Se acaban de celebrar las Elecciones Autonómicas en Andalucía, y el panorama tras las mismas es absolutamente desolador.
Es un panorama ciertamente muy parecido al que obtuvimos tras las recientes Elecciones en Castilla y León, con solo algunas diferencias: los diputados y diputadas andaluces de Vox no serán determinantes para la formación del Gobierno, y la distribución de escaños entre las diferentes fuerzas políticas ofrece otro ligero reparto. Pero el fondo del asunto, lo que determina la evolución del voto popular se nos ofrece bien claro: la derechización del electorado, la pérdida de fuerza electoral y de poder político de la izquierda, y el avance de la derecha y de la extrema derecha. Y cuando digo “izquierda” no incluyo a ese engendro del PSOE, que lleva traicionando a las clases populares bajo ese falso eslogan desde hace más de 40 años, sino que me refiero a las fuerzas políticas situadas a su izquierda, se llamen como se llamen (Podemos, Izquierda Unida, Anticapitalistas, Animalistas, Pacifistas, Republicanos, Ecologistas, Feministas…).
Hemos entrado, desde hace varias décadas, en una dinámica muy peligrosa, patrocinada por el propio bipartidismo, que lejos de desaparecer, cobra una inusitada fuerza, debido precisamente a la fuerza del pensamiento dominante, y a la falta de conciencia política de las clases populares. Sólo una pregunta (doble) demuestra lo que señalo: ¿Cuántos empresarios (y no solo grandes, sino medianos, pequeños y autónomos) votan a esa izquierda en nuestro país? Seguramente ninguno. ¿Cuántos ciudadanos/as pertenecientes a las clases populares (profesionales, currantes, estudiantes, jubilados, refugiados, mujeres, parados, funcionarios…) votan a la derecha y a la extrema derecha? Seguramente muchos. He aquí la terrible paradoja. El capitalismo y el pensamiento que lo legitima, han llegado hoy día a tener tanta fuerza que hasta las mismas clases marginadas y explotadas por él, continúan votando a las mismas fuerzas políticas que justifican sus atrocidades. Son las mismas clases populares quienes votan para que continúe el mismo sistema que las explota, a ellas, a los animales y al planeta.
El origen del fenómeno podemos situarlo al final del franquismo, fase durante la cual las clases dominantes que provenían del antiguo régimen fascista prepararon muy bien el terreno para continuar su dominación, desde la Ley Electoral, la Ley de Amnistía, los Pactos de la Moncloa, y demás normas de la época. Todas estas leyes y reformas pusieron la semilla (es lo que denominamos el “Régimen del 78”) para que hoy cosechemos lo que tenemos. Y bajo el engañoso manto que tejió el PSOE (de Felipe González, que han continuado absolutamente el resto de sus dirigentes), la sociedad, en vez de girar cada vez más hacia la izquierda bajo sus mandatos, lo fue haciendo hacia la derecha (eso sí, “moderada”), alejando en el horizonte todas las transformaciones que la sociedad necesitaba, tales como la caída de la Monarquía, la democratización del Ejército, reformas fiscales justas y redistributivas, consolidación y blindaje de los derechos sociales que la Constitución recogía, etc. En vez de ello, los principales partidos se dedicaron a jugar a que eran alternativa, cuando en realidad eran prácticamente iguales. Y así, se fue instalando en el imaginario colectivo una visión de la democracia recortada, limitada y encorsetada, que nos ofrece siempre más de lo mismo.
Desde entonces, el turnismo político del bipartidismo imperante ha blindado el modelo de sociedad que tenemos hoy día, bajo el cual, por ejemplo, hablar de la implantación de una Renta Básica Universal, de la salida de la OTAN o de un referéndum para abolir la Monarquía, son cuestiones no ya minoritarias, sino ridículas o utópicas para una gran parte de la población. Las mayorías sociales han sido absorbidas por los postulados capitalistas y por el modelo político que lo sostiene, y ha establecido un corsé electoral, mediante el cual el voto a las fuerzas políticas que continúan demandando estas necesarias transformaciones resulte absolutamente minoritario. En las Elecciones andaluzas, por ejemplo, sólo un 7% de la población ha votado a estas fuerzas políticas, que eran la unión de cinco formaciones a la izquierda del PSOE, mientras que la derecha del PP ha absorbido el voto de casi el 45% del censo electoral. Cuando gobierna el PP lleva a cabo políticas de derecha, y cuando gobierna el PSOE…¡¡también!! Únicamente se diferencian en el tratamiento a algunos sectores sociales más discriminados, pero en la práctica, ambos defienden el mismo modelo político y económico, y esto puede comprobarse diariamente en cualquier Parlamento.
