El desastre ocurrió el 5 de noviembre, en el municipio de Mariana, estado de Minas Gerais. Causado la muerte de 11 trabajadores, 12 desaparecidos y miles de desamparados. Más de 250 mil habitantes de la zona vieron suspendido el suministro de agua potable, como resultado de la cantidad de barro y de la presencia de […]
El desastre ocurrió el 5 de noviembre, en el municipio de Mariana, estado de Minas Gerais. Causado la muerte de 11 trabajadores, 12 desaparecidos y miles de desamparados. Más de 250 mil habitantes de la zona vieron suspendido el suministro de agua potable, como resultado de la cantidad de barro y de la presencia de metales como arsenio, cadmio, plomo, cromo, níquel, cobre y mercurio por sobre el límite legalmente permitido. La catástrofe ecológica y social, la mayor en la historia de Brasil, fue consecuencia de la ruptura de un dique que contenía 62 millones de metros cúbicos en depósitos de agua y de residuos minerales, propiedad de la empresa Samarco. El lodo tóxico llegó al océano Atlántico después de recorrer 650 kilómetros, destruyendo la vida a las orillas del Rio Doce, llegó a la playa de Regencia, en el estado de Espírito Santo, una importante área de corales. El artículo que reproducimos critica el modelo de desarrollo basado en la «asociación público-privada». Denuncia los impactos depredadores sobre las condiciones de vida de los trabajadores y el medioambiente. Y propone discutir proyectos de desarrollo más allá de la acumulación capitalista. (Redacción de Correspondencia de Prensa]
La idea de sustentabilidad defendida en los discursos propagandistas de las grandes empresas productivas y mediáticas, cae por tierra cuando las catástrofe, nada naturales, ocurren. El caso de la ruptura de la represa en Marina expone:
1. La vulnerabilidad de un grupo expresivo de trabajadores, que viven o de la venta de su fuerza de trabajo o de la condiciones de «autogestores» de su sobrevivencia, como de las poblaciones ribereñas, en tiempos de acentuación de la precarización del trabajo;
2. La participación orgánica de las esferas públicas en asociación directa con los grandes capitales, tanto en la propuesta como en la ejecución de las políticas de desarrollo;
3. La necesidad, del capital, de participación conjunta entre esferas públicas y privadas para la resolución de situación como estas. En el momento de la catástrofe, el discurso del Estado mínimo no existe y apuntan como natural algo producido socialmente;
4. Los grandes medios protagonistas de noticias intencionalmente construidas que expresan y refuerzan una conmoción nacional, sin abrir un debate sobre los impactos ambientales y sociales del modelo que busca el lucro sobre la vida;
5) La centralidad puesta en la solidaridad, como única alternativa común próxima de la consigna «uno para todos, todos para uno», en sustitución a las políticas de socorro de las reales víctimas: los trabajadores.
¿Pero cuándo no hay catástrofe y apenas lucro? ¿El lucro pertenece a todos? ¿No pertenece a pocos, frente a muchos «ningunos»?
El desarrollo es una cuestión siempre abierta. Urge ser debatida con profundidad, pues expone, en momentos de dramas como las catástrofes sociales, la historia de las malezas del subdesarrollo. La catástrofe alcanza varios sujetos y coloca en la agenda del día la discusión sobre lo que se tiene y lo que se quiere. Pero se hace fuera de una perspectiva de clase, pues, aunque sean muchos los afectados, no lo son en la misma magnitud.
El debate sobre el desarrollo presenta problemas históricos que se acentúan a lo largo de los desdoblamientos del capital en Brasil: latifundio, monocultivo, contaminaciones de todo orden, trabajo precarizado, hambre, deuda, desempleo, desigualdad de acceso a las políticas públicas, etc.
La hegemonía de la idea de progreso llevada a cabo en Brasil, desde 1940, manifiesta la actual centralidad del complejo agro-industrial, que exige: la consolidación continua de grandes represas; un sistema logístico que recoge sus mercaderías; las transposiciones de ríos; la ampliación del extractivismo; la remoción de familias de las áreas que entran en la valorización inmobiliaria; la especulación de todo lo que pueda tornarse en mercadería, entre otros efectos del capital financiero en los territorios.
En los megaproyectos, el gran capital no se preocupa con las múltiples poluciones de la naturaleza, sumadas a la acentuación de la súper-explotación de la fuerza de trabajo.
