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El PSOE encadenado: Fin de una historia

Fuentes: Viento Sur

«El PSOE solo comunica de arriba hacia abajo, es una correa de transmisión desde el Estado hacia la sociedad. Así no supervive un partido. Se convierte en nomenclatura»Jesús Ibáñez, 30/10/90 A pesar de que hemos podido comprobar de nuevo la firme disposición de Rajoy a no cambiar nada sustancial en las políticas desarrolladas hasta ahora, […]

«El PSOE solo comunica de arriba hacia abajo, es una correa de transmisión desde el Estado hacia la sociedad. Así no supervive un partido. Se convierte en nomenclatura»
Jesús Ibáñez, 30/10/90

A pesar de que hemos podido comprobar de nuevo la firme disposición de Rajoy a no cambiar nada sustancial en las políticas desarrolladas hasta ahora, la mayoría del grupo parlamentario socialista, salvo 15 de sus miembros -entre ellos todo el PSC-, ha acabado absteniéndose ante la investidura del dirigente de un partido calificado como organización criminal por los tribunales.

Se consuma así una claudicación en toda regla del PSOE ante las presiones del establishment y, con ella, uno de los capítulos más vergonzosos en la larga historia de este partido. Cabe precisar, al menos, que esta contribución a la continuidad en el gobierno de uno de los partidos más corruptos de Europa no se ha dado con el apoyo de la mayoría de militantes de ese partido. Ha sido contestada, además, con manifestaciones en las calles de una larga lista de ciudades de todo el Estado habiendo tenido en Madrid su final en ese lugar tan simbólico que sigue siendo la Puerta del Sol. Allí hemos podido compartir la denuncia del «golpe de la mafia» y hemos vuelto a exigir, retomando el espíritu del 15M, «democracia real». Un signo sin duda esperanzador, después de las manifestaciones en defensa de la educación pública del pasado miércoles, de que esta nueva etapa no va a ir acompañada de la «paz social» tan deseada por los partidos del régimen.

Quizás lo más paradójico de lo sucedido dentro del PSOE ha sido que mostrando, como han ensalzado todos los medios del régimen, un gran «sentido de Estado» al anteponer la alianza de las fuerzas «constitucionalistas» para salvar al régimen por encima de la opinión de la mayoría de militantes de su propio partido, la actual dirección golpista ha provocado una fractura profunda interna y una ruptura práctica con el PSC. Cierra con ello toda posibilidad de volver a ser un partido de gobierno a escala estatal. Perdida su credibilidad como tal, reducido a un solar -como ha reconocido el presidente de la Comisión Gestora, Javier Fernández- y sin proyecto ilusionante de futuro, sólo le queda intentar sobrevivir desde las parcelas institucionales que todavía controla.

En efecto, si hasta ahora este partido había podido mantenerse como partido de gobierno, en alternancia con un PP «modernizado» a partir de 1996, ahora ha terminado brusca y definitivamente esta etapa. El golpe interno del 1 de octubre en la sede de Ferraz y su renuncia a ensayar un gobierno con el apoyo de Unidos Podemos y la abstención de fuerzas independentistas catalanas, ha llevado a la actual cúpula de ese partido a dejar muy claro que su papel fundamental consiste en preservar la estabilidad del régimen, la obediencia a los diktat de Bruselas y la firme defensa de la «unidad de España» frente a los «antisistema» de Podemos y a los secesionistas catalanes. Eso es lo que se desprende de las palabras de Javier Fernández cuando declaraba el 9 de octubre en El País que «ahora se requiere un aterrizaje forzoso en el principio de realidad, que no sintoniza con el sentimiento de los militantes más fervorosos». Un «principio de realidad» identificado, como hemos visto, con los grandes poderes económicos y mediáticos y simbolizado en este caso por la práctica fusión de intereses que veteranos dirigentes del PSOE, con Felipe González al frente, mantienen con el grupo Prisa y sus socios financieros.

