A diferencia del trilero, el fullero tiene la ventaja de marcar él mismo las «reglas del juego», de las trampas y engaños que hace. El trilero no puede hacerlo porque, en cierto modo, sus reglas ya están impuestas por la gente que le observa. La efectividad del trilero es directamente proporcional a la velocidad de […]
A diferencia del trilero, el fullero tiene la ventaja de marcar él mismo las «reglas del juego», de las trampas y engaños que hace. El trilero no puede hacerlo porque, en cierto modo, sus reglas ya están impuestas por la gente que le observa. La efectividad del trilero es directamente proporcional a la velocidad de sus movimientos, al coro de compinches que se mueven a su alrededor y a la ingenuidad de los pardillos que se creen más listos que el trilero. El papel de los compinches es muy importante porque hacen creer a los incautos que pueden sacar tajada y llevarse una guita gansa. Pero la gente no participa si no quiere, tiene libertad para decidir o no. Mientras que los propaganditas políticos prometen lo que haga falta, y el fullero eleva el arte de la mentira al nivel del malabarismo verbal, los compinches del trilero sólo pueden sugerir e insinuar al viandante que tal vez obtenga un beneficio si acierta con el cubil. El fullero, por el contrario, tiene la ventaja sobre el trilero de que busca a sus víctimas antes de engatusarlas, las escoge. Por eso, en realidad no exite diferencia entre el timador y el fullero, son lo mismo aunque el primero se aprovecha más del egoísmo primario y tosco de la victima engañándola burdamente o con sofisticadas mentiras y promesas, mientras que el segundo, el fullero, trampea y engaña con táctica de baja intensidad. Bien mirado, tampoco existe diferencia sustancial entre el trilero, el fullero y el timador porque los tres no dudan en recurrir a trucos idénticos en el fondo y diversos en la forma y, sobre todo, al apoyo de compinches, ganchos, cebos y reclamos que distraigan a las víctimas generando expectativas exorbitadas que obnubilan el raciocinio de la víctima.
El PSOE tiene dos claras ventajas sobre estos artistas de la manipulación. Una, que al disponer de la maquinaria del Estado, transforma en técnica científica el tosco arte del engaño, y otra y fundamental, que tiene también gracias al Estado la superioridad de la represión, de la violencia y del terror material y simbólico. No se puede negar que todo Estado burgués contiene en su seno un equipo de fulleros, timadores y trileros; también los bancos y en general, todas las instituciones capitalistas paraestatales y extraestatales. Unos son más eficaces que otros y, a medio plazo, la burguesía premia al que le resulta más rentable. Esta obviedad debiera hacernos comprender que es el Estado el que controla al PSOE, y no a la inversa, y que éste sólo tiene una autonomía relativa en el funcionamiento en las pequeñas corrupciones cotidianas, alcaldías, provincias, negocios, prensa y radiotelevisión, etc., pero que desaparece cuando están en juego los intereses del Estado en cuanto marco de acumulación de capital. Si analizamos todos los casos en los que el PSOE ha mentido y ha hecho justo lo contrario de lo que había prometido, veremos que, además de ser la mayoría, corresponden a dos bloques estratégicos: la opresión nacional y la explotación de clase y de sexo-género. Al igual que la buena imagen es fundamental para el timador, el «talante» lo es para diferenciar al PSOE de la tosquedad y aspereza del PP. Es muy difícil engañar vociferando exabruptos e impropios; es mucho más efectivo el halago cínico e hipócrita, la ternura aparente, la mano abierta que oculta el veneno y el puñal. Probablemente una de las razones que explique el muy bajo índice de participación de la gente del Estado en la política, en el compromiso cívico y solidario, sea la histórica tradición de marrullería y falsedad de la «clase política». Un reciente estudio europeo al respecto confirma la alta pasividad gregaria de la sociedad española, sólo superada por la portuguesa. Un desierto así es propicio para quienes azuzan esperanzas vanas con tal de obtener votos. Saben que, por la desidia social, muy pocos les van a pedir cuentas y muy muchos olvidarán enseguida, embelesados con las siguientes promesas, el engaño padecido.
El PSOE ha inventado la excusa del victimismo: es tanta la presión del PP contra él que no puede cumplir sus promesas, aunque lo desee, dice. Hacerse la víctima es parte de la técnica de manipulación: quiero cumplir pero no me dejan, pero te prometo que si me vuelves a votar en las generales del año que viene, sí lo cumpliré. Muchos gallegos se lo creyeron. ¿Qué decir de los Països Cataláns y en especial del Principat? Contadas veces veremos una política de Estado tan maquiavélica y sibilina en la aplicación de todas artes del engaño y ciencias de la manipulación, naturalmente con el apoyo de la fiel burguesía catalana. ¿Y del Pueblo Saharaui? Hace años la progresía socialdemócrata enviaba comida a este heroico pueblo, hoy rearma intensamente a la criminal dictadura marroquí y abandona a su suerte a los invadidos. Todo por dinero. En cuanto a lo sucedido en Nafarroa, sólo los alienados e ilusos creían que el Estado español permitiría un acuerdo con el reformismo autonomista de NaBai. Uno de entre mil ejemplos: el PSOE ha decidido multiplicar el contenido imperialista español de la RTVE buscando fortalecer el nacionalismo español, su democracia y su ley, legitimar en lo posible al Estado y ampliar la supremacía de la lengua española sobre la de las naciones oprimidas. Esta decisión del PSOE es parte de una estrategia más amplia y prolongada en el tiempo, que pasa desapercibida para quienes siguen creyendo que esta empresa de timadores armados no cumple lo que dice por «miedo al PP». Sin negar que siempre haya un claro interés electoral en todo lo que hace y en lo que no hace en PSOE, lo decisivo es que dicho interés es sólo parte de una estrategia de largo alcance, y no a la inversa. Encubierta bajo la excusa del PP, la verdadera estrategia del PSOE es la de modernizar el capitalismo español y recrear un nacionalismo imperialista adecuado al mundo actual. El resto son problemillas secundarios aptos para el lucimiento de la tropa de profesionales de la lengua larga y ética nula. Mejor dicho, ética del dinero, que es la que vale, o si no que se lo pregunten a cualquier embaucador.