Escuchando las explicaciones jurídico-políticas dadas por Iñigo Iruin y Rufi Etxeberria en el Palacio Euskalduna, saltaba a la vista de que Sortu nacía «pasando por el aro» de las draconianas condiciones que la (recién modificada) Ley de Partidos exige para ser legalizado, tanto en relación al acatamiento del marco político-jurídico existente, como en lo relativo […]
Escuchando las explicaciones jurídico-políticas dadas por Iñigo Iruin y Rufi Etxeberria en el Palacio Euskalduna, saltaba a la vista de que Sortu nacía «pasando por el aro» de las draconianas condiciones que la (recién modificada) Ley de Partidos exige para ser legalizado, tanto en relación al acatamiento del marco político-jurídico existente, como en lo relativo al desmarque y rechazo del empleo de la violencia. Diría más: chocaba la contundencia de las sanciones disciplinarias para quien trasgreda dichos propósitos. Tal planteamiento, impensable no hace mucho tiempo, corroboraba los cambios anunciados y puestos en práctica por la Izquierda Abertzale durante los meses anteriores. Cambios sin los cuales es imposible entender la naturaleza de la nueva formación política y sus estatutos.
Puede especularse si tal cambio es fruto de la necesidad (de operar en la legalidad) o de la convicción, o de ambas a la vez. Incluso si es muestra de debilidad (tesis de Ares) o de fortaleza (¿quién resiste mejor el huracán represivo, el robusto roble o el flexible bambú?). Todo ello se me antoja secundario. Lo importante es señalar la magnitud del cambio operado y su indudable realidad. En la IA se ha consumado un auténtica transformación estratégica para alcanzar sus objetivos históricos: la independencia y el socialismo. Objetivos que son los que de verdad le definen. La nueva estrategia se asienta en la constitución de un bloque soberanista-independentista que opere en todos los ámbitos políticos y sociales; que ocupe las calles y las instituciones, e impulse desde ambos ámbitos la confrontación democrática en demanda de un cambio de régimen. Y para todo ello ETA es un obstáculo.
Por su supuesto que a medio plazo su reflexión tendrá que ir más lejos. Si bien más vale tarde que nunca, los diez años perdidos desde la malograda experiencia de Euskal Herritarrok (sin Ley de Partidos pendiendo sobre su cabeza; con menos presos políticos que en la actualidad y bastantes de ellos a punto de terminar sus condenas; sin asociaciones de víctimas del terrorismo que claman ¡ni olvido ni perdón!), sin duda, pesarán mucho y obligarán a la autocritica (que tal vez abarque a la propia lucha armada durante la transición).
DIEZ AÑOS PERDIDOS. Digo esto por la sencilla razón de que durante estos diez años se han producido cambios que influyen negativamente sobre el conjunto de la izquierda con pretensiones transformadoras, y de forma muy particular para la Izquierda Abertzale. La cual, si bien en vez de la tradicional resistencia numantina que en el pasado le caracterizó ha escogido la flexibilidad del bambú (demostrando una gran habilidad para plegarse a la dirección del viento) para erguirse cuando pueda, no puede ignorar que los tiempos actuales son peores que los de un pasado no muy lejano. Ya advirtió de ello Txomin Iturbe hace 25 años. Prueba de ello es la prepotencia de los llamados constitucionalistas.
Los argumentos que desde el gobierno y, sobre todo, desde la derecha y las asociaciones de víctimas de su entorno se esgrimen contra la legalización de Sortu son producto de tiempos de marcada impunidad y restricciones democráticas. Aunque todo tiene su límite y al final Sortu será legalizado, habrán conseguido ganar tiempo.
