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El manifiesto antropófago del imperialismo occidental-estadounidense y la meta-historia golpista de la red TV Globo de Brasil

Fuentes: Rebelión

Traducción del portugués para Rebelión por Luis Carlos Muñoz Sarmiento

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El portugués Pedro Fernandes Sardinha, nacido en Évora en 1496, se convirtió, en 1551, en el primero obispo brasileño. En 1556, fue capturado y, en un ritual antropofágico, devorado por los Caetés [1] , que ignoró sus amenazas de castigo eterno y lo saboreó con alegría, de forma ritual.

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374 años después, el banquete caníbal de los indios Caetés inspiró al poeta y escritor modernista brasileño, Oswald de Andrade (1890-1954), a escribir el «Manifiesto Antropófago» (1928), en el cual se encuentra la proposición de un hambre antropofágica [2] como una especie de conjunto vacío a partir del cual la formación del pueblo brasileño se daría, sin cesar, a partir del rumiar antropofágico de todo lo que la humanidad produjo, en todos los cuadrantes. El [pueblo] brasileño sería, desde este punto de vista, un estómago sin fondo que devoraría a otros pueblos, otras culturas, formándose y deformándose a partir de la interacción caníbal con el mundo exterior.

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Esa interacción caníbal con los otros pueblos, como condición iconoclástica para la híbrida formación multicultural del pueblo brasileño, debería, en el «Manifiesto Antropófago» asumir tres configuraciones simultáneas, a saber: 1) ser pre-adánica; 2) pre-escrita; 3) pre-cabral [3] de la que sea posible deducir que nuestra hambre antropofágica de personas y de cosmos se daría bajo el signo del avance que comúnmente se llama civilizado, histórico, registrado, legalizado, instituido.

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Bajo el punto de vista utópico de Oswald de Andrade, como eternos nuevos bárbaros, deberíamos estar antropofágicamente «contra las historias del hombre que comienzan en el Cabo de Finisterra», partiendo siempre del «mundo no fechado, no firmado, sin Napoleón, sin César», más allá de marcados por la «alegría como prueba de fuego», transformando sin cesar los tabúes en tótem -esto es, las prohibiciones civilizadas en transgresiones adoradas.

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En previsión de las civilizaciones, devoraríamos la historia humana, razón suficiente para ponernos «contra la realidad social vestida y opresora, registrada por Freud», inscribiendo, en cambio, «la realidad sin complejos, sin locura, sin prostitución y sin prisiones del Matriarcado Pindorama», pues «ya teníamos el comunismo» y, por tanto, éramos, antes de la Historia lo que esta, en el mejor de los casos, debería proponerse: ser la historia de los iguales, a través de los iguales, para los iguales, igualmente siempre.

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Con esta digresión antropofágica, con el objetivo de describir el perfil de las oligarquías contemporáneas, este ensayo asume tres premisas. La primera es: para los oprimidos de todos los matices no existe error más atroz que el de suponer que los poderes constituidos o simplemente que las fuerzas de opresión oligárquicas sean o tengan el rostro del pasado. Erramos de forma fatal cuando partimos de la hipótesis de que el perfil oligárquico sea la caricatura de lo que fue en un tiempo anterior. Los poderes dominantes están en el futuro a partir del presente, apropiándose de todos los pasados. El rostro oligárquico no se esboza en el antes o igual en el ahora, sino en el mañana. Es el rostro que colonizó el futuro que deseamos, anticipando lo que podríamos ser si no estuviésemos impedidos por imposiciones oligárquicas.

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Las oligarquías nos roban principalmente el futuro y es así que nos pone en la posición de desearlas, pues, aunque en forma falsa e igual caricatural, encarnan, en el presente, el futuro que seríamos.

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La segunda premisa es: en la actualidad, las oligarquías que dominan el planeta lo hacen de forma antropofágica, devorándonos en tiempo real, mediáticamente, como si fueran anteriores a la historia. Para eso, en términos de Marx, se valen de aquello que las define como clases dominantes de la civilización burguesa: la propiedad de los medios de producción, dilatando los límites de todo lo que puede ser poseído, hasta llegar al mundo actual. A través de las tecnologías de la información [4] , las oligarquías contemporáneas dictan y editan y re-editan sin cesar la historia de los pueblos, devorándolos, masticándolos, culturalmente, económicamente, filosóficamente, étnicamente.

