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Entrevista con Ramón Fernández Durán, miembro de Ecologistas en Acción y autor "El crepúsculo de la era trágica del petróleo"

«El ‘No Más Sangre por Petróleo’ debería ser el lema que presida el debate, la movilización y la transformación social y productiva en el futuro»

Fuentes: El Viejo Topo/Rebelión

Una versión reducida de la entrevista se publicó en la revista El Viejo Topo, septiembre de 2008


Ramón Fernández Durán, miembro de «Ecologistas en Acción», ha publicado recientemente EL CREPÚSCULO DE LA ERA TRÁGICA DEL PETRÓLEO. Pico del oro negro y colapso financiero (y ecológico) mundial. La entrevista, que se centra en uno de los temas energéticos, económicos y geopolíticos más esenciales de la escena internacional, está fechada en junio de 2008.

El crepúsculo de la era trágica del petróleo es el título de tu libro más reciente. Empecemos por una definición básica si parece ¿Qué es el petróleo?

Una herencia energética: luz arcaica concentrada, que ha tardado unos 300 millones de años en formarse bajo la corteza terrestre.

¿Cuándo empezó a explotarse industrialmente?

El petróleo empezó a explotarse industrialmente hacia el último tercio del siglo XIX. El primer pozo se perforó en la costa Este de EEUU en 1859, pero su explotación masiva y mundial no se abordaría plenamente hasta entrado el siglo XX, cuando cambia la matriz energética del capitalismo de la época. Recordemos que, inicialmente, el petróleo se utilizó principalmente como lubricante.

Por otra parte, esta revolución de los combustibles fósiles, que permitió sustituir y multiplicar la capacidad de trabajo animal y humana, afianzaría de forma potente y definitiva la idea del progreso indefinido, del crecimiento ilimitado, y de los enormes beneficios derivados de la explotación sin control de la naturaleza.

¿Qué ha significado en su opinión lo que solemos llamar el siglo del petróleo? Usted recoge en su libro una cita de Ecodinámica de Kenneth Boulding: «En 1859, la especie humana descubrió un enorme cofre del tesoro en su sótano: el petróleo y el gas, unas fuentes de energía que se encontraban con facilidad y a bajo coste. Hicimos, al menos algunos de nosotros, lo que nadie hace con un tesoro en el sótano, sacarlo y despilfarrarlo».

Creo que ese paso resume bien la situación. El siglo del petróleo ha significado un paso de gigante en la expansión de la lógica del capital a escala global, fundamentalmente gracias al petróleo. Un nuevo régimen energético tarda décadas en desplegarse (necesidad de desarrollar nuevas tecnologías, nuevas empresas, nuevas formas de distribución, nuevas infraestructuras, nuevos vehículos, nuevas necesidades sociales, nuevos marcos legales, nueva financiación), y en desplazar el régimen energético previo, en este caso, el del carbón. Por eso el petróleo no se pudo afirmar como el régimen energético dominante hasta entrado el siglo XX, a pesar de que se venía explotando con cierta intensidad en EEUU desde antes de 1880, y de que en esa fecha la Standard Oil de los Rockefeller controlaba ya el 90% de las explotaciones en EEUU y en el mundo entero. En 1872 una filial de la Standard Oil iniciaba la primera explotación petrolífera en Perú, abriendo la vía a otras que seguirían más tarde en América Latina.

¿Cuándo y dónde se producen las primeras explotaciones en el continente europeo y en Asia?

En Eurasia, las primeras explotaciones impulsadas por los Nobel tienen lugar en el imperio ruso, en el Caspio, a finales también del XIX. Fueron de mucho menor calado que en EEUU. Las potencias y los capitales europeos intentan asimismo subirse al carro del nuevo régimen energético que se vislumbraba en el horizonte, y empiezan a impulsar los embriones de futuras grandes empresas petroleras para posicionarse adecuadamente en el nuevo escenario. Pero en el siglo XIX tan sólo la Shell, con base en Londres, y la Royal Dutch, de capital holandés, que más tarde se fusionarían, empezarían su andadura. El resto de lo que luego serían las grandes empresas petrolíferas europeas, incluida la que sería más adelante la poderosa British Petroleum -inicialmente Anglo-Iranian Oil en 1901-, no se crearían hasta la década de los ’20. Las potencias europeas tardan, pues, décadas en reaccionar ante la avalancha petrolífera que se avecinaba, que estaba ya en marcha. Además, Europa, al principio, no «tenía» petróleo, no sabía de su existencia bajo el Mar del Norte. Este fue un factor determinante para que el siglo que se abría se convirtiera en el siglo de EEUU. Norteamérica en general, y EEUU en particular, tenían mucha más abundancia natural que Europa de minerales energéticos y, sobre todo, de petróleo

¿El siglo XX ha sido, por tanto, desde un punto de vista energético, primero el siglo del carbón y luego el del petróleo?

El siglo XX se puede dividir en dos grandes periodos. Desde sus inicios hasta, grosso modo, el final de la Segunda Guerra Mundial, y la segunda mitad del mismo. Los rasgos que caracterizan esos dos períodos son enormemente distintos, y entre esos rasgos cuentan mucho las diferencias del régimen energético dominante. La primera mitad estaría todavía marcada por el predominio mundial del carbón como fuente energética principal, a pesar de la intensa progresión del consumo del petróleo, en especial en EEUU, y en menor medida en Europa, muy ligada a la fuerte irrupción de la industria del automóvil, y al transporte por carretera. Emergía con fuerza el American Way of Life, lo que tendría repercusión planetaria a lo largo del siglo. El nuevo bastión de Occidente iba a intentar ganar así las mentes y corazones del mundo, e iba a difundir nuevas formas de vida que tendrían también un enorme impacto territorial. En EEUU se empezaría a desarrollar asimismo una potente revolución de la producción agropecuaria, de la agricultura y la ganadería industrializadas, posible igualmente gracias al petróleo. Pero el predominio global del petróleo, incluso en EEUU, no se produciría hasta la segunda mitad del siglo XX.

En el cambio de régimen energético jugaron muchos factores, e indudablemente las grandes ventajas, múltiples usos y flexibilidad del petróleo sobre el carbón, que fueron decisivas. Pero, aunque a veces se olvida, un elemento de gran importancia fue también sin duda las importantes huelgas mineras y ferroviarias que sacudieron Europa y EEUU en el periodo 1880-1920. Las minas eran fundamentalmente de carbón que se transportaba prioritariamente por ferrocarril. El grueso de la capacidad de resistencia y organización del importante movimiento obrero de esos años estaba principalmente en esos sectores. La extracción de petróleo, en cambio, requería mucha menos fuerza de trabajo que el carbón. Su transporte sería, principalmente, mediante oleoductos, barcos y transporte por carretera, por lo que su irrupción era también una forma de intentar domesticar y contener dichas luchas.

En cuanto al papel del petróleo en las dos grandes guerras mundiales.

El petróleo iba a ser uno de los elementos determinantes de las importantísimas partidas geopolíticas de la primera mitad de siglo, y en especial del desarrollo y desenlace definitivo de las dos guerras mundiales que iban a ser las más destructivas que se han conocido en la historia de la Humanidad, con unos 70 millones de muertos en territorio europeo, más de 5 -como es sabido pero a veces revisado u olvidado- sólo a causa del Holocausto. El petróleo iba a cambiar decisivamente el «arte de la guerra» en la Primera Guerra Mundial: de la caballería, soldados a pie, artillería tirada por caballos y buques de carbón, se pasó a buques, tanques, transporte motorizado y aviones con derivados del petróleo. La propia Royal Navy británica dejaría de quemar carbón a principios del siglo XX y pasaría a alimentarse de petróleo.

Las consecuencias de la Gran Guerra quedaron determinadas por el petróleo. Los aliados trataron de cortar las líneas de suministro alemanas, mientras EEUU el mayor productor de petróleo del mundo fue importante para la ayuda de los aliados. Alemania se rindió cuando apenas le quedaba combustible. En la Segunda Guerra Mundial Alemania tenía como objetivo el acceso al petróleo, fundamentalmente el del Cáucaso, que no pudo alcanzar y dominar tras el desastre de Stalingrado, y lograr victorias decisivas mediante ataques mecanizados sorpresa, la guerra relámpago, que requería una movilidad impensable sin petróleo. Uno de los principales objetivos de la expansión de Japón era también hacerse con el petróleo de las Indias Holandesas (Indonesia)

A mediados del siglo XX, el petróleo se había convertido en un combustible cada vez más crítico y en un objetivo geopolítico para la guerra.

Hay una curiosa paradoja que probablemente valga la pena remarcar: el siglo XX empieza con un abrumador predominio global de EEUU en relación con la extracción de petróleo, sobre todo después de la puesta en explotación de los yacimientos gigantes encontrados en Texas y Oklahoma en los ’30, siendo el principal consumidor y primer exportador mundial de crudo hasta después de la Segunda Guerra Mundial, y, por otra parte, Estados Unidos termina el siglo convirtiéndose en el mayor importador de crudo del mundo, quedando desplazado al tercer puesto de extractor global de petróleo, y a bastante distancia de Arabia Saudí y Rusia, aunque continua manteniendo el cetro como el megaconsumidor del planeta.

Efectivamente, sin duda. En la segunda mitad del siglo XX, EEUU se convierte en importador neto, un giro completo respecto a la primera mitad, y muy en concreto a partir de 1970, cuando EEUU atraviesa su pico del petróleo. Es decir, el momento a partir del cual el gigante estadounidense es incapaz de extraer ya más cantidad adicional de crudo de sus yacimientos, ya que se habían agotado entonces la mitad de sus recursos, los más fácilmente accesibles y de mayor calidad, iniciándose su declive petrolífero, lo que acentúa su dependencia energética mundial. En la actualidad importa más del 60% del petróleo que consume. En esos cien años de la historia del petróleo en el mundo, pasarán muchas cosas pero quizás la más destacable es el cambio del epicentro mundial del petróleo de EEUU a Oriente Medio, donde se encuentran las principales reservas mundiales de crudo, y las transformaciones de todo tipo que ello va a implicar. Aunque, de hecho, hasta hace algo más de treinta años, EEUU era el principal extractor de petróleo, gas natural y carbón del mundo. De esta forma, la creciente dependencia mundial de oro negro de EEUU es uno de los signos que anuncia una crisis de su hegemonía, si bien, desde finales de los setenta, ha intentado basar la hegemonía conquistada sobre nuevas bases, sin descuidar nunca su creciente control del grifo mundial del petróleo: Oriente Medio.

¿Cuándo se inician las ambiciones de las grandes potencias sobre los yacimientos petrolíferos del Golfo?

