1. Introducción Sobre la inmigración se debate con mucha frecuencia, es un tema que preocupa y sobre el que se hacen diferentes disgresiones y planteamientos, muchas veces encendidos, una temática que no deja indiferente y que en muchos casos moviliza emociones y sentimientos. Desde luego no cabe mantenerse al margen del debate o mirar para […]
1. Introducción
Sobre la inmigración se debate con mucha frecuencia, es un tema que preocupa y sobre el que se hacen diferentes disgresiones y planteamientos, muchas veces encendidos, una temática que no deja indiferente y que en muchos casos moviliza emociones y sentimientos. Desde luego no cabe mantenerse al margen del debate o mirar para otro lado porque es evidente que este es uno de los principales retos a afrontar en la actualidad y en el futuro y sino planteamos alternativas o respuestas nos encontraremos con racismo, xenofobia o conflicto. Se trata de dilucidar si según gestionemos la cuestión convertiremos la inmigración en un problema o en una oportunidad.
La inmigración es estructural y tenderá a aumentar, igual que tienden a aumentar las desigualdades, especialmente si nos mantenemos en el modelo económico neoliberal generador de tremendas desigualdades, no se pueden parar los flujos migratorios ni evitar que los que llegan traten de quedarse y se queden. No hay valla, medida o barrera posible frente al hambre o la falta de futuro.
En este mundo tremendamente desigual que estamos construyendo parece difícil pensar que la principal causa de la inmigración la desigualdad vaya a evitar que ésta sigua produciéndose. Estamos generando un ejercito de desheredados, de excluidos, de «nadies» como diría Galeano.
«Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba. Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata».
Hablar de inmigración es hablar también de otro mundo posible, de la desigualdad, de nuestro sistema económico algo que solemos olvidar con demasiada frecuencia entre otras cuestiones frivolizando en exceso sobre la inmigración, sus causas, consecuencias y motivos. Es necesario, una vez más, contextualizar el fenómeno en el entorno en que se produce, en el mundo que habitamos.
La inmigración existe porque se dan tremendas situaciones de pobreza en los países de origen pero ¿qué estamos dispuestos a hacer o a ceder?¿cuántas veces hemos discutido de medidas concretas como una disminución de nuestro nivel de vida para ayudar a estos países o sobre la apertura real de los mercados?, incluso cabe señalar o formular preguntas más directas ¿cuántos españoles mueren de hambre?¿cuántos estómagos vacíos inflados de aire podemos ver por la calle?¿cuánto de nuestra riqueza la debemos al Sur del que nos llegan los emigrantes?¿cuántas materias primas conseguidas a bajos precios con el sudor de muchos «moros» o «negros» consumimos transformadas y etiquetadas a lo largo del día?¿cuánto tiempo debe pasar, cuánto nos van a aguantar?
El fenómeno migratorio, la inmigración, tiene, sin duda diferentes aristas sobre las que debemos establecer respuestas. Hablar de inmigración, gestionar la inmigración supone hacer pedagogía, explicar a los ciudadanos, digamos «autóctonos» las políticas de migración, sus porqués, sus motivos, sus efectos y sus ventajas.
Hay que tener buenas actuaciones, buenos principios, pero, además, hay que saber comunicarlos, transmitirlos, saber conectar con los ciudadanos. Hay que explicarle al ciudadano de a pie los porqués de la inmigración, sus aportes, hay que hacer sensibilización, hay que eliminar fronteras.
2. La agitación imprudente de lo que nos diferencia
Hay que combatir la política que señala a los inmigrantes como el chivo expiatorio de todos los males, como los causantes del deterioro de los servicios públicos (deteriorados, cuando lo están, no por ellos sino por la falta de recursos). Hay que contribuir a que a ambos lados de la ciudadanía se produzca el encuentro, la comunicación, el ponerse unos y otros en lugar del diferente que se tiene enfrente, exigiendo respeto mutuo, comunicación mutua, alianza de civilizaciones.
Se combate el racismo, la xenofobia, se abandonan las teorías de la asimilación (Francia) o de colonización (Inglaterra) y se preconiza la integración, pero surgen nuevas formas de exclusión en torno a la segregación, a la separación del diferente, del pobre, doblemente a separar si además es inmigrante, nuevas formas de rechazo más sutil y encubierto, más cotidiano y menos visible, más horizontal, más adaptado al mundo que vivimos, más «políticamente correcto», más frías, modernas, racionalizadas, rechazo que evita el contacto con el emigrante, que niega que exista el problema de la discriminación, no asociamos sentimientos negativos a los emigrados pero les damos menos características positivas, se les rechaza en cuestiones cotidianas, de manera indirecta, evitando el contacto, la mezcla, la cercanía.
Casi nadie habla o defiende ya, un sistema de categorías raciales para clasificar a las personas, estableciendo correlatos con lo psicológico y planteando una jerarquización de las razas y conductas diferenciales según el grupo racial (antiguo racismo y su teoría unida) pero, a veces, parece sustituirse esa ordenación por categorías raciales en una ordenación por categorías nacionales dividiendo a la humanidad en compartimentos estancos diferentes pero similares, tal vez no jerárquicos pero si con consecuencias conductuales claras, definiendo qué rasgos debe tener alguien que pertenezca a una determinada nación, recibiendo un trato de favor los nacionales frente a los extranjeros.