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Es precisamente aquí que las oligarquías tienden a hacerse iguales a sí mismas en todos los países del planeta, tal como propone, aunque en otro contexto, Oswald de Andrade, al inicio del «Manifiesto Antropófago»: «Solo la antropofagia nos une, socialmente, económicamente, filosóficamente», en un contexto en que lo que une, se insiste, es la propiedad de los medios de producción, a partir de o considerando el contrato de posesión de todo lo que sea «medios de producción» filosóficos, sociológicos, económicos.

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Tal como hoy se habla en metadatos, para referirse a los usos que el Gobierno gringo ha hecho de las comunicaciones electrónicas de todos los humanos, seleccionándolas y clasificándolas, de conformidad con sus rasgos inherentes, su contenido intrínseco, lo que une a las oligarquías contemporáneas es la propiedad privada de los medios de producción de la historia, a través de la selección, clasificación y orquestación planetaria de la meta-historia de la humanidad o, por otro lado, de la transformación de la historia humana en meta-historia.

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No obstante la actualidad de la y en la propuesta antropofágica de Oswald de Andrade, como proyecto utópico para los oprimidos del mundo, un buen ejemplo para describir la propiedad oligárquica de los medios de producción de la historia humana, transformándola en meta-historia, puede ser señalado a partir de un error de previsión del futuro inscrito en el siguiente fragmento del «Manifiesto Antropófago»: «Lo que atropellaba la verdad era la ropa, el impermeable entre el mundo interior y el mundo exterior. La reacción contra el hombre vestido. El cine gringo informará».

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Este error de previsión del futuro de Oswald de Andrade es más común de lo que parece y deriva de nuestro deseo de ser como el oligarca, el colonizador del futuro -deseo que tiende a hacernos asociar el poder, en su aspecto opresor, al pasado, exaltando, ignorando o deseando a su manifestación o actualización opresiva en el presente.

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La civilización burguesa (y raramente nos detenemos en esto como deberíamos) se define por la línea ininterrumpida del progreso, razón por la cual ella es movimiento y vive del movimiento. En los comienzos, fue portuguesa, expandiéndose; enseguida, para ampliarse más, fue española; en un breve lapso, fue francesa, para, enseguida, volverse inglesa, centralidad superada por la posición imperialista estadounidense, inglesa y a la vez no inglesa, occidental y a la vez no occidental.

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Al interior de la civilización burguesa, por lo tanto, tendemos a confundir al opresor con lo que él fue en un pasado próximo o distante, dejando impune su configuración ideológica/tecnológica en el presente. Lo que marcó el equívoco anticipatorio de Oswald de Andrade tiene relación con un desplazamiento geopolítico que ocurrió o comenzó a ocurrir en serio en el cambio del siglo XIX para el XX, época que presenció un lento (o vertiginoso, según el punto de vista) declive de Europa, principalmente de Inglaterra, como centro sísmico del imperialismo occidental y la emergencia de los Estados Unidos como el nuevo Señor de los Anillos de la expansión patentada de la civilización burguesa sobre los pueblos, sus economías y sus culturas.

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Este cambio geopolítico de Europa a los Estados Unidos, en el final del siglo XIX para los comienzos del XX, hace parte del movimiento ininterrumpido de la civilización burguesa, que cambia todo para no cambiar nada [5] . Pero, de cualquier manera, ese fue el cambio más importante en la geopolítica de la civilización burguesa hasta entonces.

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Como muchas veces señaló Marx, el capitalismo constituye un sistema que tiende a «eternizarse» en contra de los límites impuestos por los pueblos y por los recursos naturales del planeta, teniendo una plasticidad fabulosa para expandirse y ratificarse precisamente en la adversidad. El desplazamiento geopolítico hace parte, por lo tanto, de su DNA de supervivencia. El efecto más probable de estos desplazamientos es la relación que los pueblos oprimidos de la civilización burguesa establecen con el decadente centro oligárquico o de comando del sistema, así como con el nuevo centro expansivo, a saber: venera esto y odia eso.