Las ambiciones de las principales potencias sobre los yacimientos del Golfo Pérsico se remontan a finales del siglo XIX y principios del XX. Gran Bretaña sería la primera potencia que extraería petróleo de Oriente Medio a través de la Anglo-Iranian Oil Company, con mayoría de capital estatal, desde el inicio mismo del siglo XX. Más tarde, ya antes de la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña apoyará a los árabes a rebelarse contra el dominio turco, pero luego les traicionaría tras la caída del Imperio Otomano al final de la contienda, y pasaría a repartirse dichos territorios con Francia, a partir del Tratado de Versalles de 1919 y la creación de la Sociedad de Naciones. El Tratado obligaba a Alemania a pagar los costes de la Gran Guerra, y la dejaba al margen del reparto colonial de Oriente Próximo y Medio entre Gran Bretaña y Francia. EEUU permanece fuera del acuerdo. Decide no participar en esa organización controlada por las principales potencias europeas. La legitimación de este nuevo reparto colonial, a través de mandatos o protectorados impulsados por la Sociedad de Naciones, se va a hacer en base a la misión sagrada de extender la «civilización» para mejorar el bienestar de los pueblos intervenidos o tutelados. Al final de la Gran Guerra, el Reino Unido aprueba la llamada Declaración Balfour, que va a permitir la llegada de colonos judíos a tierras de Palestina, bajo la promesa de recuperar la Tierra Prometida. En esa época también se termina de construir el discurso del Orientalismo, como un estilo occidental para dominar, reestructurar y tener autoridad sobre Oriente. Todo ello en gran medida por el crudo que se aventuraba abundante bajo sus entrañas.

¿Cuál es el origen de las grandes petroleras? En las primeras décadas del siglo XX se van a crear las grandes petroleras occidentales. Primero fueron las petroleras estadounidenses, que se originan principalmente a partir del fraccionamiento obligado del gigantesco monopolio privado de la Standard Oil de los Rockefeller. Luego irrumpirían las petroleras europeas, la mayoría de las cuales reciben apoyo estatal para empezar a funcionar, o son directamente creadas por el Estado. El petróleo se convierte en una cuestión de Estado, como se había visto claramente en la Primera Guerra Mundial. Todas ellas inician en esas décadas una intensa búsqueda de yacimientos por todo el mundo. En este periodo se va a asistir a una guerra de precios, que va a desembocar en los acuerdos de Achnacarry de 1928, una especie de cartelización entre las grandes petroleras occidentales para fijar los precios mundiales del crudo y no hacerse la guerra económica. Es decir, un acuerdo entre las llamadas Siete Hermanas (Exxon, Chevron, Mobil, Gula, Texaco, BP y Shell), para controlar el mercado mundial del crudo, pues no en vano poseían las 4/5 partes de las reservas petrolíferas fuera de EEUU y Rusia. Pero también se acometen en esas fechas las primeras nacionalizaciones petroleras como resultado de cambios políticos, el primero como consecuencia de la Revolución soviética en 1917, y más tarde en Argentina (1923), Bolivia (1937) y México (1938). Sin embargo, a pesar de la creciente difusión planetaria de la extracción de crudo, en especial en Oriente Medio, el dominio de EEUU era entonces sencillamente abrumador. Al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, EEUU controlaba más del 60% de la extracción mundial de crudo. La Guerra Fría iba a evidenciar que los nuevos gigantes mundiales basaban en gran medida su poder, aparte de en la dimensión puramente militar, en un poderoso patrimonio y capacidad de control de recursos fósiles, y en concreto de petróleo. Ese era el caso no solo de EEUU sino también de la URSS.

¿Cuándo se produjeron las nacionalizaciones el petróleo en la región del Oriente Próximo?

Las nacionalizaciones en la región que se vislumbraba ya como el grifo mundial del crudo, no se van a producir hasta la segunda mitad del siglo, cuando esta zona se convierte progresivamente en la principal área extractora y abastecedora mundial, lo cual implica un tensionamiento político en toda esta región, que se ve acentuado desde la creación del Estado de Israel en 1948, y la primera guerra árabe-israelí tras la partición de Palestina. La primera nacionalización la va a acometer el régimen nacionalista de Mossadegh, en Irán, en 1951, tras la caída del Shah. Pero un golpe de Estado orquestado por la CIA y Gran Bretaña va a reponer al nuevo Shah, su hijo, en 1953, permitiendo otra vez la entrada en la compañía estatal iraní de las petroleras occidentales.

Los 50 son años de fuertes cambios en Oriente Próximo y Medio, entre los que destacan la llegada al poder de Nasser en Egipto, en 1954, y la revolución iraquí, en 1958. La URSS daría apoyo a ambos regímenes, y ampliaría sus vínculos con el panarabismo y su influencia en la región. En esa época va a desaparecer la presencia militar europea de Francia y Gran Bretaña en la región, después del fracaso de su incursión bélica en el Canal de Suez tras su nacionalización por Nasser, en 1956, apoyada por Moscú. Nasser bloqueó el paso de petroleros hacia Europa, ante la agresión militar franco-británica, que finalmente se desactivó. Esta retirada se da sobre todo por el rechazo de EEUU a dicha guerra, ante el temor a que el conflicto adquiriera una dimensión global, obligando al repliegue de las tropas de Londres y París, lo que marcaría el declive definitivo de su potencia imperial. A partir de entonces la proyección de EEUU en la zona va a ir in crescendo, apoyándose por supuesto en su socio israelí. Inmediatamente después, en 1957, se inicia formalmente el «proyecto europeo», con el Tratado de Roma. ¿Una casualidad?

¿Y cuándo se crea la OPEP?

En 1960, en Bagdad, para intentar controlar el precio del crudo, al tiempo que se establecen las primeras petroleras estatales en Oriente Medio, aunque dicho objetivo no se alcanza en los sesenta, pues las grandes petroleras occidentales siguen fijando el precio del petróleo. A finales de los ’60 y primeros ’70, se procede a la nacionalización de las reservas petroleras controladas por las empresas occidentales que operaban en la zona, y en otros países del mundo árabe (Libia, por ejemplo, cuando Gadafi derroca a la monarquía gobernante), como reacción a la «Guerra de los Seis Días», en 1967, cuando Israel se apodera de Cisjordania, Gaza, Jerusalén Este y el Sinaí. Un fracaso tremendo del panarabismo nacionalista, laico y «socialista», que no puede frenar al enemigo sionista, y al que se intenta responder más tarde, entre otras medidas, con las nacionalizaciones petroleras mencionadas. Es a partir de entonces cuando la OPEP empieza a tener capacidad para incidir en la fijación del precio del crudo, que se negocia con las grandes petroleras occidentales. Son los tratados de Teherán y de Trípoli. En esos años se dan también nacionalizaciones en Perú y en Venezuela.

Fue en octubre de 1973 cuando tuvo lugar el primer gran shock petrolero como resultado del embargo árabe tras la tercera guerra árabe-israelí. ¿Qué pasó entonces?

El embargo, en el que Irak cumple un papel clave, se establece contra los países occidentales que habían apoyado a Tel Aviv en la contienda. Los precios del petróleo se disparan, se multiplican por cuatro, lo que, junto con la crisis del sistema monetario de Bretton Woods (quiebra del patrón dólar-oro y fin del sistema de cambios fijos), desata una profunda recesión mundial. La OPEP, con un fuerte componente árabe, deja meridianamente claro que a partir de ese momento es ella la que puede controlar e imponer los precios mundiales del crudo. Pero, eso sí, su subida beneficia también a las petroleras occidentales. El centro de gravedad petrolero pasa a partir de entonces de EEUU a Oriente Medio, y la OPEP se convierte en un actor político mundial clave.

Y el segundo shock petrolero…

El segundo shock es en 1979-1980, a consecuencia de la caída del Shah de Persia, el «Gendarme del Golfo» de EEUU, debido a la revolución iraní. Washington perdía un aliado clave en Oriente Medio al que había armado fuertemente. La llegada de Jomeini expulsa a las petroleras occidentales del país, al tiempo que la URSS invade también Afganistán, colindante con Irán. ¿Qué iba buscando la URSS? ¿Una posible salida para el crudo y el gas de Asia Central hacia el mercado mundial? ¿Avanzar aún más sus peones hacia Oriente Medio? Me es difícil responder a esas preguntas. Fue también entonces cuando Jimmy Carter, el Carter de la fundación que lleva su nombre, tras la llamada crisis de los rehenes en Irán, declara que EEUU utilizará., si es preciso, toda su fuerza militar para garantizar el flujo energético hacia EEUU desde la región ya que están en juego sus intereses vitales. En 1980 se inicia la guerra del Irak de Saddam Hussein contra Irán, auspiciada por EEUU y sus aliados occidentales, para ayudar a derrotar al incómodo Irán jomeinista, y para que se destrozaran también entre sí los principales actores político-militares de Oriente Medio que Occidente no controlaba, y además los dos países del mundo con más reservas de petróleo después de Arabia Saudí. Esa guerra se producía entre dos miembros de la OPEP e iba a ayudar a debilitar a dicha organización demonizada desde Occidente reiteradamente. La confrontación gozará, por supuesto, del beneplácito israelí. El balance fue una guerra de casi nueve años, desde 1980 a 1988, que provocó un millón de muertos, la mayoría iraníes. Ambos contendientes quedarían fuertemente debilitados y endeudados por la guerra, situación que les pasaría una fuerte factura cuando los precios del petróleo caen bruscamente en las dos últimas décadas del siglo.

Y estas crisis originaron una fuerte subida del petróleo.

Efectivamente. El petróleo se pondría por las nubes a resultas de estas dos crisis: 40$ en 1980, que equivaldrían a algo más de 100$ actuales. Occidente, y especialmente Europa occidental y Japón, sufrirían en carne propia el tremendo impacto del desabastecimiento y encarecimiento energético, disparándose la inflación a niveles desconocidos. Pero los países del llamado Tercer Mundo «no OPEP», también sufrirían las consecuencias de la subida sin precedentes del precio del crudo, aunque el reciclaje de los «petrodólares» hacia sus territorios, vía préstamos de la banca internacional, les ayudaría a solventar el shock en los 70, si bien les endeudó hasta las cejas. Sin embargo, es preciso resaltar que las crisis petrolíferas de los setenta se producen por decisiones o acontecimientos políticos, no porque la capacidad de extracción de petróleo fuera incapaz de satisfacer la demanda, que es la megacrisis que se avecina en el próximo futuro. Occidente, y en especial EEUU, empieza a demonizar a los árabes por la subida de los precios del petróleo, al tiempo que prepara un profundo cambio de rumbo, el giro o (contra)revolución neoliberal, hacia un nuevo capitalismo más global, desregulado y financiarizado.

¿Qué países y grupos ganan y pierden en esos conflictos?

Europa occidental y Japón se convierten en las principales víctimas de las crisis de los setenta y primeros ochenta, junto como hemos dicho los países del Sur sin petróleo, y en especial sus clases trabajadoras. La razón fue su fuerte dependencia de crudo externo, en especial de Oriente Medio, que además se ven obligados a pagar en dólares. Europa occidental, y en concreto la Comunidad Económico Europea, habían incrementado de forma acelerada su dependencia del petróleo desde los ’50. Recordemos que los primeros pozos en el Mar del Norte se empezarían a abrir a partir de 1969, pero eran incapaces en los 70 de hacer frente a crisis de suministro como las que se produjeron en esas fechas, y de ayudar a regular los precios mundiales del crudo, que controlaba el grifo de la OPEP. Las circunstancias de Japón eran similares. En esas circunstancias es cuando se decide la creación de la Agencia Internacional de la Energía en el marco de la OCDE, con sede en París, que impulsa la creación de reservas estratégicas de crudo para hacer frente a futuras crisis energéticas, y coordina las políticas energéticas de los países miembros.

