En 2014 publicó «Me llamó Jonás», una obra de teatro prologada por Fernando Fernán Gómez y concebida como homenaje al poeta León Felipe. Desde los 17 años, el actor dramaturgo y poeta español Francisco Algora (Madrid, 1948) tenía precisamente a León Felipe como autor de cabecera, pero afirma que hoy está desapareciendo de las antologías. […]
En 2014 publicó «Me llamó Jonás», una obra de teatro prologada por Fernando Fernán Gómez y concebida como homenaje al poeta León Felipe. Desde los 17 años, el actor dramaturgo y poeta español Francisco Algora (Madrid, 1948) tenía precisamente a León Felipe como autor de cabecera, pero afirma que hoy está desapareciendo de las antologías. «Se le censura, igual que a Valle-Inclán o a Chéjov». La mutilación de contenidos, la tergiversación de las obras o directamente el silenciamiento de los autores le llevó a Francisco Algora a recuperar las palabras. A escribir. Antes fue actor: la película «Cómicos», de Juan Antonio Bardem, despertó su vocación desde muy joven; a partir de ahí, ha participado en más de 60 largometrajes («La luna en botella»; «Tiovivo C. 1950»; «El abuelo» «Un ajuste de cuentas»; «Lázaro de Tormes»; «Barrio»…); más de una decena de cortometrajes desde 1974 y desde dos años antes, en series televisivas como «Curro Jiménez», «Cervantes», «Fortunata y Jacinta» o «Réquiem por Granada».
Francisco Algora se decidió a escribir como acto de rebeldía. A la obra «Me llamo Jonás (Vengo del vientre de la ballena y humildemente pido la palabra)» los medios de comunicación le dieron poca publicidad, «tal vez porque Fernán Gómez estaba mal visto en la época», explica el actor y escritor en un acto organizado por la Llibreria Ramon Llull de Valencia. Autor de tres poemarios y otras tantas obras de teatro, «Insurrección de los cómicos» tampoco fue un texto políticamente correcto, de hecho, «no tenía donde presentarlo», afirma. «O te arrimas al poder o te mueres de hambre, eso ha sido siempre así». Tampoco encontró director que quisiera representar «Con la soga al cuello», obra dramática que publicó en 2011. Algora no es un escritor al uso ni moldeado en los grandes patrones comerciales.
Como poeta, escribe romances pero «pasando» por la Generación del 27, lo que cristaliza en una poesía comprometida y de protesta. Esta perspectiva de la cultura y de la vida no sintoniza con los gustos hoy mayoritarios. Recuerda lo que ocurrió en su pueblo cuando se trató de organizar un cine-club: «El personal no asistía a las películas porque decían que no querían ir a leer (por la subtitulación de los filmes)». Y eso que el ciclo empezó con una película en castellano, «Un lugar en el mundo». «Muchas veces, incluso, se presume de ignorancia, pero así perdemos las palabras y nuestra identidad», se lamenta.
La lectura de las poesías aproxima a su compromiso «fuerte» ante las injusticias. En enero de 2013 escribió en Vejer de la Frontera (Cádiz) el poema «Utopía», incluido en el libro «A la sombra de tus alas» (2015). «Si nos uniésemos todos/otro gallo cantaría/el camino de los hombres/hoy se llama rebeldía. No debemos someternos/a esa dictadura férrea/del capital que criminal/se alimenta de las guerras. Aumentando más el hambre/que reina en toda la tierra/Nosotros somos llamados/a vivir en paz en ella. Declarémosles la guerra/a tanto desaprensivo/no queremos ser esclavos/ése no es nuestro destino. Que no nos engañen ya más con democracias traidoras/que niegan pan y trabajo/cuando algunos se atiborran». En «A la sombra de tus alas» también se dirige a los «Indiferentes»: «Oh turba de indiferentes/que pululáis por el mundo/lo único que os motiva/son vuestros propios asuntos».
«Me llamo Jonás» es un texto metateatral. El espíritu del teatro, don Roberto, se dirige al protagonista -Jonás-, que harto de todo y sin esperanza quiere morirse. Lo llamativo del personaje principal es que se divorció del teatro, por amor, hace 20 años. Se entabla en la obra una conversación sobre la esencia del arte dramático y su evolución. Don Roberto sostiene que el teatro es el templo donde libremente se oficia a través de la palabra, más aún, es un lugar sagrado, donde se libra la eterna batalla entre los dioses y los hombres. Resignado, Jonás responde que eso ocurría en el pasado, pues el teatro se ha convertido hoy en el templo de los mercaderes, oficinistas y burócratas, de los que más gritan, de los más frívolos, cínicos y de quienes tienen mayores ambiciones personales. «Hace tiempo, don Roberto, que usted no se pasea por el mundo», advierte Jonás. Es un mundo en el que dominan las máquinas, el ruido, las carreras y la indiferencia hacia el prójimo. Las últimas palabras pueden ser de Jonás o de su autor, Francisco Algora: «El arte ha de ser libre y no someterse al gobierno de turno ni al poder del dinero; las subvenciones se convierten en mordazas y grilletes».