Lo peor, además, es que el PSOE también ha perdido su credibilidad como partido de oposición al PP. El estatus de subalternidad ante Rajoy, por muchos esfuerzos que haga la nueva dirección socialista, difícilmente va a poder ser evitado cuando el ya elegido presidente del gobierno va a amenazarles permanentemente con nuevas elecciones si no le ayudan a la «gobernabilidad». A esto se suma el arma con que cuenta para impedir que salga adelante cualquier propuesta que desborde los límites presupuestarios establecidos desde Bruselas: la aplicación del artículo 134.6 de la Constitución que le otorga capacidad de veto; por si eso fuera poco, cuenta con mayoría en el Senado y les podrá recordar, también, que ambos partidos aprobaron en pleno agosto de 2011 una contrarreforma constitucional que impuso la sumisión a la deudocracia, justamente denunciada recientemente por el Manifiesto de Oviedo, suscrito por un elevado número de cargos municipales de todo el Estado/1.

El PSOE solo podría hacer frente a esa estrategia mediante acuerdos con Unidos Podemos, fuerza política a la que sin embargo la actual Gestora ha mostrado una hostilidad manifiesta, pese a que más de un gobernante autonómico depende de sus votos. Bloqueado este camino, no va a ser fácil que este partido encuentre margen suficiente para ir contrarrestando el enorme desgaste sufrido durante este último mes, a pesar del enorme apoyo mediático e institucional con que va a contar para ello. Tampoco parece que los esfuerzos que puedan desplegar Pedro Sánchez, recién dimitido como diputado, o Josep Borrell para ofrecerse como alternativa capaz de generar ilusión en una recuperación de su papel como oposición al PP vayan a conseguir imponerse frente a la nomenclatura encabezada por Susana Díaz, se presente o no como candidata. No cabe pues esperar un movimiento similar al que se ha podido producir en Gran Bretaña en torno a Jeremy Corbyn.

El problema fundamental sigue estando en que, como hemos escrito en otros artículos/2, se ha acabado un ciclo histórico de la socialdemocracia, impotente incluso de aplicar políticas social-liberales frente a un capitalismo europeo empeñado en seguir su rumbo acelerado de contrarreformas y cada vez más incompatible con la democracia, con la universalización de derechos sociales básicos y con la sostenibilidad de la vida en el planeta. En todo caso, el debate sobre los recortes de los 5 500 millones de euros y la privatización de Bankia y BMN exigidos por Bruselas ya está abierto y será la primera prueba que tendrá que afrontar. A ella se añadirá pronto la que el propio Rajoy le pedirá frente a la reivindicación de la mayoría de la sociedad catalana de un referéndum sobre la independencia. Ahora, tras la práctica ruptura con el PSC, difícilmente la dirección del PSOE, sea cual sea, se resistirá a un cierre de filas en nombre de un «nacional-constitucionalismo» del que solo cabe esperar algunas promesas de revisión del sistema de financiación autonómica, puesto que ni siquiera los tres partidos del régimen parecen dispuestos a abrir la caja de Pandora de la reforma constitucional.

El desafío que tiene ante sí Unidos Podemos es, por tanto, enorme. Le corresponde ejercer de oposición desde el parlamento y, a la vez, contribuir a la apertura del nuevo ciclo de protestas que parece anunciarse. Tareas ambas en absoluto incompatibles y que deberían articularse no solo en términos reactivos sino también proactivos; o sea, acompañados de propuestas que, lejos de concebirse para un «gobierno en la sombra», tendrían que ir prefigurando una política -y una forma de hacerla- alternativa frente a la «Triple Alianza», como la ha definido Pablo Iglesias. Porque no estamos solo ante una crisis de gobernabilidad sino, sobre todo, ante una crisis de régimen que está lejos de resolverse, máxime cuando los discursos de Rajoy se han reafirmado en un mero continuismo y la alternancia se ha agotado. Por tanto, el dilema ahora es: continuismo o Cambio, con mayúsculas, o sea, ruptura democrática. Sin embargo, mientras no resolvamos este dilema, cabe la hipótesis de que alguien «de arriba» recuerde la sentencia de un reconocido conservador, Edmund Burke: «un Estado sin medios para hacer algún cambio, carece también de medios para conservarse»; llegarán entonces respuestas presuntamente «regeneracionistas» a las que también habrá que responder y desbordar.

 Notas

1/ Ver: «Constituir un frente municipalista contra la deuda ilegitima y movilizarse» en http://www.vientosur.info/spip.php?article11852

2/ Ver «En la permanente crisis de la socialdemocracia» en http://www.vientosur.info/spip.php?article11788

Jaime Pastor es profesor de Ciencia Política de la UNED y editor de Viento Sur

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.