EE. UU. también se ve afectado indudablemente por las crisis energéticas de los setenta. A partir de entonces va a pasar de ser acreedor a deudor mundial. Pero EEUU es capaz de desvincular el precio del petróleo interno del de los mercados mundiales, debido a su capacidad de extracción doméstica, lo que le confiere una ventaja importante de costes a su industria en los mercados mundiales. Además, Washington en negociaciones con el gigante petrolero Arabia Saudí, su principal socio en Oriente Medio, se garantiza que el petróleo mundial se denominaría y se pagaría en dólares, y que el nuevo flujo de petrodólares se reciclaría a través del sistema financiero anglosajón, así como mediante la compra de bonos del tesoro estadounidense, y a cambio Riad recibiría un importante aporte de armas para reforzar su régimen y su papel en la región.

Todo ello era una forma de ayudar a apuntalar la hegemonía mundial del dólar.

Exacto, y también de reforzar su papel de moneda de reserva global, una vez que ésta se había desvinculado del oro en agosto de 1971. El dólar pasaba a estar «respaldado» por el petróleo propio y ajeno, en lugar de por el oro. EEUU aumentaba, además, su influencia en Oriente Medio y seguía dividiendo a la OPEP. Arabia Saudí se convertiría en el Caballo de Troya de Washington en la organización. Aún así, el dólar experimentaría un declive en los setenta, que podía haber sido más pronunciado de no mediar dichos acuerdos. Declive que duraría hasta el final de los setenta, cuando la Reserva Federal decide una brusca subida de los tipos de interés, que llegarían a situarse a primeros de los 80 en el 20%, catapultando el valor del dólar.

Y más adelante EEUU conseguiría debilitar el frente árabe…

Sí, con los acuerdos de Camp David en 1979, en los que Israel firma la paz con Egipto, devolviéndole el Sinaí. Eso atrae a El Cairo hacia el área de influencia de Washington, y al mismo tiempo Israel, sellada la paz en su frontera Sur, se lanza a la guerra del Líbano en su frontera norte, iniciándose un nuevo conflicto en la región. Poco después Anuar el Sadat, el dirigente egipcio que había firmado la paz con los israelíes, cae ametrallado en un atentado orquestado desde sectores del Islam político, lo que va a significar el inicio de la presencia de la Yihad en toda la región. Sin embargo, recordemos también, que EEUU financiaría a los mujaidines en Afganistán, a través de Pakistán y con la ayuda inestimable de Arabia Saudí, con el fin de expulsar a la URSS de dicho país. Lo cual sentaría las bases de la expansión incontenible de la Yihad. De esos polvos vendrían todos los actuales lodos, pero detrás de esos polvos estaba también la importancia estratégica del control del petróleo a escala mundial.

De resultas de ello, el precio del petróleo, momentáneamente, se abarata…

En los ochenta y noventa vamos a asistir a una caída continuada de los precios del crudo, si exceptuamos el breve pero intenso repunte ocasionado por la Guerra del Golfo de 1991, llegando a bajar hasta 8$ el barril en 1998, bastante menos que el precio del petróleo en los 60 si se descuenta la inflación. Esa intensa caída de los precios del oro negro va a activar otra vez el crecimiento económico mundial, y la expansión de la urbanización-metropolitanización, la motorización y la movilidad a todos los niveles, así como los procesos de mundialización productiva y la propagación de la agricultura industrializada en muchos países del mundo, incluidos muchos agroexportadores del Sur, aparte de la explosión del consumo, especialmente en el Norte, y el desarrollo del turismo de masas continental e intercontinental proveniente de los espacios centrales. Todo ello es factible por el consumo en ascenso del petróleo como resultado de la reducción de su precio y se ve alentado por la mejora de eficiencia energética ganada durante los años de las crisis energéticas. El petróleo, por otra parte, se dedica cada vez más al transporte motorizado y a la agricultura industrializada, los dos sectores más dependientes, mientras que es sustituido en gran medida por otras fuentes (gas natural, carbón, industria nuclear) en la generación de energía eléctrica.

¿Qué pasó exactamente en la primera guerra del golfo? ¿Por qué el Iraq de Hussein invadió Kuwait?

En realidad no fue la primera, fue la segunda, tras la guerra de Irak-Irán. Y esta segunda guerra del golfo parecería una «guerra que nunca existió», como diría Baudrillard. Pero no fue así. Vaya si existió. Saddam Hussein decide en el verano de 1990 invadir Kuwait, con el objetivo de apropiarse de sus importantes recursos petroleros y convertirse en un actor político de primer orden en Oriente Medio. Irak era en ese momento el segundo país del mundo en reservas de petróleo, pero con esta expansión y anexión se aproximaba al nivel de reservas de Arabia Saudí, la meca del petróleo mundial. Saddam, habiendo tenido el apoyo occidental en su enfrentamiento con Irán, cree contar con el posible beneplácito de EEUU para una acción así, que comunica previamente a la embajadora estadounidense. Washington utiliza esta provocación para montar la mayor coalición bélica de la historia, con el apoyo de NNUU, y para reforzar su papel de hiperpotencia mundial, en plena crisis de la URSS tras la caída del Muro de Berlín. En la coalición participan algunos países árabes (Egipto, Siria, Arabia Saudí), lo que logra romper definitivamente la solidaridad entre los mismos. EEUU lanza su «Tormenta en el Desierto», una guerra de alta tecnología, trasmitida mediáticamente al mundo entero, para reforzar aún más su proyección global en el mundo unipolar que se abría en los noventa, tras el fin de la Guerra Fría.

La «madre de todas las batallas» de Saddam, que llega a atacar también a Israel con misiles, es un enorme fracaso, ante la tremenda potencia bélica de la coalición y en especial de EEUU, provocando más de 30.000 muertos en sus filas, contra solo 400 en la alianza internacional. El mensaje era claro. A partir de ese momento ya se sabía lo que le podía pasar a quien desafiase el nuevo orden internacional, sobre todo en Oriente Medio.

¿Y qué paso después de este primer enfrentamiento? EEUU establece por primera vez tropas en algunos países de la región de forma estable: Arabia Saudí, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos, garantizándose una mayor capacidad de control y acceso al grifo global del oro negro.

Efectivamente. Además, EEUU cuenta claramente con Israel en ese empeño, que actúa como una especie de enorme base militar avanzada de Occidente en la zona, con 700.000 soldados (de una población de seis millones) que «tan sólo» le cuestan a Washington unos 8.000 millones de dólares anuales. Una cifra alta, pero no disparatada. Más tarde, a lo largo de la década, con los Acuerdos de Oslo de 1993 y su «política de paz» en la región, Washington intentaría atraer a los países de la OPEP hacia la OMC, para imponerles sus reglas de acceso a sus recursos petroleros y la apertura de sus mercados, cosa que no lograría, y además el «proceso de paz» estallaría al final de la década ante la intransigencia de Israel, dando lugar a la primera Intifada. Una resistencia palestina que era capaz de poner en jaque el enorme poder represivo policial y militar israelí, y captar las simpatías y el apoyo de una parte nada desdeñable de la población mundial

En los noventa, por otra parte, las políticas del Consenso de Washington van a provocar una privatización de empresas y recursos petroleros en diversos países de la periferia.

Esto es especialmente así en América Latina -Argentina, Bolivia, Venezuela, Colombia, etc.- en donde las empresas petroleras occidentales, y muy en concreto Repsol, se van a hacer con importantes reservas petroleras y gasísticas. Repsol, una nueva transnacional «española», proveniente de la privatización de la empresa estatal CAMPSA, va a acabar convirtiéndose en la principal empresa petrolera de América Latina, y uno de los agentes más impactantes en su territorio. También vamos a presenciar en los noventa un fuerte movimiento de fusiones y adquisiciones entre petroleras occidentales, que va a crear auténticos gigantes mundiales: Exxon-Mobil, Chevron-Texaco, Total-Fina-Elf, Conoco-Philips, BP-Amoco, etc., las llamadas Majors. De esta forma, estos «nuevos» gigantes petroleros aumentaban sus reservas vía fusiones, y no mediante nuevas prospecciones e inversiones, al tiempo que reducían de forma importante personal asalariado, incrementando con ello sus beneficios y cotización bursátil, a pesar de los bajos precios del petróleo en esa época. La racha bajista de precios terminaría a finales de 1998, cuando EEUU y Gran Bretaña, los Estados que albergan las principales petroleras mundiales, deciden unilateralmente bombardear Irak, provocando un considerable repunte del precio del crudo. El bombardeo se produce, curiosamente, poco antes del inicio de la entrada en funcionamiento del euro.

Pero, según parece, los gigantes petroleros occidentales cada vez controlan menos reservas petroleras a escala global y, además, algunos -Shell, Repsol- se han visto obligados a declarar que poseen menos reservas de lo que decían.

Sí, es así. En la actualidad tan solo controlan el 10% de las reservas petroleras mundiales, y las petroleras estatales de países OPEP y no OPEP, como Rusia, México, China, India, Malasia, etc., el 90% restante, cuando ese balance era más o menos el contrario después de la Segunda Guerra Mundial. Además, las reservas que controlan están pasando a ser las de peor calidad y de las que pueden extraer una menor «renta del petróleo». Esta «renta» depende de la calidad del crudo, de su coste de extracción, de la tecnología que haya que utilizar para obtenerlo, del clima de la zona en que se ubique el yacimiento, de los costes de transporte. Una vez más los costes de extracción en Oriente Medio son los más bajos del mundo, situándose en torno a los 5 dólares el barril, por lo que la renta petrolífera es la más alta en esta región. Lo que sí controlan las grandes petroleras occidentales es la tecnología más avanzada, y además poseen el grueso de las refinerías que hay en el mundo, así como dominan también las redes de distribución. Las petroleras estatales, de la OPEP o fuera de ella, dependen en gran medida de esa tecnología y de sus redes de distribución, y muchos de sus Estados se ven obligados a importar los productos refinados a costes de mercado. Los países centrales defienden los intereses de sus petroleras a través de los mecanismos de propiedad intelectual en el marco de la OMC, y los fomentan a través de ayudas a la I+D+i.

¿Cuándo resurge el poder de la OPEP?

A finales de los noventa, si solo atendiésemos a los indicadores del mercado, nada parecía augurar que el combustible determinante de la expansión capitalista global del siglo XX se estaba acercando a su punto de declive definitivo: el pico del petróleo (peak oil) mundial. Es más, la sensación de abundancia «sin fin» era manifiesta. Sin embargo, al término de la década, distintos acontecimientos políticos van a cambiar ese escenario de exuberancia petrolera, y la OPEP se va a convertir una vez más en el actor clave del mercado del crudo, pues controlaba (y controla) aproximadamente el 40% de su volumen actual, porcentaje que irá en aumento inexorable en el futuro.

Uno de esos acontecimientos, claro está, es la elección popular democrática de Hugo Chávez en Venezuela en 1999.

