El conflicto de la minería se ha enquistado y me pregunto, no dónde estará Villa ahora, sino ¿dónde estarán muchos de los que corrieron a ponerse al lado del histórico líder en aquella barricada? La marcha de los mineros a Madrid continúa entre no demasiada repercusión mediática, perdida la opinión pública como está entre las […]
El conflicto de la minería se ha enquistado y me pregunto, no dónde estará Villa ahora, sino ¿dónde estarán muchos de los que corrieron a ponerse al lado del histórico líder en aquella barricada?
La marcha de los mineros a Madrid continúa entre no demasiada repercusión mediática, perdida la opinión pública como está entre las glorias futbolísticas de la selección y nuevos escándalos de choriceo que apenas llaman ya la atención de nadie, (a todo se llega a acostumbrar uno).
Las detenciones continúan, (ayer cayeron otros 11 mineros en el monte, lanzadera en mano), al comenzar a mostrar su eficacia el considerable despliegue de fuerzas policiales en la región por parte del gobierno del PP que, muy lentamente, va logrando ahogar todo intento de protesta organizado y reducir el número de barricadas que, a diario, aún se levantan en las carreteras de Asturias.
Si las reuniones en Madrid de los líderes sindicales con el ministro Soria no progresan y, lejos de ello, este se reafirma en que el gobierno ya ha dicho su última palabra al respecto, no hay mucho más que decir.
Los huelguistas, armados cada vez con más valor y menos medios, continúan la lucha pero ya empiezan a ver cómo las jerarquías de sus sindicatos no les cogen el teléfono cuando se les llama para solicitar de ellos guía, instrucciones sobre un problema concreto o simplemente pedir información sobre la marcha de las negociaciones, (el buzón para mensajes de algún secretario de acción sindical podría dar para escribir un folletín estos días).
Los mineros que llevan ya más de un mes en su encierro bajo tierra, sin ver a sus familias, respirando veneno y comiendo mierda, siguen esperando un desenlace que no llega, (literal y figurativamente, están a oscuras).
En definitiva, el conflicto de la minería se ha enquistado y en el pulso que mantienen los mineros con el gobierno ya empieza a contar más que la fuerza o el ímpetu, la capacidad de aguante…, algo de lo que los primeros no andan muy sobrados.
Si tal y como parece hoy día, CCOO y UGT están siendo arrastrados lentamente hacia una derrota histórica, (que sin duda, será ampliamente publicitada por la prensa gubernamental), yo me aventuro a preguntar ¿Quién asumirá la responsabilidad de la debacle? ¿Quién entonará el «mea culpa»?
Inicialmente, la planificación de la huelga en sí, se puede decir que fue inexistente y su desarrollo posterior pilló a los líderes sindicales de la región, (con el compañeru Villa a la cabeza), totalmente por sorpresa. Sucedió esta vez que el gobierno no siguió el guión acostumbrado y se cerró en banda a cualquier clase de concesión, con instrucciones claras sobre mantener la negativa a la totalidad de las reclamaciones y teniendo la firme excusa de la grave crisis económica a la que aferrarse como toda justificación ante el resto de la ciudadanía.
Ejemplos de luchas anteriores en conflictos bien conocidos, donde en ocasiones las movilizaciones se preparaban con muchos meses de antelación, fueron desechados. Casi de un día para otro se decidieron a ir a una huelga general en el sector, unos encerrándose y otros empezando a quemar ruedas, pero todos guiados por la firme creencia de que el acostumbrado ritual de ofrecer unos cuantos titulares a la prensa, sazonados con unas declaraciones grandilocuentes y presentando como imagen de fondo la estampa de un grupo de personas encapuchadas mostrando su descontento hacia el gobierno mientras posaban para la foto, obrarían el milagro del acuerdo que se esperaba alcanzar.
La prueba de ello está en las hemerotecas, cualquiera que revise ediciones pasadas de La Nueva España o El Comercio, encontrará allí las fotos de Villa, rodeado de una guardia pretoriana de 12 o 15 individuos que no le protegen precisamente de la policía, (la cual sabe que él tiene total impunidad), siendo el único que va a cara descubierta mientras los demás, encapuchados, juguetean con sus teléfonos móviles sacando fotografías de la barricada que acaban de encender para que la prensa saque, a su vez, unas cuantas fotos.
Yo me pregunto…, no ya dónde estará Villa ahora, sino ¿dónde estarán muchos de los que corrieron a ponerse al lado del histórico líder en aquella barricada?, ¿dónde estarán ahora muchos de los que comentaban jocosamente aquella fotografía, señalándose a sí mismos y a algún otro encapuchado al que son capaces de reconocer, haciendo buena la conocida frase de Alfonso Guerra de «el que se mueve no sale en la foto»?, ¿dónde están?, ¿marchando hacia Madrid?
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