Nos quejamos de que vengan a nuestro país, les miramos con recelo por la calle, nos parece mejor que no se sienten a nuestro lado en el autobús. Se les asocia a delincuencia, a veces con cierta sutileza ¿cuántas veces los medios de comunicación ante sucesos delictivos se enfatiza la nacionalidad del autor si es extranjero? ¿por qué esto no pasa si el autor es extremeño, catalán o madrileño? ¿qué hay en ese matiz que lo hace más atractivo?
Se plantea abiertamente la relación que se formula casi como directa entre inmigración e inseguridad estereotipando al inmigrante hasta límites insospechados.
Si hay una máxima que se cumple repetidamente a lo largo del tiempo es que el excluido tiene más opciones de tener que explorar vías ilegales para sobrevivir, siendo la causa de su caída en estas vías ilegales la ausencia de opciones y no, como a veces se nos pretende hacer creer, la raza o la cultura. El problema de la inseguridad ciudadana no es de raza sino de clase, no tiene que ver con el color de la piel sino con la pobreza y desigualdad. El problema es cuando el clasismo y la desigualdad tratan de justificarse y difuminarse en elementos tan superficiales y que tan poco aportan como el color de la piel. El delincuente común (aquel que más nos molesta) no conoce distinciones de raza o color y sí suele tener rasgos comunes de pobreza y exclusión las cuales no conocen diferencias raciales.
A veces da la impresión que sociedades en crisis de cohesión social, con Estados sociales en cuestionamiento buscan en los inmigrantes la válvula de escape, la excusa para subjetivamente justificar problemas, como tantas otras veces en nuestro pasado histórico ¿no será que no hemos aprendido de nuestros errores que los podemos cometer otra vez?. Si lo que estamos esperando para tomar medidas es la aparición de grupos, partidos y otro tipo de organizaciones extremistas ya están aquí, si esperamos que regiones enteras del planeta se desestabilicen ya lo empezamos a ver en enfrente de nuestras costas ¿a qué esperamos?
El rechazo al inmigrante es muchas veces clasismo y tiene que ver con la escasez de recursos y también con la falta de cercanía y conocimientos. Con el miedo a lo desconocido.
El miedo es la emoción principal que agitan los neocom, su principal arma y estrategia en combinación con la concepción individualista de los otros, de los diferentes, la máxima es «ten miedo, desconfía, el peligro, los peligros están ahí fuera, mantén la alerta, no puedes fiarte de nada y de nadie, solo de ti mismo». Una emoción primaria que se agita a veces frente al terrorismo y sus múltiples y recurrentes amenazas (muchas veces inventadas o magnificadas), otras frente a los inmigrantes, otras en diferentes fronteras identitarias con los otros como las nacionalidades y los nacionalismos.
Se trata de establecer una especie de guerra psicológica constante, de mantener la alerta y la desconfianza, de ver siempre las diferencias, de destacarlas, de ponerlas en primer plano, de construir un mundo de hombres y mujeres desconfiados, lobos compitiendo muchas veces por las migajas que el sistema les arroja. El otro esta ahí para dañarme, para quitarme lo poco que tengo, para atacarme, el otro es diferente y negativo, en cualquier momento puede atacarme, dañarme, por eso le temo.
Pasa con la inmigración, pero pasa también con muchos otros elementos, se trata de políticas, movimientos identitarios, individualistas que además de irresponsables presentan una gran dificultad porque son tremendamente difíciles de combatir y responder porque apuntan directamente a nuestro cerebro más primario, a nuestras emociones más primarias, directamente a las vísceras. Son mensajes sencillos, simplificadores, con gran carga emocional, con tremenda potencia de disparo y de llegada, unas veces introducidos sutilmente, otras más directamente, basados en los símbolos, en lo simbólico y, por tanto, tremendamente difíciles de contestar.
Pero si no conseguimos contrarrestar los incendios identitarios, el miedo como instrumento de manipulación y movilización, el individualismo como elemento cultural clave, las vísceras y los peores instintos, la identificación del diferente, del inmigrante como el chivo expiatorio y el culpable de todos los males que nos acechan, los negros nubarrones del racismo y la xenofobia muchas veces hoy encubiertos se harán cada vez más explícitos y presentes.
Hay, sin duda, intentos estructurados y pensados con inteligencia e intención para mantener los niveles de alerta activos, para mantener el miedo al diferente, al otro, para establecer fronteras y barreras, para aislar a cada ser humano en su espacio propio y único rodeado de peligros y amenazas.
Hay sin duda, una política circular que pretende, por ejemplo, el desmontaje de lo público, de los servicios públicos mediante su descrédito por parte de los ciudadanos colapsándolos, estrangulándolos presupuestariamente para luego culparles de ser ineficaces e inútiles, no por la escasez de recursos sino por la presencia (visible sin duda) de los inmigrantes que, por otra parte, están contribuyendo y de hecho sosteniendo con sus impuestos como el que más, el sistema público.