Claro está. Junto con Irán, van a tensionar una vez más la OPEP, apoyando una restricción de su capacidad de extracción global, para hacer subir el precio del crudo. A ello se suma, indudablemente, que la sed petrolera del sistema urbano-agro-industrial (que en esta época desborda claramente los espacios centrales y se proyecta a escala mundial) había ido disparando la demanda global hasta hacer que los excedentes de extracción petrolera que existían en los ochenta se fueran progresivamente evaporando. Y es por eso por lo que, desde finales de los noventa también, distintas crisis político-sociales, militares y ambientales: bombardeos de EEUU y Gran Bretaña sobre el Irak de Saddam Hussein (1998-1999), huelgas y conflictos en áreas petroleras (Nigeria), paro petrolero contra Chávez (2002), Guerra contra Irak (2003), huracán Katrina (2004), guerra del Líbano (2006), logran provocar fuertes tensiones en el mercado mundial del crudo, iniciándose una subida continuada que dura hasta nuestros días, cuando el precio del barril ha llegado a situarse cerca de los 140$, un precio bastante más alto que el que llegó a tener el crudo en 1980, si se descontase la inflación.

Sea como sea, al finalizar el siglo XX, el petróleo es la energía dominante a escala mundial

Sin duda. En la segunda mitad del siglo XX, no sólo se multiplica por 8 la demanda mundial de crudo, pasando de 10 a 80 millones de barriles día -mbds, sino que también se inicia la extracción del gas natural como nuevo combustible fósil, de menor impacto ambiental, cuyo uso se acentúa a partir de los ochenta como respuesta a las crisis energéticas de los setenta. El momento de máxima preponderancia del petróleo a escala mundial fue 1973, cuando el crudo llega a representar el 50% de la energía primaria mundial.

Por otra parte, desde finales de los cincuenta, y sobre todo en los sesenta y especialmente en los setenta, se crean asimismo más de cuatrocientas centrales nucleares en el mundo, de forma casi exclusiva en los países centrales (occidentales y del Este), que son los que disponen la compleja tecnología necesaria para acceder a esta energía. Tecnología que siempre ha estado relacionada, desde sus inicios, con el acceso al arma nuclear, y con una intensa participación estatal y militar, así como del estamento científico. Curiosa, significativamente el programa de «Átomos para la Paz», con el que se impulsa en tiempos de Eisenhower este tipo de energía, coincide en el tiempo con el momento en que EEUU empieza a ser importador neto de petróleo en los cincuenta. En Europa occidental el inicio del «proyecto europeo» coincide con el impulso de la energía nuclear (Tratado del EURATOM). Pero el programa de expansión nuclear en el mundo se frenaría después de los accidentes de Harrisburg en 1979 y Chernobil en 1986, al tiempo que caen también bruscamente los precios del petróleo en los ochenta. El coste de la energía nuclear era mucho más caro de lo que se pensó en un principio, y la gestión de sus residuos muy compleja y altamente peligrosa. Todo lo cual nos da una idea del tremendo incremento del flujo energético mundial que tuvo lugar en los últimos cincuenta años del siglo pasado, en especial de petróleo, pero no sólo, que fue el más firme aliado de la expansión espectacular y proyección geográfica del nuevo capitalismo global, y que posibilitó también una más que duplicación de la población mundial (y su cuadriplicación a lo largo de todo el siglo XX). Pero ese proceso de crecimiento «sin fin» del flujo energético mundial está tocando a su fin en el siglo XXI

En resumen: al finalizar el siglo XX, los combustibles fósiles garantizaban grosso modo un 85% de las necesidades energéticas mundiales; aproximadamente el 40% lo aseguraba el petróleo, y el 45% restante lo hacía el carbón y el gas natural, más o menos a partes iguales.

Exacto. El carbón, aunque había ido disminuyendo su peso dentro de los combustibles fósiles a lo largo del siglo, había multiplicado nada menos que por seis su consumo global en cien años. El 15% remanente, al margen de los combustibles fósiles, estaba compuesto más o menos a partes iguales también por la energía nuclear y por las llamadas «energías renovables»: hidráulica (una parte de la misma, las grandes presas, de gran impacto ambiental), energías renovables comerciales de nueva generación (fundamentalmente eólica, pero también solar térmica y de forma residual solar fotovoltaica) y biomasa. Esta última fuente energética, la biomasa, la leña, era y es la energía fundamental de los pobres del mundo. Cerca de la mitad de la población mundial, unos 3.000 millones de personas, la utiliza para calentarse y cocinar, y accede a ella al margen del mercado y con un trabajo humano realizado fundamentalmente por mujeres (No es esta por supuesto la única divisoria de género en cuanto al acceso a la energía, pues en general el uso del automóvil tiene un acusado sesgo androcéntrico). Sin olvidar, en todo caso, que unos 1.600 millones de personas del planeta no tenían acceso a la energía eléctrica, a pesar de que el consumo de esta fuente de energía final había crecido a un ritmo doble del consumo energético mundial durante el siglo XX.

En cuanto a las condiciones laborales que acompañan a esta fuente energética, ¿qué puedes decirnos?

En la llamada OPEP «rica», las monarquías del Golfo, el núcleo duro de la extracción petrolífera mundial, de reducida población autóctona, más del 70% de la fuerza laboral es de origen foráneo, principalmente de origen indio, paquistaní, o de Bangladesh, y la gran mayoría trabaja en el sector del petróleo en condiciones de semiesclavitud. En el mundo también trabajan unos veinte millones de personas en la extracción, procesamiento y distribución del petróleo y sus derivados, así como en la industria petroquímica. En general, hasta ahora, hay un alto nivel de sindicación en toda esta industria, salvo principalmente en los países del Golfo, y también en Rusia, China, etc., que está siendo erosionado y atacado gravemente por las políticas neoliberales, y en algunos casos, como en Colombia, mediante el asesinato de líderes sindicales. En todo caso, las luchas de los trabajadores han conseguido en ocasiones paralizar procesos de privatización en marcha de recursos y empresas petroleras. Igualmente, tanto las huelgas de los trabajadores del sector petrolero, como las luchas de las comunidades afectadas por la extracción del crudo, han puesto en muchos casos en jaque la llegada del crudo a los mercados mundiales. Pero el cada vez mayor consumo de petróleo, y el creciente flujo energético mundial de estos últimos treinta años, tras las crisis de los setenta, han permitido también el despliegue del nuevo capitalismo global, y la reestructuración postfordista, que han implicado un desplazamiento del poder del «factor trabajo» en los procesos productivos. Al mismo tiempo, la automatización en los principales procesos productivos ha terminado con la centralidad de la «clase obrera», que ha ido desapareciendo como actor político, sobre todo en los espacios centrales.

¿Por qué esta adicción mundial al crudo?

La adicción que señalas alcanza cada vez más a las sociedades en su conjunto, y la veneración de la movilidad motorizada, el automóvil y la velocidad se ha acabado convirtiendo en una verdadera enfermedad de las sociedades «desarrolladas», o en trance de modernización acelerada. Una patología de dimensiones civilizatorias. El vehículo privado se ha acabado convirtiendo en un Moloch al que se sacrifica todo, ingentes cantidad de dinero en infraestructuras, cientos de miles de vidas humanas cada año en el mundo, así como millones de heridos como resultado de la «violencia vial». La Formula 1 o el Moto GP se han acabado convirtiendo en espectáculos de masas globales, que son capaces de movilizar a cientos de miles de personas, como hemos podido comprobar con la locura de Fernando Alonso o Dani Pedrosa. También, cada vez más, los derivados del petróleo, y en concreto el queroseno, hace viable el estallido del turismo continental y transoceánico mundial proveniente de los países centrales, que se ha visto fuertemente acrecentado en los últimos años como resultado de los vuelos de bajo coste. El petróleo nos ha permitido tener «cientos de esclavos energéticos» a nuestro servicio, sin saber cuales son los tributos de toda índole que tenemos (y tendremos) que pagar por ello, entre los cuales cabe destacar los impactos ecológicos a todos los niveles.

¿Y cuáles son, en tu opinión, los principales impactos ecológicos de esta sed insaciable de oro negro?

Los impactos ambientales directos de la industria del petróleo son muy variados. Impactos en las zonas de extracción, que deterioran los hábitats naturales cercanos (cursos de agua, recursos hídricos subterráneos), incidiendo negativamente en las distintas formas de vida de los mismos, y afectando en muchos casos gravemente a las comunidades humanas que habitan en ellos. Impactos debido al transporte del petróleo, como resultado de la construcción de oleoductos y de los vertidos de crudo que se producen en ocasiones, pero especialmente como resultado de los vertidos y accidentes en plena mar de los petroleros y buques cisterna. Algunos de ellos han entrañado un tremendo impacto ambiental cuyos efectos han durado años (y todavía perduran): Exxon Valdez, Erika, Prestige. Y finalmente, los impactos allí donde se procesa el petróleo (refinerías), o donde se consumen los derivados del mismo (gasolinas, diesel, queroseno), lo que se da principalmente en las metrópolis, siendo el tráfico la principal causa de la contaminación de las aglomeraciones urbanas; pero también en pleno campo, en los espacios de agricultura industrializada, o en los altos niveles de la atmósfera, debido al tráfico aéreo. Todos ellos contribuyen además al agravamiento del cambio climático.

Pero los impactos territoriales y ambientales del petróleo van mucho más allá si consideramos que algunas de las actividades más nocivas del presente modelo urbano-agro-industrial no se darían sin el petróleo, pues son altamente dependientes de él: movilidad motorizada, urbanización acelerada y dispersa, turismo de masas intercontinental, agricultura industrializada, globalización de la producción y del consumo, desarrollo incontrolado de la minería a cielo abierto a escala global, etc. Estos son los impactos ambientales indirectos del petróleo.

Así, pues, el petróleo se ha convertido en el principal contribuyente al cambio climático global, de consecuencias tan peligrosas como impredecibles, y cuyos principales damnificados serán las sociedades del Sur del planeta.

Exacto. Conviene resaltar que el petróleo ha tenido la capacidad de destrozar los mecanismos que regulan el clima del planeta, siendo el uso de los combustibles fósiles el responsable determinante. Estamos trascendiendo los límites del planeta a todos los niveles, y eso está teniendo ya sus efectos en el propio despliegue del capitalismo global, aunque los impactos de dicha translimitación se verán acentuados en el futuro. En definitiva, no sólo estamos empezando a sobrepasar los límites de recursos y materiales de la corteza terrestre (entre ellos los combustibles fósiles), acentuando los impactos de toda índole en su busca para garantizar las necesidades del brutal metabolismo urbano-agro-industrial del capitalismo global, sino que estamos alterando el clima a escala planetaria como resultado de dicho metabolismo, en una escala nunca vista en los últimos 400.000 años, con potenciales efectos catastróficos en las próximas décadas. Curiosamente, desde parte de las actuales estructuras de poder se nos alerta de los peligros del cambio climático en marcha, aunque se nos ocultan o se tergiversan sus verdaderas causas, y se nos proponen falsas soluciones, pero para nada se señalan los límites de los combustibles fósiles (y de otros materiales y recursos) a la expansión del actual modelo urbano-agro-industrial. Es por eso también por lo que los principales actores estatales mundiales, y muy en concreto los EEUU, se involucran en prácticas belicistas y se preparan para una guerra cada vez más abierta en la lucha por unos recursos mundiales crecientemente escasos.