El actor, poeta y dramaturgo presenta hoy sus libros en actos públicos y recita en colegios e institutos a Calderón, Machado, Lorca o Alberti. «Como hacían las Misiones Pedagógicas, pero en solitario y gratis». ¿Qué influencia ejercen en los alumnos los versos de los clásicos? «Valle-Inclán hablaba del milagro musical de las palabras», recuerda Algora en la Librería Ramon Llull de Valencia. Además, sus poemarios no se inspiran en las modas, sino en los clásicos. En julio de 2009 publicó «Romance de locos, coplas de ciego», de resonancias shakesperianas: el mundo es un gran teatro en el que los locos conducen a los ciegos. Uno de los poemas, «Confusión», que recita de memoria, apela a tiempos oscuros donde vivir es un reto. «Son otros tiempos nos dicen/olvidad lo de la escuela/ser honrado de por vida/es quedarse sin merienda». Se mantiene fiel al Romance, «una forma de hacer y de expresarse» que recupera, y que utilizaban «todos: Lorca, Miguel Hernández…». Los versos cobran así musicalidad y, además, ayuda a conservar la lengua vernácula, «ahora que casi ha desaparecido la transmisión oral».
En otra de sus obras, «La insurrección de los cómicos», Francisco Algora reitera a través de un manifiesto sus inquietudes principales: «Nos lanzamos a la calle para evitar que el teatro muera». Muchos de los que dicen amar al teatro, realmente no quieren sino el dinero. «Ya lo dijo don Francisco, poderoso caballero». «Que se queden con sus teatros, que aquí tenemos la plaza». Aunque le cueste la soledad, el aislamiento, el cerco mediático, el autor de «A la sombra de tus alas» continúa defendiendo la dignidad y la coherencia: «Al arte sólo se le puede servir desde la libertad, el amor y la bohemia». O, como dice en su página de Facebook, «el talento es el corazón». Pero «si no estás en los circuitos, no existes». Pone el ejemplo de José María Rodríguez Méndez, «uno de los mejores dramaturgos de este país, que murió en la indigencia en 2009, en una residencia de Aranjuez». «Vete a la universidad a ver si saben hoy quién es Alfonso Sastre», autor de «Escuadra hacia la muerte», añade. Se lamenta también de que cantaores como José Domínguez Muñoz «el Cabrero» no hayan salido nunca en televisión: «Los han vetado toda la vida».
En la conferencia Francisco Algora va desgranando su obra literaria. Alterna la lectura de textos (también recita de memoria) con los comentarios sobre el valor del arte y la cultura. En torno a las palabras, considera que son «como puentes, cuantas más conoces, más lejos puedes llegar; sin palabras a uno le despojan de su esencia». Sobre el oficio, «hoy hemos perdido el respeto y el amor a los actores: este trabajo antes era vocacional; ahora, el poderoso subvenciona e impone su criterio». Y a cerca de la religión: «Soy anticlerical, pero tremendamente religioso», como León Felipe, Bergamín o Pérez de Ayala, afirma.
En «Convalecencia, resistencia y esperanza» le dedica un poema a Alberti, titulado «Primero de Mayo». Empieza expresando el clamor de libertad que se expande por todo el orbe, que se concreta en mandar «los reyes a la baraja, que es donde mejor lucirán». «Sin ética, ni moral, ni conciencia, ni altruismo, los poderosos que mandan ejercen el fascismo». También recuerda que, incluso durante la dictadura franquista, se impulsaban campañas de alfabetización, pero hoy, «cuanto más ignorantes seamos, mejor para ellos; el poder quiere cerebros planos».
Lo pudo constatar en una visita que realizó al Instituto de Vejer de la Frontera: los alumnos de 18 años desconocían quién era Lorca o la obra de Alberti. Además, «estamos perdiendo la capacidad de escuchar», asegura. A sus 67 años de existencia y 50 consagrados al teatro, confiesa haberse quedado sólo y realiza una radiografía de la sociedad poco halagüeña: «Antiguamente a los maestros les fusilaban por enseñar», como en el filme «La lengua de las mariposas», hoy, por el contrario, «les pagan para que no enseñen». Pero Francisco Algora alza la voz mediante sus escritos. Con las obras de teatro y los poemas, pero también con las citas que los anteceden y que actúan como pequeñas «pistas». «Lo mejor son las citas», ironiza. «Yo acuso a la propiedad privada de privarnos de todo» (Roque Dalton); «¿Qué hice para que pusieran a mi vida tanta cárcel?» (Miguel Hernández)…
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