El pasado 16 de octubre fue lanzado en São Paulo el libro colectivo «Cuba no século XXI: dilemas da revolução» (Cuba en el siglo XXI: dilemas de la revolución). El lanzamiento contó con la presencia de Frei Betto y de Nélida Hernández Carmona, Cónsul General de Cuba en la capital paulista. El volumen organizado por […]
El pasado 16 de octubre fue lanzado en São Paulo el libro colectivo «Cuba no século XXI: dilemas da revolução» (Cuba en el siglo XXI: dilemas de la revolución). El lanzamiento contó con la presencia de Frei Betto y de Nélida Hernández Carmona, Cónsul General de Cuba en la capital paulista. El volumen organizado por mí, el historiador Fabio Luis Barbosa dos Santos y la economista Fabiana Rita Dessotti, fue el resultado de una investigación colectiva, con la participación de más de 30 estudiantes y profesores de seis universidades públicas brasileiras, de los cursos de Relaciones Internacionales, Historia y Economía[1]. El libro es fruto de la tercera edición del proyecto Realidad Latinoamericana, que tuvo lugar en 2016, dedicado a estudiar la realidad cubana, después de viajes anteriores a Colombia y Venezuela (2014) y Perú y Bolivia (2015).
Entre marzo y noviembre de 2016 nos reunimos en el Memorial de América Latina en São Paulo, para clases y discusiones sobre Cuba. Examinamos las especificidades de su formación colonial, el neocolonialismo resultante de la relación con Estados Unidos y, por supuesto, las condiciones históricas y fuerzas sociales que impulsaron la revolución de 1959. Estudiamos también los dilemas de la transición al socialismo en un contexto periférico y dependiente, la ambivalencia de las relaciones con la URSS y la profunda crisis económica y social de la década de 1990.
Entre los principales impases históricos de la Revolución, identificamos algunos ejes centrales:
(1) La dificultad que había en cumplir las promesas de bienestar social igualitario sin bases económicas suficientemente desarrolladas para superar la dependencia, generando una tensión entre la importación de bienes de consumo popular o de bienes de capital para la diversificación productiva. Esa dificultad se expresó en la naturaleza de las relaciones establecidas con la URSS, que viabilizó una abundancia relativa en las décadas de 1970 y 1980, al mismo tiempo que hizo que se perpetuara una inserción económica dependiente, cuyos efectos más duros fueron sentidos a partir de 1990.
(2) La contradicción entre la ultra-centralización estatal bajo amenaza de invasión externa y la necesidad de algún grado de descentralización para la distribución del poder político y la construcción de una democracia socialista.
(3) La permanencia de prácticas patriarcales, racistas y homofóbicas en el interior de la Revolución y el lugar estratégico de la cultura y de los valores en la construcción del socialismo y del «hombre y mujer nuevos».
Considerando tales disyuntivas, el grupo conformó una agenda colectiva de investigación del presente, amparada por una pregunta-eje: ¿cuáles son los riesgos de una restauración capitalista en Cuba en el siglo XXI? Más concretamente, ¿cuáles serían las consecuencias de la llamada «actualización» del modelo económico, contenida en los Lineamientos aprobados por los delegados del VI Congreso, en abril de 2011? ¿Cómo afectan la vida social cubana? ¿Con cuál intensidad se estaban ampliando las desigualdades? ¿Cómo se expande el rol del dinero en la diferenciación del acceso a derechos?
Lo que pretendíamos no era encontrar formulaciones rápidas y confortables para nuestras inquietudes. Al contrario, buscábamos explorar la Revolución «desde adentro»: el debate cubano actual, sus grupos de interés, sus argumentos y sus determinaciones históricas y geopolíticas. Por mi parte, esa búsqueda tenía que ver con una investigación política sobre los caminos de la revolución latinoamericana. Justamente por ser la nación que más se acercó a algunas de las utopías del siglo XX y las sostuvo hasta cierto punto, me pareció que los engaños y sinuosidades de su decurso pudieran servir como preciosa fuente de aprendizaje. Fue Cuba quien más caminó vereda adentro, «con un ojo en el camino y otro en el porvenir», como canta Silvio Rodríguez, y quien se encuentra siempre desafiada con su «mirada extraviada entre el estar y el ir». Los dilemas de la Revolución cubana nos enseñan lecciones sobre los obstáculos a otras revoluciones posibles.
