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El pataleo de Uribe en la “Semana de Pasión”

El lavado de cara de Santos

Fuentes: Rebelión

Hace 5 meses pronosticamos que «Santos sacrificaría a Uribe». Ya lo hizo. El «¡no moleste!» es la confirmación de una decisión ya asumida. «Sacrificarlo» no significa llevarlo a la cárcel. ¡Qué más quisiéramos! Es desecharlo como actor político. Ya cumplió su papel y no lo necesitan. Hizo el trabajo sucio y ahora debe convertirse en […]

Hace 5 meses pronosticamos que «Santos sacrificaría a Uribe». Ya lo hizo. El «¡no moleste!» es la confirmación de una decisión ya asumida.

«Sacrificarlo» no significa llevarlo a la cárcel. ¡Qué más quisiéramos! Es desecharlo como actor político. Ya cumplió su papel y no lo necesitan. Hizo el trabajo sucio y ahora debe convertirse en un «buen profesor», según consejo de Santos. Después podrán volver a utilizarlo como hacen los sectores más reaccionarios del Perú con Keiko, hija y alter ego de Fujimori. Ollanta Humala los tiene asustados.

Decíamos entonces que si Uribe retaba a sus patronos oligárquicos e imperiales, ellos no dudarían en inmolarlo. Están encarcelando a sus compinches menores (funcionarios del DAS y de AIS) y lo harán con sus cómplices mayores si así lo requieren. Samuel Moreno y los Nule hacían parte de ese negocio. Son mensajes a Uribe para que baje el tono.

Uribe no puede hacer más que mostrar solidaridad con sus compadres y ex-funcionarios. Patalea y sigue «trinando» para mantener su «aura» política. Es una de sus cartas de negociación aunque seguro tiene «sus guardados» para situaciones más críticas y tensas. No sabemos si sus subalternos en desgracia aguantarán o si alguno finalmente revelará lo que todos saben: que Uribe ordenó y estaba al tanto de todos los crímenes.

 ¿Por qué sacrifican a Uribe?  

No es un problema menor ni sólo de política interna. Hace parte de la política imperial global que tiene nuevas prioridades. Bush y Uribe son «periódicos de ayer». El gobierno de los EE.UU. – sobre la marcha – viene diseñando nuevas estrategias para contener su decadencia. Además, afronta con sus socios la profunda crisis del sistema capitalista, la grave situación fiscal de los gobiernos europeos y de sus propios Estados federados, el estallido de las revoluciones democráticas árabes y la rebelión nacionalista en su propio patio trasero (América Latina).

Esa «nueva» política ha sido denominada «alianza entre iguales». Está dirigida a cooptar el «neo-desarrollismo latinoamericano» [1] reconociendo el fracaso «parcial» del paquete neoliberal. Su objetivo inmediato es restablecer y fortalecer sus relaciones con las burguesías del Mercosur (Brasil y Argentina), neutralizar la influencia «bolivariana» de Venezuela y garantizar condiciones en toda la región para la inversión intensiva de capital transnacional en energía (petróleo, agro-combustibles), minería, biodiversidad e infraestructura turística. A la sombra de esa política preparan «intervenciones armadas humanitarias» y «transiciones democráticas» como las que actualmente ejecutan en el mundo árabe.

Para impulsarla necesitan «movimientos progresistas». Hacen grandes esfuerzos para que la «línea Lula» se modere todavía más. No tiene nada de raro que acepten la nueva versión «progresista» de Humala en el Perú y que aspiren a convertir a Santos en el reemplazo continental del ex-presidente brasileño. El «nuevo mejor amigo del presidente Chávez» ha demostrado ser capaz de liderar la versión burguesa de una especie de «populismo neo-desarrollista» subordinado al imperio norteamericano. El Banco Mundial y el FMI trabajan con intensidad en esas variantes teóricas y conceptuales. Colombia es terreno de experimentación.

Legitimar la recolonización territorial en Colombia

En el caso colombiano requerían un estadista con buenos modales. Santos ya encabeza el bloque México-Colombia-Perú-Chile. Será el Caballo de Troya en UNASUR. Por ello el lavado de cara al presidente neogranadino va un poco más allá de lo cosmético. El énfasis en la protección de los DD.HH., la lucha contra la corrupción, la protección de los derechos laborales de los trabajadores y demás «pastillas narcotizantes», son fórmulas para legitimar el liderazgo de Santos a nivel nacional y regional. Y lo han hecho con prontitud y oportunidad.

