¿Por qué, en la primavera de 1936, los gobiernos del Frente Popular no pararon un golpe de Estado en ciernes? “Tuvieron abundante información en sus manos y la posibilidad de exigir más a sus funcionarios, militares y civiles; lo cierto es que no actuaron de forma contundente”, sostiene el historiador Ángel Viñas en su último libro El gran error de la República. Entre el ruido de sables y la ineficacia del Gobierno, publicado por Crítica en marzo.
“Ni Azaña ni Casares Quiroga dijeron nunca nada de las informaciones que les llegaron”, añade el investigador, que atribuye la responsabilidad última de la guerra de 1936 a civiles –principalmente políticos monárquicos- y militares con los generales Mola y Franco a la cabeza. Autor, entre otros volúmenes, de ¿Quién quiso la guerra civil? Historia de una conspiración (2019) y coautor de El primer asesinato de Franco. La muerte del general Balmes y el inicio de una sublevación (2018), Viñas es catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid y exembajador de la Unión Europea ante la ONU.
-¿Por qué consideras que “fallaron” –en la etapa del Frente Popular- Moles (ministro de Gobernación), Casares Quiroga (presidente del Gobierno y ministro de la Guerra) y Azaña (presidente de la República) a partir de las informaciones que les remitió el Servicio de Inteligencia?
En primer lugar, no sabemos si el servicio de inteligencia (SSE) les envió informaciones o no. Si no se las remitieron, la desidia hubiera sido mayor de la que les supongo, porque: si no las reclamaron, no hicieron nada; si las reclamaron y no las recibieron, tampoco. No he encontrado constancia de que hicieran algo en ningún caso. Alternativamente, podría haber ocurrido que yo no las haya encontrado a pesar de mis esfuerzos o que, simplemente, hayan desaparecido. Nada de lo que antecede invalida la posibilidad, que considero muy fundada, de que los jefes de la Sección Servicio Especial (SSE) estuvieran compinchados con los conspiradores. En primer lugar, el jefe del Estado Mayor Central (EMC) y sucesor de Franco en el cargo, general José Sánchez-Beltrán, y el teniente coronel al frente directamente de la SSE, Antonio Uguet.
En la Dirección General de Seguridad (DGS), sabemos que el primer jefe de la Oficina de Información y Enlace (OIE) estuvo compinchado con los golpistas, aunque no se tardó en sustituirle. Suele decirse que el nuevo director general de Seguridad seguía a los golpistas, pero que yo sepa nadie ha visto las pruebas que acumulase. Las que la DGS capturó al deshacer el golpe previsto para el 20 de abril de 1936 nunca se han hecho públicas.
-¿En qué consistió la operación MANRIQUE, pseudónimo de un militar cuya actividad es conocida desde los inicios de 1935? ¿Qué importancia tuvo en “el gran error de la República?
Fue una infiltración por un militar, teledirigido por el jefe de la OIE, el capitán de la Guardia Civil Vicente Santiago Hodson, en la cúpula de la organización subversiva Unión Militar Española (UME). Se conoce el tenor de los informes que emitió durante 1935. Identificó a los generales que conspiraban y que no se atrevían a hacerlo (Franco). Mantuvo informado al ministro de la Gobernación, Manuel Portela Valladares, que cuando asumió la presidencia del Gobierno le nombró director general de Seguridad (Azaña lo destituyó de inmediato en febrero de 1936 con motivos espurios). Portela a su vez informó de la operación a Sánchez-Beltrán, número dos de Franco en el EMC. Me parece, pues, imposible que Franco no se lo comunicara a su ministro, José María Gil Robles. Es decir, que los conspiradores de 1936 tuvieron que saber de la operación. Lo que MANRIQUE (el seudónimo que utiliza) probablemente no supo es que la UME estaba teledirigida por los monárquicos.
-¿Qué ejemplos destacarías de “maniobras subterráneas” de los golpistas, conocidas por los gobiernos del Frente Popular y que estos no tuvieron en cuenta?
En la literatura se habla de varias pero no se identifican. La que yo sí he identificado fue la actividad de un negociado del control de nóminas en el Ministerio de la Guerra y que estaba radicado en la DGS. Es decir, había policías o guardias civiles que supieron que en Guerra se detraían cantidades de los sueldos de ciertos militares que iban a nutrir los fondos de la UME. A mi me parece un golpe de genio, pero lo cierto es que no sabemos que los ministros de la Gobernación y de la Guerra hicieran nada con tal información. ¡Alucinante!
-¿Qué medidas podrían haber adoptado, a tu juicio, para atajar la conspiración?