Llegamos a Cuba pocos días después del fallecimiento de Fidel Castro, el 3 de diciembre de 2016. En un pequeño televisor en blanco y negro de la sala de entrada del Centro Martin Luther King (CMLK), en Marianao, pudimos mirar el monumental homenaje fúnebre en Santiago, con la presencia del expresidente Lula y de otros líderes de la izquierda mundial. Era un momento conmovedor para todo el pueblo cubano y lo pudimos sentir. Recibidos por el maravilloso equipo del CMLK, a quienes mucho agradecemos, conversamos con más de 30 cubanos de distintas áreas e instituciones: dirigentes políticos, ex guerrilleros, expertos universitarios, ex ministros, científicos, editores, campesinos, militantes de distintos sectores sociales[2]. Visitamos la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), el Centro de Inmunología Molecular (CIM), el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), la Casa de las Américas, y otros puntos e instituciones de La Habana. Viajamos a Pinar del Río, donde nos hospedamos en una iglesia pentecostal en Puerto Esperanza, visitamos un policlínico y el proyecto Comunitario La Camorra. Cerca de Viñales, fuimos a una Cooperativa de Créditos y Servicios y a dos fincas tabacaleras.
El viaje nos fue indicando las preguntas que debíamos reformular, las que podíamos contestar parcialmente y las que se hacían turbias e impenetrables. Al volver a Brasil, el grupo produjo dos seminarios abiertos, una exposición de fotografías y el mencionado libro. Con él, pretendemos alcanzar a un público mayor que el tradicional lector académico. Sin perder el rigor, buscamos comunicarnos con las dudas de sectores más amplios de la sociedad brasilera sobre la Revolución cubana. Por eso, los 22 capítulos nunca sobrepasan las diez páginas y sus títulos son preguntas, tales como: ¿Qué es la Revolución hoy? ¿Cuba es una democracia? ¿Los cubanos quieren salir de Cuba? ¿Existe censura? ¿Cómo la juventud se relaciona con la Revolución? ¿Por qué la Revolución no cayó? ¿Existe desempleo? ¿Los cubanos son pobres? ¿Cuba es desarrollada? ¿Por qué tiene dos monedas? ¿Los derechos sociales están en riesgo? ¿El emprendimiento está creciendo? ¿Cuáles son las reglas para el capital extranjero? Entre otras.
El libro no tiene intención de responder tales preguntas de manera completa, lo que sería imposible, explicitamos que nuestro objetivo es contribuir con la profundización del actual debate brasilero sobre Cuba, ofreciendo informaciones e interpretaciones sacadas de nuestra inmersión colectiva. Pretendíamos, en fin, ir más allá de la polarización simplificadora sobre la Isla que predomina en el sentido común, entre una derecha rabiosa y una izquierda acrítica.
Cuba como metáfora
Desde 1959, Cuba se hizo un parte-aguas de las luchas políticas de sus países hermanos y fue el ingrediente más importante de la Guerra Fría en América Latina. Los choques que provoca en el debate público no son para nada un fenómeno nuevo en Brasil. Sin embargo, en los últimos años, la polarización ideológica se exasperó y expandió por la sociedad brasilera, reponiendo a Cuba en evidencia como arena de confrontaciones.
Un ejemplo fue el caso de los sectores de las élites médicas de Brasil que se encolerizaron con los médicos cubanos que vinieron asistir -como parte del Programa Más Médicos, iniciado en 2013- a decenas de miles de ciudadanos pobres en lugares donde los mismos doctores brasileros no querían estar. Un acierto del gobierno del Partido de los Trabajadores, aunque insuficiente. Por actuar en la medicina como si esta fuera un privilegio de clase y no una ciencia para la salud pública, la corporación médica brasilera atacó a los médicos cubanos, mucho más que a los profesionales de otras nacionalidades. Les molestaba que parte de la remuneración del convenio fuera directamente al gobierno cubano, lo que los hacía denunciar que el PT estaría entregando «nuestro dinero» a la «tiranía de los Castro». Sin embargo, la población brasilera desasistida encontró mucha competencia y humanidad en la atención de los cubanos, el programa fue evaluado positivamente y los insatisfechos fueron derrotados.
En ese ambiente, impregnados de odio ideológico y corporativismo, brasileros derechistas resolvieron gritar a las personas con quienes encontraban divergencias sobre la política nacional: «¡vaya para Cuba!». Tal exclamación, generalmente descontextualizada y bestializada, parecía revelar el deseo reprimido de exiliar la izquierda. Al mismo tiempo, en ella vendría embutida la tesis de que en la Isla se pasan privaciones tan tremendas que los izquierdistas de Brasil ni las soportarían, ni las sabrían justificar -y así se vencía cualquier discusión. Es decir, tales palabras expresaban también un sentimiento apologético de las libertades de consumo[3]. Paradójicamente, a esos mismos les molestaba la ampliación del acceso de los brasileros pobres a bienes de consumo.
