Todos los años el mismo ritual, la misma liturgia, se reúne lo mejor de la sociedad de cuello blanco con el mayor lujo posible. No se recatan, aunque esto ni siquiera sea lo apetecido por muchos de los galardonados, acostumbrados más al duro trabajo y a superar dificultades. Difícilmente pueden encontrarse a gusto en medio […]
Todos los años el mismo ritual, la misma liturgia, se reúne lo mejor de la sociedad de cuello blanco con el mayor lujo posible. No se recatan, aunque esto ni siquiera sea lo apetecido por muchos de los galardonados, acostumbrados más al duro trabajo y a superar dificultades. Difícilmente pueden encontrarse a gusto en medio de tanta etiqueta y de tanto maniquí.
¿Quiénes son los homenajeados? Principal y fundamentalmente quien otorga los premios que dispones de un presupuesto es de más de siete millones de euros y de no se sabe cuantos más de forma indirecta y un montón de vasallos a sus pies. También son homenajeados con una fiesta que dura una semana ahora, y unas cuantas más para el numeroso jurado, pilar y valedores de la monarquía, que durante el resto del año disfruta de no se sabe cuantas reuniones de trabajo, dietas y gastos.
¿Cuál es el sentido de los Premios Príncipe de Asturias? Muy concreto: se reduce a un montaje mediático que nada tiene de científico ni de cultural, salvo alguna que otra charla de relleno. La ceremonia principesca es lo fundamental.
Los premios:
1.- Nacen por la necesidad de «legalizar» y consolidar una monarquía carente de contenido -como todas- que, para mayor incongruencia, ha sido impuesta por el dictador Franco. La misión de un Príncipe está vacía de contenidos que no sean los puramente protocolarios y ornamentales. Por ello es necesario hacer algo, como idear un «Premio» con su nombre para reunir a lo mejor y más destacado de determinadas áreas con las que poder mimetizarse con su talento y su ciencia. Es un intento de identificarse con cada uno de los premiados cada año, todos los años.
2.- El Príncipe, en medio de todo este boato, siguiendo la tradición de los cuentos infantiles, se gana al público, se hace valer y justifica su cometido. Y, además, quien da el premio está por encima, es superior al homenajeado. Así una persona tan lista y preparada merece ser Príncipe, como en los cuentos.
3.- Cierto que es un galardón para el premiado. Pero, de paso, el que no fuera monárquico ahora lo será un poco o, por lo menos ya no será antimonárquico. Implícitamente, al menos, ha de reconocer al Príncipe y a la monarquía que representa.
4.- Demasiada gente alrededor, esto es bueno para la monarquía, un centenar de presumibles personalidades «debaten» en torno al Premio. Unos en el jurado y otros no se sabe bien en qué, pero todos se comprometen con el «Premio y Príncipe», con la monarquía .
5-. Nadie lo hace gratis, todos cobran, unos en metálico y otros en «relaciones», en influencias directas e indirectas. Cientos o miles de personas apoyarán los «Premios» porque algo les toca. Y, sino, vean los líos (y disgustos) que hay todos los años por una butaca en el teatro de los premios y cuanta gente a la entrada haciendo el pasillo. Por las buenas o por las malas todos «participamos» de los premios.
6.- A la sombra de los méritos de algunos o de muchos de los premiados, cuelan a otros, a los vividores del sistema que, aprovechando el prestigio de los premiados, legalizan una corriente de opinión, una ideología o un comportamiento antisocial tergiversando así, la ética o la moral de lo que debiera de ser un premiado. Y, esto sin hablar, por ejemplo, de deportistas y otros acaudalados que tienen su paraíso fiscal, nadie sabe donde, y que son especialmente meritorios en evadir impuestos y maestros de la insolidaridad por no decir de la delincuencia y del delito. Todo un modelo.
7.- Premio a los políticos, que encuentran un foro más en donde celebrar sus pitanzas y codearse con los poderosos de la economía, de los negocios, del pelotazo y, en definitiva, a lado de los promotores del sistema económico insostenible.
8.- Premio también a los osados, que más exhiben de insensatos, ya que tienen el cuajo de sentarse a una mesa a deliberar sobre temas y ciencias de las que como mucho sólo han oído hablar. Y, con semejantes mimbres se hace el jurado de cada disciplina.
9.- Premio a personajes siniestros descendientes y defensores, aún quedan, de la dictadura y de su Falange que son el «alma» de la Fundación y del jurado. Sirvan de ejemplo Juan Antonio Samaranch, Juan Velarde Fuertes, Manuel Fraga, etc. Sirva también de ejemplo, Socialistas y Obreros del Partido así se auto denominado, que lideran toda una conversión a la monarquía, lo mismo que otros muchos de izquierda y hasta comunistas amnésicos que ahora resulta se han vuelto también monárquicos.
10.- Esta es la fiesta de la degradación de la conciencia social y de la solidaridad. Una Fundación privada con 26 millones de euros de patrimonio propio provenientes de «donaciones», más un montón de millones de las arcas públicas municipales, regionales o estatales, más todos los costosos medios necesarios puestos a disposición de la realeza.
En resumen. Subvenciones y donaciones dadas a una Fundación «Príncipe» como peaje para reunirse en torno a mesa y mantel para medrar, traficar amistades, negocios, información, proyectos y recuperar con creces la aportación entregada y, de paso, reafirmar el modelo monárquico que tan buenos resultados les está dando.
Hoy, los acaudalados, autoridades, políticos, militares, jerarquía eclesiástica, dirigentes sindicales, banqueros, constructores, nobles y bufones, tienen cita al atardecer en el Teatro Campoamor, el Príncipe espera porque, como decía Marx, no habría reyes sino hubiera súbditos.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.