Los resultados electorales obtenidos por Podemos en las elecciones europeas han originado reacciones encadenadas en la izquierda, en la derecha y en el propio universo de Podemos. Con estas reacciones lo que se ha puesto en juego son tres elementos de gran importancia. El primero es la configuración de la izquierda, con ello se alude, […]
Los resultados electorales obtenidos por Podemos en las elecciones europeas han originado reacciones encadenadas en la izquierda, en la derecha y en el propio universo de Podemos. Con estas reacciones lo que se ha puesto en juego son tres elementos de gran importancia. El primero es la configuración de la izquierda, con ello se alude, de un lado, al decantamiento entre una alianza en un nivel más elevado entre los dos grandes bloques políticos que conforman IU de un lado y Podemos de otro, o la consolidación de la división de la izquierda como ocurre en otros países de nuestro entorno como Grecia con Syriza y el KKE, o en Portugal con el PCP y el Bloque. El desenlace de este aspecto tendrá que ver especialmente con el tipo de proyecto de partido político en que terminará plasmándose el proceso de organización de Podemos y que abordaremos más adelante. Los pasos en busca de algún tipo de unidad han sido dados hasta ahora exclusivamente por IU. Es lógico que Podemos quiera asentarse organizativa y programáticamente antes de decidirse en este sentido, pero también puede estar tentado en explorar todas sus posibilidades en solitario antes de plantearse cualquier tipo de alianza con IU o/y otras organizaciones.
De otro lado la disputa en la izquierda se está dirimiendo también en torno a la naturaleza de ésta. IU representa a la izquierda clásica, con un núcleo organizativo en torno al PCE, con relaciones más o menos estrechas con el mundo sindical, con apertura a los nuevos movimientos sociales, con unos objetivos finales orientados al socialismo, con una experiencia en política de alianzas y que, por supuesto, no tiene ningún complejo en declararse de izquierdas, como indica su propio nombre, y defender, en consecuencia los valores, organizaciones o gobiernos de izquierda. Podemos es actualmente una nebulosa con un programa electoral similar al de IU, pero sin programa político -ese que da sentido y contenido al programa electoral- en sustitución del cual se acude a imágenes y conceptos muy populares pero poco precisos, la casta, arriba-abajo, austericidio, régimen del 78, etc. Ante el despegue espectacular en el terreno electoral de Podemos, IU ha reaccionado adoptando algunas de los métodos de trabajo y marketing de Podemos, inclinándose por la utilización de primarias para la elección de los próximos candidatos y renovando la imagen más pública con un personaje joven y vinculado al 15-M, Alberto Garzón, pero también ha dejado claro que su discurso político es diferente del de Podemos.
El segundo elemento puesto en juego es la posibilidad de trasladar los resultados electorales de las europeas al ámbito interior en las próximas elecciones municipales, regionales y nacionales. De un lado, la propia manera de despegar de Podemos puede jugar a su favor atrayendo más respaldo popular a un proyecto iniciado con gran fortuna, es el efecto del éxito al que se pueden sumar más apoyos. De otro lado, una posible alianza de la izquierda puede galvanizar los entusiasmos y multiplicar los resultados. De momento, lo que sí es real es la puesta en marcha de proyectos abiertos y englobadores de organizaciones, movimientos y personalidades para conquistar la alcaldía de ciudades importantes como la iniciativa Guanyem Barcelona en torno a Ada Colau, pero también con Municipalia en Madrid. Estas iniciativas se caracterizan por la amplia base popular y por dejar a las organizaciones que a ellas concurren en un segundo plano.
Esta nueva situación ha provocado una reacción visceral de la derecha para intentar bloquear esta dinámica. De un lado, el objetivo se ha centrado en frenar o reducir el apoyo electoral a Podemos mediante la identificación de su líder, Pablo Iglesias, con un proyecto izquierdista oculto, para lo cual han utilizado los vínculos que han tenido él, y en general el grupo promotor de Podemos, con la revolución bolivariana, y también publicitando los contactos entre Pablo Iglesias y el mundo cercano a los presos de ETA.
En este sentido, y como comentaremos más adelante, el rechazo a responde por parte de Pablo Iglesias, presentando esas informaciones como una campaña de difamación puede ser una señal de por dónde puede decantarse el proyecto de Podemos. De otro lado, el PP intenta blindarse de cara a los resultados de las municipales y se descuelga con la propuesta de que los próximos alcaldes sean los candidatos más votados y no los de una posible coalición post-electoral como pueden serlo hasta ahora.