El pensamiento dominante es hoy día absolutamente hegemónico, se muestra arrollador, lo fagocita todo, lo impregna todo, a pesar de ser un pensamiento perverso e inmoral, que legitima las desigualdades, la injusticia social, las guerras o la devastación ecológica. Se requiere urgentemente una revolución en los valores como sociedad, pero ello no llegará jamás mientras desde la base (las familias, el sistema educativo, las redes sociales…) no se fomenten. Y mientras los valores sigan dirigidos por los programas de las formaciones políticas dominantes, la revolución necesaria nunca ocurrirá. Es una pescadilla que se muerde la cola, pues desde la escuela y la familia (y las redes sociales, que aún tienen más peligro) ya comienzan a fomentarse las mismas visiones y comportamientos que luego esas personas reproducirán como adultos. El sistema se asegura de esta forma que las próximas generaciones sean cada vez más pasivas, acríticas, embrutecidas, conformistas y obedientes. Y así, garantiza su perpetuidad.
Valgan unos cuantos ejemplos: ¿Qué se puede esperar de un país que abuchea a su Presidente mientras recibe con vítores a un Rey “Emérito” (¿?) defraudador fiscal que ha tenido que fugarse de su país y se instala en una dictadura con sus amigos? ¿Qué puede esperarse de un país cuyo Gobierno recibe y agasaja con honores a un dictador catarí, país con el que suscribe acuerdos comerciales sin tener en cuenta su desprecio a la democracia? ¿Qué puede esperarse de un país que se propone como anfitrión de una Cumbre de la OTAN, y celebra sus 40 años de pertenencia, tratándose claramente de una organización mafiosa y belicista, servil a los intereses de los Estados Unidos, y que está provocando mediante la guerra en Ucrania la masacre de pueblos y una crisis alimentaria mundial? ¿Qué puede esperarse de un país donde se elimina a un presidente de un partido (el PP) por insinuar tráfico de influencias con la familia de una presidenta regional, para elegir a un nuevo presidente que no duda de su “honorabilidad”? ¿Qué podemos esperar de un país que no solo no ilegaliza a la extrema derecha (que desprecia continuamente los Derechos Humanos, por negacionista, racista, homófoba y machista), sino que ni siquiera elabora un cordón democrático contra ella, donde los medios de comunicación les dan voz a sus dirigentes, en aras de una supuesta “libertad de expresión”? Podríamos continuar, pero creo que hemos elaborado una rápida radiografía del nivel de descomposición política y social al que estamos llegando.
Caminamos cada vez más hacia un bipartidismo universal y excluyente, según el modelo estadounidense de Demócratas y Republicanos, que modela el mundo y las relaciones sociales y económicas bajo un único enfoque. Cada uno presenta sus pequeños matices, pero en lo importante, no se desvían un ápice en sus objetivos, que no son otros que mantener a toda costa la globalización capitalista y neoliberal, aunque ello tenga como dramáticas consecuencias las extremas desigualdades sociales que se van instalando, las clamorosas injusticias políticas y sociales, la corrupción imperante, la discriminación de los sectores más desfavorecidos, y la aniquilación de todos los recursos, ecosistemas y equilibrios naturales que garantizan la vida en nuestro planeta. Pues hala, vayamos pensando a quién vamos a votar en las próximas elecciones: ¿al PP? ¿al PSOE? ¿o quizá a VOX?
Blog del autor: “Actualidad Política y Cultural”, http://rafaelsilva.over-blog.es)
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