Te pregunto sobre esto último. ¿Qué papel jugó el petróleo, si fuese el caso, en el ataque usamericano a Afganistán?

La ruptura de negociaciones de Unocal (petrolera estadounidense) con el régimen talibán de cara al paso de los oleoductos, puede haber sido la chispa que encendiera el ataque a Afganistán, con el 11-S como «excelente» excusa, con el fin de conseguir manu militari lo que de repente estaba siendo difícil de obtener en la mesa de negociaciones. Desde entonces, la presencia y la implicación occidental en la zona no ha hecho sino acentuarse. Desde hace ya unos años es la OTAN en su conjunto la que interviene militarmente, aparte de EEUU, y su actuación encuentra una resistencia crecientemente fuerte. De hecho, se habla ya de que la Alianza está perdiendo la guerra, y algunos agoreros comentan que puede ser la primera y quizás la última intervención de la OTAN fuera de su área original de actuación. La razón son las disensiones que han surgido en el seno de esta operación de la Alianza entre los países más implicados en los ataques militares, y de mayor riesgo, y aquellos otros más involucrados en tareas de retaguardia y «humanitarias», pero que actúan también y son percibidos como fuerzas de ocupación.

El ataque de EEUU a Afganistán es el primer paso para una aún mayor proyección de su poderío militar en lo que se ha llegado a llamar el Gran Oriente Medio, y quizás una forma también de controlar e impedir el acceso de China al grifo mundial del crudo. Más tarde, Washington orquesta un ataque contra Irak bajo la excusa de que Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva. El definitivo fin del «síndrome de Vietnam» que había facilitado el ataque del 11-S, le permite a Bush impulsar una actuación militar crecientemente agresiva a escala mundial, logrando el apoyo del Congreso a la llamada Guerra Preventiva. Pero el verdadero objetivo del ataque era llegar a controlar el Grifo Mundial del Petróleo, Oriente Medio, y en concreto el tercer país del mundo actualmente en reservas de crudo, pensando apuntalar así una hegemonía estadounidense progresivamente en crisis. Al mismo tiempo, también se buscaba el reforzamiento del dólar, pues Saddam Hussein había empezado a vender su petróleo en euros, lo cual significaba un importante ataque a la hegemonía mundial del dólar. Finalmente, la invasión de Irak junto con su control de Afganistán permiten a EEUU «rodear» también a Irán.

¿Qué papel juegan actualmente Asia y América Latina en el conflicto del petróleo?

Las tensiones geopolíticas (y hasta bélicas) en relación al petróleo se han ido ampliando progresivamente a otros espacios mundiales. Hasta América Latina y Asia, o en sus mares cercanos (Timor Oriental, con la irrupción de tropas australianas), donde las grandes petroleras privadas y/o estatales buscan desesperadamente el acceso a los últimos yacimientos de petróleo convencional que aún quedan por explotar. Todos ellos de carácter cada vez más marginal, con crecientes costes de exploración y afectados también por crecientes costes de transporte, pues están ubicados en muchas ocasiones en enclaves difícilmente accesibles, y en zonas lejanas a los puertos de exportación. El reciente conflicto de Colombia con Ecuador y Venezuela, provocado al atacar el ejército colombiano a un comando de las FARC en territorio ecuatoriano, augura un probable incremento de la tensión político-militar a partir de ese Estado, cabeza de puente de los intereses de EEUU en la región, con los dos principales Estados petroleros de América del Sur, y miembros de la OPEP. Tanto Venezuela como Ecuador están alejados de los intereses de Washington, y plantean utilizar una mayor soberanía sobre sus recursos fósiles para reforzar un proyecto de integración regional propio. El debate se está empezando a plantear en estos términos: ¿deben utilizarse los combustibles fósiles de la región para impulsar principalmente una integración de América del Sur, y reforzar su papel en el mundo, al tiempo que sirven para redistribuir (en parte) las rentas del petróleo? ¿O deben venderse o compartirse sus potenciales beneficios al mejor postor foráneo, sean estas transnacionales petroleras occidentales o empresas estatales de otros grandes actores mundiales?

De todas formas, no hay que olvidar que las propuestas de explotación de los combustibles fósiles con sello autóctono son en muchas ocasiones tan impactantes como las foráneas, aunque comporten ciertas ventajas y beneficios mercantiles y redistributivos para sus pueblos, y es por eso por los que muchas comunidades campesinas e indígenas también cuestionan la explotación de los combustibles fósiles, pues va contra los intereses de la Pachamama.

Es decir, que en tu opinión los gigantes corporativos privados o estatales de extracción de crudo se comportan cada vez más como verdaderos «imperios del petróleo», como han llegado a ser descritos, por el cada día mayor poder empresarial, pero también político, policial y hasta militar que despliegan.

Son imperios realmente. Su capacidad para alterar y condicionar la política de los Petroestados es manifiesta, especialmente de aquellos Estados «débiles» cuyo único monocultivo es el crudo, especialmente en las regiones petroleras de África, provocando su deriva hacia la corrupción, autoritarismo, militarismo y concentración extrema de la riqueza. El petróleo en estos casos más que una «bendición» es una verdadera desgracia. Muchos de estos «imperios del petróleo» disponen de fuerzas policiales y militares mercenarias propias, al tiempo que son protegidos por las fuerzas de seguridad de los Estados en los que operan, y ambas reprimen sin contemplaciones las protestas y resistencias a su actuación. Finalmente, en esta huída hacia adelante tras los últimos rastros del petróleo convencional, algunos de los gigantes petroleros estatales están empezando ya a sobrepasar a las transnacionales petroleras occidentales (Petrochina, Saudiaramco, NIOC -iraní-, Rofsnet -rusa-, Petronas -malaya-, Petrobras -brasileña-, etc.; algunas de ellas con parte de capital privado, pero con férreo control estatal). Petrochina es ya la segunda petrolera mundial tras Exxon, por delante de Shell, y ha llegado a superar el valor en bolsa de Exxon. Es más, se han empezado ya a dar asaltos vía mecanismos de mercado de compras de gigantes empresariales privados occidentales, por parte de los nuevos actores corporativos estatales periféricos, que han sido bloqueados por los Estados: es el caso de Unocal en EEUU ante Petrochina. Hasta hace poco, estos últimos no tenían esa capacidad de actuación y proyección, pero el fin del petróleo barato, y los abundantes ingresos que han conseguido en los últimos años algunas de las empresas estatales de petróleo, las están convirtiendo poco a poco en los nuevos depredadores globales.

¿Qué reacción están provocando las nuevas prospecciones y extracciones petrolíferas?

Las nuevas prospecciones y extracciones de crudo en distintas partes del mundo están provocando un creciente rechazo social. Afectan a muchos territorios poco «modernizados», y en ocasiones casi vírgenes, habitados por comunidades campesinas e indígenas. Esta es principalmente la situación en América Latina: Amazonia peruana y ecuatoriana, Valle de Arauca y Magdalena Medio en Colombia, distintas zonas en Bolivia, Plan Puebla Panamá (donde resalta la resistencia zapatista), etc. Pero también cada vez más en África, donde es especialmente intensa en el Delta del Níger. En algunos casos, las resistencias a la extracción del petróleo (y gas natural), o a las condiciones en que se produce la misma, han provocado la caída de gobiernos (caso boliviano con la llamada Guerra del Gas), y han alterado sustancialmente las relaciones con las empresas petroleras que los explotan (en Venezuela, Bolivia, Ecuador y hasta en Argentina). Es más, la nueva Constitución boliviana (pendiente todavía de referéndum popular) fija un nuevo reparto de las regalías de explotación de los hidrocarburos, y establece importantes condiciones por parte de las estructuras sociales comunitarias a su explotación. Ante estas dinámicas, se están produciendo intentos de fragmentación de los Estados (Bolivia, Venezuela), para escapar a estos controles sociopolíticos que han impuesto las resistencias, por parte de las elites sociales y políticas de los territorios subestatales ricos en recursos fósiles.

En suma, el auge de las resistencias, y el nuevo marco sociopolítico que en muchos casos éstas han creado, han revertido la ola privatizadora de los noventa, y asistimos ahora a una marea de progresivo control estatal y hasta comunitario de los recursos del subsuelo. Dentro de esta deriva antineoliberal se producen reivindicaciones como las del Parque Natural Yasuní (Ecuador), en donde se plantea directamente dejar el petróleo existente bajo el subsuelo, para defender hábitats de gran valor ecológico y a sus poblaciones, así como una vía también para luchar contra el cambio climático en marcha. Esa opción se propone por el nuevo gobierno a cambio de la aportación de recursos económicos que permitan amortizar la deuda externa, y asimismo por los movimientos sociales como parte de la deuda ecológica que el Norte ha contraído con el Sur a lo largo de la historia.

Y tal vez todo este conjunto de resistencias, junto con las crecientes restricciones físicas al incremento de la oferta mundial del crudo, incluso la falta de capacidad de refino mundial, son la causa del fuerte auge del precio mundial del crudo y de los derivados del petróleo, que se viene manifestando en lo que va de siglo.

De acuerdo. La Era del Petróleo barato es ya historia, estamos entrando en el principio del fin de la era de los combustibles fósiles. El petróleo barato se ha acabado ya para siempre. A partir de ahora el precio del crudo solo podrá ir al alza, que será una de las formas por las que se regule el mercado. La otra será la guerra y el control y el acaparamiento del oro negro por parte de los poderosos.

¿De qué hablamos exactamente cuando hablamos que nos acercamos al pico de la producción mundial del petróleo?

 El llamado pico mundial del petróleo parece que ya está aquí, o estamos a punto de entrar en él. Es el momento a partir del cual ya no será posible poner más crudo adicional en el mercado, por mucho que se hagan nuevas y costosas prospecciones y extracciones, pues habríamos consumido ya grosso modo la mitad de los reservas globales de petróleo. Eso es lo que sería el peak oil (o pico del petróleo), definido por el geólogo Hubbert en los ’50 del pasado siglo, aplicado a escala planetaria. Distintos analistas (Campbell, Heinberg, Duncan, Brown, etc., etc.) y webs dedicadas a estudiar y alertar sobre esta grave cuestión, ya venían anunciando su inminencia en los últimos años, situando el pico o cenit muchos de ellos antes del 2010, o en torno a esa fecha, mientras que los organismos oficiales de los principales Estados lo desmentían, y en todo caso lo pronosticaban hasta hace poco bastante más allá en el tiempo (no antes del 2030). En realidad, los máximos hallazgos de reservas se habían dado en los años 60 del siglo XX, y desde entonces los descubrimientos han ido cayendo en picado, y sobre todo el tamaño de las reservas encontradas. Así, en la actualidad, de cada cinco barriles de crudo que consumimos cuatro (es decir, el 80%) corresponden a antiguos yacimientos y tan solo uno corresponde a los nuevos que se encuentran. En EEUU el lapso de tiempo que pasó entre el periodo en que se encontraron las mayores reservas (años 30) y su respectivo peak oil (1970) fue de unos 40 años, y ahora muy probablemente estemos en una situación similar, pero a escala mundial. Recientemente, hasta la propia Agencia Internacional de la Energía (IEA, 2007) ha venido a reconocer que al ritmo actual del crecimiento de la demanda de «petróleo» en el mundo, en el 2012 esa demanda ya no podría ser satisfecha, o quizás antes. En definitiva, nos encontraríamos en la situación de que habríamos consumido ya el primer billón de barriles de petróleo de las reservas (convencionales) que el planeta disponía, y nos quedaría por explotar el segundo billón remanente bajo las entrañas de la Tierra. Ese primer billón de barriles de crudo se ha tardado en consumir unos 130 años, pero la segunda mitad del petróleo que nos ha legado la Madre Naturaleza quizás podríamos devorarla en unos 30 años, si continúa el ritmo actual de crecimiento del consumo.

