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El peligro de la tríada derechista

Fuentes: Rebelión

«…saben que no es necesario presentar elaborados argumentos. Solo tienen que gritar ¡Viva España!, acusar de alta traición, de ceder y de rendirse ante los secesionistas, reivindicar a la España de los balcones, hablar de enemigos de España, de orden, de peligro, de claudicar, de debilidad y de fuerza, de mentiras, de violencia, de filoterroristas […]

«…saben que no es necesario presentar elaborados argumentos. Solo tienen que gritar ¡Viva España!, acusar de alta traición, de ceder y de rendirse ante los secesionistas, reivindicar a la España de los balcones, hablar de enemigos de España, de orden, de peligro, de claudicar, de debilidad y de fuerza, de mentiras, de violencia, de filoterroristas y de kale borroka, de los separatistas y sus privilegios, del okupa de la Moncloa, de riesgo y de caos, de comunistas y socialistas. Esto va de emociones y las razones estorban»

(Juan Gabalaui)

«Ya no estallan revoluciones por la subida del pan. La última que recuerde fue en la primavera árabe de Túnez, la que movió al resto. Rara vez salta la gente por hambre o frío. Menos aún por perder o ver mermados empleo, vivienda, atención sanitaria, aunque parezca mentira. Y en cambio son capaces de prescindir de lo esencial por una bandera y un trazado de fronteras. Muchas personas se mueven solo por sentimientos primarios. Los más invasores de la razón son la ira y el miedo. El miedo a moverse, a perder más. La ira, que a menudo nubla y borra el origen del daño. Ambos son instrumentos de la derecha en esta campaña«

(Rosa María Artal)

«Se ha de repetir cuantas ocasiones sean necesarias para que los medios de comunicación y las personas dejen de tratarlos como «nostálgicos», «patriotas» o «nacionalistas». Son fascistas, simples y llanos dinamiteros de la democracia. Blanquear su comportamiento y declaraciones es una forma tácita de colaboración, pues cuando se trata de lucha antifascista el silencio es siempre cómplice«

(Javi Ranvich)

«Si logra formar gobierno tras las elecciones generales de abril, la triderecha emergente intentará aplicar una suerte de common law punitivo-represiva, españolista, heteronormativa, patriarcal, clasista y racista. Lo hará con la complicidad de los sectores conservadores de la judicatura y la Iglesia católica, así como con la de los medios de comunicación afines«

(Antoni Aguiló)

La tríada derechista, los tres de la Plaza de Colón, los trillizos de Aznar, y otros muchos pseudónimos que les han adjudicado, representan la derecha pura y dura que se presentará a las Elecciones Generales del próximo 28 de abril. Ellos se autodenominan «constitucionalistas», pero en verdad son preconstitucionalistas, es decir, neofranquistas. Si obtienen el poder necesario, continuarán dando alas y fuerza a este capitalismo voraz que está destruyendo a la sociedad y a la naturaleza. Votarles representa un gran peligro para las conquistas sociales que aún nos quedan, así como una involución democrática de gran calibre. Intentaremos ir desgranando dicho panorama. Pablo Casado, del PP, partido definido por los propios jueces como «organización criminal» y que fue desalojado del Gobierno mediante Moción de Censura (desde entonces no perdonan a Pedro Sánchez), no es capaz de dar un discurso o un mitin sin mentir. Es más, no es capaz de pronunciar una sola frase sin mentir (sus mentiras económicas son desmontadas en este artículo por Juan Torres López). (Sus mentiras sobre ETA, Bildu y el terrorismo son desmontadas en este otro artículo por Ignacio Escolar). Si se sube a un estrado y está hablando durante 30 minutos, pronunciando un discurso de 380 frases, habrá dicho exactamente 380 mentiras. ¿Podrá este joven dormir por las noches mintiendo tanto? Y por lo que toca a sus candidatos, no desmerecen a los de Vox: por ejemplo, la número 1 por Barcelona afirmó en entrevista en TVE1 que el independentismo catalán es una afrenta mayor que la que supuso el 23F de 1981. ¿Alguien da más? Por lo visto, para Cayetana Álvarez de Toledo, es mucho peor la democracia y las urnas que el hecho de que un golpista se líe a tiros en el Congreso, y que salgan los tanques a la calle. Despreciable.