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Deriva de ahí, por lo tanto, el error de previsión del futuro, de Oswald de Andrade, lo que inevitablemente afectó a su propuesta antropofágica, incluso en lo que dice respecto al futuro de su apropiación, sea en el Cinema Novo brasileño, sea en el movimiento musical conocido como Tropicalismo. Ya en 1928, deberíamos devorar a los nuevos bárbaros de la civilización burguesa: los Estados Unidos, el nuevo centro del imperialismo occidental.  

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Ocupando el papel de los nuevos bárbaros de la civilización burguesa, los Estados Unidos hicieron y hacen precisamente lo que se inscribe en la propuesta antropofágica de Oswald de Andrade, a saber: poniéndose en una posición pre-adánica, pre-escritural y pre-colombina, transformando en meta-historia la historia de los pueblos, devorándonos y masticándonos sin cesar.

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¿Cómo hicieron este milagro? A través, por supuesto, de la apropiación de la ciencia de vanguardia, especialmente de la ciencia de la guerra, pero también de los medios de información [que no de comunicación: Nota del Trad.]. La vieja Europa era principalmente grafo-céntrica. Su poder de dominación no se ha podido ni se puede distinguir de la relación civilizado-bárbaro, considerando las dicotomías alfabetizado/analfabetizado, letrado/iletrado, en contextos, es claro, en los cuales se ponía y se pone en la posición de civilizada, de letrada, oponiéndose al «mundo bárbaro» iletrado, teniendo en cuenta una raza civilizatoria que justificó la dominación, el genocidio, la domesticación «de los salvajes» no europeos, imponiéndoles la cultura escrita alfabética eurocéntrica.

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Los Estados Unidos, desde una posición antropofágica anclada en la pre-escritura de los pueblos, se volvieron, desde el comienzo, los protagonistas de los nuevos soportes de información pos-grafocéntricos, como la radio, la televisión y, hoy, Internet. Aunque de forma inversa, el error de previsión de Oswald de Andrade, al afirmar, en el «Manifiesto Antropófago», «el cine gringo informará», constituye en realidad un gran acierto futurista.

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De hecho, el cine gringo no nos cansó y no nos cansa de informar que el dominio gringo de los medios de información de masas constituye una poderosa herramienta bélica a partir de la cual su oligarquía transforma la historia de toda la humanidad en meta-historia, usándola y abUSAndola [sic] antropofágicamente. No son circunstanciales, desde este punto de vista, las versiones cinematográficas gringas de las guerras que emprendieron contra Vietnam y más recientemente contra los iraníes, especialmente considerando el fin de los regímenes iraníes pro-gringos, como el del Shah Mohammad Reza Pahlevi y el comienzo de la Revolución Iraní, bajo el mando del ayatolá Ruhollah Khomeini [6] .

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Aunque hayan fracasado en Vietnam y en Irán (sin contar las más recientes derrotas en Irak, Afganistán, Siria), los Estados Unidos cambian la version real de la historia por la version virtual, fantasiosa, no solo a través del cine sino también de la cultura de masas en general, incluyendo las noticias de y sobre las guerras, en las cuales siempre aparecen como los vencedores, los defensores de los derechos humanos.

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Desde o teniendo en cuenta la premisa de que una imagen vale más que mil palabras o mil textos escritos, el dominio gringo de las tecnologías de información de masas re-escribe ininterrumpidamente la historia de los pueblos, antropofágicamente, masticándola y carnavalizándola, confundiendo sin cesar la realidad con la ficción. En este contexto, ninguna guerra estará totalmente perdida, porque en las guerras de versiones (diversiones), los Estados Unidos imperan (por lo menos hasta el momento presente), de forma monumental.

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¿Pero, cómo de forma monumental, si existen y existirán manifestantes, la disidencia, otras versiones, principalmente con y en Internet, hoy? Para responder a esta pregunta, hay que recurrir al concepto de genérico, elaborado por el filósofo francés Alain Badiou. En su [texto] El ser y el evento, Badiou define lo genérico como aquello que no es. El genérico no es negro, no es indio, no es americano, gay, europeo, izquierda, derecha, musulmán, occidental, oriental. No teniendo nada de particular, el genérico es la humanidad entera, residiendo ahí su universalidad.

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Es precisamente ahí que los Estados Unidos están todavía «vertiendo y desplazando»; ahí en el dominio de los medios de información de masas, por si se constituyeran principalmente como tecnologias del y para el genérico, para uno cualquiera. Lo que ha ocurrido, en este campo, podría ser designado como una antropofagia al contrario del concepto de genérico de Alain Badiou.

