A las 12 de la noche de anoche no había ni una nube sobre la antigua provincia de La Habana. Venía en una ventanilla y primero vi pasar unas luciérnagas que, supuse, eran Nueva Gerona. Lejos, a la derecha, se veía un fulgor concentrado que parecía Cienfuegos. Pronto empezaron a pasar las tenues señales de […]
A las 12 de la noche de anoche no había ni una nube sobre la antigua provincia de La Habana. Venía en una ventanilla y primero vi pasar unas luciérnagas que, supuse, eran Nueva Gerona. Lejos, a la derecha, se veía un fulgor concentrado que parecía Cienfuegos. Pronto empezaron a pasar las tenues señales de los pueblos de la costa sur. Batabanó, Managua, y un poco más allá me pareció distinguir el fértil municipio de Güines. Era una geografía imaginaria que yo sabía probable. Mínimas claridades sobre la tierra oscura que, en la medida que descendíamos, dejaban ver un poco más de sus alrededores. Aún en ese momento, sabiendo casi donde estaba, me parecía que no era posible. Entonces miré la carita de mi hija dormida y supe que llegaríamos.
Desde la primera vez que regresé, hace décadas, cada vez que vuelvo a Cuba paso por un proceso parecido. Cuando más cerca estoy es cuando más me parece que no voy a llegar. Como si lo último vivido no quisiera soltarme. Realidades más o menos interesantes, siempre útiles, en las que se mezclan personas y lugares que la conciencia y las emociones van colocando en nichos de memoria.
Detrás va quedando el mundo inmenso, tecnológico, las luces de la escena, las míticas ciudades, la banda ancha de Internet, las duchas que no te dan deseos de salir, los teléfonos bajo estricto control laboral, excepto para amigos.
Delante, «el mundo colorao», como decía mi abuela María. Y con lo de colorado no se refería a ideología alguna, sino al rojo sanguíneo de la enorme montaña de deberes y sueños que hacen el día a día de cualquier ser humano.
No va a ser mucho, porque dentro de unas horas me esperan en Colombia. Pero aunque fuera por un instante quiero compartir esta sensación, que seguro todos ustedes han sentido, de sentirse mínimamente a salvo una vez más.
Fuente: http://segundacita.blogspot.com/2010/06/el-mundo-colorao.html