Los dos artículos de De Juana suman, sin títulos ni espacios, 12.718 caracteres. Doce años, siete meses y un día suman 110.184 horas. Cada letra le ha costado ocho horas y cuarenta minutos de cárcel, una jornada laboral completa, cosa preocupante por varias razones. Una, que la legislación de este Estado permita tal atropello contra […]
Los dos artículos de De Juana suman, sin títulos ni espacios, 12.718 caracteres. Doce años, siete meses y un día suman 110.184 horas. Cada letra le ha costado ocho horas y cuarenta minutos de cárcel, una jornada laboral completa, cosa preocupante por varias razones.
Una, que la legislación de este Estado permita tal atropello contra la libertad de opinión. Uno más debería decir, porque se han visto muchos últimamente.
Dos, que la justicia adquiera tintes de comedia bufa. ¿De qué sirvió a De Juana negar amenazas o afirmar que lo único que quería hacer en el futuro era escribir? De nada. El juez había dictado sentencia antes de abrir la vista.
Tres, que sean muchos los que ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Exigimos a Turquía, China, Corea, Cuba o Irán lo que somos incapaces de cumplir nosotros en materia de libertad de prensa y opinión.
Cuatro, que al margen de procesos e historias, lo cierto es que De Juana ha dejado de ser un «terrorista preso» de hecho debería estar en la calle y será a partir de ahora un encarcelado por delito de opinión, o sea, un preso político. En otras ocasiones, puede haber diferencias respecto a esto. En ésta no.