Pero, ¿qué países en concreto han llegado o pasado por su propio pico del petróleo?

La inmensa mayoría de los países exportadores ya han pasado por su propio pico del petróleo, 56 de los 65 mayores exportadores, incluso la gran mayoría de los países OPEP, muchos de los cuales tienen unas cifras de reservas infladas, como resultado como ya hemos apuntado de la negociación de cuotas de extracción en base a las mismas. De hecho, la mayoría de los grandes yacimientos mundiales están ya en fase de contracción y los países OPEP son incapaces de poner crudo adicional en el mercado para bajar el precio, pues no tienen capacidad excedente de extracción como en los 80 y 90. Ni siquiera Arabia Saudi. Esta situación de progresiva escasez no se manifiesta todavía en el Norte, o en los países centrales, por su capacidad de compra respecto al resto del mundo; es más en EEUU y en gran parte de la UE el consumo se ha incrementado algo en estos últimos años. Y es de resaltar que EEUU consume aproximadamente el doble per capita que la UE. La escasez tampoco se plasma por ahora tampoco en la mayoría de los países extractores, pero sí en los países periféricos No OPEP (salvo en China), en donde está cayendo sustancialmente desde hace años el consumo de petróleo per capita. En muchos países periféricos estamos empezando a presenciar ya los conflictos que provoca la dificultad de acceso al crudo, una vez que se había hecho dependiente del mismo a sus sociedades, y estos conflictos se están empezando a manifestar hasta en países exportadores que se ven obligados a importar a alto precio los productos refinados (colas y disturbios en Irán, p.e., siendo como decimos el segundo país del mundo por reservas de petróleo).

Nos acercamos, pues, en tu opinión al inicio del fin de la era del petróleo. ¿Qué escenarios contemplas?

Nos acercamos rápidamente al inicio del fin de la Era del Petróleo, que será igualmente el inicio del fin de la era de los combustibles fósiles, pues poco después del pico del petróleo vendrá el pico del gas (en la próxima década), y algo más tarde el pico del carbón (a partir del 2030, posiblemente); así como el del uranio y del cobre después. De hecho, el siglo XXI puede llegar a ser otra vez progresivamente el siglo del carbón, como lo fue el XIX. Lo que significa todo esto es que dentro de nada se iniciará un escenario de decrecimiento continuo del flujo energético, que empezará por supuesto con el pico del petróleo. Pero: ¿cómo se está haciendo frente ya a este escenario? ¿Han empezado a cambiar ya las políticas globales en relación a la extracción del crudo? Todavía no hay un debate público abierto al respecto, pues la reducción del flujo energético mundial aún no se ha producido; aunque sí en lo que se refiere a su distribución regional planetaria, sobre todo en las regiones pobres del globo, y principalmente como decíamos en términos per capita. Y ello es así, porque hasta ahora se está solventando el estancamiento de la extracción del crudo convencional recurriendo al crudo no convencional, que está siendo rentable explotarlo, a pesar de su alto coste y dificultad tecnológica, debido a los elevados precios del crudo convencional. Pero igualmente, porque se ha empezado a sustituir el petróleo por otros combustibles líquidos de características parecidas, es decir, combustibles sintéticos derivados del carbón y gas (esto es, de otros combustibles fósiles todavía más «abundantes», especialmente en el caso del carbón), o bien obtenidos a partir de la biomasa, los llamados agrocombustibles (etanol y biodiesel, principalmente).

¿De dónde proviene esta demanda de agrocombustibles principalmente?

La apuesta y la demanda proviene fundamentalmente de EEUU y la UE, en donde se han establecido objetivos de obligado cumplimiento de cara al futuro (10% en el caso de la UE para el 2020, y cerca del 20% en el caso de EEUU para la misma fecha), dentro del mix de carburantes para abastecer la demanda de su enorme parque automovilístico y por carretera, cuya movilidad no para de crecer. Pero también es una apuesta clara por parte de Brasil desde hace años, el mayor productor de agrocarburantes (etanol en concreto) después de EEUU, que ahora está acelerando su producción debido a la demanda internacional de los grandes actores occidentales, lo que está arrastrando a otros países del Sur en la misma dirección (Argentina, Paraguay, Colombia, Indonesia, y ahora se intenta implicar a África). El objetivo es llegar a depender menos del petróleo convencional que proviene de regiones geopolíticas muy inestables, en especial de la OPEP, y en concreto de Oriente Medio, garantizar que se cubre la demanda, y contener los precios. Es un intento vano, pues antes o después se profundizará esa dependencia, se hará imposible cubrir la demanda en ascenso, y se dispararán aún más los precios. EEUU junto con Brasil (y otros) están barajando crear una especie de OPEP de los agrocarburantes, al tiempo que la UE negocia también con los actuales y potenciales grandes productores del Sur de materia prima para los agrocarburantes.

¿Y cuáles son los costes de esta huida hacia adelante?

Altísimos, altísimos costes económicos, sociales, ambientales y políticos. «Costes económicos», porque para seguir garantizando la extracción y procesamiento del crudo convencional restante, y especialmente del no convencional, son precisas unas tecnologías cada vez más complejas y, por consiguiente, unas inversiones cada día más elevadas, sencillamente descomunales, con un elevado riesgo en cuanto a los beneficios futuros derivados de las mismas. Lo mismo cabe decir de la tecnología y las inversiones necesarias para el desarrollo de los agrocarburantes, sobre todo de los llamados de «segunda generación», es decir, a partir de materiales celulósicos, que está todavía por ver si son factibles de obtener y viables económicamente. «Costes sociales», porque los altos flujos económicos mencionados, requerirán por supuesto de apoyo estatal para llevarlos a cabo (lo están haciendo ya), y derivarán en una reducción de los gastos sociales de todo tipo. Asimismo, porque la búsqueda de crudo en las áreas más remotas del planeta, está incidiendo abiertamente en comunidades indígenas y campesinas, alterando sus formas de vida y amenazando su propio futuro. Y lo mismo podemos decir respecto de la promoción de los agrocarburantes, cuyo desarrollo está poniendo igualmente en cuestión la existencia de comunidades campesinas e indígenas, al ampliar la frontera agraria y fomentar aún más los monocultivos, sobre todo en los espacios del Sur.

¿Y que opinión te merece la expansión de los agrocarburantes, que se intentan vender a la opinión pública como la panacea contra el cambio climático cuando, según algunas opiniones, pueden llegar a agravar éste, sobre todo si se tienen que importar del Sur del planeta transportándolos miles de kms hasta llegar al Norte, según ha reconocido recientemente hasta la propia Agencia de Medio Ambiente de la Unión?

Muy negativa. La agroindustria se mueve en base al petróleo y su progresión promueve la deforestación y roturación, eliminando sumideros muy importantes de carbono y destruyendo biodiversidad. Su promoción incrementará la demanda de agua en muchas regiones, con problemas ya de acceso al líquido elemento (ahondando en una nueva guerra ya en marcha por los recursos escasos), y agravará los impactos ambientales del agrobusiness (degradación de suelos y recursos hídricos, entre otros, que se verán recrudecidos también por la expansión de los cultivos transgénicos). Los agrocarburantes están siendo una de las principales causas de la agudización de la crisis alimentaria mundial, y lo será aún más en el futuro. Los precios de los alimentos se están disparando también a causa del fuerte incremento del precio del petróleo, aparte de por la especulación y la pérdida de soberanía alimentaria, y empieza a haber serios problemas de abastecimiento en algunos países. En el mercado mundial manda quien tiene poder de compra, los pobres del mundo no lo tienen, y los poseedores de coches en general sí. Es por eso por lo que la producción de grano mundial se está orientando a cubrir la demanda de agrocarburantes, desatendiendo y encareciendo la alimentación de la población mundial, que sigue en constante ascenso, pues la producción agraria mundial se ha estancado en los últimos años, a lo que no es ajeno el calentamiento global. Hasta ahora competían por el grano la población y el ganado (que sirve fundamentalmente para alimentar a las clases medias del mundo, a las que se han incorporado importantes sectores en China e India, y que engulle grosso modo el 30% del grano mundial), pero ahora empiezan a demandar su parte los coches, de Occidente principalmente.

Y todo esto que señalas tiene derivadas políticas y militares.

Las tiene. Es por todo ello principalmente por lo que asistimos desde hace años a una creciente deriva autoritaria y militarista mundial, así como al reforzamiento de las estructuras de dominio patriarcal, profundizando también la vía de la resolución violenta de los conflictos, y las dinámicas de la guerra civil molar y molecular (la guerra de todos contra todos, entre los de abajo), con el fin de intentar hacer viable y gestionable la explotación del petróleo mundial hasta su última gota. Cosa, por otro lado, imposible de acometer, pues siempre queda una gran parte del yacimiento sin poderse extraer físicamente, más de la mitad, debido a que el petróleo impregna las rocas. Como ha señalado el Jeque Yamani, representante de Arabia Saudí durante muchos años en la OPEP: «La Edad de Piedra no acabó por falta de piedras, y la Edad del Petróleo acabará bastante antes de que se agote el petróleo».

¿Qué opinas de los escenarios energéticos que nos apuntan diversas instituciones?

Los escenarios de consumo energético mundial que nos pintan los distintos organismos internacionales para garantizar el crecimiento «sin fin» son de todo punto inviables, aparte de que alcanzarlos implicaría agudizar los conflictos, desequilibrios e impactos existentes hasta límites difíciles de imaginar, como resultado de la explotación a toda costa de los combustibles fósiles remanentes. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) y el Consejo del Petróleo estadounidense plantean un incremento del 50% del consumo energético mundial para el 2030, en el que el grueso de este aumento sería de combustibles fósiles (más del 80%). En este escenario el petróleo (o similares) seguiría siendo todavía, claramente, la primera fuente energética mundial (en torno al 35%), pues no hay alternativas a sus funciones a corto o medio plazo, incrementándose la demanda actual en casi un 40% (de 86 mbds a 117 mbds), nada menos, como si esto se pudiera solventar sin mayores problemas. Pero además sería preciso profundizar la explotación del gas natural y del carbón, así como impulsar nucleares y «renovables» (con carácter «centralizado», incluido por supuesto los agrocarburantes).

En este escenario, claro está, el incremento de las emisiones de CO2 se dispararía.

