La fortuna de Alfonso Sastre (Madrid, 1926) es la de ser un hombre tan afortunado que dan ganas de abrazarlo como a un árbol al que pedimos fortaleza para seguir. Sastre es la fuerza que toda persona quisiera llevar siempre consigo. Compartir con él una plática, un café, un pensamiento, leer algunos de sus textos, […]
La fortuna de Alfonso Sastre (Madrid, 1926) es la de ser un hombre tan afortunado que dan ganas de abrazarlo como a un árbol al que pedimos fortaleza para seguir. Sastre es la fuerza que toda persona quisiera llevar siempre consigo. Compartir con él una plática, un café, un pensamiento, leer algunos de sus textos, conlleva entender lo que amerita ser entendido.
¿Cómo dar cuenta cabal de quien, a fuerza de morder todas las manzanas del conocimiento, lleva seis décadas y media de escritura, puestas en escena, recitales, combates y manifiestos a favor de todas las victorias que niegan la noción de «causa perdida»?
Sastre no es un soñador. De los 10 a los 13 años vivió el cerco de Madrid y allí, bajo los bombardeos y el hambre golpeando las aldabas de su casa natal, y en las numerosas «visitas» a la cárcel de Carabanchel en los años del franquismo, se convirtió en un peso pesado de la causa antifascista universal.
Con apenas 78 años y apenas 63 libros publicados (más los que vienen en camino), este árbol de todas las España fue contándome algunos tramos de aquella infancia que fue destino, mientras yo traía a la memoria los versos del anónimo japonés: «Ciruelo de mi puerta/ si no volviese yo/ la primavera siempre/ volverá. Tú, florece».
«¿Qué resonancia tiene México en mí? Si pienso en el teatro político y social en los primeros años del franquismo, México fue para mí prueba de que con el teatro se podía hacer algo más que teatro. Recuerdo una obra que se llamaba Justicia: sociedad an ónima, de Juan Bustillo Oro1, y de Mauricio Magdaleno2 Emiliano Zapata y Pánuco 137, drama sobre el petróleo.»
¿Cómo definías entonces «lo político y social» del teatro?
En primer lugar intentábamos hacer teatro porque nos gustaba el teatro. El encuentro con determinados aspectos de la cultura progresista mundial fue azaroso y tardío. Descubrí a Bertold Brecht en 1949, de un modo prematuro. De manera autodidáctica había tomado conciencia de la posibilidad de usar el teatro como instrumento contra el franquismo, y las primeras confrontaciones con el régimen se produjeron muy pronto. ¿En tus obras estaba Brecht?
No. La cultura nuestra se formó en el desierto. Terminada la Guerra civil todo el movimiento cultural de la segunda república quedó roto, abruptamente roto. Los sujetos de la cultura republicana acabaron muertos, en el exilio o en las prisiones. Los niños de la guerra nos formamos en la España franquista, con las escuelas y universidades vaciadas de sus mejores profesores. De Brecht tuve noticias sin conocer sus obras. He leído a Brecht con gusto y críticamente, tenía la idea de hacer Madre coraje en un programa de teatro de agitación social, pero no fui nunca devoto de él.
Pero sí ante el teatro de Sean O’Casey. 3
Antes de interesarme por el tema nacional de los vascos, que tampoco los conozco muy bien porque son complejos, me cautivó el teatro irlandés. La configuración de aquel teatro con función revolucionaria que se produjo en Dublín me apasionó y descubrí a Yeats, O’Casey y llegué a montar en Madrid Rosas rojas para mí, historia de una huelga que terminaba con los obreros con el puño cerrado en alto, etcétera, que para el franquismo resultaba muy fuerte.
¿Existe puente entre el teatro irlandés y el vasco?
He intentado interesar a la gente del teatro vasco por aquel movimiento irlandés y no lo he conseguido a pesar de que puede ser útil para configurar un teatro nacional vasco.
¿Teatro «nacionalista»?
No. Teatro diferenciado y definido en relación con otros teatros. Aplaudo la existencia de un teatro andaluz, que habla andaluz y refleja problemas propios de Andalucía.
Y se expresa en la lengua.
En efecto, porque el teatro del País Vasco es indefinido, es un teatro como cualquier otro. Hay muy poco teatro en euskera y algunas compañías que son bilingües según las regiones, lo hacen en euskera o en castellano. No ha progresado mucho el proyecto de un teatro vasco propiamente dicho, que sería el hablado en lengua vasca.