Como ocurrió en otras partes, en la última década Brasil vivió una renovación de la bravata anticomunista, mezclada con la explicitación de manifestaciones racistas, misóginas, homofóbicas y la apología a la censura. Ese nuevo conservadorismo reencontró un particular gozo en el acto de «odiar a Cuba», quizá abriéndose el flujo para una aversión de clase represada.
Cuba es una metáfora. Fue repuesta al centro de las contiendas brasileras conforme se incrementaba la agresividad de la polarización política. El odio a Cuba se desparramó por las manifestaciones de la clase media blanca que sustentaron el golpe de 2016 contra Dilma Rousseff. En las calles desfilaron carteles «vaya para Cuba» y «abajo el Foro de Sao Paulo». Desde las izquierdas, obviamente se produjo una respuesta en defensa de la Revolución en distintos espacios y variados sectores. Lo que también hizo evidente el cada vez más inocultable alejamiento entre la dimensión simbólica de la lucha ideológica y la real politik del pacto conservador-extractivista[4], conducido por el PT durante 13 años de gobierno.
Me parece importante reflexionar sobre por qué Cuba sigue siendo una metáfora política tan potente en Brasil, en un contexto en que el imaginario sobre alternativas revolucionarias se encuentra tan empobrecido. Hace tiempo vivimos un desplazamiento entre la dimensión simbólica y la real politik de izquierda. Muchos de los más sinceros defensores de la revolución cubana, son también los que justifican como inevitables los procedimientos del «reformismo débil»[5] y las alianzas programáticas tejidas por PT con las clases dominantes, todo lo contrario de lo que nos enseña Cuba sobre grados de enfrentamiento y velocidad del cambio estructural.
Pienso que lo insuperable de la «metáfora Cuba» en Brasil sería, por un lado, el enojo que sienten los conservadores sobre su sobrevivencia y sus innegables conquistas. Y por otro, la dificultad que sentimos las izquierdas para reflexionar sobre nuestros propios límites a la luz de lo que podemos aprender con la historia y el presente de la Revolución cubana. Al adorarla como a un tótem puro y distante, evitando preguntas difíciles y contradicciones, las izquierdas que administraron el pacto conservador en Brasil también crean procedimientos de auto-expiación y obstrucción de la autocrítica[6].
Más allá de los defensores y los detractores de la «metáfora Cuba», hay una significativa mayoría de brasileros que tiene dudas, preguntas, sospechas. Son muchos sin suficiente información o interés para posicionarse, que oscilan entre una vaga simpatía y una adhesión mecánica a estereotipos anti-cubanos difundidos por los medios. También con esas personas quiere dialogar el libro «Cuba no século XXI: dilemas da revolução».
En búsqueda de las revoluciones posibles
La propuesta de hacer un análisis estructural de los problemas coyunturales no es fortuita. Se trata de una opción metodológica que se acopla a un debate político central de nuestro tiempo, respecto a las opciones y estrategias del ciclo de gobiernos progresistas en América Latina.
En el caso brasilero, importantes sectores de las izquierdas todavía creen en la posibilidad de cambios lentos, administrados y conciliados con fracciones de la clase dominante. Para estos, la apuesta «Lula 2018» está plena de sentido. No obstante, la posibilidad de resolver temporalmente algunos problemas del pueblo brasilero en el marco del capitalismo extractivista siempre estuvo sometida a determinaciones estructurales y contingencias externas. La ilusión de que el capitalismo nacional había conquistado más soberanía y auto-determinación se difundió, entre 2003 y 2013, sobre la base de premisas «coyunturalistas» y efímeras. Sin embargo, desde una mirada histórico-estructural, la panacea lulista no pasa de un relámpago dentro de la tormenta de la reversión neocolonial, que nos atropella a todos los latinoamericanos[7].
Pienso que discutir el carácter estructural de las transformaciones revolucionarias cubanas nos ayuda a reponer, en el debate político brasilero, la dimensión más profunda de la ruptura necesaria para desarmar los privilegios de clase, raza y género en Brasil. En otras palabras, en la «metáfora Cuba» puede abrirse más espacio para la reinvención militante del horizonte de la revolución brasilera. El PT, en el marco del pacto conservador, pudo aliviar algunos dolores e injusticias con paliativos social-liberales, al tiempo en que fortalecía la dependencia externa y alimentaba la vieja ideología de la modernización extractivista. Ahora que se hicieron más visibles los límites estructurales de esta estrategia, es tiempo de vislumbrar nuevos caminos para buscar nuestras revoluciones posibles.
Ojalá podamos, con este modesto libro en Brasil, participar de la formación política de sus lectores y contribuir con un grano más de arena en la construcción de la identidad entre nuestros pueblos.