Efectivamente, más de un 60%, lo que choca frontalmente con las mínimas recomendaciones esgrimidas por el Protocolo de Kyoto, para intentar paliar la gravedad del cambio climático en marcha, que no su despliegue; un tratado internacional inspirado en la lógica de mercado, absolutamente insuficiente para luchar contra el cambio climático, cuando no un puro ejercicio de marketing «verde», a lo Al Gore. Las soluciones que se nos proponen son el «secuestro del carbono» (más tecnología costosa y más inversión, que no garantiza nada), ampliar el comercio mundial de emisiones (más mercado financiero, que no reduce necesariamente emisiones) y valorizar, privatizar y mercantilizar los recursos naturales (más apropiación de los bienes comunes mundiales). Además, Kyoto fosiliza unos derechos de emisión históricos, dotando de más capacidad de emisión a quien más ha contaminado: los países centrales. De acuerdo con las previsiones, una gran parte del aumento del consumo energético futuro tendría lugar en los países periféricos, sobre todo en las nuevas potencias emergentes (en especial China e India), lo que significaría una aguda competencia por unos recursos energéticos que tenderán a ser crecientemente escasos. Y no bastaría con profundizar la explotación de lo que queda de petróleo convencional, o de los «líquidos» mencionados, con los problemas y tensiones geopolíticas y militares derivados de todo ello, sino que sería necesario intensificar la explotación a todos los niveles del no convencional, y todo lo que eso supone. Un nuevo billón de barriles de «petróleo» aún por explotar, que se resistirán como gato panza arriba a que el actual metabolismo urbano-agro-industrial los pueda utilizar, por los costes, dificultades tecnológicas, impactos ambientales, resistencias y conflictos de toda índole que conllevaría su ilusoria explotación.

Pero, este escenario, aparte de pavoroso, ¿es viable?

No. Como ha empezado a reconocer por otro lado la propia AIE. La Agencia ya nos ha advertido que no se podrá garantizar el incremento de la demanda de «crudo» para el 2012, en el escenario business as usual (unos 96 mbds). Y es por eso por lo que llama a rebato y alerta de que es preciso iniciar la explotación como sea del billón de barriles de petróleo no convencional, profundizar la transformación en «líquidos» del gas natural y el carbón, y acelerar la producción de agrocarburantes. Pero se está empezando a reconocer lo que por otro lado empieza a ser ya un hecho, que el cenit (o pico) de todo tipo de «líquidos» (incluido el petróleo) se está produciendo ya (en torno a los 86 mbd), y que dentro de muy poco lo que ocurrirá es que empezará un decrecimiento inexorable y continuo del 3 al 5% anual. Además, el cenit del petróleo vendrá acompañado poco después del correspondiente del gas, iniciándose un declive energético aún más acusado. Y en pocos años más se sumará el tercer pico, el del carbón, cuyos precios además se están ya disparando, pues se han multiplicado por tres en lo que va de siglo. A todo ello se añadirá que la energía obtenida será de mucha menor calidad, esto es, de mucha menor intensidad energética, con lo cual será bastante más difícil mantener muchas de las actuales actividades y prestaciones. Heinberg nos ha alertado de que esta será la primera y la última generación que podrá disfrutar de los vuelos de bajo coste, y por otro lado los coches de no podrán moverse igual (en cuanto a potencia y velocidad) con los agrocarburantes. En definitiva, dentro de nada vamos a tener que enfrentar un escenario de menor energía, peor calidad energética, y bastante mayor precio de la misma Y todo ello, se quiera o no se quiera, pues no hay ningún Plan B disponible ni factible. No existe ninguna alternativa viable (hidrógeno, fusión, etc.) a las brutales necesidades energívoras del actual modelo urbano-agro-industrial, que además es incapaz de sobrevivir sin expandirse.

Y en cuanto a la tesis de que la depresión-deflación global está ya en marcha activada por el petróleo. ¿Te parece razonable?

El pico del oro negro afectará de lleno al crecimiento económico, iniciándose una profunda recesión sin fondo y sin fin. Un siglo de decrecimiento económico global está a punto de empezar. Es decir, el decrecimiento del flujo energético global será un verdadero torpedo en la línea de flotación del actual capitalismo globalizado, basado en la necesidad de crecimiento y acumulación constante, que no nos olvidemos se basa en un consumo energético al alza indefinido. La Naturaleza, y más en concreto su geología, pondrán finalmente límite a este loco crecimiento «sin fin», y se iniciará la Era del Decrecimiento. Y eso ocurrirá muy pronto, quizás antes de 2010, o en torno a esa fecha. Los impactos económicos negativos del cambio climático sobre las dinámicas del capitalismo global serán palpables y crecientemente graves probablemente más tarde. Así pues, el pico del petróleo implicará que el actual capitalismo globalizado de base financiera terminará definitivamente de saltar los aires, si no lo hace antes. Ya está ocurriendo en la actualidad antes de que se inicie el decrecimiento energético, pues el capitalismo financiero globalizado, con epicentro en EEUU, que ha estado creciendo en base a la expansión irrefrenable del crédito, y a la creación de dinero ficticio, a ritmos de dos y tres veces el crecimiento de la «economía real», está tocando a su fin. Este nuevo capitalismo se ha sustentado en la creación de deuda a todos los niveles (de individuos, familias, empresas, estados), en beneficio de una plutocracia del dinero, y de gran parte de unas clases medias que hasta ahora se había beneficiado también de la revalorización de los activos financieros a los que había destinado sus ahorros (el «capitalismo popular»). Es decir, se ha estado por así decir importando capitales del futuro hacia el presente como forma de impulsar el crecimiento del capitalismo global, y de acrecentar la acumulación de unos pocos de manera descomunal. Pero este capitalismo «virtual» ha entrado en crisis cuando esa expansión especulativa ha sido ya sencillamente inmantenible, y además cuando ha empezado a incidir sobre el crecimiento de la «economía real» (que en definitiva sostiene toda esta demencia) el fuerte (fortísimo) incremento del precio de la energía; cuando se cierra este texto el petróleo está ya, repetimos, acercándose a los 140 $ el barril (esto es, en una década el precio del crudo se ha multiplicado más de 15 veces).

Y para ti se está produciendo ya una caída a cámara lenta del castillo de naipes financiero que se había estado construyendo a lo largo de los últimos treinta años, y especialmente a partir de 2002-2003, provocando el inicio de una deflación financiera global.

El derrumbe que sin duda se profundizará con la crisis en marcha del dólar como moneda hegemónica mundial, a la que también contribuirá sin duda el creciente cuestionamiento por los países extractores de petróleo del dólar como moneda de pago, y la progresiva incapacidad de EEUU de hacer frente al descomunal endeudamiento externo en el que ha incurrido debido al abuso de su posición hegemónica. Y no hay que olvidar que la «guerra sin fin» en la que se ha embarcado Washington, para apuntalar su hegemonía en crisis, se financia en gran medida con capitales externos (principalmente de China, Japón y Arabia Saudí), que habrá que ver cuanto tiempo siguen manteniendo esta apuesta suicida por el dólar. Como se ha llegado a decir, la suerte del dólar se juega en Pekín, el principal tenedor mundial de bonos del tesoro estadounidenses. En este sentido, una parte de la subida del petróleo cabe atribuirla a la caída del dólar, y es por ello por lo que hasta el presente la UE está resistiendo mejor la subida del crudo, pues no en vano el euro se ha revalorizado fuertemente respecto del dólar.

Por otra parte, los países del Golfo Pérsico mantienen hasta ahora sus monedas «pegadas» al dólar y están sufriendo una fuerte inflación a causa de ello, así como crecientes conflictos laborales y sociales debido al alza de precios, y es por eso por lo que se están planteando crear una moneda propia e irse desvinculando poco a poco del billete verde. Lo cual incidirá igualmente en la crisis del dólar. De cualquier forma, las Petromonarquías del Golfo, que nadan en dólares debido al alto precio del crudo, han creado potentes Fondos Soberanos que están ayudando actualmente a salvar los grandes bancos de inversión del mundo, los de carácter más especulativo y los más afectados hasta ahora por la crisis financiera. La gran mayoría de ellos del mundo anglosajón. Un nuevo reciclaje pues de petrodólares, como en los años setenta del siglo XX.

¿Tú crees entonces que el colapso financiero se acelerará cuando entremos en la era del decrecimiento energético y del fin del crudo barato?

Creo que sí. A partir de entonces será irrefrenable y se producirá seguramente una verdadera hecatombe financiera mundial, una brusca e intensa depresión-deflación global. Pero la deflación será del precio de los activos financieros e inmobiliarios, y puede coexistir con una fuerte subida de precios en la «economía real» (debido principalmente al alza del crudo), al tiempo que ésta también se frena y decae bruscamente (depresión). Algo así como una «decreflación»: esto es, decrecimiento con inflación. En los años setenta hubo «estanflación», esto es, estancamiento con inflación, pero ahora habrá muy probablemente «decreflación». Es preciso pues prepararse para ese escenario de decrecimiento obligado, y de pinchazo definitivo y violento de la burbuja financiera mundial. Los límites del sistema materia-energía repercutirán de lleno en la expansión «sin fin» del sistema monetario financiero, del dinero ficticio, que no solo tocará a su FIN, sino que en muy gran medida se evaporará en el aire, con graves repercusiones también para la «economía real», pues ésta a su vez es altamente dependiente de este capitalismo de casino globalizado. Una verdadera conmoción para la que es preciso prepararse, con el fin no solo de resistirla, sino de que no nos arrase.

¿Nos precipitamos, pues, hacia el desastre final y la guerra?

Quizás, si la recesión que se inicia actualmente es muy profunda, es decir si la actividad económica mundial cae bruscamente (empezando en EEUU, pero afectando después al mundo entero, incluido por supuesto China, y a la propia UE), se produzca una menor demanda energética mundial momentánea, y se logre arañar algo más de tiempo a la irrupción imparable del pico del petróleo, antes de que se inicie de forma inexorable la Era del Decrecimiento económico y energético. Pero será tan solo un espejismo, pareciendo que el cenit se ha desplazado en el horizonte. Sin embargo, ese horizonte está mucho más cercano de lo que nos han hecho creer, y de hecho seguramente estamos entrando ya en él. Decir también que en la nueva crisis energética que enfrentamos, que será la última, pues dentro de poco solo habrá declive energético, hay un componente nuevo y este es la especulación con las materias primas, y en concreto con el petróleo. Los capitales que huyen espantados de los mercados financieros ante el inicio de la deflación global, se están aposentando en los mercados de futuros de materias primas como forma de escapar de la deflación global, de no perder valor. Es una apuesta segura, pues su precio solo puede ir al alza. Pero a su vez están provocando una subida aún más intensa del precio de las materias primas, y en concreto del oro negro (¡y como no del oro amarillo -por encima ya de los 1000 $ la onza- que se vuelve a convertir en el dinero internacional por excelencia!), lo que a su vez puede precipitar la depresión global, que finalmente hará explotar cualquier burbuja especulativa. Un círculo vicioso pues de difícil salida.

Y en cuanto a la intervención norteamericana en Irán.

