Leo con verdadero asombro el artículo incluido en el diario «El País» del domingo, 28 de mayo de 2006, titulado: «Vente a España, esto es el paraíso, la policía ni te toca». El titular esta obtenido, según la Guardia Civil, de una escucha telefónica a unos delincuentes rumanos. Lo que podría ser un motivo de […]
Leo con verdadero asombro el artículo incluido en el diario «El País» del domingo, 28 de mayo de 2006, titulado: «Vente a España, esto es el paraíso, la policía ni te toca». El titular esta obtenido, según la Guardia Civil, de una escucha telefónica a unos delincuentes rumanos. Lo que podría ser un motivo de orgullo (la ausencia de tortura) se convierte en una excusa para explicar la incompetencia policial para detener la ola de robos o, peor, se asocia la falta de torturas a impunidad. En todo caso, la policía lo que debe hacer es investigar los delitos y detener a los presuntos culpables utilizando la mínima fuerza física necesaria. No es papel de la las Fuerzas de Orden Público castigar al delincuente, esto sólo lo puede hacer un Juez previo un juicio justo y con derecho a la defensa. Y este castigo en sociedades que respetan los derechos humanos sólo puede consistir en medidas privación de libertad, por el contrario, la pena de muerte o los castigos físicos son propios de estados autoritarios como EE.UU o Arabia Saudita.
Volviendo a la lectura de ese artículo pareciera que las Fuerzas de Orden Público del Estado Español sean una especie de ONG y que vayan repartiendo golosinas entre niños y mayores. Muy al contrario, en España se tortura, se golpea y se detiene a ciudadanos inocentes. Solo hay que recordar las brutales agresiones de los Policías a los manifestantes contra la guerra, o los golpes a jóvenes que se manifestaban por una vivienda digna o simplemente por ondear una bandera republicana.
También es cierto que los jueces son muy garantistas con la clase alta, hay que recordar, de nuevo, el «Caso Bono» por el que condenaron a tres Policías por varios delitos, entre ellos el de detención ilegal, por detener a dos presuntos agresores de todo un señor Ministro. Igualmente, podemos subrayar el exceso de celo en la aplicación de derechos y libertados cuando se ha juzgado a cargos del Partido Popular cuando han ocupado el banquillo de los acusados. Ejemplos: el «Caso Naseiro«, el «Caso Piqué» o los múltiples procesos de los que ha salido airoso Eduardo Zaplana.
Nunca diría a nadie que venga a España a delinquir por que esto es el paraíso en la tierra y que la policía ni te pone la mano encima, pero parece, a tenor de la conversación que dio origen al artículo de «El País,» que los delincuentes que asaltan viviendas gozan de mejor trato de la Policía que los activistas de izquierda. Sólo se me ocurre una tesis para deshacer esta aparente paradoja: Que la policía y los jueces son muy «cumplidores» en su trabajo cuando se dedican a perseguir a los que luchan por un mundo mejor y hagan la «vista gorda» cuando tienen que entenderse con delincuentes, sean estos simples chorizos o militantes del PP.