El clivaje entre la casta política y el pueblo ciudadano se transformó en foso y el foso devino un abismo. Es lo que atestiguan las últimas encuestas. De lo que resulta una constatación evidente: el pueblo y las elites políticas y empresariales no tienen los mismos valores ni las mismas prioridades. La casta política que […]
El clivaje entre la casta política y el pueblo ciudadano se transformó en foso y el foso devino un abismo. Es lo que atestiguan las últimas encuestas. De lo que resulta una constatación evidente: el pueblo y las elites políticas y empresariales no tienen los mismos valores ni las mismas prioridades. La casta política que timoneó la transición se hunde y, por el momento, el pueblo que asiste a la historia de verano no está dispuesto a lanzarles un salvavidas.
El divorcio es completo. Mientras que la elite se pregunta cómo van a sortear los escollos de las investigaciones acerca de los casos de corrupción con cohecho, financiamiento ilegal de la política, boletas truchas, defraudación recurrente al fisco y tráfico de influencias, el pueblo ciudadano ya no se hace ilusiones con tener algún día gobiernos competentes y políticos probos. Ni Lagos, ni Piñera, ni Allende ni el MEO. Tampoco los segundones como Osandón o Tarud. Pero los políticos de las coaliciones, que ganan las elecciones y copan el gobierno y el parlamento con platas empresariales, están interesados en ocupar cargos, hacerse reelegir, usufructuar de las dietas y mantener las riendas de los poderes del Estado. A costa de corromperse, vender y agenciar sus consciencias al poder económico del capital empresarial.
Todo lo anterior sin importarles respetar las promesas de campaña ni satisfacer las expectativas de igualdad social y de justicia. Los parlamentarios y políticos en el parlamento de las dos coaliciones que controlan la vida política del país desde la dictadura, y los tecnócratas y políticos de turno en los ministerios practican groseras movidas en las que aparecen confundidos el interés privado con el interés empresarial. La ciudadanía constata que el interés general y el bien público son meros artificios de retórica. Es cosa de ver el funcionamiento de las puertas giratorias en todos los organismos fiscalizadores.
El descrédito de la democracia representativa se traduce en un desdén por la forma en que ésta se escenifica.
¿QUÉ NOMBRA EL CASO RIQUELME?
El caso Riquelme, el del administrador de La Moneda G-90, fiel a Peñailillo y a Bachelet, cuya falta de tacto para operar con sus contactos de la UDI y su aprovechamiento para obtener contratos con el Estado infringió toda actitud de probidad y prudencia, no sólo ante los ojos y oídos del personal político de la Nueva Mayoría -que nada hicieron-, sino que ante toda la ciudadanía informada -que nada podía hacer, salvo comunicar su agravio en las redes sociales, no tiene parangón. En términos de la política maquiavélica se la dejaron picando a Burgos y a la DC para que la patearan en el arco de Bachelet.
Riquelme, el ex administrador de las platas de campaña de Bachelet y más tarde de La Moneda será un caso de antología de mal gobierno e insensatez. La política de estirar el elástico para no exonerar de su cargo a Riquelme mostró hasta qué punto la Presidenta es incapaz de gobernar, es decir, de tomar buenas decisiones en situaciones evidentes de sospecha de corrupción. Su última declaración, para un documental de la BBC, deja ver una personalidad errática consigo misma e incapaz de asumir los desafíos de una estadista. Hecho que debe llevarnos a considerar la negligencia y desidia de su partido y entorno inmediato: el Partido Socialista de Chile para contenerla y de Nicolás Eyzaguirre y de otros/otras para aconsejarla.
De nada le sirvió a la Presidenta el año que pasó. La primera experiencia de Caval no la analizó para acumular sensatez. Allí donde estaban directamente implicados su hijo y su nuera con Luksic y sus bancos. En otros términos, Bachelet persistió en el error, no hizo prueba de capacidad de enmienda y aprendizaje; no separó el interés privado del bien público y común y defraudó en toda la línea; hasta dejar las peores sospechas instaladas. Un muy mal ejemplo para la historia que estudiarán las jóvenes generaciones.
