M.H.: Se llevó adelante un paro nacional en Colombia, con más de 100 puntos de concentración en el país, que despertó la solidaridad nacional e internacional demostrados en los actos realizados en las embajadas colombianas en Argentina, Chile, países de Europa. Inclusive 32 eurodiputados le enviaron una carta al Presidente Juan Manuel Santos manifestando la […]
M.H.: Se llevó adelante un paro nacional en Colombia, con más de 100 puntos de concentración en el país, que despertó la solidaridad nacional e internacional demostrados en los actos realizados en las embajadas colombianas en Argentina, Chile, países de Europa. Inclusive 32 eurodiputados le enviaron una carta al Presidente Juan Manuel Santos manifestando la preocupación por el abuso de la fuerza contra los manifestantes quienes sufrieron hechos graves, como el asesinato de tres indígenas, una acción arbitraria donde hubo 135 detenidos, 24 acontecimientos relatados como hostigamiento e inteligencia ilegal, más de 150 heridos en alrededor de 20 municipios atacados por el escuadrón antidisturbios. A pesar de la represión y la violencia que sufrieron los convocantes a este paro nacional, ¿cuáles fueron los logros y qué podemos marcar como déficit de esta medida de fuerza?
R.V.C.: Lo que Ud. acaba de señalar es preciso. El trasfondo de movilización social de campesinos y disidentes en Colombia ha estado marcado por una fuerte represión. Es costumbre en Colombia en los últimos 30 años que cualquier protesta, por organizada y pacífica que sea, cuenta con una respuesta brutal por parte del Estado y los organismos de seguridad de las FF. AA. Este caso no ha sido la excepción, como ha mencionado usted hay 3 muertos, numerosos heridos y judicializados y además todo un ambiente de desprestigio de la protesta.
Es importante señalar esto, porque si se llega a firmar un acuerdo entre el gobierno colombiano y las FARC, el asunto es si hacia el futuro este tipo de manifestaciones van a seguir teniendo este tipo de trato. Porque este tratamiento represivo pertenece a un tiempo ya desaparecido de nuestros países y del mundo, aunque ahora retorna con la presencia de gobiernos neoliberales en muchos de nuestros países y es propio de la época de la Guerra Fría, en la cual cualquier sector social, sin importar la naturaleza de sus reivindicaciones, era tratado como un enemigo interno, un enemigo del Estado y un enemigo de las clases dominantes.
Este paro presenta esta característica, y lo que resulta paradójicamente lamentable es que lo haga un gobierno que tiene un discurso de paz que ha promocionado fuera del país para decir que se acerca el fin del conflicto armado, resulta que el post conflicto no se puede entender en la lógica del gobierno con el hecho de que la gente deje de protestar y exigir sus justas reivindicaciones.
Los campesinos son uno de los sectores más golpeados de la sociedad colombiana de los últimos 30 años y se ha profundizado en los últimos 5 años con el Tratado de Libre Comercio (TLC), los campesinos han quedado absolutamente desprotegidos, la producción agrícola no tiene ningún tipo de cuidado por parte del Estado colombiano, han llegado todo tipo de productos del exterior, agrícolas y pecuarios lo que ha profundizado la pobreza del sector. A esto hay que sumarle que el campo colombiano no se destina ahora prioritariamente para la siembra de productos alimenticios, sino para la producción de cultivos de exportación realizados por los grandes capitales nacionales e internacionales y para la explotación minera.
Estamos hablando de un sector terriblemente perseguido no solo en términos militares, opresivos, políticos sino también en términos económicos y sociales lo cual pone presente que la política del gobierno de Juan Manuel Santos en términos del campo colombiano no es de paz, sino de guerra. Es bueno señalar esto porque el punto central al fin del conflicto armado tiene que ver con lo que pase en el campo colombiano, si no se impulsan otro tipo de políticas que rompan con el poder de los grandes propietarios, de los grandes terratenientes, de las multinacionales y que reconozca la importancia de los campesinos para la economía colombiana, estamos hablando de un sector formado por 15 millones de personas, 30% de la población colombiana, el origen del conflicto va a perdurar así se llegue a acuerdos que le pongan fin a la lucha armada.
Los campesinos se movilizaron para que se pongan en práctica los acuerdos de 2013
M.H.: No me queda claro si luego de esta lucha tenaz de los campesinos colombianos, en el caso específico de este paro nacional, han conseguido alguna de las reivindicaciones planteadas.
R.V.C.: En realidad este paro es como un segundo tiempo de un partido que se había iniciado en 2013, cuando se realizó un extraordinario paro agrario que tal vez haya sido el más importante de Colombia en los últimos 35 años. El paro de 2013 tenía una serie de exigencias, 6 puntos principales: solicitaba que se impulsaran medidas para enfrentar la crisis de la producción agropecuaria, se garantizara el acceso a la tierra por parte de los pequeños y medianos propietarios y se le diera un reconocimiento especial a la territorialidad campesina, era una forma específica de manejo de sus tierras y su territorio que va más allá de la propiedad de la tierra por parte de los campesinos, que se permitiera la participación de los pequeños y tradicionales mineros en la formulación de las políticas mineras, que se garantizara el ejercicio de los derechos políticos de la población rural, que no fueran sometidos a la represión y que se exigiera una inversión social en el campo para garantizar la educación, la vivienda y los servicios públicos.
Esas grandes solicitudes de 2013 quedaron en el papel, el gobierno de Juan Manuel Santos en ese momento negó el paro, cuando estaba paralizado todo el país en una declaración tragicómica dijo que no había tal paro, después ante la presión del movimiento se reunió y se comprometió a tener en cuenta las solicitudes del paro, pero a la fecha, casi 3 años después prácticamente ninguno de estos acuerdos se ha cumplido.