Se trata de abordar el desmontaje de las políticas públicas del estado de bienestar con el menor de los costos posibles: si no te dan buen servicio, si los colegios públicos o la sanidad atienden sobre todo a inmigrantes, que importa mantenerlos, si están colapsados, si dan mal servicio, lo importante es hacer notar que lo diferente no es que no tengan recursos o se financie con fondos públicos una red concertada de atención sanitaria o educativa desviando fondos de lo público y estrangulando así el sistema, lo realmente diferente, en lo que hay que poner la atención y los miedos, es en la llegada de inmigrantes al sistema. Una vez más la utilización del viejo modelo del chivo expiatorio cargado además de grandes dosis de miedo al diferente en un contexto global donde la identidad, el individuo, los riesgos, las amenazas están especialmente presentes día y noche.
Se trata de evitar que la gente demande que los servicios públicos que sus derechos públicos, que el estado del bienestar funcione adecuadamente desviando la atención sobre las raíces de los problemas y como ataque complementario a la ineficiencia económica de fondo que se predica también desde el modelo neoliberal sobre la propia esencia del Estado en general y los servicios públicos básicos en particular. Ineficiencia, por tanto, en varios planos: económico, moral (claramente expresado sin pudor por José María Aznar «para que quieren conducir por mi, déjenme con mi conciencia y mis decisiones»), y práctica (es imposible que lo público funcione bien) aderezada de una explicación diferente: son los otros que nos invaden, que nos quitan lo nuestro, que nos atacan y amenazan.
Se trata de una pelea pre política, cultural, de valores, de emociones, de ideas, de discurso, de cómo nombremos las cosas, de que es lo relevante o en que debemos fijarnos ¿en lo que nos diferencia que existe sin duda o en lo que nos hace iguales que también existe? por encima de las medidas a tomar, de las acciones a desarrollar.
Uno puede conocer y desarrollar las mejores actuaciones, sobre las mejores bases, puede hacer lo que corresponde y, sin embargo, puede no tener éxito en sus intenciones, puede no ser comprendido, puede no ser capaz de llevar a cabo sus propuestas.
3. ¿Cómo respondemos?
Hay que tender puentes, también emocionales con el otro diferente, hay que establecer espacios de encuentro y comunicación, espacios para la comunicación y para la gestión de los posibles conflictos y retos que, a que negarlo, existen y sobre los que debemos responder.
Se habla de multiculturalidad, de comprensión, de cooperación internacional, de igualdad y libertad. Multiculturalidad e interculturalidad se nos presentan como palabras bonitas y bien intencionadas, de moda, de esas que entran en el diccionario de lo políticamente correcto y fomentable, de los principios por encima del bien y del mal que de tanto usarse pierden su significado inicial (véase también libertad, igualdad o solidaridad) pero no se profundiza en su auténtico y revolucionador significado de construcción de algo nuevo a partir de lo diferente y de las diferencias, desde la convicción de la igualdad absoluta de derechos y oportunidades de todas las personas con independencia de su raza, religión, clase social o género (habría, tal vez que incluir también el concepto de desigualdad económica), del respeto a la diferencia y del aprender del otro y construir con él.
¿Qué motivos llevan a alguien a arriesgar su vida y su hacienda y con frecuencia a perder ambas, montado en una patera que cruce 14 millas de mar entre África y España, descalzos, casi desnudos, con el único equipaje de un hatillo de ropa seca envuelta en bolsas de basura, apiñados? ¿Por qué se mantienen durante largos periodos de tiempo en míseros campamentos esperando el momento de atravesar el estrecho? ¿Qué lleva a arriesgar la vida en los ejes de un camión, o en los contenedores de mercancías? Miles de personas se juegan la vida a diario para alcanzar un etéreo paraíso parido en las ondas de la televisión: Europa. Para muchos será un viaje sin retorno, otros deberán regresar tras pasar por fichas policiales, centros de retención o campos de ilegales. La alternativa que se desarrolla es llegar o morir.
«Y a pesar de todo, ¿por qué queremos pasar? Seguro que para vosotros es difícil comprender por qué una persona normal, que tiene su casa y un pequeño trabajo y una familia, lo deja todo y se echa a la aventura. Por qué camina miles de kilómetros, paga sobornos a los policías de medio África y se pone en manos de desalmados para llegar a Europa… la respuesta es que no tenemos otro horizonte. Y preferirnos jugarnos todo para encontrarlo… y queremos disfrutar de esa democracia que desde aquí nos parece maravillosa. Todo África es una gran dictadura. Y la gente joven quiere libertad. Y si nos morimos en el Estrecho, es que Alá lo ha querido así» (El País Dominical, p.62).
Se da limosna para los pobres del tercer mundo y, a veces posteriormente se critica que nos encarguemos más de lo de fuera que de lo de dentro; se reconoce la pobreza y la desigualdad pero se reduce a lo individual y no se buscan o analizan sus causas globales; se ve el sufrimiento ajeno, hasta su muerte, pero esa especie de habituación amortiguadora vía caja dormidera (o televisión) nos evita tener que preocuparnos demasiado «la gran Occidente, ya no tiene vergüenza, arrasa nuestra tierra nos roba la riqueza, que bien se come de restaurante, cuanta miseria pa´ el emigrante…. nuestros hijos se mueren, estomago vació, tú lo ves por la tele después de haber comido…» (Celtas Cortos).
