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Las inversiones europeas se concentran en el sector energético y el transporte

El Plan Juncker apenas logra crear 5.000 puestos de trabajo en España

Fuentes: Diagonal

El Plan de Inversiones de la Comisión Europea no logra superar la atonía de la economía europea. Las condiciones que impone refuerzan las desigualdades entre unas regiones y otras. La inversión en España, de 640 millones en el primer año, apenas consigue crear empleo. 72 puestos de trabajo duraderos más 3.000 en la construcción de […]

El Plan de Inversiones de la Comisión Europea no logra superar la atonía de la economía europea. Las condiciones que impone refuerzan las desigualdades entre unas regiones y otras. La inversión en España, de 640 millones en el primer año, apenas consigue crear empleo.

72 puestos de trabajo duraderos más 3.000 en la construcción de una distribuidora de gas y otros 2.000 en proyectos recién firmados pero sin comenzar, así hasta 5.150 puestos de trabajo en cifras oficiales, sin apenas más especificación. Son las cifras de empleo que presenta el Plan Juncker en España un año después de su presentación como programa para reactivar el crecimiento económico en Europa.

Hay que sumar 242 millones en créditos puestos a disposición de pequeñas y medianas empresas (de los 4.000 a los que podrían haber optado). Así hasta alcanzar los 640 millones que el Plan ha dejado en España, un 6,4% de todo lo invertido en la UE.

El discreto primer año del Plan de Inversiones Comunitarias, conocido con el nombre de su impulsor y presidente de la Comisión Europea, no ha evitado que el plan se amplíe más allá de 2018, cuando en teoría terminaba el que fue comparado con el Plan Marshall que tuvo lugar en Europa después de la II Guerra Mundial.

Si se compara con otros países, las cosas no han ido tan mal para las empresas con capital español que han participado en el primer año de plan, ya que al menos cuentan por miles los puestos de trabajo generados. Grecia, el patito feo de la Unión, ha logrado la magra cifra de cien empleos con el proyecto asignado por Europa, que ha desembolsado 15 millones en un proyecto agroindustrial.

La desigualdad regional es una de las claves que han quedado patentes hoy: aunque las inversiones han llegado a 26 países el 55% de éstas se concentran en los cinco países más grandes de la UE.

Italia ha sido el país más beneficiado por los proyectos financiados por el Banco Europeo de Inversiones, que ha financiado en ese país ocho proyectos con 1.400 millones de euros para crear 3.200 puestos de trabajo en dos proyectos iniciados y otros cinco firmados.

A pesar de que palabras como ‘educación’ aparecen en la nube de términos con que se han presentado hoy los resultados, el reparto de los casi 13 mil millones invertidos en el programa evidencia las necesidades del continente en este comienzo del siglo XXI. La financiación de programas energéticos supone el 29% del total, investigación y desarrollo y transporte son los otros dos pedazos importantes de la tarta. Para infraestructuras sociales ha quedado un 12%.

Leer: Vistas del principio y el final

Entre los proyectos «sociales» destaca precisamente uno de los españoles que ha obtenido financiación, cien millones para la investigación de enfermedades como el alzheimer. Recibirá cien millones del BEI para crear 12 empleos y beneficiará, en primer lugar al laboratorio Grifols, primera empresa europea en el sector de hemoderivados.

Preguntado por Diagonal sobre el alcance del Plan de Inversiones, el economista Daniel Albarracín lo califica como «un notable fracaso»:

«En primer lugar, detrayendo recursos del presupuesto europeo y del Banco Europeo de Inversiones, [este plan] emite bonos en los mercados financieros para atraer inversión privada, y mediante apalancamiento, como otros instrumentos financieros como el MEDE, trata de agrupar fondos para impulsar la inversión que están respaldados por garantías públicas».

Para Albarracín, el plan de inversiones genera varios problemas con difícil solución:

«Incorpora a inversores privados para financiar actividades de inversión duradera que tienen un carácter de interés público, detrayendo un excedente en forma de intereses que reciben, por tanto reduciendo el alcance de la capacidad inversora potencial.

Como, a pesar de todo, esos intereses son bajos, no consigue atraer suficientes inversores privados que persiguen una mayor rentabilidad. Como de igual modo, la rentabilidad en los mercados europeos es baja, tampoco se anima la inversión.

Además, acaba financiando proyectos que igualmente se iban a realizar, porque exige que sean proyectos muy fiables. De tal manera que se abandonan proyectos en regiones menos desarrolladas, concentrando las inversiones en aquellas que tienen más proyección, agudizando la desigualdad.

El plan Juncker erosiona programas europeos que también tienen un alto componente de inversión (CEC, COSME, Horizon 2020…). Su modelo, basado en un instrumento financiero va contra un modelo basado en un régimen fiscal progresivo.

Finalmente, al ser un proyecto avalado con dinero público, si las pérdidas se producen se cubre con las garantías públicas, pero las ganancias serán siempre privadas».

Los 12.000 millones de euros aportados por el BEI en el primer año son apenas el 10% del monto aprobado, que asciende hasta los cien mil millones de euros. El plan seguirá hasta 2018 con la movilización de los 300.000 millones previstos. La revisión del mismo incluye la posibilidad de que las inversiones se destinen a países fuera de la UE e incluso a proyectos sobre migraciones.

La magnitud de las cifras contrastaba esta mañana con la escasa presencia de medios en Bruselas. Un año después de la puesta en marcha del plan, el crecimiento sigue siendo un objeto delicado en Europa. El «ambicioso plan» de la Comisión no ha conseguido hacer olvidar la caída de la inversión en el continente, que sigue por debajo del nivel de 2006.

Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/global/30550-plan-juncker-desigualdades-union-europea-crecimiento.html