurnas está relacionado con el que se alcance más habitualmente la llamada «temperatura de disparo» [5].
Esta temperatura es aquella a partir de la cual aumenta bruscamente la tasa de mortalidad en la población de riesgo, y varía de un sitio a otro, debido sobre todo a la diferente habituación de los residentes según la climatología local. Para Alicante, por ejemplo, es de 32 grados, mientras que para Badajoz es de 38 [6].
En el sureste peninsular
Esto nos lleva al tercero de los resultados del estudio: la extensión de las regiones semiáridas (según la clasificación de Köppen) ha aumentado en los últimos cuarenta años en más de 30.000 kilómetros (el 6 % del territorio estatal). Las zonas más afectadas se encuentran en Castilla-La Mancha, Aragón y el sureste peninsular. Estas regiones, en particular el sureste, serán las que sufran un mayor aumento de las temperaturas, debido en parte al constante aumento de la temperatura superficial del mar Mediterráneo.
Por lo tanto, volviendo al principio, los resultados del informe son concluyentes: ha habido aumento de la temperatura, sobre todo en verano, y unas regiones están más afectadas que otras. Esto es, en esencia, una reducción a la escala peninsular de lo que está pasando en el mundo. El cambio climático no afecta de igual forma a unos países y otros y, en general acentúa las desigualdades fruto del capitalismo. Esto, que es cierto para el conjunto del planeta, sigue siéndolo a escala estatal. Sabemos también que, por la propia naturaleza del efecto invernadero, esta tendencia continuará durante décadas, en el mejor de los casos (si fuésemos capaces de llevar a cabo un esfuerzo global de proporciones inéditas para acabar con las emisiones e incluso retirar parte de los gases de efecto invernadero ya emitidos). La tendencia no va a revertirse en el futuro próximo.
Emisiones cero
Una vez tenemos el diagnóstico, ¿qué podemos hacer? ¿Cuál es el camino a seguir? Este informe se refiere a cosas que ya han pasado. Las consecuencias del cambio climático en España son ya palpables. Nos hemos fijado en lo que afecta directamente a la salud humana, pero no son menos importantes las consecuencias en la disponibilidad de agua, la eficiencia de los cultivos o el agotamiento de los suelos. Es evidente que debemos, como sociedad, ir hacia una tasa de emisiones cero , además de presionar para que esta transición se lleve a cabo en todo el mundo de forma justa y cargando el coste en los países más ricos (y, en particular, en las élites industriales de esos países). Pero eso no es suficiente. La temperatura seguirá aumentando aunque cesen las emisiones. Hay que prepararse para mitigar los efectos de las temperaturas crecientes en nuestro día a día.
La buena noticia es que, a diferencia de retirar dióxido de carbono del aire rápidamente, esto sí que sabemos hacerlo. Sabemos que parte del aumento de las temperaturas en las ciudades se debe al efecto isla de calor, y que este deriva en gran medida de la actividad industrial, de los vehículos a motor, de las calefacciones y aires acondicionados. Es cuestión, pues, de eliminar los vehículos a motor, trabajar menos y pasar a sistemas de climatización pasiva. Sabemos que una zona arbolada puede llegar a estar diez grados más fresca que antes de que hubiera árboles. Plantemos árboles, entonces. Sabemos, también, que las personas mayores y las más pequeñas son las más vulnerables a los estragos del clima cambiante. Construyamos y diseñemos poniéndolos en el centro y no dejándolos a un lado. Sabemos que todo esto costará dinero, pero también sabemos quién se ha enriquecido a costa de los que más sufrirán el caos climático.
Pero hay otra noticia mejor aun: las medidas necesarias para hacer nuestras ciudades y pueblos más frescos y vivibles son, en gran medida, coincidentes con las que tendremos que llevar a cabo para eliminar las emisiones de gases de efecto invernadero. En una encrucijada histórica, en un contexto de descomposición de los viejos órdenes en el que todo parece amenazante, podemos permitirnos el lujo de tener algunas certezas, aunque sea en algo tan modesto en apariencia -pero tan importante, en el fondo- como qué calles queremos habitar. Es un principio.
Sabemos que viene un largo verano. Trabajemos para que sople un poco de brisa.
Notas:
2. https://www.miteco.gob.es/es/prensa/190326documentotecnicoopendataclimatico_tcm30-489685.pdf
3. https://www.publico.es/ciencias/salud-noches-tropicales-aumentan-mortalidad-barcelona.html
4. https://link.springer.com/article/10.1007/s00484-017-1416-z
5. https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0013935119301215
Antonio Castaño Tierno. Colectivo Contra el diluvio (http://contraeldiluvio.es)