La mayoría de los inmigrantes no son más que honrados ciudadanos (por otra parte de los «mejores» en sus sociedades de origen si puede hablarse en estos términos) trabajadores que buscan en Europa un futuro que les es negado en sus países de origen; países globalizados o neo- colonizados por los propios europeos y americanos que pueden mantener su estatus de vida gracias a la explotación sistemática y desigual de los recursos del Sur del planeta.
En los años 50 se les llamó a los inmigrantes porque se les necesitaba para reconstruir una Europa en plena reconstrucción, pero se pensaba que venían sólo de paso, que terminarían su trabajo y se marcharían, sin embrago, no ha sido así, una parte de ellos ha optado por quedarse y establecerse definitivamente en el país de destino. Hoy se presentan de improviso, sin haber sido invitados, y no aceptan volver a sus países. Ayer se les veía con una visión más positiva porque venían a contribuir y contribuyeron, hoy se recela de ellos bajo, entre otras, la falsa idea de que vienen a quitar trabajo y vivienda.
4. Construir un discurso positivo sobre la inmigración
Pocas veces se habla de los inmigrantes desde una óptica positiva que señale a los inmigrantes no como problema social sino como fuente de transferencia de conocimientos, de riqueza cultural, de aporte económico y de rejuvenecimiento de nuestras sociedades occidentales.
Los emigrantes aportan color, aportan conocimientos y tradiciones nuevas que nos enriquecen, que nos hacen ser mejores como personas y como sociedad si superamos los miedos a conocer lo que pueden aportarnos los diferentes. Esta demostrado que en la historia son las sociedades que se mezclan las que progresan, son los híbridos los que llevan a avanzar.
Además, siempre resulto una gran mentira hablar de pureza de razas o de nacionalidades cerradas.
En el siglo de la globalización, cuando los muros caen y las diferencias se acortan generando un espacio de comunicación globalizado y una sociedad global mundial que se moviliza al unísono contra la guerra o a favor de un mundo diferente y posible, no cabe seguir manteniendo diferencias espureas basadas en el color de la piel o la cultura diferente.
Las diferencias no son un problema son una ventaja, no son un conflicto, son una oportunidad, los conflictos y los problemas surgen de interpretaciones malintencionadas de las diferencias o de gestionar mal estas diferencias.
Las migraciones poblacionales –legales o ilegales– no son buenas ni malas, sino sencillamente universales e inevitables. Y si las migraciones son universales e inevitables parece claro que no tendría sentido alguno la adopción de políticas inmigratorias de restricción total, entre otras razones porque serían absolutamente ineficaces. Pero eso no significa en modo alguno que no se haga nada o que no se adopte ninguna política inmigratoria.
En primer término, es necesario interpretar y corregir nuestras tasas de paro a la luz de una evidencia que cada vez se manifiesta con una mayor intensidad: los ciudadanos del Primer mundo somos en gran parte buscadores selectivos de empleo, no estamos dispuestos a aceptar cualquier trabajo y tendemos a rechazar los que implican desplazamientos largos desde el domicilio habitual, cambios de residencia o son especialmente penosos, como muchas de las labores agrarias o en la construcción. Estos trabajos se están cubriendo en todos lados gracias a los inmigrantes, incluso ilegales.
En segundo lugar, hemos de tener en cuenta la baja continuada, la auténtica caída, de nuestras tasas de natalidad y la subsiguiente disminución de la población activa en beneficio de los jubilados. En conexión con este proceso, la incorporación de la mano de obra inmigrante permite sustituir ese descenso demográfico y, entre otras cosas, compensar el déficit en las aportaciones al sistema público de seguridad social y asegurar las correspondientes prestaciones. A pesar del Pacto de Toledo y de las declaraciones al respecto, ningún Gobierno puede garantizar no ya el largo plazo, sino ni siquiera el medio, y es muy probable que las pensiones del futuro dependan del trabajo y las cotizaciones de los inmigrantes que hoy nos alarman.
Los aportes positivos de esta nueva ciudadanía son enormes. Económicamente ofrecen una amplia y variada potencialidad laboral, que permite equilibrar la falta de mano de obra en ciertos sectores o zonas del país. Demográficamente compensan la baja natalidad y, por tanto, las posibilidades de futuro. Socialmente permiten, con sus aportaciones al sistema fiscal y social, una continuidad de prestaciones de la Seguridad Social y del sistema de protección pública, las de hoy y las del futuro inmediato.
Pero, lo que es más importante, humanamente, enriquecen nuestra propia cultura, nuestra apertura a otras visiones e interpretaciones del mundo, ofrecen sus vidas, experiencias, conocimientos, actitudes ante las dificultades, alimentan la tolerancia de nuestras hijas e hijos en la escuela, amplían nuestros conceptos e imágenes… son exponentes de la diversidad en la sociedad, una confirmación de lo cosmopolita, de una globalización humana, elemento tan valorado de nuestra cultura.
