Da miedo el negro que viene. Da miedo que quiera saltar la valla, que sangre. Da miedo que tenga hambre, que huya de la muerte, da miedo. Y nos da miedo porque nos cuentan cuentos que son mentiras. Cuentos cómplices del horror. Mentiras dibujadas con «avalanchas«, «asaltos masivos«. Antes era que nos venían a «robar […]
Da miedo el negro que viene. Da miedo que quiera saltar la valla, que sangre. Da miedo que tenga hambre, que huya de la muerte, da miedo. Y nos da miedo porque nos cuentan cuentos que son mentiras. Cuentos cómplices del horror. Mentiras dibujadas con «avalanchas«, «asaltos masivos«. Antes era que nos venían a «robar el trabajo«. Ahora, simplemente que son «ilegales«. Demasiado dolor, demasiada falacia, demasiada indignación.
De repente nos hemos enterado de que en África (que es un continente, no un país) los supervivientes se empeñan en no morir. Insisten en aferrarse como sea a la vida, saltando vallas, subiendo a barcazas, rogando a Dios…
De pronto, los medios de comunicación se hacen eco de lo silenciado. En África (continente robado) hay guerras, hay hambre. Pero ¿y las causas? ¿Por qué cuesta tanto encontrar las razones? ¿Por qué no nos dicen que cuantos más recursos naturales hay en un país, más expoliado por las multinacionales es y más se empobrece a sus habitantes? ¿Por qué no nos cuentan que desde el norte se roba el petróleo, los diamantes y se hacen experimentos con basuras contaminadas y con el alma de sus habitantes? ¿Por qué no nos dicen que importan más los intereses económicos de la industria farmacéutica que la salud de la gente? ¿Quién no sabe que no son países pobres, sino empobrecidos por el norte y maltratados por políticos locales criminales y corruptos que se ponen y se quitan desde oficinas del norte?
Y de esa muerte huyen. No vienen, los pocos que llegan porque les guste nuestro clima. No vienen porque renieguen de sus familias, sus paisajes, su África querida. Vienen con el dolor de abandonarlo todo. Así que aquí qué es una valla cuando lo único que quieren es trabajar y enviar dinero a sus desesperados familiares. Qué es una valla después de meses, años de caminar. Cuando se huye de la muerte lenta poco miedo da la muerte rápida.
Pero la Europa del bienestar sí tiene miedo. Y la gaviota carroñera del Partido Popular revolotea buscando votos entre ese temor pre-fabricado. Rajoy se muestra a favor de las expulsiones inmediatas, «por pedagogía«. Y el gobierno de Zapatero es «pragmático«, y se permite el lujo de dar ahora clases de «trato humanitario» a una monarquía criminal que lleva décadas asesinando sin pudor. Ahora, cuando la sangre llega hasta nuestros salones, cuando salpica al Partido Socialista, incomoda. El problema no lo queremos a este lado de la valla. Por eso se apalea «negro vete pa´tras que te doy con esto en la cabeza» dice el guardia civil. Y entonces, lo que da miedo es que eso se vea y se oiga en televisión. Y el miedo del servidor público da patadas con sus botas y nuestros impuestos a un ser humano maniatado y tirado en suelo muy español. Y se ponen más vallas y se suben más metros. Y aumenta el miedo.
Y para no disparar aquí, se exige al otro lado de la valla que se encarguen ellos, pero que los disparos se hagan con silenciador, que hay demasiado mirón, demasiada televisión. Y se devuelve al que ha cruzado sabiendo que se le lleva al desierto. A miles de kilómetros. A morir con silenciador.
Esperamos que nuestra indignación no lleve también silenciador para así arrancar con energía y decisión esa valla de miedo criminal y racista.
* Carlos Ordóñez Ferrer. Miembro de SOS Racismo.