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El nuevo sistema solar

Fuentes: Rebelión

Recientemente hemos asistido a una serie de noticias aparecidas en prensa y T.V. relacionadas con nuestro sistema solar. Se trata de las discusiones finales, (llevan más de dos años), que los miembros de la U.A.I (Unión Astronómica Internacional) están manteniendo para tratar de definir lo que es un planeta. La palabra planeta proviene del griego […]

Recientemente hemos asistido a una serie de noticias aparecidas en prensa y T.V. relacionadas con nuestro sistema solar. Se trata de las discusiones finales, (llevan más de dos años), que los miembros de la U.A.I (Unión Astronómica Internacional) están manteniendo para tratar de definir lo que es un planeta.

La palabra planeta proviene del griego y su significado es «errante». Esta fue la denominación que los antiguos griegos dieron a esos objetos brillantes que veían en el cielo nocturno y que se no se mantenían en la misma posición relativa respecto a los demás, es decir se desplazaban entre las estrellas. Estos cuerpos eran la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno, citados por orden de proximidad a la Tierra. Hay que tener en cuenta que los antiguos griegos realizaban las observaciones visualmente y en base a esas observaciones se estableció un modelo de sistema solar llamado de Ptolomeo en el que la Tierra ocupaba el centro y todos los demás astros giraban a su alrededor.

Este modelo se mantuvo durante siglos hasta que a principios del siglo XVI Nicolás Copérnico estableció el modelo que conocemos actualmente, es decir el centro del sistema solar (entonces del universo) no era la Tierra, sino el Sol. Los planetas, incluida la Tierra giraban a su alrededor, y la Luna giraba alrededor de la Tierra, y junto con ella, alrededor del Sol. Entonces la definición de planeta resultaba muy sencilla: Eran planetas todos los cuerpos celestes que giraban alrededor del Sol. La Luna era un caso especial, pues realmente giraba alrededor de la Tierra aunque junto con ella lo hiciera también alrededor del Sol. En este caso se definió la palabra satélite que era un astro que giraba alrededor de un planeta. Tanto los planetas como los satélites carecen de luz propia, y se hacen visibles por la luz que reflejan del sol.

Lógicamente con el paso del tiempo las técnicas de observación se han mejorado llegando a alcanzar en la actualidad unas cotas inimaginables por los astrónomos de hace escasamente 100 años y como consecuencia de ello, el sistema solar se ha ido poblando de nuevos cuerpos superando a fecha de hoy varias decenas de miles de ellos y no hay visos de que la cosa termine aquí. La tecnología sigue su imparable avance y es previsible que se sigan descubriendo innumerables cuerpos orbitando alrededor de nuestra estrella.

Así, pues, se impone una clasificación de todo este enjambre de astros, pero antes hagamos un poco de historia.

En 1610 Galileo utiliza por primera vez el telescopio para observar el cielo y descubre que alrededor de Júpiter giran 4 satélites. En consecuencia la Luna deja de ser el único satélite del sistema solar. Posteriormente se descubrieron satélites en Saturno. En 1781 William Herschel descubre un nuevo planeta: Urano. Este planeta, también tiene su cortejo de satélites. En 1800 se descubre Ceres y se cree que se trata de un nuevo planeta situado entre Marte y Júpiter. Pero en 1802 se descubre Pallas, en 1804 Juno y en 1807 Vesta, todos ellos situados también entre Marte y Júpiter. Esta circunstancia, hizo recapacitar a los astrónomos y consideraron que se trataba de un conjunto de astros de características especiales distintas a las de los planetas conocidos hasta el momento, y se les dio es nombre de asteroides.

En 1846 y mediante cálculos matemáticos se descubrió Neptuno (su descubrimiento tiene su historia, pero no viene al caso) y también sus satélites. Por fin llegamos al 18 de Febrero de 1930 en el que el estadounidense Clyde Tombaugh descubre Plutón. Con los conocimientos de la época, se le tiene que considerar un nuevo planeta, pero ciertamente de unas características muy distintas a las de los planetas conocidos hasta esa fecha. Su tamaño es muy pequeño (más pequeño que la Luna), su órbita es muy excéntrica y además está muy inclinada respecto a la eclíptica.