Es necesario construir y elaborar entre todos una perspectiva positiva de la inmigración que contribuya a elaborar el peso excesivo en situaciones negativas o conflictivas ligadas a la inmigración pero que sólo suponen una parte minoritaria de la misma como la delincuencia o los problemas de convivencia. Los inmigrantes aportan multitud de elementos a nuestras sociedades, desde un plano cultural, de riqueza artística, de expresiones musicales, lingüísticas, culinarias, etc. Desde un plano humano en lo que significa abrirse y aprender de lo diferente, como dice Jarabe de palo «La riqueza esta en la mezcla».
No se trata de hablar de fronteras abiertas o cerradas, se trata de plantearse que ojala un día, en un mundo diferente y posible, nadie tenga que emigrar para sobrevivir, nadie tenga que desarraigarse para tener una vida más justa, ningún ser humano tenga que soportar condiciones tan abominables como las que marca nuestro mundo desigual e insolidario, en el que un 90% por ciento de la riqueza se concentra en un 10% de la población occidental sometiendo a la pobreza y la precariedad al 90% restante de la población. La respuesta es pues apostar y trabajar porque estas condiciones de injusticia cambien.
Frente a otras zonas del mundo, también preocupadas por la inmigración, en España parece no existir una ideología positiva con respecto a la misma que pudiese hacer de contrapeso a lo mismo, y se desarrolla una moral y sociedad cerradas que percibe lo externo como amenaza, salvo cuando los inmigrantes fueron o son necesarios como mano de obra barata, por lo general, en ámbitos en los que los europeos no quieren trabajar.
El mestizaje, la multiculturalidad enriquecen y son necesarios, aportan y hacen avanzar las cosas, por encima de viejos complejos de prepotencia y superioridad de los europeos y la cultura occidental, acostumbrada a mirar por encima del hombro a otras culturas. Una Europa arrogante y orgullosa que considera que su cultura, su ciencia es la única, la civilizada, la positiva, con una postura totalmente etnocéntrica, sin preguntarse que ha recibido de otras culturas y sociedades, y qué se puede aprender ¿dónde esta el reconocimiento de la cultura árabe sus aportaciones y su riqueza actual, por ejemplo? ¿Cuánto conocimiento de otras culturas conocemos y manejamos?
Las culturas que han desaparecido son las que no se mezclaron, la diversidad enriquece, siendo necesario el desarrollo de una pedagogía social extensa para transmitir estas cuestiones desde lo cotidiano, desde el conocimiento y la relación directa (el que se conoce se aprecia) para hacer caer mitos e impopularidades con frecuencia extensamente enraizados en la sociedad.
Necesitamos la tolerancia cotidiana, el conocimiento, la cercanía, la cotidaniedad, la construcción de actitudes y conductas cercanas, de la generación de un deseo de conocer e intercambiar experiencias, sentimientos y acciones con otro aún siendo diferente, por encima de concesiones.
La educación es fundamental para dar a la sociedad un verdadero carácter multicultural, la integración del inmigrante en el sistema educativo en igualdad de condiciones es, pues, fundamental. Adaptando el sistema educativo, en pos de un sistema de enseñanza multicultural, y no una subordinación cultural que obligue a una socialización en un solo sistema de valores.
Es necesario no discriminar en espacios cotidianos, es necesario conocer y asumir las diferencias como positivas y deseables y no-solo tolerables, es necesario desarrollar un esfuerzo por formarnos, formar desde la información y el conocimiento profundo y global y no los sesgos concretos.
Es necesario construir una ideología positiva de lo que significa y aporta el diferente desde las vivencias y conocimientos cotidianos, generar un clima social de solidaridad, fomentar la integración real frente a la segregación, estimular conductas y culturas diferentes y su difusión y conocimiento, pelear contra el mito de que las culturas son infranqueables o irrompibles, fomentar la comunicación y convivencia intercultural, desde el enriquecimiento mutuo sin tener que rechazar lo propio, desde la asunción de que no somos ni superiores, ni mejores y que no se trata de asimilar o de segregar. Las formas de hacer esto posible son múltiples, una manera muy bonita es hacer participar a todos los miembros de la comunidad en las fiestas populares (danzas, ritos, etc.), es una forma de ver diferentes expresiones culturales, conocer otras culturas, participar en otras maneras de entender el mundo, en una palabra, abrirse, abrirse a otra realidad tan rica y válida como la nuestra.
Sentirse parte del problema y por tanto parte de la solución, ejerciendo una solidaridad cotidiana y constante, como proceso y evitando la solidaridad puntual, cercana al paternalismo o la reducción de ansiedad y justificación de lo negativo.
La interculturalidad interiorizada en la vida cotidiana supone asumir una concepción igualitaria en el valor del ser humano, como ser humano, planteándose que no querer conocer al otro, pierde la oportunidad de enriquecerse.
Por encima de ser inmigrante o extranjero, es persona con iguales derechos y deberes que el resto, ciudadanos con todo lo que ello significa.
El que se para ante el racismo, explícito o encubierto, se convierte en cómplice, tiene una paternidad y una organización.
