Esta vez «El País» saca a otro falseador, Miguel González; saber qué dice le hace invisible, porque la majadería es tan burda que se olvidan fácilmente sus datos, el caso es que firma lo que «la fiscalía cubana pide» para Carromero, ya saben quien es. El tal Miguel González doblega el lenguaje para hacer pasar […]
Esta vez «El País» saca a otro falseador, Miguel González; saber qué dice le hace invisible, porque la majadería es tan burda que se olvidan fácilmente sus datos, el caso es que firma lo que «la fiscalía cubana pide» para Carromero, ya saben quien es. El tal Miguel González doblega el lenguaje para hacer pasar por verídica lo dictado desde Miami, o, Miamadridmi, para eso comienza no contando las últimas noticias de Carromero, y no me quiero referir a las que van saliendo sobre su vida personal, expulsado de la universidad católica en tercero de carrera, expulsado del PP durante un tiempo y vuelto a reponer misteriosamente, ni a las 45 multas del último año con la consiguiente pérdida de carnet,… sino que empieza diciendo que «conducía el vehículo que se accidentó», ¿no debería decir «el vehículo con el que se accidentó»?.
Inmediatamente después entrecomilla las causas del accidente, bien conocidas por todo el mundo, y las pone en boca del Gobierno cubano como si fuese sólo éste el que las afirma, y así quiere hacer la declaración inverosimil: «exceso de velocidad» y «falta de atención», y de este modo ya apunta hacia el final previsto. Pero antes de de llegar a ello comenta que al personaje se le piden 7 años por el accidente con resultado de muerte, tres y medio por cada muerto, y lo compara con el código español en el que apunta que las penas van de 1 a 4 años. No sabe que 3 y 1/2 son menos de cuatro. Tampoco indica que según otras informaciones difundidas el día anterior en otro periódico similar se decía que Carromero compartía un apartamento con aire acondicionado, TV y comida especial con otro preso.
Y llegamos al final, que destaca porque ocupa más de la tercera parte del escrito, y en el retuerce más el lenguaje, la intención es crear sospechas con lo no declarado hasta ahora por nadie, ni siquiera la mercenaria Yoani que escribió que serían «los turistas» los que dirían lo ocurrido, se atrevió a semejante descaro, más cuando ni los mismos familiares de los fallecidos han presentado denuncia alguna -a saber si es ella con seudónimo-, sin embargo, ¿qué dice el tal escribiente?: que la familia ha rechazado la investigación oficial y que «acusan de la presencia de un vehículo de color rojo (frecuente entre los agentes de la Seguridad del Estado) que pudo haber provocado el accidente». Para repetir eso mismo de otra manera añade unas palabras que atribuye a Carromero, nadie las ha oído mas que él repitiéndolas conforme escribe, dice que las pronunció después del trastazo como descubrimiento de la provocación: «¿Quienes son ustedes? ¿por qué hacen esto?». Siguen agitando las aguas y apuntan elaboraciones imaginativas. El falseador da las pistas de por dónde continuar mintiendo. No, mintiendo no, puesto que no es cuestión moral, falseando la verdad para ocultar intereses políticos y económicos de la contrarrevolución, ya que no olvida que Carromero entró en Cuba con visa de turista para llevar a cabo actividades políticas contrarrevolucionarias. Las mentiras futuras de sus pagadores alcanzan al plumilla.
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