Albert Rivera (Ciudadanos), por su parte, es un auténtico producto de marketing político. Su agresividad es proporcional a su demagogia, su ignorancia lo es a sus intereses. Sus virajes ideológicos han sido antológicos desde el nacimiento de su formación política (lo único que no ha variado es su aversión a Unidas Podemos), que se comporta catapultando cada causa que creen que les dará réditos electorales, lo que ocurre es que Ciudadanos la pervierte tan sólo con incorporarla a su ideario. Ahora proclaman un «feminismo liberal», lo cual demuestra que no han entendido absolutamente nada. Algo parecido les ha ocurrido con el asunto de la eutanasia, en el cual han pasado desde bloquearla en el Congreso a pedir que se sumen para regularla. Y es que sus dirigentes políticos no tienen ninguna credibilidad. Y cuando le abordan con alguna idea o propuesta para la que no tiene respuesta, Albert Rivera, que es el niño de los Pactos de Estado, se inventa su «Pacto de Estado para…», lo cual le viene siempre muy bien como estupenda muletilla para quitarse la responsabilidad de encima, y despachar a los periodistas quedando como un magnífico estadista. Nada más lejos de la realidad.

Y por su parte, el tercero en discordia, mejor dicho en concordia y en plena sintonía (por mucho que pueda criticar en los mítines a sus compañeros de viaje) es Vox, esa formación que ha surgido como escisión heavy del PP, es decir, son fachas sin complejos, fachas que se jactan de serlo, que incluso presumen de serlo (representantes de «la incultura, la derrota de la razón y el rebuzno«, en expresión de Javier Cortines). No hay que ser extremadamente inteligente para darse cuenta de que Vox existe gracias al bipartidismo (es decir, a los Gobiernos precedentes de PP y PSOE), que no han conseguido que se pase de verdad la página franquista de nuestro país. Ellos son la máxima representación del franquismo sociológico que nos afecta. El Profesor Vicenç Navarro lo enmarca clara y directamente en el fascismo: «Cada una de las características del fascismo se presenta en esta nueva derecha: su nacionalismo radial extremo, con bases supremacistas de carácter racial, su canto a la fuerza y a la represión, su machismo, su defensa del status quo y su dependencia del apoyo del sector reaccionario del mundo empresarial, de la jerarquía eclesiástica y de gran parte del generalato«.

La lista de propuestas e ideas de Vox es realmente obscena y surrealista. Santiago Abascal ha propuesto que los «españoles de bien» (¿?, debe ser algo así como las «personas normales» de Rajoy) puedan portar armas para su defensa personal. Su número 2, Ortega Smith, se atrevió a afirmar en una conferencia en el Parlamento Europeo que «sin la Batalla de Lepanto y sin la Reconquista, quizá todas las mujeres de esta sala vestirían el burka«. Y el número 3 de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, en una entrevista a un medio de Miami a mediados de marzo, se despachaba a gusto escupiendo su desprecio a la izquierda, que según él, es «sucia, mal vestida, con coleta…«, y otras lindezas varias. Pero el resto de sus últimos fichajes no se quedan atrás: ex militares franquistas, historiadores que justifican el holocausto nazi, que aborrecen la homosexualidad, que detestan el feminismo, que afirman sin despeinarse que «el franquismo no era un régimen totalitario ni de lejos»…En el Parlamento Andaluz llamaron despectivamente «buscahuesos» a los defensores de la Memoria Histórica.

