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Entrevista a Joaquín Miras Albarrán sobre Praxis política y Estado republicano. Crítica del republicanismo liberal

«El proyecto ‘Europa’ es manifiesta y escabrosamente contrario a la tradición grecolatina, en las antípodas del individualismo ontológico liberal»

Fuentes: Rebelión

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano. ¿Por qué ese tercer republicanismo al que criticas, hemos hablado de él, es tan «políticamente inane»?  Todo proyecto político real, […]

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano.

¿Por qué ese tercer republicanismo al que criticas, hemos hablado de él, es tan «políticamente inane»? 

Todo proyecto político real, y todo pensamiento que trate de ayudar a generar un proyecto político real, debe comenzar por la reflexión sobre la realidad social y sobre los problemas que esta genera en las gentes concretas; y sobre las luchas sociales que se produzcan -y los «sujetos» o girones de sujetos organizados que las promuevan. Los problemas que cada estructuración social genera en las vidas de las gentes y que la consciencia experiencial de estas registra. Y a partir de ahí, todo proyecto social debe auto comenzar creando el entramado social, el bloque social de subjetividades activas, concernidas en la preservación de su bloque, de cuya constitución surgirá la capacidad de crear el proyecto y la fuera para imponerlo. A partir de aquí, toda reflexión político filosófica, incluidas las republicanas, no pueden ir por delante, pronosticando y prescribiendo qué hacer. Sí deben reflexionar sobre lo que se va haciendo, sobre la situación práxica, las derrotas o victorias; y sí debe recuperar experiencia pasada y la tradición política pasada para introducirla en el seno del movimiento, en el estadio que éste se encuentre, etc., de forma que el movimiento político real, el que existe en la medida en que la gente se moviliza disponga de instrumentos intelectuales. Un bloque que lucha. Esto es lo que constituye la república, el movimiento de masas que se auto concierne en la vida buena de todos los formantes. Cuando ese movimiento se hace hegemónico, es mayoritario, posee un proyecto material de vida ya en ciernes, que se agranda, llega a constituir un poder, él es el poder, él es la res publica. Llega a generar leyes, a poner guardias y semáforos.

Pero las leyes, las instituciones político administrativas, son algo que no existirá si no existe el sujeto social organizado que las imponga; y, de existir, poseerán una especificidad concreta, orgánica de las experiencias y necesidades del proyecto sostenido por el bloque social, serán tan históricas, tan concretas, tan no universales extemporáneas, tan singulares como cada movimiento de lucha social. Nada de todo esto es contemplado en este tipo de republicanismo, que, ciertamente, define bien la noción de libertad republicana, sin recordar que ya ésta misma es una definición histórica, procedente de un mundo en lucha, en luchas de clases por imponer y extender igualitariamente la libertad. Un republicanismo para el que el garante de la igualdad es la ley, como si esta no tuviera que ser impuesta y el garante de la existencia de la ley, la ley histórica, del grado de su cumplimiento, no fuese el movimiento autoorganizado de la sociedad histórica. Como si la desaparición o debilitamiento, como si la derrota del movimiento que otrora creara un determinado ethos e impusiera unas leyes orgánicas del mismo no las hunda o las haga ser incumplidas. Porque toda ley, todo aparato político administrativo, para existir, ha de ser orgánico de una forma de vivir social, de una organización social y su ethos.

Todo esto es totalmente ignorado por este republicanismo que es inane.

Este apartado que hemos estado comentando finaliza con estas palabras que creo obligado reproducir, nos irán bien para situarnos: «Por ello considero fundamental volver a la tradición política republicana. Debo poner en claro la importancia fundamental de la noción de comunidad y la noción de ethos o cultura material de vida que es el constituyente concreto de cada comunidad, sin el cual ésta no existe. Y quiero, además, señalar qué autores han continuado estas ideas y las han reelaborado creativamente hasta hacerlas llegar a nosotros». Antes de entrar en el nuevo apartado, «La tradición política grecolatina» (p. 102), ¿algo que quieras añadir a esto último? 