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A partir del uso de la historia de los pueblos como meta-historia, los Estados Unidos nos transforman en genéricos, teniendo en cuenta, por ejemplo, la disculpa de los derechos humanos, el lugar táctico y estratégico del genérico (contra Badiou, por supuesto, que no se cierra con la perspectiva de los derechos humanos por considerarla rehén del pasado y no apta, por lo tanto, para producir un futuro pos-burgués). Pero no importa, una vez que la versión o conversión estadounidense del genérico en la planetaria cultura de masas tiene como objetivo ridiculizarnos, banalizarnos, infantilizarnos, confundirnos, idiotizarnos, siempre antropofágicamente, jugando con nuestras posibilidades subjetivas, en nombre de la humanidad barbarizada.

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Tal vez no sea circunstancial, bajo este punto de vista, que Gene Sharp, en su libro De la dictadura a la democracia (1993/2002), financiado por el think tank Albert Einstein Institution, en su introducción, informe: «De la necesidad y de la elección deliberada, el foco de este ensayo está en el problema genérico de cómo destruir una dictadura e impedir el surgimiento de una nueva». Lo que Gene Sharp llama «problema genérico» debe ser entendido literalmente: el foco del dominio gringo de la cultura de masas está constituido por el siguiente reto o problema genérico: subyugar a toda la humanidad, lo que se hace produciendo, vía tecnologías de la información, un panóptico de metadatos de la meta-historia de los pueblos, principalmente teniendo en cuenta sus particularidades, sus anhelos, su hambre de justicia, a fin de carnavalizarnos maniatando nuestros deseos más legítimos, antropofágicamente.

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Es a partir de este contexto que las manifestaciones supuestamente revolucionarias, conocidas genéricamente como Primavera Árabe, deben ser comprendidas. Ellas constituyen en sí una legítima reacción de los pueblos a los cambios geopolíticos en juego en la humanidad del presente período histórico. En sí, la emergencia de países o bloque de países, como los BRICS, por ejemplo, sobre todo bajo el dominio de China y de Rusia, no significa nada alentador para la humanidad, pues a lo que estamos asistiendo es más a un desplazamiento geopolítico de la y en la civilización burguesa, cuya centralidad está dejando de ser eurocéntrica, e incluso gringa, para volverse pos-occidental.

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Por otro lado, porque tienen el dominio de las tecnologías de metadatos de la meta-historia de los pueblos, principalmente en el campo de Internet (pero no solo), los Estados Unidos están reaccionando al surgimiento de una civilización burguesa pos-occidental de forma absolutamente antropofágica, devorándonos y masticándonos (incluso con el riesgo de hacerlo destruyéndonos a todos, a través de una hecatombe atómica) genéricamente a partir de la manipulación de nuestras particularidades y principalmente a partir de las contradicciones inmanentes de la civilización burguesa, que siempre será profundamente injusta y oligárquica, independientemente de si es occidental o pos-occidental.

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Las manifestaciones callejeras que ocurrieron y están ocurriendo en Brasil, por lo tanto, no son diferentes de la Primavera Árabe, incluso y principalmente bajo el signo de la crítica de los gastos de la Copa del Mundo. Brasil es uno de los países emergentes de la civilización pos-occidental, con abundantes recursos energéticos, agrarios e hídricos. Por más que los gobiernos del PT, bajo la gestión de Lula da Silva y ahora bajo la de Dilma Rousseff sean insuficientes, por la obvia razón de que están registrados o contenidos o rendidos al contexto de la civilización burguesa, no es posible ignorar el hecho de que las gestiones peteístas han trabajado activamente para la producción de una humanidad multipolar y pos-occidental, lo que contraría directamente los intereses gringos y europeos, los cuales quieren a toda costa derrotar al PT a fin de poner en su lugar gobiernos absolutamente sobrevivientes pro-occidentales y, por lo tanto, sometidos integralmente al imperialismo occidental-estadounidense.

