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Reflexiones sobre la crisis económica

El problema es de exceso

Fuentes: Rebelión

Sería interesante que nos dijeran de verdad cuantos parados engrosan cada día en el INEM, y cuantos más se jubilan con anticipación a los 65 años, como en mi caso. Si se nos facilitaran las cifras reales, de estas dos formas de pérdida de empleo, seguro que distarían sustancialmente de los números que nos estás […]

Sería interesante que nos dijeran de verdad cuantos parados engrosan cada día en el INEM, y cuantos más se jubilan con anticipación a los 65 años, como en mi caso. Si se nos facilitaran las cifras reales, de estas dos formas de pérdida de empleo, seguro que distarían sustancialmente de los números que nos estás mostrando.

Mal que nos pese y asuste, el año en curso, al paso que vamos lo acabaremos próximo a los cinco millones, todo y que el Gobierno se resiste a concebir que lleguen a los cuatro.

No faltará quien diga que soy un catastrofista, que siempre estoy «llamando al mal tiempo»; Sin embargo , no son pocos los testimonios, escritos que puedo aportar, desde hace tiempo, y que hacen referencia al panorama que hoy nos inunda. Un año antes de la crisis, en enero del 2007, publicamos, en el nº1 de «Fes-ho Córrer», el resumen de un artículo de Roberto Centeno, del Diario el Mundo, del 8 de diciembre del 2006, donde se explica lo que estaba sucediendo y lo que se nos venía en cima. En cambio quienes gobiernan, por ese mismo tiempo, negaban incluso que se pudiera producir cualquier tipo de crisis. Curiosamente, tras de este varapalo el Gobierno modificó su estrategia y ahora va por delante anunciando el desastre que se nos pone por montera. De modo que, en los últimos meses del 2008, explicaban a la gente que el 2009 sería peor. En algún momento tuvieron el desliz de adelantar pronóstico de recuperación al inicio del 2010. No han vuelto a respirar. Y es que, el horizonte no pinta como para seguir dando cortas esperanzas; de modo que cuando apenas estemos pisando las hojas del otoño, se estará anunciando que el 2010, viene como el presente, sino, peor. Mirémoslo desde el ángulo que se nos antoje, esta cuesta a bajo va en picado hasta el 2012. Más que nada, por situar un punto de referencia mínimo, en base a como está hoy instalado el panorama económico y a las medidas que se están tomando y anunciando. Desde mi análisis, coincidente, con el de otra gente de mi entorno, de esta desastrosa situación económica y social, el final no se nos aparece ni en forma tenue. Y es que hay un rosario de interpretaciones que no se ajustan a la raíz del problema, dando por ello pie a falsas esperanzas. «Expertos» de todas partes y niveles sueltan sus análisis como el que suelta un pavo a comer hierba en un arenal: los precios del petróleo, el mercado inmobiliario, los bonos basura, los «casinos» de bolsas y bancos, los tramposos piramidales u horizontales. Nada de nada; anejos menores.

Solo se ha de tener nociones básicas de matemáticas para saber que dos y dos son cuatro y que una vasija de agua si se está desbordando, no dejara de hacerlo si se le sigue echando más. Y esto es lo que de verdad está sucediendo. Los depósitos de productos tenían que desbordarse algún día y a la vista están para todo el que lo desee ver. Ciertamente, las desigualdades creciendo permanentemente han precipitado la llegada de estos crudos acontecimientos; impregnándole más velocidad con la caída del famoso muro. La existencia de aquel soporífero «socialismo real», mantuvo esperanzas de una parte y precaución de otra. El «estado del bienestar» aún se tenía en pie en el mundo del capitalismo desarrollado. Después, Fukuyama sentenció el fin de la historia y el bólido del libre mercado y su competitividad viajaron sin límites de velocidad ni espacio. Se creyeron, sin dudar, que ni la producción, ni el consumo tenían tope. El atracón ha sido tan bestia que ahora no encuentran donde y como poder vomitarlo todo.

La solución, que beneficia a todos, es de Perogrullo. El inconveniente es que no agrada a quienes podrían aplicarla. Mientras tanto, lo más imaginativo que se les ocurre a gobernantes y potentados, es hablar y hablar sobre la necesidad e intención de crear puestos de trabajo, cuyas razones laborales, no desentonarían de quien propusiera empleo masturbando difuntos.

Nunca pensé que me invadiría este estado en que ahora me encuentro: sinceramente, estoy asustado.