¿Por qué hay tanta carga negativa sobre todo lo relacionado con la cultura vasca, a diferencia de la gallega o la catalana? Quizá por las diferencias más marcadas que con el resto de otras entidades políticas, en la medida en que el idioma es radicalmente distinto. El gallego, el catalán, la castellana son lenguas neolatinas.
Hay todavía debate sobre el origen del vasco y sobre la extensión que tuvo antiguamente, que luego se fue reduciendo y por esto se da esa relación tan especial de los españoles con los vascos, más conflictiva que la que pueden tener con los gallegos o con los catalanes. ¿Es tan misterioso el origen de la lengua vasca?
Sí, es misterioso. He consultado con especialistas y no se sabe con precisión de dónde viene esta lengua arcaica y tan diferente. Hay una lengua vasca que es el batúa («reunido»), lengua unificada de la academia vasca que se emplea en términos oficiales y se escribe con una ortografía determinada, diferente muchas veces de la escritura que se hace en los distintos dialectos vascos, como el guipuzcuano o el navarro.
¿En cuál de ellos hablan los personajes de la literatura vasca?
Según la zona en la que se desarrolla la acción de las novelas. Los dialectos subsisten en ese nivel de lo literario; un ensayo se escribe en lengua unificada.
¿Crees que si la lengua es la expresión de una conciencia nacional esto conduce a la manipulación o al sobredimensionamiento del nacionalismo? Lo que pasa es que la influencia de la lengua vasca sobre la sociedad vasca puede reducirnos en la medida en que la lengua fue dejando de ser hablada en las ciudades y reducida a una expresión lingüística de los ambientes rurales. Luego de la muerte de Franco (1975), al recuperarse la posibilidad de trabajar con el euskera, empezó a escribirse en euskera en todas las escuelas que hablan la lengua vasca. Desconozco las últimas cifras, pero entiendo que el euskera no lo habla más de 30 % de la población. Un gran porcentaje de vascos no lo hablan.
¿Cómo impacta tal contexto lingüístico en el nacionalismo vasco?
Este es un problema que muchas veces ha apartado a los marxistas españoles de la posibilidad de comprender lo que pasa en situaciones como la vasca. Tradicionalmente, el nacionalismo es funcional a ideologías y posiciones reaccionarias. Pero en Euskal Herria (País Vasco) tiene que producirse lo que se llama la izquierda para que el nacionalismo deje de ser una ideología reaccionaria y haya un nacionalismo progresista.
¿Quieres decir que la situación de Euskal Herria tiene más semejanza con la dinámica o dialéctica de los países semicoloniales donde hay un nacionalismo antimperialista que agrupa muchas ideologías?
En Euskadi hubo un proceso que yo, por ser madrileño, descubrí tardíamente. Descubrí que el Partido Nacionalista Vasco es extraordinariamente reaccionario. Por esto desde sus juventudes se desgajó una facción que al decidir el combate frontal contra el franquismo por medios armados, la ETA, surgió un nacionalismo de izquierda. Hay también un Partido de ideología socialdemócrata y luego Batasuna, Partido que ha sido ilegalizado por sus orígenes de izquierda, con gran simpatía por la Revolución cubana.
España y transición democrática
Entiendo que la expresión «transición democrática» no te dice mucho.
En mí no se produjo lo que en muchas personas de mi edad. La muerte de Franco fue esperanza para muchos, y años después, desaliento. La transición empezó mal: la impresentable Constitución de 1978. Yo fui militante comunista y nosotros postulábamos entonces una ruptura democrática ante las posiciones moderadas que decían «no, el proceso tiene que hacerse a través de una reforma prudente», y se esgrimía el fantasma de la Guerra civil. Nuestro partido era republicano. Sin embargo, se aceptó la bandera monárquica y toda la acumulación de heroísmo en los años de lucha contra la dictadura fue puesta al servicio de la corona. Lo que se produjo fue una entrega. Yo nunca tuve esperanza en la transición y por esto no siento desaliento ahora. ¿Por eso fuiste a vivir al país Vasco?
Una de las razones que me atrajeron a vivir allá es que hubo ese espíritu colectivo de no a la reforma. Hay un libro de un historiador vasco, El no vasco a la reforma, que indica de qué modo se mantuvo en el país Vasco la idea de que era necesaria una ruptura democrática. Alfonso: ¿qué es España? No sé. Llamamos España a la centralización del poder político y con una mirada abiertamente despreciativa hacia el resto de las culturas peninsulares. Valladolid, Madrid, etcétera, concentran el poder político en la meseta, digamos, y se mira la periferia en términos de ignorancia. Mirando a Italia, la noción política de «España» es un fracaso.
