Quienes, como el actual presidente de la república, amenazaron con perseguirlo por sus responsabilidad en graves violaciones a los derechos humanos de miles de personas, no tuvieron reparo ni pudor en cambiarse de chaqueta: ahora Piñera es el epítome de la corrección republicana.
¿Queda claro que la muerte trágica del expresidente Piñera será aprovechada como una ocasión de lujo para el relanzamiento de la ultraderecha?
Es notable la masiva y profunda operación de lavado de imagen del sector político que más sufrimiento, castigo, explotación y muerte ha generado entre los más desposeídos de nuestra castigada tierra.
Los poderosos lo saben: la historia es según el que la escribe.
Y, ni cortos ni perezosos, han coordinado el mensaje, afinado el discurso y dispuesto a sus máquinas de hacer mentiras, también llamados medios de comunicación, para, al unísono, aprovechar el luctuoso suceso.
Lo estratégico es instalar un paradigma que les permita generar las condiciones con vistas a todas las elecciones que vendrán para reafirmar el sistema mientras la carcoma de la corrupción le roe sus cimientos.
En adelante, será la figura de Sebastián Piñera la que ocupe los altares y defina el tono de la estrategia, aparezca en los afiches y en las estampitas y lo que se haga llevará su impronta rediseñada luego de su deceso. Las negociaciones de lo que sea, serán a partir de ahora en el espíritu del expresidente. Negarse a acuerdos y resistirse a allanarse a lo que le siga imponiendo la ultraderecha, será traicionar es espíritu magnánimo y puro que emana de su muerte.
Jaime Guzmán ya será historia y se habrá completado el silencioso descuelgue de la ultraderecha con la dictadura por la vía de reemplazar al autor intelectual del golpe y la matanza, con la republicana figura del malogrado expresidente.
Este relanzamiento ofrecerá a la izquierda neoliberalizada un mejor margen para profundizar la amistad cívica luego que la más parada de las ministras comunistas hiciera emotivo y recogida guardia de honor a quien, hasta hace no mucho, se le acusaba de graves delitos y de violaciones a los derechos humanos de miles de personas.
Así es posible considerar la desaparición del millonario político como un momento de inflexión que podría definir el horizonte político próximo.
Vale la pena tener en cuenta que el punto de partida que define nuestro país hasta este día en que vivimos, tiene su origen un martes de cielo nublado, con Hawker Hunter y sin dios.
La traición criminal, el odio de clases, el miedo a perder sus privilegios, la codicia, la posibilidad de que los perdedores de toda la historia tuvieran la opción de tomar en sus manos un futuro de justicia, humanidad y esperanza, pasó a llamarse con la intercesión de los conversos, traidores y vacilantes, quiebre democrático.
Para la cultura neoliberal, la ultraderecha y la izquierda neoliberalizada, no fue un golpe de Estado traidor, homicida, cruel y sobre todo cobarde. Fue un quiebre democrático propiciado por Salvador Allende y la Unidad Popular.
Han pasado cincuenta años de ese momento en que la traición logró imponerse y, más trágico aún, legitimarse en ese lapso. Sin prisa, pero sin pausa, la derecha golpista logró instalarse como lo más democrático que puede haber hasta donde alcanza la mirada.
Este es el más importante triunfo estratégico de los poderosos de la historia nacional el que ahora da un importante paso más con el cambio de paradigma: Piñera por Guzmán.
Se comenzó a instalar la idea del legado del expresidente al cual concurren incluso quienes poco antes le adjudicaban los rasgos típicos del ganador a toda costa, manipulador y vivo, capaz de pasar por encima de quien le estorbe para sus negocios.
Quienes, como el actual presidente de la república, amenazaron con perseguirlo por sus responsabilidad en graves violaciones a los derechos humanos de miles de personas, no tuvieron reparo ni pudor en cambiarse de chaqueta: ahora Piñera es el epítome de la corrección republicana.
En la operación de lavado de cara de la ultraderecha estaría considerado que el autor intelectual de la dictadura ya no sirve como referencia ni como legado.
Jaime Guzmán y su aroma a incienso y a gente muerta, pasó de moda. Lo que se viene es el olor del dinero.