Para el capital, el desarrollo narra su moral consolidada de forma objetiva: el lucro. Luego, su único temor es la baja del lucro. Su único proyecto es la ampliación del lucro. A cualquier costo, desde que sea calculado por ellos y fiscalizado por el Estado, socio manifiesto en el funcionamiento de las compañías. En caso que algo se salga del camino, el prejuicio se comparte entre todos, de forma coimera.
La tragedia, cuyas fisuras fueron abiertas en Mariana y se propagan a otras regiones de Minas Gerais y Espírito Santo, es un ejemplo real del sentido que la burguesía da al desarrollo. Esos pocos gigantes, aunque momentáneamente afectados en el bolsillo, no corren riesgos de vida en esa catástrofe. Pues, el capital acumulado a lo largo de la historia, a costa de sangre y sudor de los trabajadores y de la extracción de los recursos naturales, les permite que ellos recuperen en poco tiempo la pérdida económica generada por su propia negligencia.
En el caso de los trabajadores afectados por tales catástrofes ¿quién garante sus vidas? ¿Cómo se recuperan de un daño de esa dimensión?
El gobierno Federal modificó legalmente un artículo para poder incluir la catástrofe social como proceso natural. Con eso, permite a los trabajadores acceder al FGTS (1) Fondo de Garantía del Tiempo de Servicio para la reconstrucción de su casas. ¿Pero ese es el único camino viable? ¿Incluso legal, es justo? No se explicita la forma en que el gobierno debe pagar las cuentas de una catástrofe social como esta, cuyos protagonistas son evidentes?. ¿Todos sufren los mismo riesgos? ¿Quién paga la cuenta, por detrás del cuento de la solidaridad?
El debate sobre el desarrollo exige explicitar las cosas como ellas de hecho son: proceso desigual y combinado, anclado en una estructura de cosificación de la fuerza de trabajo y de la naturaleza. En el progreso o en las crisis, los dueños del capital manifiestan la ecuación social sobre quién paga la cuenta del progreso, en la opulencia depredadora de pocos gigantes propietarios privados.
En tiempos de ideas posmodernas, la catástrofe social e histórica en el lodo del desarrollo, nos exige parar de discutir sobre lo menos malo y volver a pensar sobre lo inédito, necesario y viable proceso de reconstrucción de otros proyectos de desarrollo más allá del capital. La relación entre los seres humanos, demás seres vivos y naturaleza en este modelo de desarrollo no es sustentable y nunca los será. Sus bases están enraizadas en la sangría de los cuerpos y en el veneno de la tierra.
La catástrofe de Mariana, narra, la loca corrida por la ampliación de los lucros por el capital financiero monopolista que compone la Vale (2) , el terror del desarrollo capitalista desmedido, que utiliza la naturaleza y el ser humano como objetos para la producción de riqueza en la forma de propiedad privada de pocos.
Es lamentable que en tiempos de crisis, en la defensa del ideal, algunos no sean capaces de exponer y tomar partido sobre las reales condiciones de vida del pueblo en una sociedad como esta. Sin tomar partido, sin diferenciar un proceso de otro, el tema concreto gana valores morales y las ideas, en vez de ser debatidas como proyectos societarios de disputa de poder, se transforman en caminos colectivos de socorros comunes.
Pero no hay igualdad posible en una sociedad que ancla en la desigualdad. Ni libertad concreta cuando los mecanismos de esclavitud significan la obtención de ingresos mínimos para consumos innecesarios máximos. Frente a la catástrofe, se abre un debate sobre la política, la naturaleza del modelo de desarrollo y la posibilidad de porvenir.
Notas de Correspondencia de Prensa
1) Fondo de Garantía del Tiempo de Servicios (FGTS).
2) Vale S.A. conocida como Vale do Rio Doce, empresa multinacional brasileña fundada en 1942 con sede en Río de Janeiro. Opera en los sectores de minería, logística, energía siderúrgica y petróleo. Es la segunda compañía minera más grande del mundo, la mayor productora mundial de hierro y segunda en Niquel. En el sector de la energía eléctrica, la compañía participa en «consorcios» y actualmente opera diversas plantas hidroeléctricas. La compañía cotiza en las principales bolsas de valores del mundo.
Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa