Lo de Cayo Lara con el Rey ha de ser una estrategia para provocar la caída de la monarquía, porque no cabe otra. ¿Cómo si no ha de interpretarse que el republicano más contumaz, el hombre que se plantó en la Zarzuela para pedir a su inquilino la jubilación anticipada, insista una y otra vez […]
Lo de Cayo Lara con el Rey ha de ser una estrategia para provocar la caída de la monarquía, porque no cabe otra. ¿Cómo si no ha de interpretarse que el republicano más contumaz, el hombre que se plantó en la Zarzuela para pedir a su inquilino la jubilación anticipada, insista una y otra vez en reclamar su ayuda para resolver el caso de Aminatu Haidar? Estamos, sin duda, ante un plan maquiavélico cuyos detalles desconocemos, pero que ha de contribuir a hacer luz de gas de los Borbones y a transformar a Juan Carlos I en el ciudadano Juan Carlos. Los caminos de la III República son inescrutables.
Otra explicación se antoja imposible, ya que nadie podría entender que quien legítimamente aspira a un nueva organización del Estado en el que queden abolidos los privilegios de una institución a la que considera heredera del franquismo, cuyo carácter vitalicio y hereditario es tan incompatible con la democracia como su inviolabilidad o la ausencia de control sobre sus actividades y patrimonio, crea sinceramente que es el Rey y no el Gobierno el único capaz de resolver el contencioso con Marruecos y conseguir el regreso de Haidar al Sahara. Lo que sabemos por el momento es que el monarca ha caído en la trampa, y ha contestado a la carta de Lara en la que pedía su mediación con otro escrito en el que se muestra dispuesto a ello en cuanto Zapatero se lo permita. Pobre incauto.
La celada es magistral, o lo será en cuanto conozcamos la siguiente jugada de Cayo y de Llamazares, que estiman despejada la vía para la intervención del Rey después de que el Congreso aprobase este martes una proposición en la que se insta al Ejecutivo a «redoblar al máximo nivel» las gestiones políticas y diplomáticas ante Marruecos. ¿Que por qué hay que pensar que se trata de un ardid republicano para causar la ruina borbónica y no un solemne disparate? Pues porque al PP, cuyo acrisolado fervor monárquico nadie discute, le parece un «dislate» pedir la intervención regia.
¿Quieren más pruebas? Reflexionen. ¿Por qué el partido que respalda al alcalde que llamó al Rey «corrupto» e «hijo de crápula» iba a ponerse tan pesado en obtener su mediación? ¿Alcanzan ahora a comprender la genial maniobra de don Cayo? Dense prisa en adecentar la tricolor para vestir sus balcones. La III República está llamando a la puerta y nosotros con estos pelos.
Fuente: http://blogs.publico.es/escudier/81/el-rey-allana-el-camino-a-la-iii-republica/