El mundo del revés. Los automóviles desayunan tortitas de maíz y las personas toman batidos de gasolina sin plomo. ¡Sálvese quien pueda! ¡Los camiones y los coches primero!… «No parece haber superficie agrícola suficiente para alimentarnos a nosotros y a nuestros coches», alertan desde la organización Amigos de la Tierra. «Además de incrementarse el precio […]
El mundo del revés. Los automóviles desayunan tortitas de maíz y las personas toman batidos de gasolina sin plomo. ¡Sálvese quien pueda! ¡Los camiones y los coches primero!… «No parece haber superficie agrícola suficiente para alimentarnos a nosotros y a nuestros coches», alertan desde la organización Amigos de la Tierra. «Además de incrementarse el precio de los alimentos a nivel mundial, se están produciendo graves problemas ambientales y sociales en los países del Sur, de donde se importa la mayor parte de la materia prima necesaria para producir los agrocombustibles». El mundo, un círculo vicioso. A más biocarburante, menos transporte alternativo y más hambre.
«Precios casi honestos». El cartel aparecía colgado en un comercio de Nápoles. No es poco en los tiempos que vuelan. El precio justo pasó a la historia. Todo vale. Y cada vez más. Este otoño la cesta de la compra amenaza con tumbar el Euribor. Los huevos incrementarán su precio hasta un 15%, la carne y la leche, un 10%, el aceite de girasol, entre el 20% y el 30%, la leche en polvo infantil, un 36%… La excusa esta vez es el elevado coste de los cereales. A los agricultores les resulta más rentable vender su cosecha a los productores de biocombustibles que a los comercios. Demasiada demanda para cuatro granos y los precios se disparan.
El pan nuestro de cada día. Los panaderos anuncian un aumento de sus tarifas, «que se prevé importante», como muy tarde para comienzos de 2008. La culpa, dicen, es de la harina que se ha encarecido un 50% en el último año. El pan, la bollería y la pastelería representan por sí solos cerca del 10% del gasto en alimentos de las familias. La canasta básica, de oro. El pan, de 24 quilates.
No hay otra. Toca comer con la imaginación. Sano y barato. Por ejemplo, «La lengua de pan», una receta del cuentista gallego Víctor González. «Existe un pueblo en China cuya lengua es exquisita: sabe a pan recién horneado. Los que aprenden a hablarla correctamente no necesitan comer nunca más y se alimentan charlando». Buen provecho. Y buena plática.