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No queda duda de que el PT representa un avance geopolítico para el Brasil y para el mundo; avance absolutamente insuficiente, pero que ha mejorado, de manera incuestionable, la vida de la secularmente abandonada población pobre del Brasil. Destáquese que el autor de este ensayo no es peteísta, pero sabe que el mayor riesgo que se corre es el regreso, en Brasil, de gobiernos sometidos al imperialismo occidental-estadounidense; un riesgo para el pueblo brasileño, para el pueblo latinoamericano, en un contexto inmediato, pero también para los pueblos del mundo, si se considera que el avance del imperialismo estadounidense-occidental sobre el Brasil (ya extremadamente presente) probablemente volverá inviable (aún más) los gobiernos de Maduro, en Venezuela; de Morales, en Bolivia; de Rafael Correa, en Ecuador, afectando a Argentina, Uruguay, Chile, en fin, las tentativas, aunque erráticas, de construcción de sociedades pos-neoliberales, lo que significa pura y simplemente el retorno del neoliberalismo estadounidense-occidental en el conjunto de la América Latina.

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El imperialismo estadounidense-occidental está en las calles, en las instituciones y en las casas y en las subjetividades del Brasil y del mundo. Está en las calles a través del bullicio urbano, la estructura arquitectónica, la escogencia del carro, el gas carbónico, el combustible fósil, el estilo económico de vida, en fin, que nos habita al habitarlo; está en las casas y en las subjetividades, por iguales motivos, pero también a través de las tecnologías de información que nos habitan al habitarlas, a través del paquete de TV pagada, de los perfiles que habitan las televisiones abiertas, de la publicidad y también o principalmente a través de Internet, sometida a su dominio en las redes sociales, en las marcas de portátiles, en el duro y en el blando; está en instituciones como las financieras, que extorsionan las economías municipales, estatales y federales, que roban sueños, que producen seres abandonados, sin hogar, sin tierra, sin; está en los saberes que enseñan las escuelas y las universidades, en las profesiones, está en los poderes del estado, en las ideologias de derecha y de izquierda, en el anarquismo y, por lo tanto, en las perspectivas ideológicas anti-estatales, está al fin y al cabo a flor del socius, de los cuerpos, de las almas, del mundo físico y del mundo metafísico.

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Está en todo eso encarnado, como en ninguno, en las oligarquías de todos los cuadrantes del mundo. Son ellas las que se benefician de todo este modelo productivo-simbólico de la civilización burguesa, dominado y heredado por Occidente y rumiado de forma pre-adánica, pre-escritural y pre-colombina por los Estados Unidos en el presente histórico actual.

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Franz Fanon (1925-1961), en el libro Los condenados de la tierra (1961), consciente del lío en que estamos, como subjetividades apoderadas por los biopoderes de la civilización burguesa, supo decirnos exactamente el tamaño de nuestro desafio: «Es preciso descolonizar el paquete entero, abandonando el sistema de bienes de la civilización burguesa», decía, lo que significa comprender claramente que en los saberes, en los poderes, en los bienes materiales, en la cultura, en la economía, en las artes, sí, en todo, está el cine gringo para editarnos, para carnavalizarnos, para rumiarnos, antropofágicamente.

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Somos la civilización burguesa occidental-estadounidense, el cara y sello de sus oligarquías, sea como dueños de los medios de producción, sea como las personas desposeídas de ellos, de la producción de los medios de vida burguesa, vulnerables a su progresivo fatalismo, en el orden desorden de su progreso, con nuestros pocos ingresos. En ella, a través de ella, de la civilización burguesa, somos todos corruptos, unos más y otros menos, de tal forma que el grado de nuestras corrupciones encarnadas dependerá principalmente de nuestras posesiones. Cuanto más dueños somos de los bienes simbólicos y materiales de la intrínsecamente corrupta vida burguesa, más corrompidos estamos; y más corrompemos si nos valemos de estos bienes para vivir mejor, con mayor confort, dignidad e igual (siendo la extrema diferencia) como ricos.

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Decir, pues, que los Estados Unidos han invadido las calles del Brasil y están aplicando un golpe de estado contra el Gobierno del PT a través del «¡No vamos a tener Copa!» y también del supuesto mar de lodo de corrupción de los peteístas, es decir lo obvio. Fue así que indirectamente matamos a Getúlio Vargas, que, como derecha y como izquierda, derrocamos a João Goulart.

