La práctica de los bebés robados del franquismo se gestó en las cárceles de mujeres donde se crea el «hábito» de arrancar a los niños de sus madres, según el historiador y profesor de la Universidad de León Javier Rodríguez. A juicio del profesor leonés, la mujer sufrió una doble represión durante este periodo, la […]
La práctica de los bebés robados del franquismo se gestó en las cárceles de mujeres donde se crea el «hábito» de arrancar a los niños de sus madres, según el historiador y profesor de la Universidad de León Javier Rodríguez.
A juicio del profesor leonés, la mujer sufrió una doble represión durante este periodo, la ejercida sobre cualquier persona a la que se le atribuyeran ideas contrarias al régimen, pero también una represión «de género» que se aplicaba en el componente ideológico colocando a las mujeres en un plano de desigualdad y subordinación al hombre.
Fue una generación de mujeres que vieron como perdían los derechos adquiridos durante la II República y pasaban a ser reprimidas por «rojas» y por mujeres con finales como la prisión o incluso la muerte, ha explicado.
Rodríguez, que ha indagado en la vida de las mujeres en las cárceles franquistas donde, ha señalado, que muchas fueron separadas de sus hijos durante la década de los cuarenta y los primeros años de los cincuenta. «A partir de mediados de los años cincuenta, los casos de estos niños perdidos se siguen produciendo con mentiras y falsificaciones» a través de lo que Rodríguez considera un «hábito» derivado de la práctica de los centros penitenciarios que se amparaba en las facilidades que otorgaba la estructura de la dictadura.
Sí ha considerado más sorprendente que en los primeros años de las Transición se continuase registrando casos de bebés robados y ha aprovechado para reclamar «un poco de justicia» en el esclarecimiento de estos casos a través de la facilitación de documentación.
No obstante, no sólo la práctica de los bebés robados trascendió, desde su punto de vista, más allá de la dictadura, pues también encuentra un vínculo entre la represión de género ejercida sobre la mujer y la violencia machista de las primeras décadas de la democracia.
A día de hoy, ha añadido, hay instrumentos, «pero cuando a una persona se la educa durante cuarenta años en unos comportamientos, estos no se pueden borrar de un plumazo«.