La sarta de barbaridades va en aumento, en una especie de espiral desatada a ver quién la dice más gorda. Los de Vox no sólo representan a la España ignorante, negacionista, franquista e involucionista, sino también a la España rancia de los toros, las peinetas, las mantillas y la caza. Desprecian absolutamente los derechos humanos, y de ahí su incapacidad para integrarse en un verdadero sistema democrático. Javi Ranvich los ha definido muy bien en su artículo para el medio Nueva Revolución: «La ideología de Vox es comparable con la peste negra: se extiende por toda Europa, sus efectos negativos son sufridos principalmente por personas con pocos recursos, y ambas encuentran su contexto ideal en el siglo XIV«. Sus últimos fichajes para sus listas electorales han sido militares retirados, de aquéllos que firmaron el Manifiesto a favor de la figura «militar» de Francisco Franco. Ahí es nada. También han situado a una supuesta «invasión islamista» como el enemigo de todo: de la libertad, de los valores, del progreso, de la familia…Sólo les ha faltado culparles de las siete plagas de Egipto. Por ello, una asociación musulmana les ha denunciado por presunto delito de odio. Sus referentes son Don Pelayo e Isabel La Católica. Al estilo de Trump, Abascal quiere «volver a hacer grande a España otra vez». Para Vox, ello implica también ilegalizar a Unidas Podemos y a las formaciones independentistas.

Y como decíamos más arriba, los últimos fichajes de la peligrosa formación verde provienen de las filas del Ejército, concretamente de ex militares en la reserva, muy apegados nostálgicamente a la figura del general Franco. José Antequera, en este artículo para el medio Diario 16, ha explicado esta estrecha relación de Vox con los militares, y sus posibles consecuencias: «Sin duda, con los últimos fichajes de generales retirados, Abascal ha encontrado un nicho de votos en cuarteles y comisarías, ya que policías, guardias civiles y militares suman 270.000 efectivos, un más que jugoso granero. No hace falta decir que se trata de colectivos conservadores que se sienten tradicionalmente maltratados por los respectivos gobiernos a causa de los bajos salarios y precarias condiciones laborales. Reductos de profesionales sumidos en un profundo malestar desde hace años donde el discurso ultra tiene un fuerte tirón. El fichaje de los ex generales hará sin duda que muchos de ellos se decidan a votar por el partido de extrema derecha. Al mismo tiempo, en esos mismos sectores reaccionarios de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado culpan a Zapatero y a Rajoy de la mano blanda que el Estado ha empleado con Cataluña, de tal forma que ven en Vox la solución al mal«. De hecho, las diversas manifestaciones de las asociaciones de estos cuerpos han sido apoyadas por el trifachito, y sus líderes han acompañado a las mismas en varias ocasiones.

En el terreno económico, las salvajadas que esta tríada derechista pretende llevar a cabo inciden (como siempre cuando gobierna la derecha) en aumentar las brechas sociales y las desigualdades, rebajar impuestos a los más ricos (grandes fortunas y corporaciones), revertir las medidas tomadas en pro del Estado del Bienestar, continuar desmantelando empresas públicas, y como propone Daniel Lacalle (el nuevo gurú económico del PP), ir privatizando paulatinamente el Sistema Público de Pensiones, eliminar el salario mínimo, y otras lindezas por el estilo, a tenor de las brutales declaraciones de este economista, negacionista del cambio climático y que tilda al Estado de «fondo buitre», tal como nos informa Laura Olías en este artículo para eldiario.es. Este convencido economista del ala ultraneoliberal ha criticado la tibieza de las medidas de austeridad tomadas en España durante la crisis, ha defendido el fracking, ha minimizado la magnitud de los desahucios, ha apostado sin fisuras por la gestión privada de lo público, y por endurecer y ampliar las políticas de recortes sociales y laborales. Y al igual que los economistas de Vox, sostiene que no hay derechos adquiridos, y que el Estado no ha de proporcionar ningún servicio (únicamente los que se refieran a Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, es decir, el Ejército y la Policía). Daniel Lacalle cree que es necesaria una mayor desregulación del mercado de trabajo, sostiene que «la protección social generosa se carga el empleo», y ha declarado que eliminaría las ayudas de Cooperación al Desarrollo. Sin más comentarios.