Notas
[1] Los participantes están vinculados a la Universidad Federal de São Paulo (UNIFESP), la Universidad de São Paulo (USP), la Universidad Estadual de Campinas (UNICAMP), la Universidad de la Integración Latinoamericana (UNILA), la Universidad Federal do Estado del Rio de Janeiro (UNIRIO) y la Universidad Federal de Roraima (UFRR).
[2] Agradecemos a todos los que nos regalaron su tiempo para el diálogo con esos «brasileros preguntadores»: Fernando Martínez Heredia (Instituto Juan Marinello), Juan Valdés Paz (sociólogo, politólogo, experto agrario y Premio Nacional de Ciencias Sociales), José Luis Rodríguez García (ex Ministro de Economía), Aleyda Guevara (Centro de Estudios Che Guevara), Gladys Hernández (Centro de Investigaciones de la Economia Mundial), Luis Morlote (UNEAC), Joel Suárez, Arial Dacal Díaz y Sandor Álvarez (CMLK), Ernesto Limia Díaz (historiador y abogado, asesor del Ministro de Cultura), Camila Piñero Hanecker (experta en cooperativismo del Centro de Estudios de la Economía Cubana), María del Carmen Barroso (especialista en oncología del Centro de Inmunología Molecular), Víctor Díaz (ELAM), Juan Acosta (Centro de Estudios Hemisferios y de los Estados Unidos), Julio Antonio Fernández Estrada (jurista y ex profesor de la Universidad de La Habana), Rafael Hernández y Raul Garcés (Revista Temas), Jennifer Martínez (FEU), Esteban Morales Domínguez (experto en relaciones raciales del Centro de Estudios sobre Estados Unidos), Rafael Hidalgo y Jorge Arias Díaz (Departamento de Relaciones Internacionales del PCC), Santiago Feliú (OSPAAAL), Iván Hernández (campesino tabacalero de Viñales), Aníbal Barredo y Umberto Palmero (ANAP, CCS Rubén Martínez Villena), entre otros.
[3] La exaltación de la libertad de consumo fue una de las estrategias de comunicación de la bloguera Yoani Sánchez cuando estuvo en Brasil en febrero de 2013. En la ocasión, elogió la rapidez del internet brasilero en su cuenta de Twitter y lamentó: «cada día que pasa y no se le permite el acceso masivo a Internet para los cubanos, la Isla se hunde más en el siglo XX». La activista demostró no saber nada de las «libertades brasileras» que pretendía defender: en aquel año, Brasil tenía un 70% de viviendas sin acceso a internet y 14 millones de analfabetos, más que la población total de Cuba, argumento que registré en: «Internet rápida e 14 milhões de analfabetos» (Viomundo, 2013): http://www.viomundo.com.br/politica/joana-salem-internet-rapida-e-14-milhoes-de-analfabetos.html
[4] La idea de que el PT construyó un «pacto conservador» es prácticamente consensual entre los analistas políticos y militantes de la izquierda brasilera. El término fue consolidado por el politólogo y exvocero del primer gobierno de Lula, André Singer, en su libro: Sentidos do Lulismo: Reforma gradual e pacto conservador (2012). El pacto se expresa en las alianzas tejidas por Lula/PT con partidos conservadores y clases dominantes, especialmente sectores latifundistas y financieros, los cuales controlaron ministerios estratégicos, encontrando significativa representación programática. En 2008, por ejemplo, la base del gobierno de Lula estaba compuesta por 16 partidos, de los cuales solamente 4 podrían considerarse parte del espectro de centro-izquierda (PT, PSB, PDT, PC do B) y los otros 12 eran de centro-derecha. En 2012, 22 partidos compusieron la base del gobierno de Dilma Rousseff, de los cuales 19 apoyaron el golpe que la destituyó y llevó a Michel Temer a la presidencia en 2016.
[5] «Reformismo débil» es un concepto clave del análisis de André Singer (2012).
[6] Para un análisis crítico de la experiencia del Partido de los Trabajadores en el poder, recomiendo la lectura de los libros: Fábio Luis Barbosa dos Santos, Para além do PT: crise da esquerda brasileira em perspectiva latino-americana (2016) y Plínio de Arruda Sampaio Junior, Crônica de uma crise anunciada – crítica à economia política de Lula e Dilma (2017).
[7] Sobre el concepto de «reversión neocolonial», ver Plínio de Arruda Sampaio Jr, Globalização e reversão neocolonial o impasse brasileiro (2007). Disponble en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/hoyos/11Sampaio.pdf
Fuente: http://cubaposible.com/lugar-cuba-actual-debate-politico-brasilero/