Las banderas republicanas y comunistas ondearon anoche durante el coloquio de los líderes del PCE, IU, CCOO y UGT. Si Miguel Hernández viviera aún, si no hubiera muerto como un perro en las cárceles franquistas, enfermo de tuberculosis aquella noche del 28 de marzo de 1942, con 31 años, tal vez habría acudido a la […]
Las banderas republicanas y comunistas ondearon anoche durante el coloquio de los líderes del PCE, IU, CCOO y UGT.
Si Miguel Hernández viviera aún, si no hubiera muerto como un perro en las cárceles franquistas, enfermo de tuberculosis aquella noche del 28 de marzo de 1942, con 31 años, tal vez habría acudido a la huelga general del 29-S. Eso argumenta el PCE.
El obrero de la poesía, el pastor que «unió la pluma con el fusil» habría continuado con su «poesía combativa y esencial». Su corazón y su palabra serían aún comunistas. Militante y miliciano. Eso argumenta el PCE.
Por eso, por su genoma comunista, el poeta recibió este sábado un homenaje de los suyos. Del Partido Comunista de España, que ha bañado su 33ª fiesta empezó el viernes y acaba el domingo, con más de 8.000 asistentes de Miguel Hernández y de huelga. La suma de ambos impregnaba el parque Dolores Ibarruri de San Fernando de Henares (Madrid), un municipio gobernado históricamente por el partido e IU.
«¿Qué hubiera escrito hoy Miguel Hernández? ¿Dónde situaría su mirada?». La pregunta iluminó el arranque del intenso homenaje que el PCE prendió para el poeta en el centenario de su nacimiento. Tenía delante a su familia: su nuera, Lucía Izquierdo, y su nieta, María José Hernández. Replicaron de forma sucesiva todos los que subieron al escenario: actores, intelectuales, cantaores, políticos. Y la respuesta estaba en sus textos, aquellos por los que el franquismo le acusó de sedición. Ahí quedaron Viento del pueblo, El rayo que no cesa… Paco Algora, Emma Cohen, Omar Felipe, Marta Sanz, Felipe Alcaraz, Manuel Gerena o Marga Sanz fueron recordándole con sus poemas.
Un carné de 2010
El PCE recibió a Méndez y a Toxo recordándoles que estaban en su propia casa
«Este año le han hecho regresar despolitizado. No hay nada que celebrar. A Miguel lo están matando por segunda vez. Se dice que era un gran hombre, pero nunca se dice que era comunista», clamaba David Becerra, autor de Miguel Hernández. La voz de la herida (FIM, 2010), una biografía contra esa segunda muerte del poeta. «Le ofrecieron muchas cosas para salir en libertad. Renunció: quería ser fiel a sí mismo», imprecaba a sus 90 años Marcos Ana, otro poeta comunista que sufrió las rejas franquistas durante 23 años. Ana rememoraba otro homenaje a Hernández: el que él y otros presos políticos hicieron en los años sesenta en el penal de Burgos. A escondidas, con el peligro susurrando en el cogote, interpretaron un poema colectivo, Sino sangriento.
«Es importante que sintamos el orgullo de ser comunistas. Debemos hacer un homenaje a Miguel el 29-S y después». José Luis Centella, el líder del PCE, proclamó la suma del poeta y la huelga. La misma que suscribió la nuera, Lucía, que recogió de manos de Centella el carné del partido con fecha de 2010, como un «inmenso honor», porque él «estaría orgulloso». «Pero no tengáis miedo. No van a matar a Miguel de nuevo. Tiene a su familia», resaltó, refiriéndose a la batalla que ahora libra en el Supremo para que se anule la condena al poeta. Y si se frustra, irá a Estrasburgo.
Después sonó Para la libertad, el mítico poema que Serrat musicalizó. Y La Internacional, claro. «Ha sido el mejor homenaje a mi abuelo confesaba su nieta, María José. No es un acto hecho con interés. Él era comunista, el poeta del pueblo».
«Nos la jugamos todos», subrayó el líder de UGT en medio de los aplausos de los asistentes
A la hora de la comida, militantes y no militantes paraban en las casetas del parque. Taberna andaluza y madrileña, puestos de libros en los que triunfaba el poeta. Jóvenes y mayores, niños en sus carritos entre la explanada de tierra y poco verde. Familias enteras como la de Carmeli, de más de 20 personas. «Jamás nos hemos perdido una fiesta. En los primeros años había más complicidad, generosidad. Te transmitías el sentir comunista con mirarte a los ojos». «Es la fiesta popular de Madrid, de la izquierda no sectaria, y en la que debería tener más presencia la memoria histórica», apuntaba Mirta Núñez, profesora de la Complutense especialista en la represión franquista, que se declara más partidaria de otro estilo de comunista, el de Gaspar Llamazares. Otros defendían a Julio Anguita.
Críticas a los sindicatos
Enrique Domínguez no para de bufar contra los sindicatos: «Son unos falsos, unos hijos de puta». Aunque ahora toca estar todos a una, los hay que no ocultan su pesar por la «tardanza» con la que CCOO y UGT convocaron la huelga. «La derrota de los trabajadores ya está hecha. Han estado mucho tiempo sin hacer nada por plegarse al Gobierno», dicen Beatriz y Marta, igual que sostienen otra pareja, Elena y José. Carlos y Clara, jóvenes militantes, defienden que el 29-S sí es útil, incluso para el Ejecutivo, para movilizar a la izquierda. Humberto García llama a que los pensionistas como él hagan un «paro cívico»: que no compren, que no hagan gestiones, que se sienta la huelga.
El ambiente se fue caldeando. Al borde de las 20 horas, los mítines de los líderes del PCE, IU, UGT y CCOO: Centella, Cayo Lara, Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo. Fueron recibidos con gritos de «¡Cayo, presidente!, ¡Zapatero, dimisión! y ¡Huelga, huelga, huelga!». Enseguida se palpó que los sindicatos y el PCE e IU han culminado su acercamiento tras años de brumas. «Estáis en vuestra casa», les presentaba con afecto la dirigente Marga Ferré.
Méndez y Toxo se reconocieron como «camaradas», destacaron su «satisfacción» por acudir a la fiesta del partido. «Hemos sentido la proximidad de IU y del PCE a lo largo de todo este tiempo de crisis», cumplimentó el líder de CCOO. Centella y Lara incidieron en el combate al Gobierno y a su reforma laboral, en la necesidad de «rescatar la democracia». No corearon el atronador «¡Zapatero, dimisión!».
«Este es un envite al conjunto de la democracia. Nos la jugamos todos. Puede ser un punto de inflexión, de cambio de rumbo», gritó Méndez, muy aplaudido por la platea, atestada. «Es la huelga contra la resignación y la impotencia, y la vamos a ganar. ¡Que Zapatero tome nota de lo que le pasó a Aznar y González!», le secundó Toxo. Los dos criticaron con dureza al Gobierno, sin nombrar a Zapatero por su nombre. No importaba. El público se enardeció. Palmeaba, gritaba por la huelga, por los derechos de los trabajadores. Quizá con la angustia de que ahora o nunca.
Fuente: http://www.publico.es/espana/337400/miguel/hernandez/-s