EL CONCUBINATO LONGUEIRA-INSULZA
Paralelamente, los gestos de Longueira y los dichos de sus apologistas del día como Insulza no han hecho más que hundir aún más la función política practicada por la casta en un profundo descrédito. El de «Hombre de Estado» (el calificativo dado a Longueira) de pacotilla parece ser el estilo preconizado por el «agente» Insulza. La vieja casta no le tiene miedo al ridículo.
Si el 27 de octubre del año pasado 84 % de los ciudadanos consideraba que las personas involucradas en actos de corrupción no son castigadas por tales delitos, hoy, tal porcentaje se elevaría a más del 90 %. El descrédito alcanza a todo el personal político en los ministerios, los partidos, las cámaras parlamentarias y también a la justicia y al ministerio público puesto que son éstos quienes se encargan de perseguir criminales y delincuentes e impartirla en un país donde el manto de la corrupción se extiende a todo el cuerpo político institucional.
EL FISCAL GÓMEZ Y EL CASO LONGUEIRA-PLATAS DE CONTESSE-PONCE LEROU-SQM
Veamos. Siempre se repite como una cantilena (lo acaba de hacer Insulza) » hay que dejar que la justicia haga su trabajo» y que la ciudadanía presuma la inocencia de los malandrines de cuello y corbata, pero si le preguntamos al ciudadano común, en una encuesta callejera, acerca de si el fiscal que lleva la causa Longueira-Contesse-platas sucias-para Longueira/UDI, junto con darle la información de que su conyugue fue ministra de Justicia de Piñera, por lo tanto, compañera de gabinete del mismo Longueira, para saber si Gómez es idóneo para llevar adelante la investigación sobre el ex candidato UDI y ministro de Piñera, es seguro que más del 90% de los encuestados respondería a partir del sentido común fundado en una apreciación racional del contexto político que el fiscal Gómez no lo es por razones de parcialidad evidente y, debería, como d’Artagnan, por el bien de la justicia y del Estado de Derecho, que éste mismo dice defender, renunciar a la causa para la que lo designó el fiscal nacional Abbot en pleno conocimiento de causa.
El fiscal en cuestión, quien en su entrevista en El Mercurio fue claro en decir que las causas no van a ir a juicio oral, que las van a llevar a juicio abreviado (negociación con Longueira y sus abogados), que le van a reconocer a todos (Ominami, MEO, Golborne, Rossi, etc,) una «irreprochable conducta anterior» (¿qué «Hombre de Estado» puede ser un incondicional servidor de Pinochet que tiene visiones donde le habla Jaime Guzmán como a Sor Juana de la Cruz le hablaba el mismo Jesús?) y colaboración sustancial (¿quién sabe cómo lo hizo Novoa?) y que ninguno va a tener pena de cárcel como los «Penta boys».
¿Si esto no es una maniobra jurídica para tender un manto de impunidad sobre los corruptos y los corruptores, maniobra en la cual las declaraciones para preparar el camino y ablandar fiscales como las del político de la NM Insulza cobran sentido, qué es entonces?
HACER POLÍTICA DE IZQUIERDAS
Pero no todo es caos, naufragio y podredumbre política alrededor nuestro. Ellos, los detentores actuales del poder se hunden y generan desorden. Pero desde las izquierdas han emergido nuevas voces ordenando el paisaje y separando aguas con la Nueva Mayoría y con las fuerzas que en su interior, y reclamándose aún de izquierda (PC, IC, RD, la Izquierda Socialista del PS), se supeditan voluntariamente a la hegemonía neoliberal conservadora y corrupta. Una real alternativa unitaria de las izquierdas y de los demócratas implica construir un referente capaz de enfrentar a las dos derechas neoliberales en el plano electoral con un programa de transformación social, desde los conflictos sociales y en la lucha autónoma de masas por construir formas ciudadanas, de trabajadores y populares de poder.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.