Los estatutos, y sobre todo la explicación de los mismos, no dejan resquicio para su recusación. Son razones de otro tipo (algunas tan pedestres como el beneficio electoral que reporta al PP y al PSE) las que priman. Y la más importante es el empeño del PP de borrar del mapa a la Izquierda Abertzale reduciéndola a condición de grupúsculo extraparlamentario. Los de borrón y cuenta nueva para los crímenes del franquismo son hoy los adalides del ¡ni olvido ni perdón! Un partido que tiene por presidente a un ex ministro franquista partícipe directo en tantas fechorías pone como ejemplo de continuismo el que uno de los promotores de Sortu fuera hace treinta años miembro de la mesa nacional de HB. Una transición que fue guiada por ex jefes del Movimiento, como Suarez a quien tanto se ha alabado por su cambio de chaqueta, pretende negar a las gentes de la Izquierda Abertzale la posibilidad de liderar un cambio de estrategia.
OTROS VIENTOS. Mientras en el llamado mundo occidental el azote neoliberal produce por doquier contrarreformas que destruyen conquistas consideradas históricas, y carga sobre las clases trabajadoras los efectos de la crisis, y los sindicatos e izquierdas diversas (con contadas excepciones) desaniman más que animan a la respuesta, un autentico huracán de luchas, movilizaciones, revueltas, rebeliones, insurrecciones y revoluciones sacude el Magreb y Oriente Medio. Es la hora del ariete de recio roble que reviente las puertas de las fortalezas donde se refugian los sátrapas de todo tipo y pelaje. En el mundo globalizado sigue dándose la de sincronía de los tiempos.
He dicho revolución a propósito, y nunca mejor dicho. Lenin, posiblemente el revolucionario que mejor comprendió la dinámica de la lucha de clases, definió las revoluciones como el momento en que los de abajo no quieren seguir obedeciendo y los de arriba no pueden seguir mandando. Es el momento en que las masas actúan independientemente y tumban gobiernos y regímenes. Y eso es lo que está ocurriendo en varios países del Magreb, y es probable que se extienda a más lugares. Que dichas revoluciones se consoliden, profundicen o terminen como el rosario de la aurora es harina de otro costal. De momento, están en plena ebullición.
Uno de los factores que influirá, sin duda, será cómo evoluciona la remodelación del mapa político de cada país: si los sindicatos clasistas y las izquierdas laicas alcanzan la capacidad necesaria para influir en un sentido progresista y socialista, o se imponen las direcciones islamistas o las directamente promocionadas por los imperialismos europeos y USA. Y para ello, además de corromper, el imperialismo no dudará en intervenir militarmente si lo ve oportuno y necesario. Y Libia puede ser la excusa apropiada.
Al mentar esta cuestión no puedo pasar por alto el nefasto ejemplo de H. Chaves, F. Castro y D. Ortega. De este ultimo nada me extraña, pues su corrupción personal y política, salvadas las deferencias debidas (en el pasado fue un revolucionario íntegro), ha seguido una evolución parecida. De los otros dos extraña que sólo mencionen lo relativo a las intenciones imperialistas, callando o banalizando lo que Gadafi está haciendo con su pueblo. Gadafi hace mucho dejó de ser lo que fue (y aún entonces, más en la apariencia que en la realidad) un nacionalista antiimperialista para convertirse un dictador y patético showman. En este momento es un tirano manchado con la sangre de su pueblo… El enemigo del enemigo, no es forzosamente un amigo: basta Al Qaeda como ejemplo. En este caso, ni eso.
DERECHO DE ASILO. Sanciones a dictadores, congelación de cuentas corrientes, acusación de crímenes contra la humanidad, etc… todo eso está muy bien. ¿Pero no se sabía antes? Sarkozy ha hecho dimitir a Alliot- Marie… por razones funcionales; ninguna mención a sus relaciones con gobiernos corruptos, ni a la actitud de Estado francés hacia los mismos…
¿Y de los crímenes de Israel contra Palestina? ¿Y los de Mohamed VI contra el pueblo saharaui? ¡Los hay que gozan de todo tipo de bulas!
Y ahora se extiende el pánico ante la oleada de huidos de los combates que puedan buscar a asilo en Occidente. Y es que de África interesa su petróleo y otras materias primas, pero no sus gentes. Salvo cuando es a conveniencia nuestra.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.