Es necesario crear espacios de interculturalidad insertos en el día a día, frecuentes, construidos con tiempo, con paciencia, con confianza, espacios de comunicación, hay mucho que hablar, mucho que conocer, mucha desconfianza que vencer. Modificar actitudes y prejuicios por la interacción, por el conocimiento y el estrechamiento de lazos, por la adquisición de sentimientos empáticos y cercanos, por la capacidad de ponerse en el lugar del otro.
Ningún inmigrante es ilegal, ninguna persona es ilegal, todos los inmigrantes están sujetos al cumplimiento de la ley y tienen derechos y deberes que cumplir en todos los terrenos, el laboral, el cívico, el de la convivencia.
El problema continuará y debemos plantearnos respuestas diferentes para una situación diferente, por ejemplo sería necesario articular políticas de integración con los inmigrantes que aprovechen sus potencialidades y recursos; por ejemplo la cultura latinoamericana tiene una gran potencialidad a explotar en las políticas de integración como son las tradiciones comunitarias y la solidaridad que pueden servir para elaborar respuestas colectivas más que individuales ante los problemas de integración, pueden servir para pasar de las prestaciones individuales a las respuestas colectivas y comunitarias.
La participación de los inmigrantes en nuestra vida pública, la profundización en el concepto de ciudadanos con derechos y deberes, con todos los derechos y todos los deberes puede servirnos de eje para la conceptualización de la inmigración como un fenómeno que supone sobre todo una oportunidad para crecer inevitablemente juntos.
5. Afrontar la prevención desde argumentos emocionales, movilizando la empatia y combatiendo los prejuicios
Dice José Saramago «que tire la primera piedra quien nunca haya tenidos manchas de emigración-inmigración en su árbol genealógico» y España no puede afirmar que este libre de «esta piedra» pues es históricamente un pueblo de emigrantes y de inmigrantes, ha sido y aun hoy en día es un país de inmigrantes, al tiempo que lugar de paso, de mezcla y de encuentro, de multiculturalidad y de intercambio.
Sin embargo, con frecuencia e habla de invasión o de riesgos y problemas o se asocia la inmigración actual con todos los males que acontecen y especialmente con la delincuencia. El discurso que asocia inmigración con lo negativo a veces de manera directa y otras de manera más sutil (recordemos el famoso efecto llamada) esta posibilitando el surgimiento de un germen de rechazo al diferente, de rechazo al inmigrante tratando de alentar sentimientos primitivos directos en los ciudadanos.
Si hay una máxima que se cumple repetidamente a lo largo del tiempo es que el excluido tiene más opciones de tener que explorar vías ilegales para sobrevivir, siendo la causa de su caída en estas vías ilegales la ausencia de opciones y no, como a veces se nos pretende hacer creer, la raza o la cultura. El problema de la inseguridad ciudadana no es de raza sino de clase, no tiene que ver con el color de la piel sino con la pobreza y desigualdad. El problema es cuando el clasismo y la desigualdad tratan de justificarse y difuminarse en elementos tan superficiales y que tan poco aportan como el color de la piel. El delincuente común (aquel que más nos molesta) no conoce distinciones de raza o color y sí suele tener rasgos comunes de pobreza y exclusión las cuales no conocen diferencias raciales.
Como bien sabemos desde la psicología, los estereotipos, las actitudes y los prejuicios surgen como estrategias de análisis de la información, para reducir la misma y quedarse con una parte de la misma y poder actuar en una realidad compleja, tienen un componente cognitivo, otro emocional y otro conductual y, por tanto, tratar de modificarla una determinada actitud o prejuicio debe tener en cuenta estas tres dimensiones, es decir: informar adecuadamente, movilizar para la acción y elementos afectivos.
Otra cosa que sabemos hoy es que los mensajes persuasivos o que pretenden influir a la sociedad y a las personas son mucho más eficaces si tienen tras de si componentes indirectos que se incorporen a nuestro cuerpo de significado desde vías autónomas de procesamiento de la información, nuevamente desde la parte afectiva; algo que es especialmente cierto en un mundo mediatizado y mediático como el que vivimos en el que suele decirse que «una imagen (y valdría decir también una emoción) vale más que mil palabras (o informaciones)».
El discurso xenófobo estereotipador de la inmigración es hábil en el manejo de estas variables, así utiliza, no solo una reducción de la información, también se dirige especialmente a factores claramente emocionales como son la identidad, la amenaza de lo diferente y desconocido o la posibilidad de perder lo que uno tiene (trabajo, educación, privilegios).
Es en este contexto donde surgen apreciaciones de diferente calado como la invasión o el efecto llamada, donde surgen mensajes de amenaza y conflicto y donde muchas veces desde los políticos, educadores o profesionales preocupados por la prevención de la xenofobia tenemos especiales dificultades en responder por la fuerza expositiva de los argumentos en el sentido gráfico y emocional de los términos utilizados.
Puede decirse que tendremos especiales problemas para contraponernos a argumentos sencillos, directos y con amplias cargas emocionales si pretendemos hacerlo solo desde un plano cognitivo o de transmisión de la información, o si tenemos que emplear más de una frase o palabra como se hace en los argumentos a la contra.
