Según la tradición mítico-histórica, Manco Capac, primer soberano Inca y el último de los Ayar en salir de la cueva de los antepasados, abandona Tampo Toco con sus hermanos y hermanas llevando en sus manos la petaca que contenía a un halcón llamado Inti, que les aconsejaba como ser «más sabios y avisados». Todos los […]
Según la tradición mítico-histórica, Manco Capac, primer soberano Inca y el último de los Ayar en salir de la cueva de los antepasados, abandona Tampo Toco con sus hermanos y hermanas llevando en sus manos la petaca que contenía a un halcón llamado Inti, que les aconsejaba como ser «más sabios y avisados».
Todos los pueblos, en sus más remotas épocas, aprenden del animal totémico: se visten con sus pieles, se adornan con sus dientes o picos, plumas, uñas, y también imitan su comportamiento en grupo. Algún estudioso ha propuesto que los pictogramas de la escritura china, en sus comienzos, se inspiraron en las pisadas que dejan ciertas aves en la arena mojada. No debe ser tan estrafalaria la idea porque ejemplos de cómo los animales enseñaron a vivir a los hombres son innumerables.
Del mar de tribus quechuas que habitaban el sur del continente, surgió el clan real de los incas, que tomó como tótem al ave falcónica Corequenque. Según fray Domingo de Santo Tomás, «son unas aves medianas que se crían en una laguna del Vilcanota, con las plumas pintadas o ajedrezadas de blanco y negro: entre ellas es superior un macho con su hembra: luego de que se coronaba un rey, arrancaban plumas de las alas y las fijaban a los lados de la borla».
Es imposible dejar de ver las similitudes entre la familia del Inca con la de los halcones, tampoco entre «las plumas pintadas» y los tukapus de figuras cuadriculadas de las vestiduras incásicas. En reconocimiento a la particularidad del plumaje del corequenque, se adornaba la maska paycha (borla real que ceñía la cabeza del Inca) con las plumas de esta ave.
Hay otra evidencia que demuestra el parentesco de los incas con el antepasado epónimo, el halcón, y son los nombres de los soberanos que eran privativas del clan real, aunque no siempre se referían directamente al propio totem, pero sí recordaban algunas de sus características: Cusi Huaman (Halcón Venturoso), Mayta Capac (El que todo lo ve), Yahuar Huacac (El de los ojos inyectados), Cusi Huallpa (Ave Venturosa). Los nombres se fueron convirtiendo en nombres propios que se repetían constantemente dentro de la nobleza.
En el Museo de Arte de Lima (MALI), un equipo de estudiosos están tratando de reconstruir la figura de Atahualpa a partir de las descripciones escritas ya que todos los dibujos y grabados son imaginarios. Pedro Pizarro señala que el Inca era de buena presencia, mediano de carnes y los ojos encarnizados. Guamán Poma lo muestra con casco de guerra y la maska paycha, el cabello cortísimo, las orejeras y los cetros como señal de la nobleza y la vestidura decorada con una franja central ajedrezada (tocapu).
En Ecuador se ha generalizado la tradición de representar al Inca, desnudo, con el cabello largo y desprovisto de sus símbolos de poder, lo que evidencia la ausencia de investigaciones serias.
Ileana Almeida: Filóloga, profesora universitaria y escritora. Entre sus libros figura Mitos cosmogónicos de los pueblos indígenas del Ecuador.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.