La política de reparación de víctimas y de restitución de tierras les viene como anillo al dedo. Tratan de posicionar un «nuevo» modelo de recolonización territorial. [2] Se profundiza la reprimarización de la economía con grandes inversiones en minería, agro-combustibles y otros productos tropicales, servicios ambientales y ecoturismo globalizado. Se le añaden «ingredientes sociales». Se devolverán tierras a los campesinos desplazados con paquetes tecnológicos y créditos amarrados a programas capitalistas transnacionales. Serán proyectos puntuales de «economía campesina» asociada a los encadenamientos productivos internacionales. Todo se adobará con pequeñas inversiones en vivienda y servicios públicos que servirán de publicidad a la política de la «cohesión social».

Mientras tanto el desempleo crece en Colombia y la pobreza se acrecienta. Es el talón de Aquiles del capitalismo «senil». Santos prometió prosperidad con base en «más trabajo» y no podrá cumplir. Nuevos sectores sociales están reclamando nuestra atención. Los profesionales proletarizados, los trabajadores «informalizados», moto-taxistas, vendedores ambulantes, micro y mini-empresarios, desempleados, están a la espera de nuestra orientación y aporte organizativo.

Necesidad de nuevos enfoques en el campo de los revolucionarios

Tres lecciones están dejando las revoluciones árabes. Una, la crisis de la teoría y práctica anti-imperialista de carácter nacionalista estrecho. Dos, la aparición – todavía incipiente pero muy alentadora – del proletariado «informalizado» que fue el factor dinamizador en la lucha por democracia política y el derrocamiento de los gobiernos autocráticos. Y la tercera, la necesidad de una organización internacional de los trabajadores que contribuya a transformar las revoluciones políticas -que están en desarrollo-, en revoluciones sociales anti-capitalistas.

En el caso de América Latina, las burguesías «nacionales» han demostrado su total lacayismo. Su subordinación al imperio está más que demostrada. Sólo los trabajadores – si se constituyen en fuerza política independiente – estarán en capacidad de jalonar a los pequeños y medianos productores rurales y urbanos hacia una política de soberanía nacional y de integración latinoamericana íntimamente ligada a propuestas anti-capitalistas de carácter internacionalista.

Los esfuerzos de los gobiernos del ALBA (Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia) han mostrado limitantes estructurales. La economía dependiente de la exportación de recursos energéticos y de materias primas que heredamos de los gobiernos neoliberales nos hace tremendamente vulnerables. Brasil y Argentina, a pesar de su positivo desempeño económico reproducen el modelo agro-exportador. Ecuador se apoya en China pero se ve obligado a profundizar el modelo «extractivista», situación que en Bolivia enfrenta al gobierno con las comunidades indígenas y la población en general.

Ante esas nuevas realidades los revolucionarios y movimientos sociales de Colombia y de América Latina debemos revisar nuestra política. Frente a un «neo-desarrollismo» subordinado a los intereses imperiales debemos impulsar propuestas de verdadera integración regional latinoamericana que nos permitan romper con el modelo de producción capitalista globalizado que nos degrada, debilita y somete cada vez más.

Se requiere como mínimo una estrategia continental de los pueblos y de los trabajadores para enfrentar la política imperial que ha logrado tomar un segundo aire gracias a nuestras debilidades económicas estructurales y a nuestros vacios teórico-políticos. La tarea no se la podemos dejar exclusivamente a los presidentes nacionalistas. Es hora del relevo a cargo de los movimientos sociales y de las organizaciones políticas de los trabajadores y los pueblos.

NOTAS DEL AUTOR:

[1] El desarrollismo fue una política económica iniciada por los gobiernos nacionalistas de Perón, Vargas y Cárdenas. Técnicamente fue puesta en marcha durante el Gobierno de Arturo Frondizi en Argentina (1958 – 1962). Poco después – a través de la CEPAL – fue asimilada por los EE.UU. y convertida en la política de sustitución parcial de importaciones y aplicada en toda Latinoamérica. En la actualidad se impulsa un nuevo desarrollismo desde diversas corrientes ideológicas y con diferentes prioridades.

[2] Aurelio Suárez Montoya. Fase superior del «modelo malayo» colonialista: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=126628

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.