Por su parte, el programa económico de Vox es directamente un instrumento al servicio de los más ricos y poderosos, y un ataque flagrante a las clases más débiles y vulnerables. Este magnífico artículo colectivo de eldiario.es nos lo resume: Vox hace todo un elogio de la reforma laboral del PP (2012), pide revisar nuestro sistema de protección al desempleo por ser «uno de los más generosos y de los más prolongados de la UE», propone una «devaluación fiscal» que consistiría en «sustituir cotizaciones sociales por incrementos de la recaudación por IVA e impuestos especiales», ataca de forma directa a la escuela pública asegurando que la equidad en este modelo es «un espejismo», y proponen que «se descuelgue del sistema sanitario público» a los ciudadanos que apuesten por una mutua privada. Afirman sin despeinarse que «El Estado accionista debe desaparecer del panorama empresarial español» (en román paladino, que piensan privatizar las pocas empresas públicas que vayan quedando). Vox desea dar todo un vuelco completo al sistema laboral, fiscal y de protección social de nuestro país durante los últimos 40 años. Y ante la «avalancha de pensionistas», proponen que el sistema de pensiones migre a un sistema semiprivado. También proponen dejar los tramos de IRPF en dos (un tipo del 22% hasta los 60.000 euros y otro del 30% cuando se supere esa cantidad), y establecer un tipo único del 22% para el Impuesto de Sociedades. Así mismo, proponen limitar el derecho de huelga, y saltarse los Convenios Colectivos en pro de pactos individuales empresa-trabajador/a.

También abogan por la liberalización del transporte ferroviario, la libertad de contratación sin restricciones en el mercado del alquiler, y la creación de un «cheque escolar» para las familias, equivalente «al coste medio de un puesto escolar en un centro público». En sanidad, proponen también la implantación de un «sistema de copago para los inmigrantes cuya residencia sea inferior a los cinco años», anulando por tanto la universalidad del sistema. Para Vox, los costes de las indemnizaciones por despido en España son elevados («entre los más altos de la OCDE»), y consideran que las prestaciones por desempleo «prolongan de manera artificial la duración del desempleo», ya que no generan incentivos para la búsqueda activa de empleo. Es, como vemos, el mismo discurso duro y antisocial de los más altos dirigentes empresariales, y de sus respectivas asociaciones. Y en el terreno laboral proponen, además de las vergonzosas medidas ya comentadas, que los Tribunales de lo Social no puedan rechazar la validez de los ERE, eliminar la ultraactividad de los Convenios, e implantar un «salario de inserción» para los jóvenes y demandantes de primer empleo, que esté exento del pago de cotizaciones sociales. Clasismo puro y duro y sin complejos, ataques laborales a troche y moche, y desmantelamiento de los sistemas de protección social, obedeciendo los parámetros donde se mueve la ultraderecha insolidaria y clasista. ¡Cuántos empresarios/as estarán babeando para que se implanten sus medidas!

Vox define el Sistema Público de Pensiones como «un lastre para el crecimiento económico de España, un escollo insalvable para reconducir las finanzas públicas a la senda de la estabilidad y una espada de Damocles sobre los propios pensionistas»…¿Alguien da más? ¿Habrá en España algún pensionista que vote a Vox? De entrada, proponen el retraso en la edad de jubilación, introducir incentivos a la prolongación de la vida laboral y aumentar el número de años cotizados exigidos para obtener una pensión. Pero como consideran (¡qué inteligentes ellos!) que el sistema, aún con estas medidas, seguirá siendo insostenible, proponen un «sistema mixto» (que se implantaría por tramos de edad) que contaría con una parte de reparto (el Estado sólo aseguraría una pensión ridícula, indigna y residual) y otra parte privada, en la que el trabajador o trabajadora depositaría la mitad de su cotización en una cuenta bancaria que gestionarían fondos privados de inversión. ¡El sueño de los bancos hecho realidad! Y la miseria de los pensionistas también. Si a todo ello unimos que Vox pretende aún más barbaridades sociales, tales como perseguir a quienes ayuden a los migrantes irregulares, ya tenemos el mosaico que nos presenta al mayor engendro político que hemos presenciado desde el advenimiento de la «democracia» en nuestro país. La sola presentación de un programa electoral con estas medidas debería ser considerado un delito penal y un atentado grave a los derechos humanos, y cualquier organización que lo presentara debería ser ilegalizada de forma inmediata.