Lo siguiente. La tradición grecolatina, que es no solo política sino filosófico política, se unifica ya durante el periodo republicano romano, desde la Magna Grecia, desde donde influye en la península itálica. Recordemos, con Luciano Canfora, y con la «Vida de Sila», de Plutarco, que, a fines del periodo republicano romano, y tras la desaparición por casi cien años de la obra de Aristóteles, que no le fue entregada al Liceo, y había quedado en manos de la familia del filósofo, la obra escrita de Aristóteles vuelve a circular tras ser comprada a la familia por el rico Apelicón, una familia que había perdido todo interés en la filosofía.

No había acuñado ese dato de desinterés familiar en mi memoria. 

Casi de inmediato, en el año 86, Sila el general romano que toma Atenas, se lleva a Roma como botín la obra de Aristóteles. Allí, gracias a eso, cae en manos de un individuo culto, el esclavo bibliotecario de Sila Tiranión el Gramático, que inicia, desde Roma, el trabajo de edición rigurosa y de copiado y difusión. Una copia de parte de la edición de la obra de Aristóteles hecha por Tiranión es recibida por Andrónico de Rodas, entonces director de la Escuela Peripatética, quien organiza la clasificación que conocemos. En resumen, la obra escrita de Aristóteles renace y se difunde desde Roma y ya antes del Imperio. Y viceversa precisamente es Bizancio, -«Grecia»- donde se rescata y ordena el derecho Romano, Digesto sive Pandectas. Pongo estos ejemplos porque en los estudios actuales sobre política, menudea cierto interés por separar el legado de Roma del de Grecia y se hace con ánimo manipulatorio para inventarle una tradición a ese republicanismo liberal actual. La propia obra de Plutarco citada –Vidas paralelas-, escrita en la lengua de cultura, el griego, pero que empareja en cada «capítulo» un personaje griego con otro romano, es ejemplo de esta unidad de tradición.

Te felicito, también esto está muy bien visto. 

La cultura greco latina no era «europea». Ni lo es actualmente. Precisamente el proyecto denominado «Europa» es manifiesta y escabrosamente contrario a esta tradición que está en las antípodas del individualismo ontológico liberal, dado que siempre parte de la prioridad ontológica de la comunidad sobre el individuo, y de la obligación que tiene la comunidad política de garantizar la vida buena a todo ciudadano, y la obligación de todo polites de garantizar la continuidad de la comunidad, de la res publica.

Nada que ver con la UE actual. 

Nada. La tradición greco latina es, o era, mediterránea, y se interna en otras tierras desde ese ámbito en el que, previamente, se han recibido y sintetizado múltiples saberes de otros lugares, recogidos desde la experiencia de auto elección que se produce en las comunidades jonias, autogobernadas, como nos explica Benjamín Farrington.

Un hombre que conviene rescatar. A mí me impresionó mucho de joven. 

Lo que les lleva a comprender por experiencia que los destinos humanos dependen del ser humano, y que lo que se ve en el firmamento, ya antes bien tabulado en sus movimientos por otros y medido sexagesimalmente, no son divinidades, sino fuego o piedras. El pensamiento griego se genera en las islas jónicas, y se esparce, no solo por Grecia, el Mar Negro y la Magna Grecia, o mitad sur de la bota itálica etc., sino también por Anatolia, donde, se dice, estaba Ilión. Penetra en Persia, y como nos explica Ernst Bloch, durante la Edad Media será el persa Avicena el gran difusor de la obra de Aristóteles y de una interpretación de la misma de izquierdas: Avicena y la izquierda aristotélica. Recuerdo que Avicena nació en Bujará, en el actual Uzbekistán. Le debemos al gran Bloch saber esto, junto a otras muchas cosas más.

Otro nombre a destacar, Ernst Bloch. Te pregunto por él a continuación por él. Antes de ello y fuera de guión, un lector de estas entrevistas, Alexandre Carrodeguas, te ha formulado estos días la siguiente pregunta: «Querido Joaquín: ¿cómo podemos interpretar esta frase? «Hegel afirmaba con razón que cuando la verdad es abstracta, es así porque es falsa». ¿Te importa que incluyamos tu respuesta? 

Adelante con ella.

Es ésta. 

Cada mundo es histórico-concreto, y, en consecuencia, el conocimiento de la verdad que de él se tiene no puede ser abstracto, general. «Abstracto» y «concreto» -como verdad- se refieren, además, a cada uno de los elementos que componen una totalidad, como, por ejemplo, la funda de mis gafas, elemento que parece muy cierto y verdadero, en sí mismo, pero que solo es empírico y no por ello verdadero.