Bien lo saben los publicistas o los creadores de slogans. Y bien lo sabemos hoy por lo que tienen de diferente nuevas propuestas como los mal llamados movimientos antiglobalización que introducen en su seno la expresión cultural reivindicativa. Bien lo sabemos en nuestro país, también, a partir de las movilizaciones contra la guerra lideradas por el mundo del arte, de la música, del cine, por un mundo que al movilizarse moviliza actitudes, sentimientos y conductas como ningún otro.
Es necesario, además, conectar con realidades ya existentes y presentes en el ser humano, realidades tan potentes como lo son los argumentos a la contra que apuntan a la identidad o la diferencia.
Hay, por tanto, que buscar canales emocionales de transmisión de la aceptación del otro, canales emocionales que movilicen la empatía, que generen actitudes positivas y sentimientos positivos para con el emigrante y que trasladen la necesidad de construir un discurso positivo sobre la inmigración al plano de las personas y las sociedades, al plano de los proyectos de prevención del racismo y educación para la igualdad porque, probablemente no basta con los mensajes informativos siendo estos plenamente necesarios.
Quizá algunos espacios a los que dirigir los mensajes sean la empatía, el descubrimiento de lo desconocido o la memoria colectiva.
Presentaremos ahora, algunas iniciativas en esta dirección que nos parecen relevantes y que nos parece pueden aportar algo en el establecimiento de programas preventivos con componentes emocionales, cognitivos y conductuales que contrapesen alguno de los argumentos desarrollados a la contra.
Alguna de las alternativas concretas que podrían desarrollarse:
-
La utilización de letras musicales
-
El humor gráfico
-
La apelación a la memoria histórica, a la memoria colectiva
-
El uso de historias de vida
-
La multiculturalidad a través de los sentidos: comida, baile, tradiciones…
-
La cultura de viaje
Nos centraremos ahora en desarrollar dos de las propuestas: la apelación a la memoria y el uso de las letras musicales, la primera de las estrategias puede ser especialmente adecuada para el desarrollo de programas y proyectos de prevención con adultos, la segunda para trabajar con jóvenes.
Apelación a la memoria
España fue siempre un país de mezcla, de paso, de intercambio, de mezcla cultural y algunos acontecimientos especialmente recientes de nuestro pasado histórico están ahí para recordárnoslo como oportunidad que no debemos dejar pasar a la hora de contraponernos al surgimiento de estrategias fomentadoras del rechazo al inmigrante.
Gallegos, vascos, canarios, andaluces o castellanos llevan años llenando las tierras de Latinoamérica o Centro Europa en algunas ocasiones en busca de un futuro mejor, en otras huyendo de la guerra y la represión. Casi todo el mundo tiene algún familiar cercano que vivió directamente estas situaciones o que escucho la historia de otros que así lo vivieron, apelar a estas imágenes y situaciones puede servir para construir un discurso positivo sobre la inmigración y entender al otro que diferente a nosotros llama ahora a nuestra puerta en busca de las mismas cosas por las que los españoles emigraban: un futuro mejor o libertad frente a la opresión y la persecución de la guerra y el fascismo.
Olvidamos que toda sociedad es multicultural y multiétnica, que en el pasado fuimos, por ejemplo, nosotros los españoles los que tuvimos que dejar nuestras cosas y casas para transportarnos a otros países de Europa, más ricos, para poder salir adelante, ¿por qué no podemos comprender, entonces, que lo mismo que llevo a nuestros ancestros a abandonar nuestra tierra es lo que lleva a los inmigrantes ha hacerlo en la actualidad? ¿Les resulto tan fácil a los españoles que salieron de nuestro país o que hoy deben salir, abandonar sus orígenes, sus raíces? ¿Fue un paso tan sencillo y desdeñable, tan poco valorable? ¿No se pedía ayuda y comprensión? ¿Por qué esa búsqueda de diferencias entre cuando emigrábamos «nosotros» y ahora que emigran «ellos»? ¿Qué tienen de diferentes esos españoles de los inmigrantes que hoy nos visitan? La metáfora tiene una fuerza expresiva y emocional que puede llevarnos a poder consolidar un discurso preventivo que cumpla con los requisitos mencionados (informar, movilizar y emocionar) en el mismo plano que muchos discursos directa o indirectamente promotores del rechazo al inmigrante.
Pero no solo éramos un pueblo de emigrantes en el pasado, aproximadamente un millón setecientos mil españoles se encuentran hoy fuera de España como inmigrantes, lo que por otra parte, es tres veces el número de extranjeros que residen en al actualidad en España ¿qué extraño o «consecuente» proceso nos lleva, a comprender y solidarizarnos con otros emigrantes, al no parecernos bien la marginación y rechazo que sufren, por ejemplo, los hispanos en EEUU y luego no ser capaces de lanzar paralelismos con otros inmigrantes que llegan a España? «…esta es la vida del emigrante, del vagabundo, del sueño errante… un Dios maldijo la vida del emigrante, serás mal visto por la gente en todas partes, serás odiado por racistas, maleantes… » (Celtas Cortos).
Pero como, además una imagen vale más que mil palabras como bien dijimos, hablemos pues de la inmigración a través de las imágenes.