La reorganización de esta derecha tricéfala y fascista, manifestada en la unión de estos tres personajes y sus respectivas formaciones políticas, es la expresión manifiesta de la salida autoritaria que las clases dominantes pretenden darle a la crisis del Régimen del 78, un régimen antidemocrático por naturaleza, antisocial y borbónico, corrupto y podrido, que debe ser abolido. Para evitarlo, la tríada derechista prepara una involución en toda regla: amenazan con un 155 perpetuo en Cataluña, que sería una grave conculcación de derechos y que afectaría al resto de nacionalidades, Galicia y el País Vasco, y a todo el Estado; prometen volver atrás en derechos de las mujeres, atacar a los colectivos LGTBI, expulsar a los migrantes, enterrar la memoria histórica (mientras subvencionan a las Cofradías de Semana Santa, como están haciendo en Andalucía), mantener y profundizar los recortes sociales que ya llevara a cabo el bipartidismo, y recuperar y consagrar «tradiciones» históricas aberrantes, así como actividades perjudiciales para el medio ambiente y la sostenibilidad. ¿Vamos a seguir haciéndole el juego a esta peligrosa ultraderecha? Cualquier discurso contrario a los Derechos Humanos debiera ser ilegalizado, provenga de donde provenga. Por tanto, y como muy bien explica Jordi Ortiz en este artículo para el medio Nueva Revolución: «Quien auspicia el ascenso del fascismo es quien contribuye a generar un marco mental colectivo que acepta y normaliza la presencia de sus discursos de odio. Quien lo pone en el centro es quien lo introduce en platós televisivos, en estudios de radio o en páginas de prensa en aras de una supuesta pluralidad política mal entendida, porque la negación de los derechos humanos nunca debe tener un lugar reservado para extender su odio en democracia. Quien le abre una autopista para que circule libremente es quien acepta sus votos y sus condiciones para formar gobierno en alguna institución«.

Pero no nos engañemos: este giro a la derecha también ha sido provocado por la propia izquierda al dejar de serlo, al volverse una izquierda descafeinada, al caerse Podemos de sus propuestas originarias, y al ir convirtiéndose el PSOE en otro partido más del régimen del 78. Hoy sólo podemos encontrar en el arco electoral una derecha dura o una derecha blanda, porque la izquierda revolucionaria y transformadora ha sido barrida del mapa. Este desencanto puede conducir a una peligrosa situación de abstención masiva (como ya ocurrió en Andalucía), que claramente beneficiaría a estos partidos de la derecha más dura. Porque tras 9 meses de Gobierno del PSOE de Pedro Sánchez, las principales líneas de actuación del PP han quedado intactas: no se ha derogado la Reforma Laboral, ni la LOMCE, ni la Ley Mordaza, ni han mejorado las condiciones de vida de la clase trabajadora, más allá de algunas migajas concedidas a última hora, quizá para reconquistar el voto de los tránsfugas. No ha existido voluntad (en realidad nunca la hubo) de enfrentarse clara, valiente y decididamente contra los intereses de las clases dominantes, de los ricos y poderosos, de las grandes fortunas, de las grandes empresas, ni de los dictámenes de esta Unión Europea del capital.

