En efecto, regresó el Prestige a Galicia, una de sus buenas tierras prometidas, el Prestige cubriendo el sol de marzo con su estirpe vasta y decimonónica de rostros y chaquetas negras, de sonrisas que guardan un aroma de posguerra pero no quieren ni oír hablar de ella, es una gran marea de estandartes ácidos que […]
En efecto, regresó el Prestige a Galicia, una de sus buenas tierras prometidas, el Prestige cubriendo el sol de marzo con su estirpe vasta y decimonónica de rostros y chaquetas negras, de sonrisas que guardan un aroma de posguerra pero no quieren ni oír hablar de ella, es una gran marea de estandartes ácidos que se sientan en la tierra y la agotan. Estandartes de nietos del franquismo (no todos, ni todos los nietos), ya mayores.
Volvieron a tomar lo suyo, lo que les pertenece por derecho, divino o natural, da igual, y por herencia casi testamentaria de Fraga. Es cierto que volvieron casa por casa, sobre por sobre, carretada por carretada de paisanos como en los viejos tiempos, alcalde PP por alcalde PP recorriendo bodegas y plantando su efigie con el lema «pídecho o teu alcalde, fulano de tal» sobre estacas junto a la imagen de Feijoo, el hombre que entra a-cara-de-perro. Ah, un millón de Don Manueles en pie, el cableado de las telarañas clientelares chorreando bilis con satisfacción por todas partes. Galicia, c´est comme ça. Hemos pasado de la penumbra del Bipartito, que de momento se guardaba en la chistera los tiempos de esperanza para mejores tiempos y ni siquiera combatió el aldeanismo lingüístico en los media públicos ni hizo cumplir la ley que llamamos, como si fuera un chiste, del «bilingüismo harmónico», sin mencionar el resto. Hemos pasado de la penumbra del Bipartito (que eran gente con la que «por lo menos puedes hablar» se dice) a la oscuridad apretada del PP, Mordok, ¡El catastro es mío! Lo irracional como virtud política, como paradigma, escopetazos a los piquetes, derechos que en realidad son salvoconductos, Neofraguismo. No se habla, no se pregunta, no se inquiere; ahí está el refranero gallego con todas las verdades y los reglamentos.
Dios nos coja confesados, al menos a los que no somos propietarios, ni grandes ni pequeños, a los que no rodeamos la casa con muros más caros y vistosos que ella, a los que no blandimos perros que ladren a los que pasan, a los que no nos mugimos lerdamente unos a otros desde bueyes de innumerables válvulas. A los que detestamos el estiércol de violencia en cuyo seno maduran odiosamente los hongos del PP.
Xaquín Silva. Redes Escarlata