Se discute el rotulado de la Nueva Mayoría: ¿izquierda, centro, derecha? Y como casi todo en la vida, la respuesta dependerá de la perspectiva con que se mire, es decir, según el contraste con que se compare. Las complicaciones parten con la dificultad de encontrar un solo perfil que nos permita hacernos una idea clara. […]
Se discute el rotulado de la Nueva Mayoría: ¿izquierda, centro, derecha? Y como casi todo en la vida, la respuesta dependerá de la perspectiva con que se mire, es decir, según el contraste con que se compare.
Las complicaciones parten con la dificultad de encontrar un solo perfil que nos permita hacernos una idea clara. Como se ha visto en los últimos veinticinco años, los cuadros más relevantes de esta coalición han cruzado la rosa cromática de la política tantas veces como les ha sido necesario.
O ya no es posible definir con nitidez qué es ser de Izquierda y qué de derecha. O la movilidad utilizada para la sobrevivencia no permite una observación más sosegada. En ese caso, sería mejor utilizar la estadística: cuántas veces está en un estado y cuántas en otro, y la gracia radicaría en tratar de predecir lo que viene.
Curiosamente, desde que los estudiantes comenzaron a terciar en los planes de los poderosos, este rasgo de los políticos se ha reforzado a niveles que asombran. Así, personajes que no hace mucho hacían saber su apoyo inclaudicable a las movilizaciones de los estudiantes, tomas de establecimientos incluidas, hoy mutadas en autoridades, no dudan acusar a los muchachos de lo peor.
El poder tiene esa capacidad de seducir a niveles de la mutación más perfecta.
Los que se decían amigos de los muchachos, ahora sin escrúpulo alguno utilizan las más bajas técnicas policiales para reprimirlos. Impulsan políticas represivas que los vigilan, persiguen, invaden su intimidad, correos y cuentas en Internet, crean montajes propios del Chico Peña, y no se les mueve un músculo de la cara.
La peste corrosiva de la impunidad, que hace no mucho era de exclusivo uso de los prófugos criminales de la dictadura, hoy se transforma en una herramienta de los que alguna vez en su vida asumieron ideas contrarias a las que hoy elevan a condición de dogmas inmodificables.
Las autoridades y funcionarios de la Nueva Mayoría conforman un nuevo tipo de momiaje, una nueva derecha que resulta de la cruza consentida y amorosa entre los acomodados y arribistas de siempre, con los mutantes que después de la dictadura dijeron que ellos no sabían lo que había pasado. La ultraderecha parió su propia derecha.
Esa mezcla, afincada en un creerse mutuo, ha dado como resultado ese menjunje que ahora se ve aderezado por la presencia de los otrora compañeros que estaban precisamente ciento ochenta grados más allá, hace no mucho. Ahora, en posesión de corbatas italianas y asientos en clase ejecutiva, la mutación no les ha causado estragos de temer en sus vesículas y cólones.
Esa mezcla ha producido mentirosos de largo alcance, depredadores de las arcas fiscales, matones con fuero, arribistas que cambiaron hasta de apellido, frescos de raja profesionales, arquetipos del acomodado perfecto, amnésicos parlanchines de pocas luces a cargo de bancos y subsecretarías.
Algo grave debe ocurrir en este país, en este pueblo, para que lo que se sabe a diario no se exprese en un reventón que deje ardiendo la ciudad, el país. Y para que aún los estudiantes no asuman la conducta debida en tanto responsables del actual estado de cosas.
Travestidos en autoridades sin escrúpulos ni memoria ni vergüenza, han sido capaces de traicionar a los estudiantes con leyes de circo. Se han burlado de sus consignas para el efecto de anestesiar una rebeldía justa y necesaria. Han arrendado yanaconas ávidos de escalamiento y figuración para ponerlos a disposición de sus planes pacificadores. Y han proliferado las cover action : drones, micrófonos, cámaras, agentes encubiertos, soplones, espías, satélites y provocadores profesionales, son parte de un modo menos evidente de represión, pero tan inmoral y peligroso como cualquiera. Después de eso no les queda más que los escuadrones de la muerte, los secuestros, la desaparición forzada, los civiles no identificados.
Pero, llegado el caso de su necesidad, las alcaldesas, los intendentes y los ministros del neomomiaje, tendrán también explicaciones. No las mismas, pero parecidas.
Publicado en «Punto Final», edición Nº 806, 13 de junio, 2014