El tercer elemento en juego es la definición del propio proyecto de Podemos. En su seno concurren dos importantes grupos organizados que se disputan sin disimulo su definición y orientación. El primero es el denominado grupo promotor en torno a sus tres cabezas más visibles, Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero e Iñigo Errejón. El segundo es Izquierda Anticapitalista (IA). El primero cuenta con dos bazas principales, el prestigio y capacidad de influencia en los círculos de Pablo Iglesias, y el apoyo del diario digital Público. El segundo cuenta con ser un partido político establecido y bien organizado, con un núcleo de militantes preparados y un proyecto político claramente definido. Ambos han puesto en juego sus respectivas ventajas para orientar el desarrollo de Podemos. El enfrentamiento se ha evidenciado claramente con la elección de la comisión encargada de organizar la asamblea fundacional de Podemos como partido en el otoño. Ya en las elecciones primarias hubo un primero conato cuando tanto Pablo Iglesias como Juan Carlos Monedero indicaron cuáles eran sus candidatos preferidos en dos artículos publicados en Público en medio del proceso de primarias para evitar el excesivo peso de los candidatos de IA. Por cierto, esta intervención en medio del proceso electoral decía muy poco a favor del democratismo del que hace gala el grupo promotor. Pero con ocasión de la elección de la comisión preparatoria de la asamblea fundacional el grupo promotor no se molestó ni en guardar las mínimas formas democráticas, decidió que había que formar una comisión, que sería de 25 miembros, que sería elegida en listas cerradas y, tras tener formada la suya encabezada por Pablo Iglesias, dio un plazo de seis días para poder presentar otras. Cuando en una asamblea celebrada a principios de junio se expresó el malestar de algunos círculos madrileños por este comportamiento antidemocrático, Juan Carlos Monedero defendió las decisiones con el argumento de que habían evitado un golpe de estado en Podemos. No era necesario ser muy perspicaz para adivinar que el grupo promotor quería evitar la capacidad organizativa de IA para que tuviera una presencia importante en la comisión organizadora, ésta debía quedar bajo el control del grupo promotor aunque para ello fuese necesario hacer de la democracia un simulacro.
La importancia de estos «incidentes» radica en que saca a la luz la diferencia entre el discurso horizontal, democrático y asambleario del grupo promotor, y su práctica muy poco democrática. Posiblemente esta disonancia entre discurso y praxis sea fuente de problemas en el futuro.
Pero también se han ido produciendo otros indicios del carácter contradictorio del proyecto que sustenta el grupo promotor. Podemos es presentado por estos como una organización antipartido, pero se registran como partido para las elecciones. Inciden en el carácter horizontal y asambleario del proceso pero se apoyan en el hiper-liderazgo de Pablo Iglesias creado a través de los medios de comunicación. Podrían haber alegado en este caso que también Chávez ejerció un hiper-liderazgo para una revolución exquisitamente democrática como la venezolana, pero cuando la derecha les ha atacado por ese flanco acusando, con un cinismo desbordante, de dictadura a Venezuela y a Podemos de haber sido financiado por el gobierno venezolano, Pablo Iglesias ha evitado defender la revolución bolivariana trasmitiendo la impresión de que renegaba de la relación pasada. Podemos también declinó participar en las reuniones para convocar manifestaciones a favor de un referéndum para decidir la forma de Estado con ocasión de la abdicación del rey Juan Carlos. Y en uno de los últimos gestos, Pablo Iglesias acudió al hotel Ritz a explicar ante la crema del stablishment burgués que Podemos no es el demonio que pintan. Sin embargo, Podemos se ha adscrito en el parlamento europeo al mismo grupo que IU, la Izquierda Unitaria Europea que, además, le propuso como su candidato para presidir el parlamento, y se ha reunido con Syriza en una muestra de afinidad de objetivos.
Señales contradictorias, como decíamos, de la indefinición del proyecto, de las dudas de los promotores, y también del pulso interno entre los dos principales grupos organizados en su interior, por dotarle de un claro perfil de izquierda o mantenerlo con características populistas y más ambiguo en los objetivos para dejarlo abierto, de esta manera, a más capas sociales.
En definitiva, lo que está en juego en esta etapa abierta con la aparición espectacular de Podemos, y que tiene su origen en el momento de aparición del 15-M, es la redefinición de la izquierda, la consolidación de la división en su seno o un proceso de articulación a un nivel superior. El asentamiento de sus proyectos organizativos, IU, Podemos y otras siglas, o su disolución en procesos más nebulosos de candidaturas de amplio espectro popular pero poco definidas en proyectos políticos. La extensión de los proyectos políticos asentados en los valores clásicos de la izquierda que se orienten por sus objetivos socialistas o la marginación de estos frente a objetivos fácilmente reabsorbibles por el sistema, como el democratismo, el multipartidismo, la transparencia, la honradez en el ejercicio de la función pública o el mantenimiento de programas asistenciales.
En el más optimista de los escenarios para la izquierda, Podemos se definiría claramente en este sentido, concurriría en alianzas con IU, se extenderían los valores socialistas entre las capas sociales que se han movilizado contra el austericidio y se alcanzaría una importante representación institucional que unida a las movilizaciones sociales cambiarían la correlación de fuerzas y bascularía el desarrollo político y social hacia los objetivos de las clases populares.
En el más pesimista de los escenarios para la izquierda, Podemos se inclinaría definitivamente por un proyecto populista, se consolidaría la división en la izquierda en perjuicio para IU, retrocedería la influencia de los valores y objetivos socialistas, y se frustraría la posibilidad de cambiar la correlación de fuerzas con lo que se reforzarían las actuales tendencias de retroceso de las conquistas de las clases populares y revitalización del sistema bipartidista en que dichas tendencias se sustentan.
Por ello es necesario ser conscientes de lo que se está dirimiendo en esta etapa histórica para la izquierda del Estado español.
Jesús Sánchez Rodríguez. Otros artículos y libros en su blog: http://miradacrtica.blogspot.com/, o en la página: http://www.scribd.com/sanchezroje
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