¿Por qué Italia?
Porque Italia era una serie de repúblicas con una autonomía política mayor que las regiones o las naciones o nacionalidades españolas. Sin embargo, Italia existe ahora y es inequívoca la existencia de una nación que se llama Italia. Las regiones propiamente dichas son lo que eran las antiguas repúblicas de Venecia, Nápoles, mientras en España no se ha producido una aglutinación en términos acrisolados que puedan merecer el nombre de «nación española». En muchos lugares de España se dice «Estado español». Mucha gente no usa la palabra España porque la remite a términos propios de la mística centralista. España es lo que piensan los madrileños. La nación española es un Estado.
Pensamiento fuerte vs. pensamiento débil
Te llevo a otra dimensión: uno de tus últimos libros se llama Manifiesto contra el pensamiento débil.
El pensamiento fuerte no es más que el aviso de que no debemos caer en el escepticismo de que al hacer la autocrítica de lo que fue el dogmatismo del pensamiento socialista, se caiga en lo opuesto: la negación del socialismo. Entiendo por pensamiento fuerte la reanimación del pensamiento crítico, consustancial al marxismo. Hay un temor del pensamiento fuerte como si este nos condujera fatalmente a la reconstrucción del pensamiento dogmático. Realmente creo que se trata de nociones a las que debemos enfrentarnos. La oposición al pensamiento único del neoliberalismo no puede hacerse mediante un pensamiento agotado, débil, temeroso.
¿Qué propones?
Siempre, el gran misterio es desde dónde cada uno tiene su propia lectura, y por eso estamos aquí, en encuentros como En Defensa de la Humanidad. Lo que vivimos en muchos aspectos del pensar es desconcertante. De todos modos hay que insistir de un modo tozudo, estando avisados de no caer en los errores en los que cayó la izquierda históricamente. No por esto caeremos en la tentación de retirarnos a una zona donde el escepticismo acabaría apoderándose de nosotros. Es un reto. Reuniones como las de México, Oviedo y ahora Caracas apuntan a lo mejor de los intelectuales de izquierda. Los tres grandes troncos de la cultura son la filosofía, la ciencia y la poesía. Hay que reagruparlos.
¿Hay proyecto histórico para la humanidad?
Cuando se habla de un nuevo proyecto histórico, hay que recoger el mensaje libertario. El pensamiento libertario no se ha quemado en el poder, ya que nunca lo ha tenido. En Imaginación, retórica y utopía hago un resumen amplio de las tentativas revolucionarias desde el siglo XIX y esbozo algunos apuntes acerca de por dónde podría ir un pensamiento nuevo que recoja el mensaje necesario de la Revolución.
¿Y la violencia cómo se inserta en ese nuevo proyecto histórico?
En un librito publicado en Cuba hago una crítica de la hipócrita actitud de algunos intelectuales de estar contra toda violencia «venga de donde venga». No todas las violencias son iguales y es muy diferente, radicalmente diferente, la violencia de los pobres que la de los ricos. Tan sencillo como esto.
Pienso en pensamiento fuerte y pienso en el toro: España. ¿España es el toro?
España es el toro. Uno de mis dramas se llama La cornada, obra contra la fiesta de toros. Pese a esto, no soy un apasionado antitaurino. Autores como José Bergamín (1895-1983), quien fue extraordinariamente progresista, uno de nuestros intelectuales más leales a la causa democrática, era muy taurino y conocedor de la fiesta de toros. A veces discutía con él y cuando publiqué La cornada escribió como tres artículos elogiosos sobre mi libro, aunque manteniendo su punto de vista favorable a la fiesta taurina.
¿En España, ir contra la fiesta de toros no equivale a ir en México contra la Virgen de Guadalupe?
Tantito menos.
Notas:
1, 2- Juan Bustillo Oro (1904-89). Director emblemático del cine mexicano, con más de 60 películas. Formó parte del movimiento que en 1929 lanzó la candidatura de José Vasconcelos a la Presidencia de la República. Con Mauricio Magdaleno (1906-86) fundó en 1932 el grupo Teatro de Ahora.
3- Sean O’Casey (1880-1964). Dramaturgo irlandés. Mediante un lenguaje simbólico y la recreación de motivos folclóricos, describió la lucha por la independencia de su país, en la cual participó y fue perseguido.