La senadora Piedad Córdoba es una mujer muy peligrosa. Tal vez porque no descansa en promover una óptica de paz y democratización al denunciar un gobierno que, según ella, optó por un esquema de guerra permanente, un gobierno que considera ilegítimo, corrupto y violador masivo de derechos humanos. Tal vez porque no se cansa de […]
La senadora Piedad Córdoba es una mujer muy peligrosa.
Tal vez porque no descansa en promover una óptica de paz y democratización al denunciar un gobierno que, según ella, optó por un esquema de guerra permanente, un gobierno que considera ilegítimo, corrupto y violador masivo de derechos humanos. Tal vez porque no se cansa de insistir en que ante los horrores y el conflicto de décadas se tiene que llegar a un «acuerdo humanitario». O tal vez porque es una disidente en la historia oficial construida por Washington y Bogotá sobre el Plan Colombia; o tal vez es peligrosa por ser una afrocolombiana que a pesar de innumerables amenazas de muerte, un constante ataque personal -con tintes racistas y machistas- en los medios y sujeta a mil tipos de intimidación, rehúsa callar.
Al llegar a esta ciudad, adonde fue invitada para participar en un foro sobre las nuevas perspectivas en América del Sur, fue interrogada durante unas tres horas por las autoridades del Departamento de Seguridad Interna en el aeropuerto. Justo antes de llegar, el cónsul general de Colombia en esta ciudad declaró que ella no era la representante indicada para participar en el foro, ya que no representaba el sentir de la comunidad colombiana ni aquí ni allá. O sea, aparentemente, es una mujer que asusta a algunos.
En entrevista con La Jornada este martes (antes de la noticia del «rescate» de 14 rehenes en Colombia este miércoles), Córdoba platicó sobre las relaciones bilaterales entre Washington y Bogotá, reprobó el Plan Colombia por fracasar en sus objetivos oficiales y por sus consecuencias sociales, y advirtió de los peligros que esas estrategias representan para México.
Vergonzosa, la relación con las políticas estadunidenses
«Yo pienso que es una relación vergonzosa entre el gobierno actual (de Colombia) con las políticas estadunidenses», afirma, y cuenta que un informe reciente de la Organización de Naciones Unidas registra que los recursos para la guerra y para combatir el narcotráfico no sólo han tenido efectos nulos, sino que hubo un incremento de 27 por ciento de cultivos ilícitos. Así, el tan elogiado Plan Colombia «primero, no disminuye el cultivo ni el consumo. Entonces, lo que queda claro es la actitud tramposa y mentirosa de las dos partes porque fundamentalmente lo que están combatiendo es a la guerrilla que es un problema político-militar en el país».
«Hay un gran desconocimiento de lo que ocurre al interior de Colombia, de la manera como fue elegido este gobierno por grupos paramilitares que se benefician fundamentalmente del narcotráfico», dice. Explica que los recursos del narcotráfico que financia el paramilitarismo se usaron para elegir a gran parte del Congreso, mismo que eligió al presidente.
De hecho, la Suprema Corte de Justicia de Colombia ya condenó a un parlamentario por la manera corrupta con la que se logró modificar la Constitución para permitir la relección del presidente, cuenta, y que esos vínculos corruptos entre paramilitarismo y narco hacen que el caso colombiano «no difiera mucho de los dictadores de América Latina como el caso de Fujimori».
Señala que podría ser esperanzador que el próximo gobierno de Estados Unidos esté en manos de alguien como Barack Obama, eso puede ofrecer la oportunidad de «redimensionar las relaciones» de manera más justa. Insiste en que «encasillar a las FARC como terroristas no ayuda absolutamente nada, entre otras cosas, porque a muchos no les interesa eso, y a las FARC les interesa menos… eso es un monólogo de sordos» y no lleva a una negociación.
«Creo que habrá una derrota al pensamiento militarista, guerrerista, que admira las relaciones entre los países en una condición de subordinación y no de pares e iguales», y considera que la dinámica política en su país podría llevar a un cambio.
«La sola falta de legitimidad y credibilidad del gobierno, con más de la mitad de los congresistas que lo eligieron (a Uribe) en la cárcel, más demostraciones de que (la elección) fue una estrategia paramilitar… la campaña de descrédito de la Suprema Corte de Justicia -todo eso abunda en razones para no creerles… y son razones para creer que es un gobierno ilegítimo, no creíble, sucio, corrupto», acusa Córdoba.
Espera que se abra un espacio para promover el acuerdo humanitario, como también para vaciar las «cárceles llenas de pensadores y luchadores sociales», y para abordar asuntos como las ejecuciones extrajudiciales, las violaciones de derechos humanos, y que «se pueda limpiar el debate» para llevar al plano político la disputa, ahora bélica, sobre el futuro de Colombia.
-En México se está implantando la Iniciativa Mérida, y algunos argumentan que elementos del modelo del Plan Colombia deben ser empleados en la estrategia para la lucha antinarcóticos. ¿Qué opina de eso dada la experiencia colombiana?
-México está viviendo lo que vivimos nosotros hace 15 años con el narcotráfico, la manera en que se derrumban las instituciones, cómo se pierde gobernabilidad, cómo servían valores que distorsionan realmente el papel de la ética y la moral en una sociedad como constructores de principios reales. Yo invitaría a estas personas a que hagan un balance del Plan Colombia y el Plan Patriota; el resultado es nefasto.
Reitera que no se ha reducido la producción del narco, «pero sí se ha incrementado la guerra al interior del país».
«Una decisión responsable de los políticos mexicanos es acudir a los informes (de la ONU) para darse cuenta que es la peor decisión que se pueda tomar».
Dice que bajo el esquema de un Plan Colombia o Iniciativa Mérida, hay «un gran negocio para los que se benefician de la guerra, los grandes contratos, las grandes comisiones, los ejércitos… La guerra es un negocio y favorece a sus operadores».
El Plan Colombia sí cambió el negocio del narco, aclara: «sí asesinaron a muchos de los jefes de la droga famosos, como Pablo Escobar, y a otros los extraditaron, como los Rodríguez Orejuela, pero después de eso se puede decir que se democratizó el negocio de la droga y han surgido por lo menos 80 cárteles o más. Colombia no es más pacífica. Lo que ha sucedido en el país es tan desastroso que personas como yo estaríamos dispuestas a ir al Congreso mexicano a contarles realmente los resultados de esta guerra».
-¿Usted cree ser peligrosa?
-Sí, soy muy peligrosa porque no tengo precio, porque no me he dejado corromper, porque no me dejado deslumbrar, porque he sido muy coherente en toda mi vida política, y al tener estas características desestabilizo la propuesta que ellos tienen, en sus intereses y sus objetivos. El hecho de haber estado en el acuerdo humanitario como facilitadora desnudó ante el país los intereses que había por debajo. Pero creo que personas peligrosas como yo, viendo hacia el futuro, han sido personas coherentes, éticas, exitosas… Sigo trabajando y sigo pensando que hay que aportar a la democracia del país».