El gobierno del PP ha decidido que el problema de España este verano no son los más de cinco millones y medio de parados, los casi dos millones de hogares donde no entra salario alguno, ni las decenas de miles de familias deshauciadas de sus viviendas a causa de las hipotecas, ni tampoco los terribles […]
El gobierno del PP ha decidido que el problema de España este verano no son los más de cinco millones y medio de parados, los casi dos millones de hogares donde no entra salario alguno, ni las decenas de miles de familias deshauciadas de sus viviendas a causa de las hipotecas, ni tampoco los terribles incendios que arrasan nuestros montes entre la desidia de los responsables territoriales. El único problema que obsesiona ahora al representante de la ley y el orden, al untuoso y opusdeísta ministro del interior Jorge Fernández Díaz, es la detención de los sindicalistas andaluces del SAT (Sindicato Andaluz de Trabajadores) que se atrevieron a llevarse varios carros de la compra de dos supermercados con alimentos de primera necesidad para familias necesitadas, sin abonar su importe.
Los medios, siempre tan serviles con el poder y tan ocultadores de la realidad social, andan todos escandalizados. No se escandalizan del hambre y de la precariedad que van aumentando entre las clases populares por culpa de la desastrosa política económica del gobierno y de la simultánea rapiña de los banqueros. Lo que les indigna es que un grupo de trabajadores realice una acción tan pacífica como simbólica de denuncia de la precariedad en la que sobreviven miles de familias en Andalucía. Como
botón de muestra baste este titular tomado del teletexto de RTVE: «Busca y captura de los asaltantes de supermercados«. Este lenguaje es ya el del género cinematográfico del Western, algunas de cuyas películas reponen las cadenas de televisión en las calurosas tardes veraniegas. Mientras preparan nuevas leyes para acoger los casinos que Mr. Adelson nos traerá de Las Vegas, nuestros gobernantes confunden el Sur de España con el Oeste norteamericano. Sin conocer siquiera si hay denuncias al respecto y sin esperar la decisión de un juez, el ministro del interior actúa como un sheriff del viejo Oeste y dicta orden de busca y captura contra Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda y diputado de IU, y sus compañeros (no sabemos si con recompensa o no a los delatores). Hasta ha llegado a hablar del asunto con el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón (otro «liberal» que ha salido rana) quizá para introducir alguna nueva ley represiva express, como vienen haciendo en los últimos meses.
«Líbrete Dios del hambre que sube de Andalucía»
A los reaccionarios de siempre, a los neoliberales de ahora y a los señoritos de ayer y de hoy (tan bien instalados en el régimen) que identifican Andalucía con sus toreros y sus aristócratas olvidando por completo a su pueblo salvo como decorado de fondo de sus procesiones, le refrescaremos la memoria con un poco de historia ocultada.
El problema de Andalucía no procede de su tierra, rica en recursos y fuente secular de divisas para el país, sino de la injusta distribución de ella que arranca de la liquidación de al-Andalus por las tropas castellanas a cuyos espadones se premió con grandes latifundios. En pleno apogeo del imperio español este mal social dio sus amargos frutos. La crisis de comienzos del siglo XVII podría condensarse en una frase entresacada del Guzmán de Alfarache : «Líbrete Dios de la enfermedad que baja de Castilla [la peste bubónica] y del hambre que sube de Andalucía». La desamortización del siglo XIX con la liquidación de los bienes comunales y de manos muertas en beneficio de la burguesía y la aristocracia terrateniente no hizo sino agravar la situación. Como respuesta popular se produjeron diversas revueltas que culminaron en la insurrección campesina de Loja de 1861, dirigida por Rafael Pérez del Álamo, que llegó a integrar un ejército popular de diez mil jornaleros de inspiración anarquista. Para hacer frente a estas sublevaciones campesinas se creó el cuerpo represivo de la Guardia Civil. No perdamos de vista que su fundador, el presidente de gobierno y general Ramón María Narváez, de origen aristocrático, nació precisamente en la ciudad granadina de Loja.
Una de las conquistas de la II República que ahogó en sangre el levantamiento fascista de Franco fue la Reforma Agraria. Y uno de los principales apoyos de los golpistas en el Sur vino, como era de esperar, de los terratenientes andaluces cuyo portavoz mediático era el diario monárquico ABC.
«En caso de necesidad todos los bienes son comunes»
Usando un viejo estribillo que arranca de la hostilidad de los clericales hacia el gran pensador italiano Maquiavelo, el ministro Fernández Díaz repite ahora contra los dignos sindicalistas andaluces que «el fin no justifica los medios». Los que sacrifican el país en aras de una cifra de déficit dictada por la banca internacional, los que se aprestan a vender RENFE y AENA a sus amigos de la CEOE para complacer al Fondo Monetario Internacional, los que erosionan sin piedad la educación y la sanidad públicas para engordar los beneficios de las empresas privadas del sector, vienen ahora con la monserga clerical del fin y los medios.
Como creo que el opusdeísta ministro del interior desconoce la doctrina social de la Iglesia y hasta la ética de la Escolástica católica, le recordaré que lo que han hecho los sindicalistas del SAT entronca con la mejor tradición cristiana desde la Edad Media (no digamos con el cristianismo primitivo que desconocía la propiedad privada y practicaba un comunismo de bienes). En efecto, el principal teólogo católico, Santo Tomás de Aquino, se planteó en la Suma Teológica (II-II, q. 66, a. 7) la cuestión de «Si es lícito al hombre robar en estado de necesidad». Su respuesta es contundente: «En caso de necesidad, todas las cosas son comunes; y por lo tanto, no constituye pecado el que uno tome una cosa de otro, porque la necesidad lo hace común«.
Estos gobernantes del PP que andan todo el día dándose golpes de pecho, ni siquiera son políticos católicos en sentido pleno: son meapilas, siervos del dios del dinero, cuius deus venter est.
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