Acá tenemos imágenes de la emigración, de la inmigración, de personas que viajan a otros países sin papeles en barcos y trenes para huir de su realidad política o para tratar de labrarse un futuro mejor a través del trabajo, personas que tienen que enfrentarse a una lengua diferente en muchos casos, que tienen que resituarse en culturas y mundos de vida diferentes, que muchas veces se encuentran solos y buscan el acompañamiento de sus compatriotas, personas que son acogidas con todos los derechos y a veces son también rechazadas y marginadas… si por un momento propusiésemos un juego y cerrando los ojos tratásemos de imaginarnos a que situación nos estamos refiriendo con estas descripciones o con estas imágenes y no hubiésemos escuchado todo lo anteriormente dicho, ¿qué vendría a nuestras mentes? Probablemente la situación de los inmigrantes que hoy llaman a nuestras puertas. Y, sin embargo, hablamos de españoles que en un pasado reciente llamaron a las puertas de otras partes del mundo en busca de un futuro mejor, tratando a veces de huir, otras de encontrar trabajo. Ahí radica gran parte de la fuerza de esta metáfora visual, su analogía con la situación actual y la generación de contradicciones en nuestro pensamiento más profundo.
Los españoles somos un pueblo de emigrantes y debemos recuperar nuestro pasado colectivo como pueblo para desmontar algunos tópicos que los datos demuestran no son ciertos: los españoles que partieron no fueron todos con contrato laboral establecido ni con los papeles en regla, fueron en términos generales tratados con igualdad de derechos que las personas que vivían en los países receptores, partieron con motivaciones similares a las que hoy presentan los inmigrantes que llegan a España: huir de una dictadura que les perseguía y generaba un clima asfixiante e irrespirable y prosperar económicamente ante la precariedad y la ausencia de futuro en sus entornos. Hay que recuperar esta memoria histórica y la que nos sitúa como lugar de encrucijada en el mundo para abordar desde una óptica positiva el fenómeno de la inmigración actual
La música como instrumento
Esta segunda propuesta tiene que ver con una preocupación sentida más amplia y en la que venimos trabajando como ONG desde hace ya bastante tiempo, se trata de establecer estrategias de comunicación con los jóvenes desde lenguajes que los mismos comprendan, desde sus lenguajes, desde su longitud de onda, desde sus representaciones culturales, desde sus canales de comunicación. Se trata de educar, de prevenir desde otra onda, desde la cercanía, desde la escucha al joven con el que se pretende establecer un diálogo clarificador y educativo.
La música, por su gran capacidad comunicativa (directa al corazón como dice la canción), con componentes informativos, conductuales y emotivos como señalamos en el presente texto, nos parece un instrumento fundamental a utilizar para contactar significativamente con los jóvenes y prevenir el racismo y la xenofobia o para fomentar valores positivos como la educación para la paz, el fomento de la solidaridad, de los hábitos saludables o la prevención de drogas o la coeducación tan necesarios todos en nuestras sociedades de hoy.
Así, y en el marco de una línea de actuación mucho más amplia, venimos utilizando la música como instrumento de comunicación y de trabajo. Esta línea de actuación nos llevo, en primer lugar a desarrollar una extensa investigación con más de 500 letras de canciones en castellano que escuchan los jóvenes españoles y que centramos en un primer momento en el análisis de referencias a la droga para luego ampliar el marco de análisis a otros mensajes como los referidos a la inmigración, la paz, la solidaridad o la violencia contra las mujeres.
Posteriormente a la investigación, desarrollamos un par de programas de intervención que aplican estos «descubrimientos» al trabajo con jóvenes en, por una parte, la prevención de consumos de drogas («prevenir en otra onda») y, por otra parte, el fomento de la educación en valores («educar en otra onda»). En estos programas combinamos la música con las imágenes, con los chistes gráficos y utilizamos canciones.
Pero parémonos a analizar, como hacemos con los jóvenes algunos de estas letras, ¿puede expresarse mejor, más sintéticamente y con mayor fuerza expresiva lo que supone la inmigración con mensajes como los que podemos escuchar en las siguientes canciones?:
-
«En lo puro no hay futuro». Jarabe de Palo
-
«Esta es la vida del emigrante». Celtas cortos
-
«Africanos en Madrid». Amistades Peligrosas
-
«Somos diferentes». Belén Arjona
-
«Milonga del moro judío». Jorge Drexler
-
«Extranjero». Pedro Guerra
-
«Mestizaje». Skap
-
«Oveja negra» Barricada
-
«Clandestino». Manu chao
-
«En una patera». Reincidentes
-
«Rodrigo y Teresa». Revolver
-
«África». La Unión
-
«Satán». Mago de Oz
-
«Ponte en mi piel» Chojin
«Si tu Dios es Judío, tu coche japonés, tu pizza italiana, tu gas argelino, tu café brasileño, tus vacaciones marroquíes, tus cifras árabes, y tus letras y bailes latinos… ¿cómo te atreves a decir que tu vecino es extranjero?».
José Guillermo Fouce. Doctor en psicología. Presidente Psicólogos sin Fronteras Madrid.