En los últimos días los militantes de Eusko Alkartasuna, hemos recibido a través de diversos medios, mensajes pesimistas en torno a la merma de derechos y facultades que pudiera otorgarnos nuestra presencia en EH Bildu en una nueva estructura. Sin duda, el acento en el dolor se incrementa en función del posicionamiento político que tiene […]
En los últimos días los militantes de Eusko Alkartasuna, hemos recibido a través de diversos medios, mensajes pesimistas en torno a la merma de derechos y facultades que pudiera otorgarnos nuestra presencia en EH Bildu en una nueva estructura. Sin duda, el acento en el dolor se incrementa en función del posicionamiento político que tiene el medio en cuestión, ante el abertzalismo en general y ante el independentismo en concreto. Algo que se puede definir en un simple… a más dependencia de Madrid peor cara. Pero, ¿es justificable este pesimismo?
Sin duda, el trasiego desde la social democracia teórica hasta la práctica , ha estado fundamentado en valores que han definido por sus políticas cuando estuvieron en gobierno referentes históricos como Carlos Garaikoetxea, Manolo Vigo o Rafa Larreina. Todos ellos hicieron transitar a EA por políticas como la implantación de la RGI, el impulso de políticas contra la drogodependencia, la vivienda pública y otros éxitos que han apuntalado sin discusión el estado del bienestar vasco y sus diferencias con respecto al estado español.
Además todos ellos, lucharon como «jabatos» ante intentos de ordenación del territorio ajenos a nuestros intereses , que nos han llevado a una división institucional no fundamentada ni en la historia ni en las preferencias de todos-as los-as vascos. Entre ellas la separación forzada de Nafarroa , la CAV e Iparralde en tres realidades institucionales, la imposición por parte del PNV de la LTH que creaba de facto tres reinos de Taifas en la CAV; la LOAPA y más en clave política, contra la desaparición de los postulados independentistas en el partido mayoritario del nacionalismo tradicional: el PNV. Muertos estos últimos tras el entierro de Ibarretxe y su sequito, y más recientemente tras el pacto PNV-PP-PSE.
EA siempre ha sido un partido construido en clave nacional, liga do a la solidaridad y arriesgado para su tiempo como así lo demostró finalmente con la creación en 2011 de Bildu. Sin embargo cabe recordar también que EA también ha tenido sus miedos. Trasladados por osmosis a una afiliación fiel y leal donde las haya.
El primero de ellos llegó en su nacimiento. Ante la posibilidad de crear un tripartito de izq uierdas en la CAV (PSE-EA-EE), la falta de compromiso por parte del PSOE para la transferencia de la seguridad social, privó a la CAV del primer acuerdo de izquierdas de su historia. También el miedo a ser superado por el PNV en la hegemonía abertzale creó una nube de dudas ante lo que hubiera parecido el paso lógico para abordar desde la «pole position» el gobierno de este país.
Más tarde, llegó Ardanza, el fiel lugarteniente de Arzallus y cuando EA y Herri Batasuna empezaron a impulsar mociones pueblo a pueblo en torno al derecho de autodeterminación, Eusko Alkartasuna fue expulsada del gobierno. Por segunda vez el pesimismo ante la valoración que podía hacer el pueblo ante el hecho de pactar con quienes todavía entendían la lucha armada como un medio, llevó a EA fuera del gobierno, devolvió al mismo al PSE y privó a la CAV otra vez de un acuerdo entre solidarios.
Nafarroa no ha sido una excepción. Dos veces han existido pactos entre agentes políticos favorecedores del reparto de la riqueza. La primera la truncó Urralburu y la corrupción. La segunda sigue vigente bajo la amenaza aun, de un estúpido velo mediático y de un profundo egoísmo personal por la búsqueda de un liderazgo en clave interna, nada solidario y poco colectivo.
Después vino Lizarra-Garazi, el mal llamado plan Ibarrtexe y la ilegalización de Batasuna. EA fue el motor ideológico de este plan y sin duda el sustento de un gobierno que miraba con miedo y preocupación ante unos JOBUBIS que ya no se conformaban con ver de Lehendakari a alguien ajeno a los dominios de D. Diego López de Haro. Rompieron el plan acatando las cortes españolas como siglos antes habían hecho los sucesivos señores de Bizkaia, pero esta vez sin viaje de vuelta, sin jura ante el Árbol y si bajo promesas de eternas transferencias escritas un día en un estatuto al que cada vez le amarillean más las hojas.