Vamos un poco más allá: todo objeto, todo elemento humano, es wirklichkeit, es «realidad efectiva» o fruto de la misma. Realidad efectiva es la denominación que damos a la intersubjetividad social organizada que genera la praxis mediante la que se produce y reproduce esa misma, concreta e histórica, realidad efectiva práxica, esa misma sociedad concreta. Cada uno de sus objetos e instituciones es objetivación de su praxis. Todo elemento empírico, considerado aisladamente, en consecuencia, no es verdadero. Mi funda de gafas sólo comienza a revelarnos su verdad cuando yo reparo en que pone «Made in Taiwan» y pongo la funda dentro de una totalidad concreta de relaciones que la han producido –wirklichckeit-: las concretas, materiales, práxicas, redes comerciales, capitalismo, explotación en Asia, y demás etcéteras. Eso, esa totalidad que parece no visible, pero que ha objetivado ese objeto, es la que explica ese objeto, es la explicación dentro de la cual el objeto tiene su sentido y verdad, porque ha sido producido gracias a ella a esa totalidad práxica. Esa totalidad es lo concreto, lo verdaderamente concreto. Mientras que la cosa rígida «funda», tan sensible, tan empírica, es lo abstracto. Y se parece a una funda de gafas de hace 200 años, esa verdad, abstracta, no dice nada, es errónea, falsa, verdad abstracta, falsa.

Comprender, tratar de aproximarnos a aferrar intelectualmente la totalidad práxica que objetiva mi funda de gafas es aproximarnos a la verdad. Esto es lo que se denomina ir de lo abstracto a lo concreto, mientras la ciencia estándar va de lo concreto a lo abstracto. Este es el propósito del hacer de Marx en El capital y así lo declara él.

No se puede decir que haya un «método» adecuado para ir de lo abstracto a lo concreto. Lo digo por eso que se repite: el método de Hegel es revolucionario, el sistema es reaccionario. No puede haber una persona que externamente al objeto de estudio, dotada de un método de estudio, investigue los objetos de estudio -escisión sujeto-objeto-. Cada totalidad concreta es distinta, histórica y no puede ser aferrada mediante un método universal. Podíamos ir más lejos y decir: es más, cada sujeto es parte integrante de una totalidad concreta y todo tipo de pensamiento, desde el cual trata de preguntarse qué es su mundo y mediante el que lo estudia, interpreta, etc., es consecuencia de la experiencia que genera ese mismo mundo: auto identidad sujeto- objeto. Así, el método científico -o sea, el someter a toda entidad a la cuantificación matemática- es el propio histórico de una época, y no responde a los interrogantes de época mejor que los anteriores respondieron a los suyos… Porque para Hegel, todo pensamiento/saber humano de toda la historia posee, tiene verdad. No como las religiones y otras filosofías, según las cuales, todas las demás son falsas y están en el error salvo la verdadera. Es más, para aproximarnos a la totalidad concreta de la verdad, debemos también ser capaces de apropiarnos de las verdades anteriores, y la aportación a la verdad de nuestro conocer, la verdad concreta, la verdad como concrección de la wirklichkeit, es comprender precisamente esto, que somos identidad sujeto-objeto, y que todo saber histórico posee verdad.

Para Hegel, la autoconsciencia o saber presente, que debe aferrar la totalidad histórica presente, no puede alcanzar su finalidad sin apropiarse de los saberes parciales -por ello abstractos- de todas y cada una de las ciencias presentes, productos de la figura de consciencia presente, cuyos conocimientos deben ser tenidos en cuenta para la elaboración de la totalidad cognoscitiva sobre nuestra totalidad histórica. La reflexión -la «razón» en sentido reflexivo kantiano- actual no puede operar sin el saber científico ilustrado, sin él sería huera. Y las ciencias, sin la razón reflexiva que interpreta sus resultados como un saber de parte… no del objeto, sino de ese nosotros del que las ciencias tratan como objeto y como trozo de objeto -reducción analítica- son fetichizadoras, porque convierten en cosa lo que es no otra cosa que nuestra praxis.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.