Sin prisas, pero sin pausa, la economía española está sufriendo un cambio espectacular. Y no sólo por la inmigración. Los últimos datos de la Contabilidad Nacional -presentados ayer por el Instituto Nacional de Estadística- señalan un deterioro sin precedentes cercanos en cuanto al peso de los salarios respecto del Producto Interior Bruto. Ese lugar está […]
Sin prisas, pero sin pausa, la economía española está sufriendo un cambio espectacular. Y no sólo por la inmigración. Los últimos datos de la Contabilidad Nacional -presentados ayer por el Instituto Nacional de Estadística- señalan un deterioro sin precedentes cercanos en cuanto al peso de los salarios respecto del Producto Interior Bruto. Ese lugar está siendo ocupado por los beneficios empresariales, que continúan su escalada respecto al PIB, al igual que los impuestos, que ya representan nada menos que el 11,62% de la riqueza nacional.
La distribución primaria de las rentas, según la jerga económica, es una variable fundamental para entender el reparto de la riqueza, y a tenor de las últimas cifras las conclusiones no pueden ser más adversas para los empleados. Si en 2004 (media trimestral del año), la remuneración de los asalariados suponía el 47,71% de la tarta a repartir (la riqueza nacional generada durante un año), dos años más tarde (media de los tres primeros trimestres transcurridos) ha bajado hasta 46,12 puntos.
Por el contrario, el excedente bruto de explotación -los beneficios- han pasado de representar un 41,78% al actual 42,25%, lo que significa un aumento de prácticamente medio punto del PIB. Los impuestos, por último, han pasado de suponer el 10,50% al citado 11,62%, sin duda una evolución espectacular que se explica, fundamentalmente, por el aumento de la recaudación por IVA y Sociedades.
Transferencia de rentas
Para hacerse una idea de la importancia que tiene esta enorme transferencia de rentas desde unos sectores a otros, hay que tener en cuenta que cada décima de Producto Interior Bruto equivale a unos 1.000 millones de euros, lo que significa que en tan sólo dos años los asalariados han transferido a los empresarios rentas por valor de unos 5.000 millones de euros. Pero es que otros 11.100 millones se han destinado a pagar impuestos. Dicho en otros términos, los asalariados tendrían hoy 16.100 millones de euros en sus bolsillos si la estructura del reparto de la riqueza hubiera permanecido sin cambios a lo largo de los últimos dos años.
En cualquier caso, el retroceso en el peso de los salarios respecto del PIB no se puede entender como fruto de una coyuntura más o menos pasajera. Hay una tendencia de fondo que se manifiesta en algunos países como Estados Unidos, donde los beneficios empresariales han recuperado tasas de crecimiento desconocidas en los últimos 40 años. En España, sin ir más lejos, el excedente bruto de explotación se situaba al finalizar el año 1999 en el 39,7% de la riqueza, es decir los beneficios de las empresas ‘pesaban’ respecto del PIB tres puntos menos que en la actualidad, mientras que los salarios ponderaban prácticamente la mitad del Producto Interior Bruto.
Las empresas del Ibex ganan 30.000 millones
La edad de oro de los beneficios empresariales se ha podido visualizar recientemente con toda nitidez tras anunciarse que las 35 empresas que cotizan en el Ibex aumentaron sus resultados durante los tres primeros trimestres del año respecto del mismo periodo del año anterior un 33,6%, hasta alcanzar los 29.844 millones de euros.
De hecho, en el último trimestre mientras que el excedente bruto de explotación crece a ritmos del 10,2%, la remuneración de los asalariados (el coste real del factor trabajo) ha aumentado un 6,6%, con un crecimiento de las nóminas directas que percibe el trabajador del 3,4% (dos décimas más que en el periodo precedente).
Los salarios, en cualquier caso, y eso explica el nuevo reparto de la tarta, están contribuyendo de forma notable al crecimiento económico, toda vez que el coste laboral por unidad de producto aumenta un 2,6%, es decir nada menos que 1,2 puntos por debajo de lo que crece el deflactor de la economía (la inflación en el sentido amplio del término, y no sólo la que se deriva del IPC, que mide únicamente los precios del consumo).