Entonces, los campesinos se han movilizado para que se pongan en práctica los acuerdos de 2013 que el gobierno firmó pero que hasta el momento no ha llevado a la práctica. En los acuerdos recientemente firmados aparecen las mismas solicitudes de 2013, por ejemplo, hay 4 puntos fundamentales, primero un asunto de garantías de la movilización de la gente, que no se los reprima, que no se los mate ni persiga, que existan garantías reales para la movilización y la protesta social y que se deje de ver a los campesinos como enemigos de la nacionalidad colombiana, como representantes de intereses foráneos y otras excusas que se utilizan para perseguir cualquier protesta.
Al mismo tiempo, no se realizan medidas reales para eliminar el paramilitarismo en el campo colombiano, porque la zona rural del país ha sufrido un proceso de paramilitarización, es decir, presencia de fuerzas armadas financiadas por los terratenientes y propietarios, sostenidos por las FF. AA. y el Estado, que todos los días en cualquier lugar de la geografía colombiana asesinan a un campesino. Que se garanticen los derechos humanos de los indígenas y campesinos colombianos, pasa por derrotar al paramilitarismo.
En tercer lugar hay solicitudes territoriales, que se reconozcan mecanismos particulares de la territorialidad de los campesinos indígenas. Hay una serie de acuerdos firmados hace 22 años en una Ley de tierras en donde se reconocía lo que se llaman «zonas de reserva campesina». Y en cuarto lugar se plantea la necesidad de que los habitantes del campo participen activamente en la elaboración de una legislación minero-energética que se oponga a la entrega generalizada de las zonas mineras a las empresas multinacionales. Esta es parte de la agenda de 2013 que se reedita ahora para exigir su cumplimiento.
M.H.: ¿Cuál ha sido la reacción de la población urbana frente a este paro nacional agrario?
R.V.C.: En este sentido los medios de comunicación dominantes, como siempre, tienen un papel fundamental, Colombia es un país profundamente antidemocrático en términos de comunicación, estamos bajo la dictadura de dos grandes empresas que controlan la TV y la radio, que a su vez son propiedad de los grandes empresarios del país. Para ellos una protesta de este tipo no es noticia, siendo que mientras tanto estamos en la Copa América, hubo poco cubrimiento por estos medios y prácticamente en las ciudades no se enteraron del asunto, salvo en ciudades más cercanas al epicentro del paro como las de Popayán y Cali en el occidente colombiano. Se ha difundido por medios alternativos, internet y redes sociales donde se han podido hacer las denuncias sobre la represión y los asesinatos, eso es lo que se ha conocido en las ciudades, pero los grandes medios de comunicación no presentaron al paro como noticia.
Antes que cuerpos militares de paz, que envíen maestros, médicos, investigadores, biólogos
M.H.: El miércoles pasado, el Presidente argentino Mauricio Macri y su par colombiano, Juan Manuel Santos firmaron una gran cantidad de convenios, casi 40. En particular entre esa multitud de acuerdos se incluyó la predisposición argentina a enviar militares «desarmados» en dos proyectos vinculados con el proceso de paz que en este momento están discutiendo el gobierno de Colombia con las FARC. ¿Cuál es tu visión de esta predisposición argentina y tu balance del encuentro entre los Presidentes Macri y Santos?
R.V.C.: Voy a comenzar por el segundo punto, hay un proyecto andando hace algunos años que consiste en volver a revivir el ALCA que fue enterrado en Argentina hace más de 10 años en la célebre manifestación en la que participaron Chávez, Maradona y otros. Sin embargo, después de que distintos gobiernos y movimientos sociales de Sudamérica y América Latina desmontaron el proyecto, EE. UU. se ha dado la tarea de revivir el ALCA con otro nombre.
Uno de los mecanismos ha sido el Acuerdo del Pacífico donde Colombia juega un papel importante junto con Chile, Perú y México. Ahora tengo entendido que Macri ha pedido participar y lo han integrado como observador. Esta es la ruptura de todos los proyectos de integración latinoamericana como el Mercosur, el ALBA, Petrocaribe y todo tipo de proyectos que a pesar de muchas dificultades intentaron organizar algo alternativo a la hegemonía de EE. UU. en el continente.
Colombia forma parte de este acuerdo y ahora el acercamiento con Macri se inscribe en ese marco de proyectos neoliberales de negociar por encima de los intereses de los pueblos latinoamericanos, en favor de los intereses de las multinacionales y para un libre mercado que permita el ingreso del capital transnacional de EE. UU. y otros lugares del mundo. Creo que el objetivo máximo de la presencia de Macri en Colombia se inscribe en esa perspectiva y con ese derrotero.
Hay que decir que Macri en las intervenciones que hizo en Colombia reiteró de manera permanente su oposición al gobierno venezolano mediante una injerencia descarada, pidiendo que los asuntos de Venezuela se resolvieran de acuerdo a su criterio, que se realice el referéndum sin tener en cuenta la política interna de Venezuela y el gobierno colombiano no manifestó ninguna postura en contra de esas manifestaciones del Presidente argentino.
En cuanto al primer punto que usted plantea, de la intervención de militares extranjeros en Colombia, es un asunto complicado teniendo en cuenta la trayectoria guerrillera interna que lleva más de 60 años. Creo que antes que militares lo que nosotros necesitaríamos son cuerpos de paz, pero no cuerpos de paz en el sentido demagógico, sino gente que llegue al campo colombiano a las zonas desoladas por la guerra, que envíen maestros, médicos, investigadores, biólogos interesados en aportar a la situación de las comunidades que han vivido esta guerra. El solo hecho de traer militares, así sean desarmados, me parece una postura que no ayuda.
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