Visto lo visto, creo que debemos plantear las próximas elecciones del 28-A como una guerra electoral, porque son ellos o nosotros. O conseguimos que la izquierda (aunque sea descafeinada) consiga gobernar, o vendrán los «trillizos reaccionarios» (en expresión de Irene Montero) y nos veremos amenazados con más recortes sociales, y el derribo de todos los derechos fundamentales y servicios públicos de los que aún disfrutamos. Pero ojo, porque si esta nueva oportunidad no es aprovechada de verdad para desplegar un plan de doble ruptura (por un lado, ruptura con el Régimen del 78, autodeterminación de los pueblos, y referéndum Monarquía-República, y por otro lado, ruptura con las políticas neoliberales y con la Unión Europea del capital, abandonando la austeridad y recuperando los derechos y conquistas sociales perdidas, auditando y repudiando la deuda pública, y atendiendo las verdaderas necesidades sociales), lo que estaremos consiguiendo de nuevo es que la clase trabajadora se acerque aún más a la tríada derechista, ante la incapacidad de implementar desde la izquierda nuevos modelos sociales y nacionales que den solución a sus necesidades.

Para ello es necesaria una movilización social sostenida, amplia y constante, aglutinadora de todas las Mareas y movimientos ciudadanos que se han situado a la izquierda del PSOE e incluso de Podemos, porque en caso contrario, los 7 años de gobierno de M. Rajoy nos parecerán un camino de rosas al lado de lo que se avecina. Hemos de tener claro que contra la derecha franquista sólo cabe la lucha por la República y el Socialismo, que cualquier intento de quedarse a medias tintas será aprovechado por esta derecha involucionista y sin complejos, para atarnos aún más de lo que lo estamos al podrido Régimen del 78. Es más, si la siguiente legislatura es gobernada por partidos de la izquierda parlamentaria, hemos de exigirles que las formaciones políticas y demás organizaciones sociales (asociaciones, fundaciones, etc.) que no respeten escrupulosamente los Derechos Humanos sean inmediatamente ilegalizadas. Bajo la falsa bandera del «constitucionalismo» y del patrioterismo barato y excluyente que promueven, no podemos consentir el ataque y la vulneración de los Derechos Humanos. La triada derechista representa a la España casposa, intolerante, trasnochada y anacrónica. Son la España de la crueldad y del odio, del crucifijo y de la espada, que pretende eliminar las libertades y los distintos logros sociales que generaciones enteras de hombres y mujeres han conseguido tras muchos años de luchas y de compromiso. Para impedirlo, es necesario que la jornada del 28-A sea masiva y contestataria, que todo el mundo participe, que nadie se quede en casa, que no se pierda ni un solo voto. En situaciones críticas como la actual, todos los sufragios cuentan, y han de ser profundamente meditados y conscientes.

En resumidas cuentas, el resultado electoral del próximo 28 de abril va a tener una gran trascendencia, durante los próximos años, para los intereses y derechos de la mayoría social, y especialmente de los sectores más vulnerables. Ante el peligro real de un gobierno de este frente reaccionario, que imponga nuevos recortes sociales, laborales y políticos, debemos invocar a la conciencia de las clases trabajadoras y a su responsabilidad, para no facilitar ni con su voto ni con su abstención la victoria de la ultraderecha que nos amenaza. La clase trabajadora, la juventud, los pensionistas, las mujeres, los migrantes, los estudiantes…todos los colectivos afectados deben unir sus esfuerzos, converger sus luchas, para frenar al «trifachito». Cuantos menos apoyos electorales del conjunto de la ciudadanía obtenga esta peligrosa derecha en sus tres vertientes, más posible será un escenario donde poder aplicar políticas de cambio social al servicio de la gran mayoría, y consolidar los avances necesarios en servicios públicos, en derechos laborales, en pensiones, en igualdad entre hombre y mujer, en calidad de vida para las clases populares. Rafael Almazán lo ha resumido magníficamente: «Un panorama difícil, donde la izquierda más allá del PSOE tiene que reaccionar y conseguir el apoyo electoral necesario para que ese tridente ultramontano, aznarista y fascistoide, formado por las tres derechas, no pueda formar gobierno. Es el momento, ahora o nunca«.

Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.es

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.