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Nada más ejemplar para encarnar la situación paradójica de la invasión del imperialismo occidental-estadounidense al mundo, que el del aparentemente extraño papel de las organizaciones Globo, la más poderosa red de información de Brasil, ante la Copa del Mundo. Como se sabe, las Organizaciones Globo tienen el monopolio de la transmisión de la Copa del Mundo. Es posible decir, bajo este punto de vista, que ella es el verdadero amo de la Copa, que se beneficiará en serio con cada gol que el Brasil tendrá que hacer. Ella, por lo tanto, debería estar en primera línea contra las manifestaciones callejeras en Brasil. Pero no, a través de los manifestantes, ella está en las calles, transmitiendo cada mínimo movimiento de los «revolucionarios mediatizados», tal como produce sus telenovelas.

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Como amo de un poderoso medio de producción mediático, las Organizaciones Globo son también socias propietarias de los metadatos de la meta-historia de la población brasileña, razón suficiente para argumentar que, con antelación, supo editar los tópicos que llevaríamos a las calles: «¡No vamos a tener Copa!», «¡Cárcel a los corruptos del PT que robaron de la educación y de la salud para financiar la Copa del Mundo!». En un país en el que los banqueros nos roban la mitad del Producto Interno Bruto, con sus estratosféricos intereses, nada más conveniente que nuestras banderas de protesta supuestamente revolucionarias.

39

Las Organizaciones Globo se volverán billonarias y omnipresentes en la sociedad brasileña a través del apoyo irrestricto al Golpe de estado de 1964. Fueron la publicidad cotidiana de los dictadores, editándonos como idiotas ideales, si ignorábamos la dictadura y/o como bandidos, si la contestábamos. Está en su DNA su vocación golpista, siempre y cuando los intereses del imperialismo estadounidense-occidental, así sea mínimamente, sean frustrados.

40

El surgimiento de Brasil como país que desea colaborar con una civilización burguesa multipolar es un delito no susceptible de fianza, para el imperialismo occidental-estadounidense. Es por esto que la «Primavera Árabe» llegó al Brasil, para que nos distanciáramos de China, de Rusia, de Venezuela, de Ecuador, de los países africanos. Para someternos al FMI, al FED, a la CIA, al Departamento de Estado, a la OTAN, a la Comisión Europea, al imperialismo occidental-estadounidense, en fin, con su sistema de bienes bárbaramente civilizados.

41

La salida de este embrollo (esta es la tercera premisa) se sugiere intuitivamente en el «Manifiesto Antropófago», de Oswald de Andrade que, más allá de la «alegría como prueba de fuego», más allá de superar la historia de los vencedores como condición para devorarlos antes de que fuésemos devorados por ellos, preconizó la desconexión con la propiedad privada de los medios de producción, con el siguiente argumento: «¡Sólo interesa lo que no es mio!, ley del hombre, ley del antropófago».

42

Lo que no es nuestro principalmente es lo que no es burgués, razón suficiente como para agregar otro «pre» a los tres presentes en el «Manifiesto Antropófago» de Oswald de Andrade. Más allá del «pre-adánico», «pre-escritural» y «pre-cabralino», nunva ha sido tan urgente una perspectiva «pre-mediática» en relación al sistema mediático occidental-estadounidense. Sin este ambiente «pre-mirar» sobre los acontecimientos del mundo contemporáneo, seremos solo el Adán de la escritura de Pedro Álvares Cabral y de Cristóbal Colón: los revolucionarios futuristas colonizados, meta-atados, metamatados del Patriarcado Occidental-estadounidense.



[1] [indios del municipio ubicado en el estado de Pernambuco: Nota del Trad.]

[2] [en el sentido de tomar de las vanguardias solo lo que era positivo y adecuado para la realidad brasileña: Nota del Trad.]

[3] [antes del portugués Pedro Álvares Cabral, quien el 23 de abril de 1500, para la historiografía portuguesa, descubre al Brasil, ya no el español Vicente Yáñez Pinzón el 26 de enero del mismo año: Nota del Trad.]

[4] [no de comunicación: Nota del Trad.]

[5] [como ya lo señala el gatopardismo, según la novela de Lampedusa: «Que todo cambie, para que todo siga igual», cita basada en la expresión de Alphonse Karr: «Entre más cambie, es más de lo mismo»: Nota del Trad.]

[6] [o Jomeini, en español: Nota del Trad.]