En los años 40 Whipple y posteriormente en 1951, Kuiper estimaron que mas allá de Neptuno deberia haber una especie de cinturón de asteroides similar al situado entre Marte y Júpiter que serian los restos que quedaron tras la formación del sistema solar. Ya metidos en la segunda mitad del sigo XX las sondas Voyager incrementaron el número de satélites en Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno.

Y por último, a partir de 1992 y en los comienzos del siglo XXI los nuevos telescopios desarrollados con la tecnología más moderna han empezado a descubrir los cuerpos anunciados por Whipple y Kuiper. Y ésta es la situación actual. Se impone la necesidad de poner un poco de orden en todo este maremagnum de objetos para lo cual hay que clasificarlos y definirlos lo mejor posible.

Aunque nadie lo manifiesta abiertamente, todo el mundo opina que si Plutón hubiera sido descubierto por otro país, los americanos ya habrían propuesto hace años retirarle el estatus de planeta, para clasificarlo como uno más de los cuerpos descubiertos en el cinturón de asteroides anunciado por Kuiper. Era tan evidente el estatus de Plutón que la sección de la Minor Planets de la U.A.I. reservó el número 100.000 para adjudicárselo a Plutón cuando el número de asteroides catalogados alcanzara esa cifra (actualmente deben de ir cerca del 80.000). La reacción que esta medida provocó en los EEUU fue tan violenta que el director de la U.A.I. llegó a presentar la dimisión, aunque posteriormente la retiró.

El observatorio Lowell, desde el que se descubrió Plutón, organizó una agresiva campaña en contra de modificar el estatus del susodicho objeto que apareció en todos los medios de comunicación. Se hicieron todo tipo de alegaciones como por ejemplo que un asteroide no podía tener satélites, pero casi simultáneamente se empezaron a descubrir asteroides con satélites. Después salieron con que no podía ser un cometa, y al poco se descubrió que el enorme asteroide Quirón mostraba una cola cometaria, después que su tamaño era muy grande para ser asteroide y empezaron a descubrirse en el cinturón de Kuiper otros cuerpos de más de 1000 Km entre ellos Xena que es más grande que Plutón. Parece ser que de momento se dejaba la cosa como estaba para no «molestar» a su descubridor , aunque él mismo reconocía que su descubrimiento encajaba mejor entre los objetos del cinturón de Kuiper que como planeta.

Hace pocos años Kuipur falleció a edad muy avanzada por lo que la U.A.I. a instancia de muchos astrónomos se decidió a corregir el error cometido casi 75 años antes y se adecuasen los planetas al descubrimiento del cinturón de Kuiper. Para ello nombró una comisión para definir qué es un planeta y su número en el sistema solar. Lo absurdo del caso es que se debería buscar una definición que permitiera mantener a Plutón como planeta y además dar su nombre genérico a los objetos del cinturón de Kuiper. O sea, que un cuerpo mucho más pequeño que muchos satélites iba a adquirir más relevancia que el propio Júpiter que es el mayor planeta del sistema solar. Y todo ello basado en motivaciones políticas promovidas por el país descubridor, con gran influencia en el concierto internacional. Por otra parte las consecuencias de esta política podría llevarnos a que en unos cuantos años el número de planetas llegara a superar el millar.

Los usamericanos estaban convencidos de que iban a sacar adelante su propuesta por amplia mayoría, pero el primer día de reunión, los que estaban en contra organizaron tal follón que incluso tuvieron que desalojar la sala de público y periodistas para continuar a puerta cerrada. A partir de ahí todo lo que se ha ido diciendo son elucubraciones de participantes que se han ido de la lengua. No entro a valorar si Plutón es, o no, un planeta. Lo que no me parece correcto es que se pretenda hacer prevalecer motivaciones políticas sobre consideraciones puramente científicas.

Finalmente ha prevalecido la razón, de lo cual me alegro.