Como apuntan distintas reflexiones, es probable que se produzca el tan temido ataque a Irán por parte de EEUU, o a través de su agresivo socio Israelí, que cada vez condiciona más la política de la superpotencia en el Gran Oriente Medio, como consecuencia del papel determinante del Lobby Israelí estadounidense en Washington. El control de las renuentes milicias chiíes no gubernamentales de la región de Basora (el Ejército del Mahdi, de Al Sader), a las que se pretende vincular con Irán, y donde está el grueso del petróleo iraquí, puede ser la causa que intente justificar el ataque. Pero también es una creciente amenaza para el poder anglosajón, la anunciada creación de una bolsa iraní de petróleo que no cotizará en dólares, desafiando la actual hegemonía mundial de las bolsas del crudo en Nueva York y Londres, las mayores del mundo y que operan en dólares. Además, las dictaduras y teocracias árabes aliadas de Estados Unidos en la región, se hallan cada vez más entre la espada de Tel Aviv y la pared de la calle árabe. Una situación crecientemente explosiva, sobre todo a causa de la tremenda actuación del Estado sionista en Gaza y Cisjordania, de la que está saliendo reforzado Irán, como potencia regional, con proyección progresiva en Líbano y Gaza. De ahí el interés israelí en golpear contundentemente a Teherán. Y EEUU puede buscar también, de paso, en ese ataque una nueva huida hacia delante para afianzar (momentáneamente) su hegemonía, terminar de controlar (temporalmente también) el Grifo Mundial del Petróleo, y tratar de apuntalar (vanamente) al dólar manu militari.

Y en lo que respecta a los discursos y posiciones de los principales líderes europeos

En esta deriva, los discursos de los principales líderes europeos (Sarkozy, Merkel y Brown) son cada vez más seguidistas de esta posible intervención militar en gran medida suicida. Es por eso también por lo que Irán busca apoyos fuera de Occidente, en concreto en Rusia y en China, cuyas petroleras operan ya en Irán. Los expertos auguran que en caso de ataque a Irán el petróleo se pondría en 200 $, ante el temor a que esa acción termine de trastocar la extracción y el flujo energético mundial, pues una gran parte del mismo como hemos dicho pasa por el Estrecho de Ormuz. Lo cual nos acercaría el horizonte de escasez y carestía de la energía, pues Irán es uno de los principales extractores mundiales de crudo y el segundo país del mundo, repetimos, en reservas de petróleo. Y todo ello aceleraría a su vez, sin lugar a dudas, el derrumbe financiero global. Es un escenario de locura, pero a lo largo de la Historia hemos podido observar cómo las huidas hacia adelante han contribuido al colapso de muchos imperios. Lo mismo podríamos apuntar en el escenario para nada descartable de un colapso del régimen Saudí como resultado de la creciente actividad de la Yihad (y en concreto Al Qaeda) en la región, no en vano Riad tiene que dedicar cada vez más recursos securitarios y militares a proteger sus pozos, oleoductos y puertos. O de un incendio político-social de toda la región de Oriente Medio, en donde hoy en día ya se dan tres guerras civiles larvadas (Irak, Líbano y Palestina), con crecientes enfrentamientos entre las comunidades suníes y chíes, azuzados principalmente desde Occidente y su socio el Estado de Israel. Si se produjesen estas fatales circunstancias los mercados de todo el mundo temblarían, y los horizontes de encarecimiento y escasez nos desbordarían. Pero azuzar el «Choque de Civilizaciones» por parte de Occidente es lo que tiene, en el que nada como pez en el agua Al Qaeda, sobre todo cuando dentro de no mucho tiempo todo el petróleo que quede en el mundo estará bajo «suelo islámico».

Por consiguiente, en tu opinión, estamos en una situación sin salida, abocados al colapso y/o a la guerra, si no sabemos enfrentarnos y gestionar consensuadamente el decrecimiento que se avecina, e iniciar una activa, intensa y descentralizada transición energética hacia Otros Mundos Posibles. Y sobre todo si no sabemos desactivar el «Choque de Civilizaciones» al que nos quieren conducir unos y otros, con la excusa del petróleo.

Eso creo. Los principales actores estatales mundiales se preparan para la guerra, pues además los altos precios del petróleo permiten también a los países exportadores incrementar fuertemente sus gastos militares, siendo las grandes potencias las que les proporcionan las armas. Especialmente Occidente, pero no solo (también Rusia, China, etc.). Sin embargo, la guerra generalizada es un escenario del que huye como gato escaldado el gran capital productivo y financiero internacional, pues sabe que en ese caso un fortísimo colapso de todo el sistema mundial es seguro, debido a la enorme interdependencia internacional actual, que es muchísimo mayor que la de los años 30. Es por eso, quizás, por lo que desde distintos círculos internacionales se aboga por la «lucha contra el cambio climático», como una vía para la posible transición «pacífica» hacia una ilusoria transición energética que no toque las bases de crecimiento y acumulación constante del actual sistema, así como la financiarización desbocada del mismo. Aunque también desde posiciones alternativas se promueve un llamado Protocolo del Petróleo, que permitiría consensuar internacionalmente el previsible agotamiento del crudo, y hacer factible y pacífica una complejísima e ineludible transición energética. Esta es la postura de sectores de la Asociación para el Estudio del Pico del Petróleo (ASPO, en sus siglas en inglés; http://www.peakoil.org).

¿Crees que el giro neoliberal del nuevo capitalismo global, con su énfasis en la privatización, desregulación y globalización, dificulta aún más cualquier tipo de transición energética, y nos aboca cada vez más a la guerra?

Esa es mi posición. El Estado se ha puesto a trabajar descaradamente a favor del capital, aparte de que el capital privado está creciendo en gran parte a costa de la privatización del componente social del Estado del Bienestar (sanidad, educación, pensiones, agua, etc.). Es más, últimamente el Estado se está poniendo también a rescatar de la crisis a los grandes del sistema financiero, que nos han conducido a la actual situación. Es decir, ingentes recursos económicos públicos se están dedicando a salvar del naufragio a sus principales responsables privados, mientras que no sólo se abandona la atención de las necesidades de sectores muy amplios de la sociedad (dinamitando el «Estado Social»), sino que el gasto estatal se está orientando a mantener como sea el crecimiento económico (inversión en grandes infraestructuras de transporte, p.e.), de acuerdo con las dinámicas y exigencias del capitalismo global. Lo cual, como señalamos, hace aún mucho más difícil cualquier transición energética mínimamente justa y sostenible. Es más, la hace imposible. Y al mismo tiempo no hacen sino incrementarse los presupuestos militares y policiales.

¿Es el decrecimiento en tu opinión una oportunidad para la transición postfosilista y la lucha contra el cambio climático?

Nos encontramos crecientemente embarcados en una «Guerra Mundial por el Petróleo», en defensa de la hegemonía de EEUU y del dólar, pero también de las actuales estructuras de poder mundial, así como de la civilización urbano-agro-industrial planetaria. Esta guerra, si no hacemos nada, se intensificará cuando atravesemos el pico del petróleo. Lo está haciendo ya. Todo indica que hemos entrado de lleno en la tercera crisis del petróleo, que sin lugar a dudas será la definitiva. Dicha crisis marcará la inviabilidad futura del presente modelo urbano-agro-industrial a escala mundial, y se reflejará con especial intensidad en las metrópolis. La imposibilidad del crecimiento económico continuo a partir de entonces, debido a que el suministro energético será declinante desde ese momento, la primera vez en más de doscientos años, será el mayor ataque que se puede prever a la lógica capitalista de expansión y acumulación constante, y por supuesto a la explosión financiera reciente. Se iniciará pues a partir de entonces el decrecimiento «sin fin», la Era del Decrecimiento, que cambiará todo y que implicará el colapso progresivo del actual modelo civilizatorio. A partir de entonces quedará claro que el crecimiento exponencial habrá sido un fenómeno transitorio en la historia de la Humanidad (Naredo, 2008). Pero dicho colapso puede ser catastrófico u ordenado, en la transición obligada a un suministro energético decadente. En cualquier caso, es inevitable el paso a estructuras sociales y productivas de un nivel de complejidad e interrelación inferior al actual a escala global. Además, las actuales estructuras de poder, estatales y empresariales (en especial, las grandes empresas transnacionales), serán incapaces de mantenerse en pie, pues se han desarrollado y se basan en un imponente consumo energético.

¿Y la adaptación a ese decrecimiento, a ese nuevo escenario energético declinante, podría ser una oportunidad de oro para caminar hacia Otros Mundos Posibles?

Sí, si la hacemos de forma equitativa y consensuada, intentando solventar de forma pacífica los conflictos que sin lugar a dudas se producirán (que ya están aquí). Pero también existe el peligro de entrar en un periodo prolongado de caos sistémico, militarismo, guerra y autoritarismo generalizados, de carácter quizás neofeudal y con escenarios tipo Mad Max, si no somos capaces de frenar el camino hacia la barbarie neofascista postmoderna que nos invade. Sin embargo, el pico del petróleo y el inicio del fin de la era de los combustibles fósiles, pueden significar también la sacudida obligada de las conciencias, que es precisa para iniciar transformaciones en profundidad desde abajo, pues mientras no cambien los «dioses», no será posible cambiar nada. El «fin de esta vida normal» puede ser un verdadero shock que haga que las sociedades se despierten de su adicción al petróleo. Por eso, el «No Más Sangre por Petróleo» debería ser el lema que presida el debate, la movilización y la transformación social y productiva en el futuro, pues de él se desprende también la necesidad de caminar hacia una profunda transformación del modelo de sociedad, y de las actuales estructuras de poder estatal y empresarial, pareja a una fuerte reducción del consumo energético. Se han perdido treinta años preciosos para esa transformación desde las últimas crisis del petróleo, y hoy nos encontramos en una situación mucho más difícil aún, es decir, mucho más dependientes de los combustibles fósiles, para iniciar el camino hacia un mundo post-fosilista. El consumo energético mundial se ha incrementado un abultadísimo 70% en este periodo, en su inmensa mayoría de procedencia fósil (Naredo, 2008). Es decir, en algo más de treinta años se han consumido «casi tanta» energía proveniente de combustibles fósiles como desde el inicio de la Revolución Industrial hasta los años 70 del siglo XX. Además, hace treinta años todavía había un enorme potencial de transformación político-social en el mundo (al calor del 68), y hoy en día para nada es esa la situación, al menos en los espacios centrales. A pesar de ello, si fuera posible, sería conveniente adelantar esa transición, a buen seguro enormemente compleja, para desactivar la loca huida hacia el abismo a la que nos conduce la profundización de la deriva actual.

Dedicas el libro a Ken Saro Wiva y los ochos ogonis más que fueron asesinados en 1995, bajo presión de la multinacional Shell, por defender el hábitat del Delta del Níger de la extracción del petróleo. ¿Te parece que también dediquemos a ellos nuestra conversación?

Con gusto. El asesinato de Ken Saro Wiva y ochos ogonis del Delta de Níger por parte del Estado nigeriano, bajo presión de la Shell, y el escándalo que provocó el hundimiento de una plataforma del Mar del Norte de la misma compañía, alertaron a todo el sector ante la capacidad de movilización y boicot de los movimientos sociales contra las petroleras, especialmente en Europa occidental. Es por eso por lo que en los noventa inician poco a poco una reconversión «verde» en cuanto a su imagen corporativa, que coincide también con la progresiva incursión de algunas de ellas en el campo de las energías renovables. Simple marketing.