En primer lugar, no haber dado mando de tropas a los generales Franco y Goded, implicados en la declaración ilegal del estado de guerra en las elecciones de febrero de 1936. En segundo lugar, haber cesado por lo menos de manera inmediata al general Cabanellas, jefe de la guarnición de Aragón en Zaragoza. En tercer lugar, haber llamado a capítulo a los jefes de la SEE. En cuarto lugar, no haber nombrado a Sánchez-Ocaña al puesto de Franco. En quinto lugar, haber tomado medidas cuando varios altos militares intentaron forzar la mano del Gobierno, a través del general Carlos Masquelet, nuevo ministro de la Guerra, para que adoptara las medidas lenitivas que propusieron.
En sexto lugar, no exigir o no aprovechar si los recibieron los informes de la SSE. En séptimo lugar, hacer oídos sordos a lo que pasaba en algunas guarniciones (por ejemplo, en Granada y A Coruña, de las que sabemos que los gobernadores civiles informaban sobre preparativos del golpe). Por último, haber nombrado a Mola al frente de la guarnición de Pamplona y no haberlo destituido en cuanto les llegaron rumores de que preparaba una sublevación.
-El libro subraya las “decisiones incorrectas” que tomaron los gobernantes republicanos en la primavera de 1936. ¿Significa esto que tuvieron poca importancia factores estructurales como la lucha de clases y las desigualdades en un contexto de depresión económica?
El énfasis en los factores estructurales, favoritos de un gran número de historiadores, es una mala lectura del pasado. El problema era cómo parar un golpe de Estado ANUNCIADO.
-En diferentes pasajes del libro haces referencia a la Unión Militar Española (UME). ¿Fue relevante en el golpe de julio de 1936? ¿Y qué peso tuvieron en la sublevación políticos monárquicos como Calvo Sotelo o Antonio Goicoechea? ¿Fue mayor que la de los militares y la CEDA (derecha católica)?
La relevancia de la UME ha sido tradicionalmente subestimada por los historiadores. Su misión era muy simple: promover la subversión en el Ejército alertando, esencialmente, del peligro de un golpe de Estado comunista. Lo hizo brillantemente. El golpe tenía que ser militar. Los civiles no podían hacerlo. Lo que sí podían hacer, e hicieron, fue propagar el virus de la sublevación por las fuerzas armadas. Yo no he estudiado el tema de la CEDA, que me parece subsidiario. Me parece evidente que Gil Robles jugó un doble juego. Conocía los manejos de la UME y se calló como un muerto en sus memorias, un prodigio de distorsión. En algún momento tuvo que saber de los preparativos del golpe en 1936, pero no pudo competir con Calvo Sotelo ni en la preparación de los ánimos de la población ni en los contactos, fundamentales, que los monárquicos intensificaron con la Italia fascista a lo largo de la primavera.
-¿Qué alcance atribuyes al discurso anticomunista y de una supuesta “bolchevización” de la II República entre los sectores golpistas?
Fue fundamental. Es más, todavía dura hoy entre ciertos historiadores. Si yo estuviera todavía dando clases de postgrado exigiría a mis alumnos que diseccionaran críticamente la última distorsión que ha propagado Stanley G. Payne en su libro sobre la supuesta revolución española, aparecido en 2019.
-Por último, ¿de qué modo respaldó el fascismo italiano a los conspiradores? ¿Tuvo una influencia decisivo? ¿Qué interés geopolítico tenía España para Mussolini?
Mussolini, un gánster internacional de tomo y lomo, empezó a apoyar a los monárquicos desde 1932. Lo hizo poco a poco. El acuerdo de marzo de 1934 representó un giro esencial. Yo discrepo de casi todos los historiadores españoles y extranjeros que lo han minimizado, simplemente porque no han seguido la evolución de la conspiración monárquica y militar. La idea era prevenir que la izquierda llegara al poder y, si lo hacía, derribarla. Goicoechea, en su tercera entrevista con Mussolini, se lo dijo claramente en octubre de 1935. En la primavera de 1936, cuando llegó, se activaron todos los resortes. Tras regar, y bien regar, la semilla de la subversión en el ejército, los monárquicos pasaron a la acción.
El punto de no retorno puede situarse hacia junio, cuando Calvo Sotelo se medio autoproclamó fascista en las Cortes y pidió money, money, a Mussolini, junto a Goicoechea y José Antonio Primo de Rivera, para “suavizar” a varios generales pre-golpistas. El 1º de julio, Sainz Rodríguez, hombre clave en los contactos conspirativos, firmó unos contratos de suministro de material de guerra muy moderno (aviones, hidroaviones) para apoyar la sublevación e incluso una guerra que los monárquicos estimaban corta. Los contactos con los fascistas no los siguieron los gobiernos del Frente Popular.
Mussolini apoyó la conspiración porque le daba la oportunidad de que en España se estableciera un sistema parecido al suyo. Una Monarquía restaurada de corte fascista. En cuanto liquidó el tema de Abisinia en junio de 1936 volvió al español. En definitiva, un gánster internacional.