Después vino la ilegalización. Ante este hecho hubo posturas divergentes en el seno de EA. En algunos ayuntamientos se cogieron las actas de concejal y en otros no. Pero cuando llegó el momento verdaderamente importante, es decir, la convocatoria de elecciones a los parlamentos autonómicos, surgió el concepto de Polo soberanista, acuñado por Unai Ziarreta. Junto a él llegaron las negociaciones para llegar a un acuerdo de m ínimos, sin embargo, a juicio del ponente, no parecían preparadas las personas para el cambio estratégico. Volvió el miedo y este unido a un discurso tibio en lo social, más parecido al de otros tiempos que a los que ya se estaban viviendo pueblo a pueblo en el partido, llevó a Aralar al estrellato mediático y a la «nueva izquierda abertzale» a copar la mayoría parlamentaria en ese ámbito. Otra vez el pesimismo a lo solidario parecía imponerse a la lógica adecuación a los tiempos del discurso político.
Cuando todo apuntaba a negro y olvido, llegó la apuesta de Pello Urizar y su ejecutiva por construir desde los cimientos un movimiento con tres objetivos claros: construir una mayoría en torno al derecho a decidir, luchar desde la calle y las instituciones por instaurar la justicia social y los derechos humanos y en tercer lugar, democratizar los procesos de toma de decisiones de los ciudadanos en el ámbito institucional.
Justo en este último punto hubo errores y miedos a partes iguales. Errores como la imposición de algunos modelos que pretendían incrementar ipso facto la tasa de reciclaje y la no adopción del mismo por vías participativas. Aparte de los clásicos errores ya ventilados en los medios afines al constitucionalismo, la cuestión de fondo fue de nuevo el miedo a la democratización en la toma de decisiones.
Y entre diversos pesimismos llegaron las elecciones municipales y forales de 2015. Llegaron los vetos y otra vez la falta de democracia. Y resurgieron los miedos a lo solidario. Volvieron las menciones a hubo tiempos mejores. El ansia de poder demostrada por determinadas personas en algunos pueblos llevó de nuevo a EA otra vez al límite. Pero el viejo reino resurgió para imponer su criterio y pasar del pesimismo al optimismo del cambio, como así fue. Voces relevantes nos llevaron de nuevo a arriesgar y a sacrificar para imponer la lógica política ante las apetencias que nos salían de lo más profundo. Y aquí nace la pregunta clave, ¿Qué garantías tenemos para seguir arriesgando y no caer de nuevo en el pesimismo solidario?
Las garantías son tres: 1) El respeto al camino recorrido en las pe ores condiciones posibles como fueron las elecciones municipales de 2015. 2) La clarificación del panorama político donde ha quedado nítido y trasparente que el enemigo es el estado español y el rival el PNV. Para vencer a nuestro rival no hay otro camino que contar con EA. 3) La democratización interna siempre favorece al inquilino más próximo a la normalidad. El friquismo y el impulso de minorías sociales entre las clases políticas, ha perdido fuelle ante unas clases medias hartas de ser el pin pan pum de bancos, constructoras y políticos corruptos. Aquí vuelve a surgir la necesidad de una EA fuerte. De una Eh Bildu potente y plural.
Por todo ello EA debe renunciar a su pesimismo solidario histórico. Estamos ante la oportunidad de generar una nueva mayoría social en torno a EH Bildu. En torno a unas nuevas formas de organización política que generarán, con esfuerzo y trabajo, un espacio nítido y claro para EA pero que traerá, por fin, a las clases medias y populares una victoria después de tantas derrotas. No perdamos el tren como en 1987 y no nos anclemos en miedos y fobias que son parte del pasado. Miremos hacia delante y caminemos juntos arriesgando. Hagamos lo que siempre hemos hecho, apostar por el país y e l pueblo. Olvidémonos de los prosaico, valoremos en su justa medida el botín personal, pues está en juego una nueva mayoría social.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.